-¡Ugh! –se quejó Sarah, tras levantarse rodeada de árboles de tronco alargado y fino, de cuya copa, hojas gruesas descendían hasta tocar suelo.
Desde su posición, no vio a nadie más, recordando haberse separado después de ser atacados por las bestias del oasis.
-Se me acumula el trabajo –murmuró, resoplando, mientras echaba un vistazo a su alrededor, con el fin de orientarse.
Entonces, notó una presencia cercana, lo que la hizo agarrar dos flechas y apuntar a su origen.
Sin embargo, no encontró nada. Y, en su lugar, sintió una caricia recorriendo su espina dorsal, provocándole un escalofrío por el que acabó sobresaltándose y disparando ambas flechas sin querer, las cuales se perdieron en la lejanía.
-¡Uaaaaah! –gritó ella.
-Qué reacción tan interesante –contestó la voz de un hombre que, al darse la vuelta, vio que se trataba de Quattuor, quien la observaba con una maliciosa sonrisa.
-¡¿A-a qué ha venido eso?! –se quejó la joven mientras golpeaba el hombro del descendiente, arrepintiéndose poco después, ya que era como golpear un pilar de hierro.
-Era una broma.
-¡Tú y tus bromas! –respondió mientras se acariciaba la mano-. ¿Estás tú solo?
-Me temo que sí. No hay señal del resto.
-Aaah... –suspiró la chica, mirándolo con decepción.
-¿Y esa mirada? –preguntó el hombre, levantando una ceja.
-Que tengas que ser tú a quien haya encontrado...
-¡Je! Admítelo, en el fondo te alegras de verme.
-Lo que tú digas –respondió Sarah, dándole la espalda y emprendiendo camino-. ¿Alguna idea de dónde ir?
-Con todos estos árboles, es difícil decidir. Por el momento, sigamos adelante, a ver qué nos encontramos.
-¡Es increíble! ¡La primera vez que nos vemos en mucho tiempo y tiene que ser de esta forma! –se quejó Ivel.
-Yo no tengo la culpa.
-¡No te la estoy echando!
-Cualquiera lo diría.
Ambos estaban de espaldas el uno al otro mientras ella, ya vestida, esperaba a que Kareth se cubriese, por lo menos, la parte de abajo.
-¡Más importante, ¿qué demonios era esa forma?! ¡¿Desde cuándo puedes transformarte en eso?! ¡¿Y a qué has venido aquí?!
-¡Vale! ¡Tranquila! ¡Ahora te explico! ¡Ten paciencia, por favor! –dijo el chico, apresurándose por acabar de taparse con un trozo grande de cuero marrón que le había dado Ivel- Ya puedes darte la vuelta, si quieres –indicó, de manera que ella, todavía con algo de timidez, se encaró a él- Tenemos mucho de qué hablar, así que, ¿por qué no nos sentamos?
Le llevó bastante tiempo, pero, finalmente, acabó de contarle todo lo relacionado con el proyecto Gaia así como su papel, y el de sus compañeros, en la alianza entre la unión y la facción.
Aunque no tuvo motivos para esconder nada, obvió algunos detalles para no alargarlo más, centrándose sólo en lo más relevante.
-¿Te encuentras bien? –preguntó el chico, al observar la expresión confusa de su amiga, quien trataba de procesa toda aquella información.
-No sé qué decir. Es todo tan increíble que parece sacado de una leyenda. Quiero decir... lo de Tribus... no es que no te crea, pero hasta que no lo vea con mis propios ojos...
-Lo entiendo. La conoces desde hace mucho, y siempre os ha estado ayudado a ti y a los tuyos. De hecho, aunque seamos enemigos, es extraño, pero no siento rencor hacia ella. Aun así, no puedo dejar que se salgan con la suya.
-En cuanto al proyecto Gaia, que una organización así haya logrado engañar al mundo entero... sin duda, debe de tener mucha influencia.
-Hasta que no los detuvimos, controlaban a los líderes de las tres potencias mundiales a su antojo. Y si hablamos de “Comhairle”, es más de lo mismo.
-Lo sé, pero me resulta extraño.
-¿A qué te refieres?
-Igual soy yo, pero, durante una guerra, todos los bandos suelen ser bastante precavidos.
