miércoles, 26 de agosto de 2015
Capítulo 22: Los dos hermanos
sábado, 8 de agosto de 2015
The three global powers: Capítulo 17
Quinque despertó en una habitación desconocida. El techo estaba a bastante altura comparado con el de otros dormitorios y, al mirar a su alrededor, comprobó la ostentosidad de su diseño.
Desconcertada, se levantó de la cama en la que había estado durmiendo, llegando poco a poco a la conclusión de dónde podría encontrarse.
Lo último que recordaba era haber sido noqueada por Miruru y Kai, justo después de apretar el botón para avisar a Duobus en caso de emergencia.
-¡Ugh! –se quejó la joven, visiblemente molesta- ¿Y esto? –se preguntó a sí misma al darse cuenta de que alguien la había cambiado de ropa-. Bueno, que más da –sentenció, dirigiéndose hacia la puerta de salida.
Nada más poner un pie fuera, se topó con una cara conocida.
-¿Duobus? ¿Qué haces aquí? –preguntó Quinque, ligeramente sorprendida.
-Te estaba esperando. Sígueme –respondió su compañera, sin cambiar de expresión.
-¿Esperando?
-Sí. Me han dicho que te haga de guía.
-Tan obediente como siempre –respondió la chica de pelo plateado, frunciendo el ceño.
Tras esto, ambas recorrieron los pasillos del que, supuso, debía de tratarse de la mansión del emperador.
Estaba claro que éste no escatimaba en gastos en cuanto a su bienestar se refería. Al fin y al cabo, se consideraba a sí mismo una especie de dios. Y es que la verdad era que la miseria que había en el imperio no se diferenciaba mucho de la facción, sólo que se centraba exclusivamente en una parte de la población, la cual, no es que fuese pobre, era paupérrima.
Dentro de la sociedad del imperio se distinguían aquellos con poder y recursos, y aquellos que no tenían nada. Algunos, ni siquiera con lo que vestirse. Los últimos a veces eran utilizados como sirvientes de los primeros. Algo de lo que podían considerarse afortunados, ya que, para evitar una revolución, el emperador utilizaba al resto como sujetos para la experimentación con el Radiar. A ellos, además, se unían los civiles capturados durante sus escaramuzas en otras villas o ciudades tanto de los alrededores como de dentro de sus territorios.
Hasta ese nivel se extendía la sombra del imperio. El principal objetivo que los Rebeldes querían eliminar.
Mientras meditaba sobre ello, fue llevada a la sala del trono del emperador, donde las esperaban el resto de miembros del proyecto Gaia, incluido el propio soberano.
-Por fin has llegado, Quinque –dijo Detz, situándose frente a ella una vez se hubo detenido la joven. A su lado estaba Sextus.
-¿Y esto? –preguntó ella a su compañero, entre susurros.
-¿No te lo imaginas? –respondió Sextus, con expresión seria.
-No me andaré con rodeos. Os he reunido aquí para que me expliquéis el porqué de vuestra derrota –dijo Detz.
-Fue culpa de ese grupo. Se han vuelto más fuertes desde la última vez. Además, Quattuor está con ellos. –se defendió Quinque.
-Con él en su equipo, todo se hizo más difícil –añadió Sextus.
-Quizás también tuvo que ver que Alder os descubriese –continuó Detz.
-¡¿Se lo has contado?! –se quejó Quinque a su compañero.
-Aunque lo hubiese ocultado, lo habría descubierto de todas formas.
-¿Qué tienes que decir a eso, Quinque? –interrumpió el científico.
-No esperaba que sospechase de mí. Fue un error por mi parte.
-Así es. Y tampoco me vale que uséis a Quattuor como excusa. Si hubieseis sabido mantener la situación bajo control, ni siquiera hubiesen entrado al recinto.
-¡Pero, Detz, pudieron seguir peleando incluso después de utilizar el Sonar! ¡Eso significa que también tenían algo que les protegía!
Tras darles la espalda, Detz se mantuvo en silencio unos instantes antes de susurrar.
-Meriah... hasta después de muerta sigues dándome problemas –entonces se encaró de nuevo a los descendientes- En cualquier caso, vuestro error podría haber supuesto nuestra derrota. Por suerte, ya hemos puesto en marcha algunas contramedidas. Y una de ellas es el hecho de que no saben que el mismísimo emperador está de nuestra parte.
