La escena que se vio a continuación se centraba en
un joven acostado en una cama. El chico tenía una manta por encima y observaba
lo que acontecía fuera de su habitación a través de una ventana que tenía al
lado. La luz de ésta iluminaba su cuerpo, el cual, desde el punto de vista de
Eri, tenía un aspecto extraño: la cabeza tenía forma humana, sin embargo, un
par de alas de diferente forma surgían de su espalda, una como la de un
murciélago y la otra parecida a la de un insecto; además, sus extremidades
superiores tenían una longitud considerable dado el tamaño de su cuerpo, siendo
peludas, de color negro y tomando un aspecto puntiagudo.
De repente, a la habitación entraron tres personas.
Dos de ellas eran Chaos y Biblia, mientras que la tercera era una niña con una
especie de muñeco en sus brazos. Se trataba de Mammon.
-¿Cómo te encuentras, Zebub? –preguntó Chaos.
El demonio se giró hacia él, esbozando una débil
sonrisa.
-Por el momento, bien. Aunque sigo sin poder adoptar
una forma más...visible...
-Lo importante es que te recuperes. ¿Has comido algo?
-No mucho...
-¡Eres un debilucho! –se quejó la niña.
-Él no tiene la culpa de ser de constitución débil,
Mammon.
-Je, es irónico, hay otros demonios que me tienen
miedo por mi verdadera forma, sin embargo, soy enfermizo y frágil... –Beelzebub
agachó la cabeza- Dime, Chaos, ¿por qué me hiciste de esta manera?
El creador de los demonios dio un largo suspiro y
cogió una silla cercana para situarse al lado del joven.
-Verás, Zebub, tanto los demonios como los ángeles
son imperfectos, pero es cuando eres de esa forma cuando puedes superar tus
propios límites. La perfección, por el contrario, es una imagen que nos hacemos
donde dichos límites ya están alcanzados. No puedes dar lo mejor de ti mismo
siendo alguien perfecto.
-¿Quieres decir que sólo aquellos que lo han pasado
mal pueden superarse a sí mismos?
-No tienen por qué haberlo pasado mal –respondió
Chaos con una sonrisa irónica-. Alguien que no tiene la imagen de ser lo
suficientemente bueno, puede ser mejor.
-No estoy seguro de entenderlo.
-Lo entenderás. Y ahora, voy a prepararte tu
medicina –dijo mientras se levantaba de la silla y se disponía a salir de la
habitación- Quédate con ellos, Biblia.
-Claro –respondió ella ocupando su sitio junto a la
cama de Zebub-. ¿Quieres ir a ayudarle, Mammon, o prefieres quedarte aquí y
animar a Zebub?
-¡¿Qu-quién querría hacer algo así?! ¡Yo sólo he
venido porque estaba aburrida!
-Pues antes de entrar parecías bastante preocupada
por él... –comentó Biblia llevándose una mano a la boca para ocultar su
sonrisa.
-¡E-eso no es verdad! ¡Jamás me preocuparía por un
debilucho como él!
-Ah...tan repelente como siempre...no me extraña que
los demás se alejen de ti... –se quejó Zebub.
-¡Como si me importaran! ¡Algún día todos ellos
serán mis sirvientes, y me construirán la casa más grande de todas, y me darán
todo lo que les pida, y terminaré siendo la reina del mundo que lo tendrá todo!
¡Todo!
-No estoy segura de que Chaos tenga buena opinión
sobre ello... –dijo Biblia.
-¡E-eso no importa! ¡Él también será mi sirviente!
-¿Sirviente de quién? –preguntó el creador de los
demonios, apareciendo con un bol en su mano derecha, lleno de un extraño
brebaje, mientras con la izquierda cargaba otra silla.
-¡De nadie! ¡Nadie ha dicho sirviente! ¡¿A que nadie
lo ha dicho?! –exclamó Mammon, alterada.
Biblia y Zebub se miraron.
-No...nadie lo ha dicho... –coincidieron con voz
monótona.
-E-entiendo... –dijo Chaos, frunciendo el ceño al no
saber qué pensar sobre aquella situación.
-No has tardado mucho... –comentó Mammon.
-Se hace en poco tiempo –aclaró el creador de los
demonios mientras se sentaba.
-¿Y no sería más sencillo utilizar tu poder?
-Ya digo que prefiero no intervenir en vuestra
evolución. Dicho así, parece que lo esté incumpliendo al preparar esta medicina
pero, dependiendo de las circunstancias, opto por el mejor camino que requiera
la mínima intervención por mi parte.
-Ya...no me he enterado de nada... –concluyó la
niña.
-Por cierto, hay algo que me he estado preguntando
durante un tiempo –comenzó Mammon mientras Chaos ayudaba a Zebub a que se
bebiese la medicina-. ¿Biblia y tú estáis saliendo?
Cogido por sorpresa, el creador de los demonios le
estampó el bol en la cara a Zebub, manteniéndolo sobre éste.
-¡Ugh! –se quejó el joven mientras intentaba
quitárselo de encima para poder respirar.
-¡¿A qué viene esa pregunta?! –exclamó Chaos.
-Bueno, es que como siempre os veo tan juntos y os
lleváis tan bien, pensé que erais pareja.
-... –Chaos se mantuvo en silencio, sin saber que
contestar.
-Por el momento creo que deberías quitarle el bol de
encima a Zebub. Se está ahogando –comentó Biblia al tiempo que el aludido
perdía fuerzas.
-¡Uah! ¡Lo siento!
Al verse liberado del objeto, Beelzebub cayó de
espaldas sobre la cama, respirando hondo y con un líquido espeso por toda la
cara.
-Casi...me...matas...
-¡Ha sido culpa de Mammon! ¡Que me hace preguntas
extrañas!
-Pues a mí también me gustaría escuchar la respuesta
–dijo Biblia, dibujándose una sonrisa en su rostro a la vez que se acercaba a
Chaos.
-¡¿Qué es esto?! ¡¿Una encerrona?!
La imagen volvió a oscurecerse, dando paso a la
siguiente. Eri se sentía como si estuviese viendo una película.
Así pues, la siguiente escena tenía lugar en las
pedregosas calles que separaban el conjunto de casas que Eri había visto sobre
la llanura. En dicha escena, Biblia, Chaos y Mammon llegaban hasta un pequeño
jardín junto a la plaza central.
Tomando una forma rectangular, los bordes del jardín
estaban decorados con flores de diversos colores y formas y, en la parte
central, se observaban varias hileras de árboles: limoneros, manzanos, cerezos,
nogales, etc.
Al ver todo aquello, la Eri se preguntó cómo era
posible que creciesen tantas plantas tan diferentes en un mismo lugar. Fue en
ese momento cuando se fijó en una figura apoyada sobre uno de los árboles,
durmiendo pacíficamente.
-¡Ah! ¡Ahí está! –exclamó Mammon, dirigiéndose con
expresión de enfado hacia la figura: una joven demonio con cuernos formando una
caracola a ambos lados de su cabeza y con una cola de león saliendo desde la
parte más baja de su espalda que descansaba sobre la verde hierba que cubría el
suelo.
Una vez frente a ella, la niña la señaló con el dedo
de manera autoritaria.
-¡¿Se puede saber dónde estabas, Bel?! ¡Creía que
ibas a venir con nosotros a ver a Zebub! ¡Y resulta que estabas vagueando en el
Jardín del Edén!
La aludida abrió levemente los ojos y la miró para
volver a cerrarlos tras unos segundos.
-¡¿Me estás ignorando?! –se enfadó Mammon,
levantando la mano para darle un capón. Sin embargo, fue detenida por Chaos.
-Vamos, vamos. Tampoco es para tanto –dijo mientras
se acercaba a Bel-. Oye, Bel, despierta.
Recibiendo unos golpecitos en el hombro, la joven
demonio volvió a abrir los ojos.
-Oh, Chaos, eres tú. Buenos días –acto seguido,
desplazó la vista hacia Mammon- ¿Te...conozco...? –preguntó, inclinando la
cabeza hacia un lado, confusa.
-Esto me molesta muchísimo... –dijo la niña, quien
estaba a punto de estallar de la rabia.
-¿Qu-qué estás haciendo aquí? Se suponía que
habíamos quedado para ir a visitar a Zebub –preguntó Chaos.
-Me levanté temprano para ir... –empezó a explicar,
pausando un instante para bostezar- ...pero, puesto que tenía tiempo de sobra,
decidí acostarme aquí un rato...y me quedé dormida...
-Por qué será que no me sorprende... –murmuró
Mammon.
-No, en serio, me suenas mucho...
-¡La mato! ¡Juro que la mato! –gritó la niña, siendo
detenida esta vez por Biblia.
-Ah, Biblia. Buenos días.
-Buenos días, Bel. La verdad es que tienes razón,
hoy hace un día estupendo para acostarse sobre la hierba, y más si hablamos de
este jardín, donde Chaos y Chronos dieron vidas a sus creaciones. Está tan
lleno de energía que no es de extrañar que cualquier planta sea capaz de crecer
aquí. Se siente genial.
-Pero no la excuses... –habiendo perdido la fuerza
de voluntad tras aquella última réplica, Mammon se dejó caer sobre los brazos
de Biblia.
-No te lo tomes tan en serio, Mammon. ¿Qué te parece
si nos quedamos aquí un rato? He traído algo para almorzar y este lugar es
perfecto para ello –propuso la mujer.
-De acuerdo...
-Dejando las bromas a un lado, es cierto que no
deberías haberte quedado dormida. Por culpa de eso no he podido enseñarte cómo
preparar la medicina de Zebub –dijo Chaos al tiempo que se llevaba una hogaza
de pan con miel a la boca.
-Lo he estado pensando. Después de todo, quizás la
medicina no sea lo mío –declaró Bel.
-¿Huh? Si estabas deseando que te enseñara.
-¡Siempre abandona todo lo que empieza! –intervino
Mammon-. Hace un par de semanas decía que quería aprender a cocinar. Tras un
par de intentos la encontré dormida junto al río diciendo que quería aprender
medicina.
-Es mi defecto. No tengo voluntad para continuar con
lo que empiezo. Hay quien diría que soy una inútil por ello...
-Lo eres. ¡Ay! –se quejó Mammon al ser golpeada por
Biblia.
-No eres una inútil. Seguramente todavía no has
encontrado aquello con lo que te encuentras más cómoda... ¡Ah! ¡Ya sé! ¡¿Qué te
parece si estudiamos juntas?! ¡De esa manera, ambas nos ayudaremos mutuamente
para seguir adelante!
-Um...no es mala idea...pero no sé si resultará.
-¡Seguro que sí! ¡Intentémoslo!
En ese momento se empezaron a escuchar murmullos
procedentes de la plaza, atrayendo la mirada de los cuatro. Un joven de pelo
rubio y de aspecto andrógino, de cuya cabeza sobresalían dos cuernos que
formaban un tirabuzón y acababan con la punta hacia abajo, era la fuente del
inusual acontecimiento, y no por él mismo, sino por quien traía consigo: una
humana.
-¿Ese es As? –preguntó Mammon, frunciendo el ceño-.
¿Qué hace aquí con una humana?
-No lo sé pero nunca había visto a una humana en
territorio de los demonios –comentó Chaos-. Voy a ir a ver.
-Voy contigo –declaró Biblia.
Asmodeus, por su parte, caminaba despreocupadamente,
rodeando con su brazo a la chica y susurrándole algo al oído de vez en cuando.
Ella sonreía levemente, sin embargo, podía observarse la tensión en su cuerpo,
quizás por encontrarse en territorio desconocido.
-Hola, As –dijo Chaos situándose frente al joven
demonio.
-¡Chaos! ¡Biblia! ¿¡Cómo vosotros por aquí!?
-A mi modo de ver, lo raro no es que nosotros estemos
aquí, sino que lo esté una humana.
-Oh, ¿te refieres a ella? Se llama Aalis. ¿No es
preciosa? Fui a territorio humano y la encontré lavando prendas en un río.
Hablé con ella y decidí traerla de visita a nuestro territorio.
-¿Has ido a territorio humano?
-Claro. Que yo sepa no hay ninguna prohibición sobre
ello.
-Cierto, pero su sociedad es distinta a la nuestra.
Inmiscuirse puede traer problemas, As.
-¡Oh, vamos! ¡Deja que nos divirtamos un poco! Hay
muchas cosas que Aalis no conoce, parece que única tarea que tenga en su
territorio sea la de lavar y lavar. Además, ¿acaso los ángeles no mantienen una
buena relación con ellos?
Chaos se mantuvo en silencio, mirando fijamente al
chico.
-Como sea –continuó Asmodeus-. Voy a seguir con lo
mío, te guste o no te guste. Que os vaya bien, parejita –dijo mientras pasaba
por su lado y se alejaba por una de las calles.
-¿Estás conforme con esto? –preguntó, tímidamente,
Biblia.
-Ah... –suspiró Chaos- Puede que As sea un incauto y
tenga una actitud rebelde pero no le falta razón. No hay nada que prohíba que
los demonios se relacionen con los humanos. Sin embargo, estoy seguro de que mi
hermano no lo verá con buenos ojos, ya que incluso varias veces se ha mostrado
en contra de que se relacionen con los ángeles. Los mantiene en una sociedad
muy estricta, siguiendo los patrones que él mismo dicta. No le interesa que
intervengan extranjeros que puedan cambiar su conducta. Así pues, para los
demonios, se ha convertido en una especie de regla no escrita el no entrar en
territorio humano.
-No te preocupes, si discute contigo, te apoyaré.
-Lo que me preocupa no es discutir con él, Biblia.
Eso es algo normal entre hermanos. Pero tengo la sensación de que, desde que
creamos a las tres especies, hay algo que le ha estado molestando. Y creo que
la base de eso soy yo.
-Seguro que sólo te lo estás imaginando –intentó
tranquilizarle ella.
-Eso espero... –sentenció él mientras volvían con
las otras dos demonios.
-Deberías controlar a tus súbditos, hermano –dijo Chronos.
La escena había cambiado de nuevo al interior de la
casa que Eri había visto en la primera escena.
Fuera de la casa, Levi observaba la situación
escondida cerca de una de las ventanas. Su mirada mostraba preocupación.
Por otro lado, Biblia se encontraba sentada al lado
de Chaos.
-Ya te he dicho que no voy a intervenir en el camino
que eligen.
-No puedes dejarles hacer lo que les plazca. Si
algún día les da por matar a sus semejantes o incluso a otras especies,
¿quieres decir que te quedarías mirando sin hacer nada?
-Los demonios han desarrollado sus propias leyes
dentro de la sociedad en la que viven, hermano. No me ha hecho falta imponerles
mis ideas para que ellos mismo se den cuenta de que matar a sus semejante, o a
otras especies, es algo perjudicial.
-¿Y puedes asegurar que en algún momento no
incumplirán esas normas? Al fin y al cabo el motivo de esta discusión es que
uno de los tuyos lo ha hecho.
-Para empezar, no había ninguna ley que impidiese el
que uno de los míos se relacionase con los tuyos. Y, en caso de que se pasasen
de la raya, entonces sí intervendría. Lo que no quiero es limitarles. Ellos
tienen derecho a equivocarse y aprender de sus errores con el fin de seguir
evolucionando. Si les impongo mis ideales y pensamientos, como estás haciendo
tú, no les ayudaré a pensar por ellos mismos. ¿Crees que podrán mejorar de esa
forma?
-Por supuesto. Yo les transmitiré la información que
necesiten para llegar a lo más alto, no necesitan nada más.
-¿Y qué pasa si llega el día en el que no estás para
cuidar de ellos?
-Entonces formaré un grupo de personas que prediquen
mis conocimientos generación tras generación.
-Al final esos conocimientos quedarán obsoletos. Los
humanos quedarán atascados en su evolución.
-Prefiero eso a que su falta de vigilancia les pueda
llevar a la destrucción del resto del planeta.
-Hay algo que no entiendo –interrumpió Biblia-. ¿Por
qué no te parece mal que algunos de los ángeles se relacionen con los humanos
pero sí que lo hagan los demonios?
-Los ángeles que se relacionan con los humanos
tienen un pensamiento parecido al mío, por lo que sólo se encargan de aportar
la información justa y necesaria para no destruir la sociedad que he creado.
-Ya veo...
-En cualquier caso –dijo Chronos volviendo al tema y
dirigiéndose de nuevo a su hermano-, ahora tendré que pensar que hacer con la
humana que habéis llevado a vuestro territorio. Si habla sobre lo que ha visto
con los demás, el orden de los humanos podría peligrar.
-Si hay que hacer algo con ella, preferiría que se
quedase con nosotros. No quiero que tenga que morir o recibir un castigo por la
intervención de uno de los míos.
-Lo pensaré. Al fin y al cabo, es cosa mía
–sentenció Chronos marchándose de la casa.
Chaos realizó un largo suspiro una vez su hermano
hubo abandonado el lugar.
-¿Estás bien? –preguntó Biblia.
-Más o menos...me gustaría que pudiésemos compartir
el mismo punto de vista, pero supongo que él también tiene su parte de razón.
-Personalmente, pienso que tus ideales son los
correctos.
-¿De verdad?
-Sí. Los humanos que he visto siguen sus vidas como
si tuviesen un destino del que no pueden escapar. Cuando ríen, se enfadan, e
incluso lloran, te da la sensación de que no lo hacen porque ellos quieran,
sino porque tienen que actuar de esa manera. Es...triste...Sin embargo, puedes
ver que los sentimientos de los demonios son genuinos. Se expresan como desean,
aman, luchan por lo que quieren...te dan la sensación de que son verdaderamente
felices.
Chaos cerró los ojos y sonrió.
-Gracias, Biblia
Sus rostros estaban muy cerca el uno del otro, tanto
que ninguno podía apartar la mirada. E, inevitablemente, sus labios se fueron
acercando poco a poco hasta tomar contacto en un tierno beso.
Eri vio cómo en ese momento, Levi, quien seguía
observando desde la ventana, se llevaba una mano hacia el pecho, mordiéndose el
labio inferior.
-¿Qué estás haciendo, Levi? –preguntó de repente
Chronos, apareciendo detrás de la chica.
-¿Qu-qué...? –se sorprendió ella restregándose el
brazo rápidamente por los ojos y girándose hacia el creador de los humanos. No
obstante, la expresión que vio en él, hizo que quisiese salir corriendo. Una
mirada asesina, de puro odio, puesta en la pareja que seguía en el interior del
hogar.
-Ya veo...así que así son las cosas... –dijo
Chronos, tras lo cual dio media vuelta y camino hacia la oscuridad de la noche,
dejando a la pobre Levi con una creciente sensación de miedo en el cuerpo...
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