-Ahora que lo dices, el gobernador de la unión tenía dudas sobre Quinque, sin embargo no parece que ocurriese lo mismo con la facción o “Comhairle”. En cuanto al emperador, todavía no conocemos cuánto sabe, aunque Quattuor avisó de que sería difícil tratar con él –respondió Kareth, cruzándose de brazos- Es posible que Darker fuese la clave de esa influencia. Aun así, no era el único con poder dentro de “Comhairle”... –continuó, hablando para sí mismo.
-¿Kareth?
-Ah, no es nada. Estaba pensando en voz alta. En cualquier caso, ¿por qué estás aquí?
-Explorando el oasis.
-¿Explorando el oasis? –repitió el chico, confuso.
-Al ser nómadas, nos movemos de un lado a otro casi continuamente. Así que no es raro que busquemos oasis para reabastecernos, viviendo en ellos mientras tanto.
-Entonces, ¿Argo te mandó a que explorases este sitio?
-No, fue idea mía. Al fin y al cabo, ahora soy yo la guía de los nómadas.
-Espera, ¡¿entonces tú eres la jefa?!
-¡No soy jefa de nadie! Los nómadas no tenemos jefe, sino un guía. Nadie está por encima de nadie.
-Es verdad. Lo recuerdo. Perdona.
-N-no pasa nada –respondió Ivel, sonrojándose al no haber previsto aquella disculpa.
-¿Y qué hizo que tu padre dejase el cargo?
-¿Recuerdas lo que sucedió en Genese? Aquello le llevó a tomar esa decisión. Si bien es cierto que lo hizo por mí y por el resto de nómadas, considera que no actuó de manera ejemplar, así que decidió que yo estaba más capacitada para guiarles.
-¿Qué opinaron los demás?
-Bueno, todos esperaban que algún día le sucediese, así que no hubo queja. De hecho, hasta celebramos algo así como una fiesta de “despedida” para mi padre y de “bienvenida” para mí.
-¡Ja ja! Me imaginaba algo así. Entonces, ¿ellos te están esperando fuera?
-Sí
-Genial, cuando termine aquí me gustaría ver a Jaryl, Will y los demás.
-Seguro que también estarán encantados de volver a verte –sonrió ella-. Por cierto, has dicho que buscabas una planta, ¿no?
-Sí. Si no recuerdo mal, el tallo mide medio metro y es de color negro. Produce una especie de cristal, que es lo que necesitamos.
-¿Un cristal? Me suena haber visto algo así antes de descubrir este lago.
-¡¿En serio?! ¡¿Puedes llevarme hasta allí?! ¡Quizás también encontremos al resto del grupo!
-Claro.
-¡Muchas gracias, Ivel!
-N-no hay de qué –respondió ella, un poco abrumada por las palabras de agradecimiento- D-dicho esto –continuó mientras se incorporaba-, será mejor que nos demos prisa.
Nada más acabar la frase, se escuchó un extraño siseo, más fuerte que el de una serpiente común.
-¡Tenemos compañía! –indicó Ivel, echando mano de su lanza.
Al mismo tiempo, apareció una de las criaturas que había atacado a Kareth y su grupo, aunque ésta era más grande que las anteriores.
-¡¿Es que crecen por segundo o qué?! –se quejó el chico.
Por su parte, Ivel se lanzó de frente contra ella, enarbolando su arma y atravesándola de parte a parte.
Se escuchó el fuerte chillido de la bestia que, lejos de caer, dirigió sus fauces hacia la joven, intentando devorarla mientra estaba ocupada sacando el arma, que se había quedado encajada en su cuerpo.
En ese momento apareció Kareth, golpeando su cabeza y dando el tiempo suficiente a la nómada para retirar su lanza y volver a una posición segura.
-Así que también puedes hacer eso –comentó Ivel, al observar el brazo transformado del chico- ¿No te duele? –preguntó, con expresión preocupada.
-No, aunque no acabo de acostumbrarme. Es como si el brazo no me perteneciese.
Mientras hablaban, más de esas serpientes formaron una línea frente a ellos.
-¡Maldita sea! –dijo Kareth, preparándose para enfrentarse a ellas.
-Éste parece un buen sitio –dijo Sarah, una vez llegaron a una zona donde las hojas de los árboles que había visto antes se extendían hasta formar una cúpula sobre dos colinas.
En medio de ellas, se podía observar una gran charca de agua aparentemente limpia.
Quattuor se acostó sobre la vegetación del suelo, con ambas manos en la nuca.