-Por supuesto. Ardo en deseos de una batalla digna de mí –declaró el soberano, con una sonrisa arrogante.
-En cuanto a vosotros, no está en mi mano castigaros, ya que no es a mí a quien servís. Pero hay algo que sí puedo hacer –dijo Detz.
De repente, los cuerpos de Quinque y Sextus fueron atravesados por sendas espadas empuñadas por Tribus y Unum, situados justo detrás de ellos.
Sorprendidos, notaron algo saliendo de sus cuerpos, produciéndose una luz que cegó a todos los presentes.
Instantes después, las hojas de ambas espadas fueron extraídas de su interior, adheridas a sus extremos sendas esferas de color verde.
-Por si os lo estáis preguntando, estas espadas se llaman “Errantia”. De hecho, creo que ya os hablé de ellas. Transmiten ondas de energía que generan un efecto de resonancia en los fragmentos del Núcleo de Jade de vuestro organismo, reuniéndolos en la esfera que veis y permitiendo su extracción –explicó Detz mientras llevaba dos recipientes de vidrio sobre los que Unum y Tribus depositaron los núcleos-. Esta vez habéis tenido suerte, pero dudo que, a estas alturas, desconozcan medios para mataros. La destrucción de los núcleos es algo que no puedo permitir. Por tanto, creo que estarán más seguros en mis manos.
De rodillas sobre el suelo, Quinque y Sextus vieron como el científico se llevaba sus núcleos, habiendo dejado como único rastro de su extracción un corte en su ropa.
-Ya podéis retiraros –indicó Detz-. Cuando la tenga, os daré una “Errantia” a cada uno. Necesitamos tomar todas las medidas posibles para quitarle el núcleo a Quattuor.
-Entendido –contestaron ambos, tras unos instantes de duda, y levantándose con un ligero tambaleo.
En ese momento, se escuchó un mensaje emitido a partir del sistema de comunicación telefónica de la mansión.
-¡Excelencia! ¡Un grupo perteneciente a los Rebeldes ha iniciado un ataque contra una de nuestras bases en la “Distrito α”! ¡Nos están acorralando! ¡¿Cuáles son sus órdenes?!
-Así que en la “Distrito α”. Eso está cerca de aquí, por lo que probablemente quieran mi cabeza. No deben de ser muy listos –respondió el emperador, con una sonrisita burlona.
-Duobus, encárgate tú –ordenó Detz.
-Sí. –respondió la chica, desapareciendo por uno de sus portales.
-¿Vas a dejar que se encargue ella sola? –preguntó el soberano.
-Así será más rápido. Dentro de los descendientes hay tres que han aprendido a manejar sus habilidades mejor que los demás. Dentro de los semidioses se encuentra Unum; en el grupo de los guerreros armados, Quattuor; y dentro de los nigromantes... Creo que será mejor que ella te lo demuestre.
Mientras tanto, los Rebeldes, divididos en varios grupos, se defendían de los soldados del imperio, abriéndose paso por terreno abierto hacia su base.
Los soldados, habiéndose visto sorprendidos por el ataque, veían mermadas sus filas, aguantando como podían hasta la llegada de refuerzos.
-¡Recordad! ¡Nuestra misión es la de llegar al almacén en la planta baja, en el área derecha! –explicó el líder de la operación a los capitanes de cada grupo una vez hubieron encontrado una zona segura en el interior de la base- ¡Mi equipo se dirigirá allí, quiero que los demás nos cubráis y bloqueéis los puntos de entrada, ¿entendido?!
-¡Entendido! –confirmaron los demás.
-¡La operación deberá hacerse antes de que lleguen refuerzos! ¡Moveos, deprisa!
Tras esto, el grupo capitaneado por el líder de la operación continuó su avance por los anchos pasillos de la planta baja. Éste estaba constituido por cinco soldados, incluyendo al líder: dos de ellos al frente, uno con un fusil de corto a medio alcance y el otro con uno de largo alcance; otra pareja en medio con el mismo armamento; y un último en la retaguardia, cubriendo al resto con un rifle de largo alcance.
Así pues, fueron reduciendo el número de soldados enemigos en su camino, acertando en sus puntos vitales con gran precisión y siguiendo un patrón de ataque similar: los que llevaban armas de largo alcance comenzaban la acometida, con aquellos que poseían armas de corto a medio alcance cubriendo a su pareja o distrayendo al enemigo, puesto que también disponían de mayor equipo de protección.
De esa forma, llegaron a la puerta del almacén, donde el líder puso una carga explosiva.
-¡Alejaos! –ordenó mientras todos corrían a cubrirse, activándola poco después.
Una vez se hubo asegurado de que la entrada había sido abierta, hizo una señal a sus hombres para indicar que lo siguiesen.
-¡Tened cuidado, no sabemos qué puede haber dentro! –dijo, dando el primer paso al interior del almacén.
Cuando se hubo disipado el humo de la explosión, observaron un gran número de cajas ocupando a lo largo y ancho de la sala.
-¡Deben de ser cargamentos de Radiar! ¡Pondremos explosivos por toda la cámara y la echaremos abajo! –indicó mientras sacaba su comunicador para informar al resto de equipos-. ¡Hemos llegado al almacén! ¡¿Cómo va todo en vuestra posición?!
-¡Agh! –se escuchó al otro lado.
-¡Socorro! –gritó otra voz- ¡No quiero morir! ¡Ugh!
-¡¿Chicos?! ¡¿Qué sucede?! –preguntó el líder de la operación.
Justo a su lado se escuchó otro grito, cayendo al suelo uno de su propio grupo, con un agujero, aparentemente de bala, entre ceja y ceja.
-¡¿Qué...?! –sin tiempo siquiera para sorprenderse, los demás sufrieron el mismo destino, cayendo al suelo, fulminados y sin dejar rastros de sangre.
Al mirar al origen de aquella masacre, el hombre descubrió la figura de una mujer observándolo con expresión de total y absoluta indiferencia. Flotando a su lado había dos rifles.
-¿Quién eres?
-Me llamo Duobus –contestó ella, eliminándolo en el acto.
Tras haberse eliminado a los Rebeldes, llegó una comunicación por parte de los soldados imperiales, confirmando su asesinato en un tiempo estimado de unos diez segundos. Todos con un agujero de bala en el mismo sitio.
-Es increíble –halagó el emperador-. Cada día me gusta más esa chica.
En otro lugar del mundo, concretamente en el interior de una choza situada en mitad de un extenso oasis, un hombre con apenas capacidad para moverse por sí mismo se encontraba mirando el cielo por la ventana de su habitación.
-Se avecina una tormenta –murmuró para sí mismo.
martes, 4 de agosto de 2015
The three global powers: Capítulo 16
-¿Cómo es que sigues vivo? –preguntó Kareth a su amigo, algo más calmados tras su reencuentro, sentados a su lado, tan pegados que parecía imposible volver a separarlos.
El aspecto del Remi era distinto de cómo lo recordaban. Debajo de su gabardina beis, podían observarse algunas partes de su cuerpo (concretamente su brazo izquierdo, hombro derecho, ojo izquierdo y ambas piernas) sustituidas por piezas mecánicas, revestidas de una tonalidad grisácea y negra debido al conjunto de placas y cables que las componían.
Aunque no eran tan visibles, también habían sido modificados algunos de sus órganos internos y huesos, devolviéndoles su funcionalidad, pérdidas tras el incidente. Incluso sus cuerdas vocales, motivo por el que su voz sonaba diferente.
-Normand fabricó robots para ayudarle a recoger materiales e información en diversas partes del mundo. Tuve suerte de que uno de ellos se hubiese infiltrado en Yohei Gakko, evitando que chocase contra el suelo en el último momento. Me dijo que probablemente lo hiciese creyendo que era un tipo de material de interés para él.
-¿Un robot capaz de infiltrarse en Yohei Gakko sin ser visto? –preguntó Nara.
-Ese hombre tiene más recursos de lo que parece. Modificar el sistema de control de entrada y salida e incluso engañar al personal de guardia no es una tarea difícil para él. –aclaró Remi.
-Pero, ¿qué pasó para que acabases así? –continuó la chica.
-La congelación destruyó una buena parte de las células de mi cuerpo. Por ello, tuvo que sustituir las partes dañadas por otras mecánicas. Por suerte, y en parte, gracias al Radiar, el sistema nervioso quedó intacto, y el resto de órganos vitales mantuvieron cierta funcionalidad. La suficiente para no morir instantáneamente.
-Aun así, es impresionante que lograse revivirte.
-Lo sé. Ni yo mismo conozco los detalles, pero incluso tuvo que sustituir parte del corazón para poder seguir bombeando sangre.
-Supongo que le tendremos que preguntar a él directamente sobre el tema, y darle las gracias por haberte traído de vuelta con nosotros –dijo Kareth.
-Cuando desperté, estaba muy confuso y mareado. No sabía donde estaba, ni siquiera quién era. Con el tiempo, empecé a recordaros a vosotros, a Yohei Gakko y, finalmente, con lo que ocurrió antes de mi “muerte”. Llegué a la conclusión de que tenía que encontraros, saber que es lo que os había pasado. Gracias a la ayuda de Normand, Drake y Seph, conseguí la información necesaria para llegar hasta aquí, aunque, siendo sincero, no es donde esperaba encontraros.
-Lo sé. Nosotros también hemos pasado por muchas cosas –explicó Kareth.
-Eso parece, según lo que ha contado Razer. Aunque no estaría mal saber los detalles.
-Claro. Tenemos muchas cosas de las que hablar.
Tras unas horas relatándole los acontecimientos desde que escaparon de Yohei Gakko hasta entonces, ahorrándose partes que ya había contado Razer, Remi continuó.
-Así que resulta que tú eres descendiente de Gaia y puedes transformarte en una especie de monstruo blanco –resumió el chico, señalando a Kareth-. Y tú eres el contenedor de una deidad que al mismo tiempo es el núcleo de este planeta y, además, puedes curar heridas, ¿es eso? –dijo, esta vez, señalando a Nara. A lo que ambos asintieron- Es desaparecer yo y no hacéis más que meteros en líos –bromeó.
-¡No es como que hayamos pedido esto! –replicó Nara.
-Lo sé. Fuera bromas, no me puedo creer que te hiciesen eso –contestó Remi, visiblemente molesto, refiriéndose a lo que llevaba la chica en la cabeza-. Ni tampoco que os metiesen en todo esto en contra de vuestra voluntad. Contad con mi ayuda para lo que necesitéis, ya sabéis de lo que soy capaz. Es más, diría que hasta he mejorado.
-¿En serio? Me gustaría verlo –sonrió Kareth.
-¡Cuando quieras!
-¡Aquí no es un buen lugar, pero sé de un sitio donde podemos pelear!
-¡Esperad! ¡¿Vais a luchar después de tanto tiempo sin veros?! –preguntó Nara.
-¡Por supuesto! –respondieron ambos a la vez- ¡Es nuestra forma de saludarnos!
Así pues, y pese a las quejas de Nara, los tres se dirigieron a una zona apartada de la villa, donde Kareth y los demás habían sido entrenados por Quattuor.
-¿Qué te parece? –preguntó el chico.
-Me parece bien. Aquí podremos hacerlo sin causar daños.
-¡Excepto a vosotros mismos, pedazo de idiotas! –replicó Nara, sentada sobre una roca apartada y con una mano apoyada sobre la barbilla.
-¿Por qué no empiezas tú dando el primer golpe? –propuso Kareth.
-¿Estás seguro?
-Tómatelo como un regalo de bienvenida.
-Como quieras.
Entonces, Remi se quitó la gabardina, dejando al descubierto las partes mecánicas de su cuerpo. Instantes después, levantó el brazo izquierdo en dirección a su amigo, cambiando éste de forma rápidamente, transformándose en el cañón de un arma de fuego.
-¡¿Pero qué...?! –se sorprendió Kareth.
-Olvidé decirte que Normand puso algunas sorpresitas en mi cuerpo –dijo Remi, quien disparó un cañonazo a su oponente, produciendo una explosión a varios metros por detrás de éste, quien había conseguido esquivarlo por poco.
-¡¿Estás loco?! ¡Eso podría haberme matado! –exclamó Kareth.
-¡Oh, vamos! ¡Sabía que podrías esquivarlo!
Al volver la vista hacia su contrincante, Kareth se dio cuenta de que Remi estaba a escasos centímetros de él, golpeándole en la mejilla con su brazo mecánico y lanzándolo contra el suelo por la fuerza del golpe.
-¡Has perdido facultades! –rió el tirador.
Poco después, Kareth se puso en pie y se transformó sus brazos y piernas en los del Eraser, arremetiendo de frente contra su adversario y cayendo ambos al suelo, quedando el primero encima del segundo, con sus brazos presionando sus hombros para evitar que se levantase.
Sin embargo, esto no desanimó al cíborg, quien encogió las piernas y lo empujó lejos de él, de manera que pudiese levantarse. Tras esto, activó un mecanismo con el que se abrió sendas pequeñas escotillas justo en la zona por debajo de sus rodillas, permitiendo la eyección de dos pistolas que recogió y con las que apuntó y disparó a Kareth, quien se desplazó hacia su derecha, utilizando su brazo izquierdo como escudo.
Entonces, en un momento de respiro, introdujo el derecho bajo el suelo y levantó una gran ola de arena con la que cegó al tirador, saltando posteriormente hacia él con ambas manos unidas y golpeándole como si tuviese un martillo.
Por suerte para Remi, su ataque no acertó, ya que consiguió elevarse justo antes de que le diese, utilizando unos pequeños propulsores que guardaba en la zona de los tobillos.
-¡¿Es que ahora puedes volar?! –se sorprendió Kareth.
-¡Tan sólo unos segundos!
-¡Aun así es impresionante!
-¡Lo es! ¡Y me viene que ni pintado para disparar! –dijo mientras le apuntaba desde arriba.
-¡Je! ¡Eso no te va a servir contra mí! –respondió Kareth, flexionando las piernas y realizando un nuevo salto, a la vez que giraba sobre sí mismo, situando los brazos por delante, y consiguiendo un efecto parecido al de una taladradora.
Pese a los intentos de disparo de Remi, debido a la velocidad del giro y la dureza de la piel de sus brazos, las balas fueron desviadas, logrando así situarse a la misma altura, desde donde detuvo el giro y le propinó un fuerte puñetazo.
-¡¿Qué te ha parecido eso?! –preguntó Kareth al tocar suelo de nuevo y pese a ver que Remi se levantaba con apenas unos rasguños en su cuerpo.
-¡Sigo diciendo que has perdido facultades!
-¡Entonces el siguiente puñetazo será más fuerte!
Tras prepararse (Remi, cuyas armas habían quedado enterradas bajo la arena, decidió continuar cuerpo a cuerpo), avanzaron el uno hacia el otro.
-¡Yo te enseñaré lo que es un puñetazo de verdad! –exclamó Remi, propulsándose ligeramente hacia el frente con el mecanismo de sus tobillos mientras su amigo hacía lo mismo mediante la musculatura de sus piernas.
-¡Aaaah! –gritaron, justo antes de que dos manos apareciesen de la nada y les golpeasen, deteniendo el combate.
Recuperándose de la sorpresa, pero con sus espaldas todavía sobre tierra, los chicos descubrieron la figura de una chica de pelo azul, quien los observaba con expresión seria.
-Hola, Sarah –dijo Remi, con un tono de voz mezcla de confusión y miedo- Cuanto tiempo.
-Remi, así que eras tú –contestó ella, inmutable-. Nosotros pensando que el ruido de explosiones y disparos podían ser de un ataque enemigo y resulta que erais vosotros.
-Tranquila, peliazul. No hay nada de malo en quitarse un poco de estrés –declaró Quattuor, apareciendo a su lado.
-¡Entonces deberían haber avisado! ¡Además, casi parecía que fuesen a matarse!
A ellos dos le siguieron el resto, algunos preguntándole a Nara por lo ocurrido, quien, sin mediar palabra, señaló a sus dos amigos como si fuese suficiente explicación. Si bien era cierto, la mayoría llegaba a la misma conclusión tras el gesto.
-¡Deberíais tener más cuidado! –les riñó Sarah.
-Me parece que ya podemos dar el combate por terminado. –murmuró Kareth.
-Da gracias. Si no te habría vencido. –contestó Remi.
-¡¿Estás loco?! ¡Yo sí que te habría vencido!
-¡Ja! ¡No sabes lo que dices!
En ese instante, los dos se miraron y empezaron a reír.
-¡¿Se puede saber qué os hace tanta gracia?! –exclamó Sarah.
-No imaginaba a Remi haciendo algo así. –comentó Seph, a lo que Nara sonrió con expresión nostálgica.
-Son un par de idiotas –dijo la chica.
Tiempo después, Razer anunció una fiesta en la villa para celebrar sus últimos logros.
Así pues, los habitantes hicieron los preparativos, ayudados también por los recién llegados, incluido el grupo de Normand.
Durante ellos, no fueron pocos los gestos de sorpresa al ver cómo algunos robots, creados por el científico, cargaban cajas de un sitio a otro con mayor rapidez que los propios habitantes de allí. Algunos niños los perseguían, queriendo tocarlos, pues era la primera vez que los veían, pero los robots, que parecían estar acostumbrados a esquivar obstáculos, se lo ponían difícil, dando lugar a una especie de juego de persecución.
-Así que fue uno de éstos lo que te salvó –comentó Kareth mientras Remi y él pasaban a su lado.
-Sí.
-¿Cuántos tiene?
-Ni idea. Cuando crees que los has visto todos, fabrica uno nuevo. Algunos sólo sirven para transportar peso o ayudarle en sus investigaciones. Otros le ayudan a defenderse o incluso atacan bajo sus órdenes.
-Vaya –respondió el chico, impresionado.
Así pues, y gracias en gran parte a la ayuda de aquellas máquinas, en poco tiempo tuvieron listos los preparativos para la fiesta, llenándose la villa de hogueras, alrededor de las que se reunieron sus habitantes para comer, beber y cantar bajo el cielo nocturno.
Junto a una de ellas se encontraban todos a excepción de Razer y a Donell.
-Así que vosotros sois a los que Remi andaba buscando. Kareth y Nara. Me alegro de que os hayáis reencontrado –dijo Normand-. Remi nos ha contado mucho sobre vosotros.
-Nada bueno, supongo –respondió Kareth, con una sonrisa irónica.
-Bueno, es cierto que algunas cosas eran quejas, pero, en general, todo bueno –aclaró el hombre, aunque ello no evitó que los dos mirase a Remi con enfado.
-No pongáis esa cara. Ha dicho que normalmente era cosas buenas. Además, de lo que más me quejaba era que, pese a lo que sentíais el uno por el otro, ninguno daba el primer paso.
-¡Eso no es verdad! Al menos ahora... –murmuró Nara, avergonzada.
-¡Y no sabéis cuánto me alegro! –exclamó Remi, levantando su vaso y brindado.
-Normand. –susurró Kareth.
-¿Sí?
-Hay algo que quería preguntarte sobre el estado de Remi.
-¿Qué quieres saber?
-Él no nos ha contado los detalles sobre la operación. Así que esperaba que tú pudieses decirnos algo más.
Tras escuchar su petición, el hombre se mantuvo pensativo unos instantes hasta encontrar las palabras exactas para contestar.
-Como supongo que os habrá contado, gran parte de las células de su cuerpo quedaron dañadas por la congelación. Incluso con el Radiar recorriendo su organismo, fue imposible recuperar todos sus tejidos y órganos, por lo que fueron sustituidos.
-Sí, eso lo sé.
-El mayor problema fue su corazón.
-Nos dijo que parte del corazón es artificial.
-Así es, pero por desgracia no es algo tan simple. No sólo tuve que fabricar un sistema que se adaptase a la anatomía del órgano, sino que también tuve que recurrir a un fuerte impulso eléctrico inicial y a un marcapasos especial que me permitiese reestablecer su ritmo cardiaco según las especificaciones de su nuevo cuerpo. Su vida depende de que ese aparato siga funcionando. Incluso hizo falta una transfusión sanguínea, a la vez que se drenaba parte de la sangre que ya había en su cuerpo con el fin de sustituir las células sanguíneas dañadas por otras en buen estado y que fuesen compatibles. Aun con el cerebro y otros órganos intactos, si todo esto no se hubiese hecho rápidamente, no habría sobrevivido.
Al terminar la explicación, Kareth recordó cuando su amigo fue congelado por Unum.
-Tengo otra pregunta.
-Adelante.
-¿Cuánto dirías que le queda?
Normand no pudo esconder la sorpresa ante su pregunta, como si hubiese descubierto algo que había preferido mantener en secreto.
-Quién sabe. Meses. Años quizás. Mantener las partes externas es sencillo, pero no puedo decir lo mismo de los órganos internos. Además, como ya he dicho, su vida depende de ese marcapasos, por lo que la durabilidad del mismo también decidirá su esperanza de vida.
Cabizbajo, el chico no supo cómo continuar la conversación, lo que llevó a Normand a darle algo de esperanza.
-No te preocupes. Él ya sabe lo difícil es su situación. Y, por mi parte, he encontrado algunos métodos que podrían ayudar a alargar su vida, aunque las probabilidades de que funcionen no sean altas. Lo importante de todo esto es que eligió vivir para poder reencontrarse con vosotros y ayudaros.
-Lo sé. Nunca ha sido capaz de quedarse atrás. Sea cual sea el problema.
-Te prometo que, al menos mientras viva, me encargaré personalmente de mantenerle con vida.
-Gracias.
Mientras tanto, el propio Remi se encontraba haciendo presentaciones.
-Drake. Seph. Ellas son Nara y Sarah –dijo el chico.
-Encantada. –saludó Seph, educadamente.
-Lo mismo digo. –respondieron las otras dos chicas.
-¡Esto es genial! ¡Qué gran cantidad de chicas guapas! ¡¿No estás emocionada, Seph?!
-Si, lo estoy, pero no de la manera que tú piensas. –indicó mientras la vena de su frente empezaba a marcársele peligrosamente.
-G-gracias por cuidar de Remi todo este tiempo. Espero que no haya sido mucha molestia –dijo Nara.
-¡Oye! –se quejó Remi.
-¡Oh! ¡Pero qué chica tan mona! –exclamó Seph, de repente, abrazando a Nara.
-¡Eh! ¡¿Por qué si lo hago yo está mal y si lo haces tú no?! –se quejó Drake.
-Porque tus intenciones no son las mismas –replicó Seph.
-Cierto.
-Que lo admitas con tanta facilidad hace que me preocupe –añadió la chica, frunciendo el ceño, a la vez que liberaba a Nara-. En cuanto a Remi, no te preocupes, se ha portado bastante bien con nosotros.
-¡¿Ni que fuese un crío?!
-Je... –rió, por lo bajo, Nara.
-¡Te he visto!
-Fuera bromas –continuó Seph-. Nos sorprendió bastante cuando el robot de Normand trajo a un chico totalmente congelado, aunque puede que más cuando lo hizo sin destrozarlo por el camino.
-En serio, esos robots son geniales –indicó su pareja.
-Aunque al principio costó un poco que nos adaptásemos, ahora es un miembro más del equipo y un buen amigo.
-Me alegro –declaró Nara.
-Por cierto, creo que vuestro en grupo también hay gente que no conozco –intervino Remi, refiriéndose a Quattuor-. A Miruru y Kai los conozco por Seph y Drake. De hecho os vi después de lo ocurrido durante el torneo.
-Entonces tú eras “el otro compañero” –señaló Kai.
-¿S-supongo? –contestó Remi, confuso.
-El mundo es un pañuelo. –añadió Miruru.
-¿Tú no vas a presentarte? –le preguntó Sarah a Quattuor, quien, sin hacerle caso, continuó bebiendo, lo que irritó a la chica.
-No parece muy amigable –dijo Remi.
-Siempre es así de irritante. Ya lo irás conociendo.
-No describas a los demás como te describirían a ti, peliazul.
-¿Ves a lo que me refiero? –señaló la chica, molesta.
-Pues yo creo que os lleváis bien –declaró Remi.
-¡Ni en un millón de años! –estalló Sarah.
-¡Pues Nara y yo también nos hemos hecho muy amigas, Seph! –dijo Miruru mientras abrazaba a la chica-. Si quieres algo con ella antes tendrás que vencerme a mí primero –continuó, desafiante y mostrando una sonrisa de superioridad.
-¡Ah! ¡Eso no se vale! ¡Aprende a compartir! –replicó la otra chica mientras agarraba a Nara del brazo y tiraba de ella.
-De repente me siento muy agobiada... –dijo Nara, quien no sabía qué hacer ante esa situación.
-Miruru, ¿puedo hablar contigo un momento? –interrumpió Kai, levantándose de su sitio.
-¡¿Eh?! C-claro. –respondió ella, poniéndose nerviosa, y siguiéndole poco después. Cuando pasó al lado de Nara, ésta le deseó suerte, a lo que Miruru contestó mandándola callar.
Mientras se alejaban del resto, ninguno de los dos dijo nada. Desde que se le declaró apenas habían hablado. La tensión entre ellos era palpable y la chica no podía evitar sentirse ansiosa, preguntándose si debería habérselo callado.
Mirando al joven, varias ideas se formaron en su cabeza. Puede que quisiese decirle que lo mejor para ambos era distanciarse por un tiempo. O puede que le correspondiese. Pero, ¿y si le decía que no? ¿Volvería su relación a ser la de siempre? ¿Conversarían de la misma forma? No. Puede que lo mejor hubiese sido callarse.
Mientras su mente se llenaba de pensamientos negativos, empezó a sentir malestar en su pecho, llegando a detenerse a mitad de camino.
-¿Miruru? –preguntó Kai, al darse cuenta de que no le seguía, escuchándola, poco después, sollozar.
-¡Oye, ¿qué ocurre?! –se preocupó el chico, acercándose a ella.
-¡Yo! ¡No lo sé! ¡Nunca me había sentido así! ¡S-sólo de pensar en que todo acabe! ¡Yo...!
-Espera. No lo dirás por...
-¡No debí haber dicho nada! ¡Hubiese sido mejor callármelo! –continuó, con voz sonaba entrecortada.
-Oye, Miruru.
-Lo siento. Será mejor que me vaya –interrumpió ella, girándose para volver con los demás.
Entonces, él la cogió de la mano, haciendo que se detuviese.
-En todo caso, si alguien tuviese que disculparse, ese sería yo. Cuando me dijiste lo que sentías, estaba tan confuso que no supe qué responder. Me daba la sensación de que si hablaba, sólo diría tonterías y terminaría fastidiándolo todo. Por eso, tenía ordenarme las ideas. Supongo que, como mínimo, tendría que haberte dicho que necesitaba algo de tiempo para pensar. He sido un idiota y te lo he hecho pasar mal. Lo siento.
-¿Y b-bien? ¿T-te has decidido entonces? –preguntó ella, hundiendo su frente en el pecho de Kai, evitando mirarle a la cara.
Él pudo notar su respiración, ligeramente ruidosa por haber estado llorando instantes atrás. Algo que le hizo sonreír aunque sabía que no era el momento.
-Sí. Verás, cuando te capturaron me sentí desesperado. Estaba tan preocupado que incluso el plan había dejado de importarme. Y cuando vi lo que ese desgraciado pensaba hacerte. En fin, habría bastado poco más para descuartizarlo ahí en medio. Francamente, me cuesta imaginar que no estés, Miruru. Y eso es porque yo siento lo mismo que tú.
Durante un momento, ambos estuvieron en silencio, pero éste fue roto cuando la chica empezó a llorar de nuevo.
-¡Ah! ¡Lo siento! ¡Yo, ¿he dicho algo que no debía?! –preguntó Kai, preocupado por la reacción de ella, quien negó con la cabeza mientras hundía la cara cada vez más.
-¡Son lágrimas de felicidad! ¡Imbécil! –aunque apenas se la escuchó pudo entenderla.
-Es un alivio saberlo –respondió él, acercando su rostro al centro de su cabeza y besándola.
Algo alejados de allí, Nara y Kareth los observaron.
-¿Crees que les irá bien? –preguntó Nara.
-¿Quién sabe? Por ahora, será mejor dejarles disfrutar de este momento.
-Sí –dijo ella mientras le cogía de la mano-. Disfrutemos de él nosotros también.
Kareth asintió y, juntos, se marcharon, deseando que aquella noche se hiciese eterna, y así pudiesen disfrutar de la paz y la libertad que se les había brindado.