-Aaah... –suspiró, relajado.
-No estaría mal que me ayudases a buscar comida, ¿sabes? –le recriminó ella mientras se acercaba a él, lanzándole una mirada amonestadora.
-¿Por qué no te relajas tú también? Has dicho que vendría bien repensar nuestra estrategia de búsqueda, ¿no? Al fin y al cabo, no hemos hecho más que dar vuelas sin encontrar nada ni a nadie. Es la primera vez que damos con algo que no sean árboles y arbustos –se excusó, señalando la charca-. Incluso podrías darte un baño si quieres.
-¡Como si fuera a hacerlo estando tú cerca!
-Tú verás. Tan sólo te estoy aconsejando que te tomes tu tiempo. Un buen descanso también es importante. Si no, no serás capaz de apuntar como es debido. Además, no te preocupes tanto. Ellos estarán bien. No son unos debiluchos.
Molesta, Sarah desvió la mirada. Ese hombre siempre conseguía sacarla de sus casillas. Y aunque sabía que, en parte, tenía razón, el sólo hecho de tener que admitirlo la irritaba.
Así pues, decidida a ignorarlo, se llevó las manos al carcaj metálico, color blanco, que tenía a la espalda, lo desató y echó un vistazo al número de flechas que le quedaban, resoplando con preocupación.
-¿Has gastado demasiadas flechas? –preguntó Quattuor.
-Aun quedan bastantes, pero, al no haber podido recoger algunas, tendré problemas si hay un imprevisto.
-Deberías aprender a concentrar tu fuerza en cada disparo. Tus flechas serían más letales y gastarías menos.
-Me pregunto de quién me hizo gastar dos de ellas antes por querer gastarme una broma –comentó la chica, con sarcasmo.
-Prefiero no imaginarme qué hubiese pasado si hubiese sido un enemigo.
-¡Cállate! –replicó Sarah ante el contraataque de Quattuor, queriendo zanjar así el tema.
-Te enseñaré algo que ayudará a mejorar tu técnica –dijo el hombre mientras se levantaba.
-¿Eh?
-Coge tu arco y carcaj.
-No será otra broma para gastar más flechas, ¿verdad? –desconfió la chica, pese a hacer lo que le pedía.
-No. En lugar de eso, aprenderás cómo atacar a varios enemigos con una misma flecha.
Entonces, se colocó detrás de ella y esperó a que tomara posición. Una vez lo hubo hecho, le indicó con un gesto que apuntase a un tronco.
-La última vez, aprendiste a interaccionar con tu arma para incrementar su fuerza a través de la resonancia con el Radiar. De esa forma, pudiste hacer el Sword Target a través de ella.
-Sí. De hecho, pude utilizarlo contra el gobernador de la facción para destruir su Hydra.
-Bien. Visto entonces que ese principio lo manejas a la perfección, lo siguiente será interaccionar con puntos específicos del arma cuando vayas a disparar.
-¿Y eso es difícil de hacer?
-¿Por qué no lo pruebas?
Sin entender muy bien a qué se refería, la joven peliazul miró al frente y se concentró en su objetivo, manteniendo bien sujetos el arco y la flecha. Décimas de segundo después, disparó, provocando la caída del árbol al partirse el tronco en dos, no obstante, no consiguió que la flecha pasase de ahí, quedándose intacto el de detrás.
-¿Lo ves?
-¡Ugh! –dejó escapar ella, poniendo expresión de fastidio.
-Ahora deja que te ayude –se ofreció el hombre, quien situó una de sus manos sobre aquella con la que la joven sujetaba la cuerda del arco, y la otra, sobre la que sostenía la empuñadura. Esto provocó cierta incomodidad en Sarah, quien se esforzó por mantener las apariencias.
-Concéntrate en la cuerda y la punta de la flecha. Haz que el Radiar que recorre tu cuerpo interaccione con el de ellos.
Para concentrarse mejor, cerró los ojos e intentó aislarse de todo lo demás, incluido Quattuor. Pasaron varios segundos hasta que estuvo segura de cuándo disparar, momento en que los abrió de nuevo y dejó que la flecha se precipitase sobre el tronco de enfrente de manera que, en lugar de partirlo en dos, lo atravesó limpiamente por su centro, continuando un trayecto rectilíneo hasta el siguiente, y luego el siguiente, y así hasta que varios árboles fueron perforados en el mismo punto.
La chica no pudo evitar sonreír, girándose para ver la cara de orgullo de Quattuor.
-Practícalo hasta que seas capaz de hacerlo por ti misma. Y recuerda: a veces no importa el tiempo que tardes en disparar, siempre y cuando sea lo suficientemente certero –dijo el hombre, quien dio media vuelta y se internó en el bosque.
-¿A dónde vas? –preguntó la guerrera, confusa.
-A buscar algo de comida.
-¿Eh? ¿No dijiste que querías relajarte primero?
-He cambiado de opinión.
Viéndole marchar, pensó en lo poco que le entendía, y cómo su irritación hacia él era fruto de aquella despreocupación que lo caracterizaba.
En ese momento, la joven posó sus ojos sobre la charca, donde decidió meterse, después de asegurarse de que se había quedado sola, dejando su ropa en la orilla.
El agua tibia, la ayudó a relajarse, pese a tener un ojo avizor y las armas a mano, por si alguna de esas serpientes apareciese.
Mirando su propio cuerpo, se dio cuenta de que, pese a que nunca le había importado estar desnuda frente a otras personas, con Quattuor, su reacción había sido diferente.
“¿Pero qué me pasa?”, se preguntó, echándose agua a la cara, “Preocupándome por ese idiota...”.
En ese momento, escuchó un chapoteo detrás de ella, dando media vuelta mientras agarraba la espada ligera que solía usar como arma secundaria. Al ver a quién tenía delante, ésta se le cayó de las manos, poniéndose nerviosa.
-Otra vez mal. Si hubiese sido el enemigo, estarías muerta –dijo Quattuor, también desnudo y señalando la espada, hundida en la charca.
-¡¿Qué estás haciendo?! ¡¿No habías ido a buscar comida?! –gritó ella mientras intentaba taparse con las manos.
-Ya lo he hecho. Había pensado en tomarme un baño después de tanto esfuerzo –respondió él, haciéndole darse cuenta del tiempo que había pasado mientras había estado inmersa en sus pensamientos.
-¡Eso da igual, ¿no has visto que estoy yo?!
-Sí, y recuerdo que también dijiste que no te bañarías estando yo cerca.
-¡No tergiverses las cosas! ¡Siempre haces lo que quieres! ¡Como si la cosa no fuese contigo o tuvieses la razón en todo!
-¿Eso crees? –preguntó él mientras se acercaba poco a poco.
-¡No te acerques! ¡Pienso clavarte la espada si das un sólo paso más! ¡Te lo advierto! –amenazó mientras, rápidamente, recogía el arma.
Haciendo caso omiso, el descendiente continuó hasta que ella no pudo más e intentó hundirle el filo en su estómago.
-Demasiado lenta –dijo él, que, sin mucho esfuerzo, lo esquivó y se lo quitó otra vez de las manos, rodeándola después con sus brazos.
-¡Suéltame! –exclamó la joven, forcejeando, en vano, por liberarse-. ¡Sabes que soy capaz de borrar esa estúpida arrogancia de tu cara!
-Lo sé. Y por eso, no puedo dejarte escapar –sonrió el hombre, quien, ante la sorpresa de ella, la besó.
Con los ojos muy abiertos y todavía intentando liberarse, se observó un pequeño rastro de sangre cayendo desde los labios de Sarah. Ello provocado por un pequeño mordisco a la lengua de Quattuor, debido a una reacción de lucha. Sin embargo, ya fuese por la poca importancia que éste le dio, o por la posterior relajación de la chica, segundos después, ninguno de ellos se movió.
Conmocionada, lágrimas cayeron sobre las mejillas de la joven al separarse, cabizbaja.
-¿Por qué tenías que ser tú? –preguntó, con voz temblorosa, levantando la mirada hacia él antes de abrazarle y corresponderle con otro beso.
Pasó un tiempo tras el que ambos acabaron acostados sobre la vegetación de aquellas colinas.
Sarah dormía plácidamente, con la cabeza sobre el hombro del descendiente mientras éste observaba el colgante que le fue entregado años atrás.
Al terminar de divagar, decidió dejarlo junto a sus ropas.
-Esto es... –dudó un momento Kai, cuando Miruru y él encontraron una pequeña choza en mitad del oasis-. Sí, aquí es donde vive mi maestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario