Razer y Sdren caminaban por la calle principal.
-¿Estás seguro de que es por aquí? –preguntó Razer.
-A no ser que haya cambiado de sitio –contestó Sdren.
-¿Cambiado de sitio?
En ese momento, escucharon una voz ronca entre el gentío. Allí, encontraron a un hombre situado encima de una pequeña plataforma de madera, probablemente traída por él mismo, gesticulando con sus brazos mientras se manifestaba.
-¡Sé que, como yo, muchos estáis hartos de esta situación! ¡Es por eso que debemos enfrentarnos a ellos! ¡Ahora el gobernador dice que quiere aliarse con los territorios del norte! ¡¿De verdad vais a permitirlo?!
-Pensaba que sería algo más discreto. Me parece extraño que los soldados todavía no lo hayan detenido –señaló Razer, observándolo desde cierta distancia.
-Va cambiado de lugar para que no le sigan la pista. Además, los soldados tienen cosas más importantes que hacer estos días –contestó Sdren- Por otro lado, ésta no es la única forma que tiene de reclutar gente. Ya hay varios que le siguen y que se encargan de hacerlo más discretamente. Aunque no son suficientes para una revuelta. Al menos, eso creo.
-Entiendo. Lo que está haciendo podría considerarse una forma de llamar la atención sobre él mismo, por lo que pueda ocurrir, y servir así de distracción para los soldados. Tiene agallas.
Así pues, ambos se desplazaron hasta la plataforma, llamando la atención del hombre.
-¿Habéis decidido uniros? –preguntó.
-Más o menos. En realidad, nos gustaría hacerte una propuesta que quizás pueda interesarte –respondió Razer.
-¿Una propuesta? –repitió el hombre, bajándose de la plataforma para ponerse a su altura. Fue entonces cuando Razer cayó en la cuenta de que, aunque quizás no tanto como Quattuor, era bastante alto.
Tras atusarse una barba de varios días y examinar de arriba abajo a los Rebeldes, se decidió a continuar.
-No parecéis soldados, así que escucharé lo que tengáis que decir.
-Bien, pero antes me gustaría que nos acompañases. Ya sabes, a un lugar donde poder charlar más tranquilamente –indicó Razer.
-Claro. Espera un poco a que recoja esto –dijo mientras se cargaba al hombro la plataforma de madera, siguiéndoles poco después.
Mientras tanto, Miruru y Nara llegaron al escondite, donde entraron tras vigilar que nadie las siguiese.
-Hay que encontrar algún sitio donde acostarla –dijo la semidiosa mientras buscaba aquello que le pudiese servir-. ¡Maldita sea, ¿es que no hay ninguna cama o qué?! –se quejó.
Después de cerrar la puerta, Nara se unió en la búsqueda.
-¿Y si probamos con las habitaciones del fondo? Con que haya un par de mantas que usar como colchón será suficiente –sugirió la chica.
De esa forma, la llevaron hasta allí entre las dos, descubriendo un dormitorio, en mejor estado que la habitación más cerca de la entrada y donde había un pequeño colchón cerca de una de las esquinas.
Fue ahí donde depositaron cuidadosamente su cuerpo. Acto seguido, Nara cogió un par de mantas y las colocó debajo de la cabeza de la joven para que sirviesen de almohada.
-Necesitamos agua y comida. Miraré si tienen aquí o si nos queda algo a nosotros –dijo Nara mientras salía por la puerta, a lo que Miruru asintió, quedándose a solas con la chica.
Al tocar su frente, descubrió lo fría que estaba. Había perdido la consciencia por lo que no hubo reacción. Si encontraban algo de comida, cosa que esperaba, se la tendrían que dar boca a boca. Puede que en ese caso, cuando despertase, se encontrase un poco mejor y pudiese comer por ella misma.
Después de un rato, Nara regresó llevando en sus manos un recipiente de plástico que contenía un líquido amarillento con algunos trozos sólidos.
-¿Qué es eso? –preguntó Miruru.
-El armario que hemos visto antes tenía algo de verdura y carne dentro. He cogido los que he considerado más blandos y los he calentado con algo agua. Esa chica está deshidratada, le vendrá bien.
-¡Oh! –se sorprendió la joven de pelo rubio- ¡Eres superresponsable!
-Cuando estaba en Yohei Gakko ayudaba a mi tío con su cafetería. S-supongo que sé arreglármelas –contestó Nara, tímidamente.
-Déjame a mí. Yo se lo daré –sugirió Miruru mientras alargaba la mano para que le diese el recipiente.
-¡¿Eh?! ¡Ah, claro! Toma.
Entonces, tras introducir algo de la comida en su boca, la semidiosa se acercó a la otra joven y abrió ligeramente la suya. Al principio dudó un poco, pero aquella era la manera más eficaz de que comiese en ese momento.
Al poco de juntar sus labios, llevó la comida lo más profundo que pudo hasta provocarle el reflejo de deglución, consiguiendo que tragase. Posteriormente, repitió el mismo proceso varias veces hasta que considerar que ya había comido bastante. Para finalizar, decidieron arroparla con una manta para mantenerla caliente.
-¿Crees que se recuperará? –preguntó Nara.
-No podemos hacer nada más de momento. Esperaremos a ver qué pasa.
En ese momento, escucharon el sonido de la puerta principal al abrirse, reconociendo la voz de Razer. Puesto que habían dejado entrar a alguien ajeno a los Rebeldes, no pudieron evitar ponerse nerviosas al pensar lo que diría el líder al ver lo que había pasado.
Cual fue su sorpresa, al verle entrar enarbolando su espada en mano, lo que provocó que Nara cayese del susto, dejando escapar un grito, mientras Miruru levantaba su mano izquierda, apuntando a la puerta.
El ambiente se mantuvo tenso durante unos segundos en los que ambos bandos se observaron detenidamente.
-¡Eirin! –exclamó de repente el invitado que acompañaba a Razer y Sdren, haciendo a un lado a Miruru y abalanzándose sobre la joven inconsciente- ¡¿Qué te ha ocurrido?! ¡¿Te han hecho algo?! ¡Contesta, hija mía!
Al no recibir respuesta, el hombre los miró con ira.
-¡¿Qué le habéis hecho?! ¡¿Formáis parte de un plan para chantajearme?!
-¡¿Pero qué dices?! –se defendió Miruru, sintiéndose ofendida- ¡La estábamos ayudando! ¡Su hija se mareó en mitad de la calle y si no la hubiese sido por nosotras, a saber cómo habría terminado!
-¡Mientes! ¡No permitiré que le hagáis daño, ¿me oís?! ¡Antes tendréis que matarme!
-P... dre...
Al escuchar un susurro procedente del colchón, todos se quedaron en silencio.
-¡Eirin! ¡¿Estás bien?! ¡¿Puedes hablar?! –preguntó el padre de la chica, acercando su cara a la de ella.
-E... llas no... son... cul... pables... –respondió la joven, intentando elevar el tono de voz, lo que le estaba costando un grandísimo esfuerzo.
Por suerte para Miruru y Nara, su padre consiguió entenderla, girándose hacia ellos con una mirada más afable.
-Es posible que me haya precipitado. Lo siento –dijo el hombre.
-¡Claro que te has precipitado! ¡Mira que considerarnos unas secuestradoras! –se quejó Miruru.
-Miruru –dijo Nara, intentando calmarla.
-¡Ejem! –carraspeó Razer, llamando la atención de todos- No tengo claro qué ha pasado. Y aunque me hago una idea, preferiría que vosotras nos lo explicaseis –solicitó.
Después de que las dos implicadas contasen lo sucedido, el líder de los Rebeldes tomó la palabra para evaluar la situación.
-Entiendo. Al principio pensé que alguien había descubierto este sitio, viendo que las puertas del armario estaban abiertas y había utensilios de cocinas desperdigados por la mesa.
En ese momento, Miruru miró a Nara de reojo, quien esbozó una sonrisa a modo de disculpa. Por otro lado, Eirin había despertado del todo, presentando mejor color de piel.
-Cuando caí al suelo, noté que alguien me cogía y me traía hasta aquí. No pude saber quién, ya que quedé inconsciente, pero si tuvieron el valor de ayudarme, no pueden ser malas personas. Muchas gracias por salvarme –agradeció la chica.
-¡No hay de qué! ¡Me alegra ver que estás mejor! –contestó Miruru, alegremente.
-Mi hija siempre ha tenido una salud delicada –explicó el hombre-. No debería haberla dejado sola.
-No ha sido culpa tuya. Fui yo quien te pidió que no te preocupases por mí. No quería interponerme en tu trabajo. Debería haber conocido mejor mis límites.
-Si estás tan mal, ¿no deberías estar bajo tratamiento? –preguntó Miruru, a lo que el padre de la chica negó con la cabeza.
-Hay gente de aquí que apenas tiene para comer. Imagínate para medicinas.
-Nos dijeron que había nuevos sistemas para disminuir la falta de recursos. ¿Cuáles son? –preguntó Nara.
-El sistema L-Drill y la clonación –comenzó Razer-. El primero tiene su origen en una máquina de uso militar, pero, puesto que perdió contra el poder del imperio, decidieron darle otra utilidad. Está constituida por cuatro emisores láser, dispuestos sobre una superficie circular que gira a grandes velocidades mientras los emisores se desplazan desde la zona más superficial del círculo hasta la más interna. Lo que le da un aspecto parecido un taladro.
-¿Y cual qué uso pasó a dársele?
-Pues lo que esperarías de un taladro: excavar. Las tierras yermas, salvo algunas excepciones, apenas permiten la retención de agua en superficie. Incluso la roca impermeable que permitía los acuíferos en el pasado, ha perdido esa capacidad. Como resultado, la escasa agua que cae ha ido ahondando más y más bajo tierra, por lo que se requiere excavar más profundamente para poder obtenerla.
-Ya veo.
-Aun así, es un proceso largo y requiere de mucho esfuerzo. Además de que no se sabe con certeza la cantidad de agua que se puede obtener –continuó el hombre- En lo que respecta a la clonación. Debido a la escasez de animales comestibles, se decidió clonar a los pocos que teníamos. Al principio se utilizó el útero de hembras para el desarrollo del cigoto y, posteriormente, placentas artificiales. Sin embargo, no todos los animales que se han producido son comestibles, por no hablar de la relación coste-beneficio, acabando por gastarse más recursos de los que se obtienen. En resumidas cuentas, la solución ideal sería desviar los recursos utilizados en la guerra al desarrollo y beneficio de los civiles, pero eso iría en contra del objetivo de este gobierno. También se han propuesto otros métodos, como la alimentación transgénica, que busca cultivar plantas resistentes a las condiciones de los yermos, pero los resultados terminaron siendo casi peores que los de la clonación. Es por eso que la última opción que le queda a los ciudadanos es rebelarse contra este gobierno, pero...
-...o tienen demasiado miedo o prefieren desentenderse. Sí, por desgracia eso ya lo he visto –sentenció Miruru.
-Y ahí es adonde quería llegar. Nuestra intención ayudarte a que te escuchen. Sabemos que quieres tomar como rehenes a los gobernadores y, al igual que tú, queremos detener esta situación y otras muchas que ha generado la guerra –dijo Razer.
Al escuchar esas palabras, Miruru hizo un gesto de desdén, pero la única que pareció darse cuenta fue Nara.
-Entiendo. Si es así, vuestra ayuda es bienvenida. Acabo de oír lo que habéis hecho por Eirin y, por el momento, no tengo motivos para desconfiar de vosotros. Aceptaré vuestra propuesta –declaró el hombre.
-Gracias. Dicho esto, todavía no me he presentado. Me llamo Razer.
-Yo soy Garth. Encantado.
Mientras tanto, Kai y Kareth observaban, desde uno de los tejados de las casas, el recinto de gobierno.
Como cabía esperar, su tamaño y aspecto contrastaban con el resto de construcciones, consistiendo en un total de tres edificios, unidos los dos laterales con el del centro mediante sendas estructuras alargadas y de forma rectangular que debían de ser pasillos.
El edificio central era el más grande. Su fachada de blanco, algo amarillento. Las paredes de los dos restantes, por el contrario, eran totalmente negras, como si quisieran hacer destacar a su compañero. A excepción de esto, no poseían ninguna característica extraña a simple vista.
-Está bien vigilado –apuntó Kareth, señalando la verja metálica que rodeaba el recinto y que debía ser de cinco a seis metros de alto.
-Deben de ser de un metal bastante resistente. Uno que pueda aguantar cualquier golpe. Por no hablar de su altura. Sólo podría saltarla gente muy hábil o con buena musculatura en las piernas –añadió Kai.
-Y que lo digas. Además, hay soldados tanto fuera como dentro. Puede que incluso más por los preparativos para la reunión –dijo Kareth, suspirando ambos- Tendremos que ver hacia donde nos lleva el plan.
-Será mejor que volvamos –sugirió Kai.
-¡Espera! –lo detuvo Kareth, alargando el brazo-. Ese tipo de ahí... –añadió, haciendo que su compañero mirase en la misma dirección, donde divisó a un joven de aspecto peculiar.
-¡Quinto espíritu: Loria! –exclamó Kai mientras, como si llevase puestos unos prismáticos, su visión le permitía alcanzar largas distancias, pudiendo distinguir así mejor sus rasgos.
El joven al que acababan de ver tenía la mitad del pelo de punta, y la otra mitad tapando un ojo. Aparentaba ser un chico frágil, e iba vestido con una capa negra cuya capucha caía sobre su espalda. Además, mostraba una actitud entre aburrida e indiferente mientras charlaba con uno de los soldados, quien lo trataba con respeto.
Tras desactivar el espíritu, la voz de Kareth se escuchó a centímetros de su oreja.
-¡Kai!
-¡Aah! –gritó el chico, sobresaltado.
-¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Era como si estuvieses sordo?! –preguntó su compañero.
-Es que cuando utilizo al quinto espíritu uno de mis sentidos mejora pero, a cambio, el resto permanecen adormecidos. Generalmente no lo uso a no ser que sea necesario o no haya peligro cerca.
-¿Y? ¿Has visto algo interesante?
-La manera en la que lo tratan los soldados. Está claro que tiene un puesto importante, pero no estoy seguro de quién será. Puede que se trate del asesor del gobernador.
-El asesor... –murmuró Kareth- Entonces seguro que es un descendiente de Gaia.
Al escucharle, Kai frunció el ceño. Ellos eran quienes más podían poner en peligro el plan y para quienes habían estado entrenando concienzudamente todo ese tiempo.
Habiendo visto de lo que era capaz alguien como Quattuor, no quería ni imaginarse el resto. Así pues, debían estar preparados.
-Será mejor que nos quedemos mucho tiempo por aquí. Si nos ve, se acabó –dijo Kai.
-Sí, vámonos.
-¡Alto! –exclamó una voz detrás de ellos, lo que les hizo permanecer inmóviles mientras, de reojo, veían a tres encapuchados apuntándoles con sus armas- ¿Qué hacéis aquí? –continuó mientras levantaba su fusil hasta situar la mirilla cerca de su ojo derecho.
-S-sólo queríamos disfrutar de las vistas –mintió Kareth, sabiendo que era una pésima excusa.
-¿Sois soldados del gobernador? –preguntó la misma persona.
-Eso depende de quién lo pregunte –replicó Kai.
-¡Oye! ¡Está claro que su forma de actuar es muy rara! ¡Dispárales y punto! –sugirió otro encapuchado.
-Es mejor que no nos precipitemos. ¿Y si resulta que van contra del gobierno o son rebeldes a los que no conocemos?
-¡Espera un momento! ¡¿Vosotros también sois rebeldes?! –preguntó Kareth
-¿Eh? –respondieron los tres a la vez, mostrándose confusos.
-¡Ah! ¡Así que vosotros sois los que habéis venido con Razer! ¡Debería habérmelo imaginado! –dijo uno de ellos, una vez se les hubo explicado la situación.
-¿Ves por qué era mejor no disparar antes de preguntar?
-Pero imagínate que son soldados del gobierno de la facción o de la unión. O peor, del imperio. La idea de matarlos no te hubiese parecido tan mala, ¿eh?
-Pero han resultado ser de los nuestros. Te habrías equivocado.
-¡Oh, vamos! ¡No es para tanto!
-¡Sí lo es!
Ante aquel intercambio de palabras, tanto Kai como Kareth se mantuvieron en silencio, observándolos. Haciendo caso omiso de los otros dos, el tercero se acercó a ellos.
-Perdonadles, siempre están igual. Somos hermanos y, por desgracia, solemos discutir con frecuencia.
-Tranquilo –contestó Kareth.
“Este parece más normalito”, pensaron ambos, “Aunque ninguno de ellos se ha quitado la capucha pese saber ya quiénes somos.”
-Por cierto, mi nombre es Zen –continuó el encapuchado- En cuanto a ellos dos, el más impulsivo se llama Sen y el más precavido Len. Los tres llevamos vigilando este territorio desde hace varios días.
-¿Y bien? ¿Alguna novedad? –preguntó Kai.
-Poca cosa, más allá de lo que ya habéis visto –explicó Sen, quien ya había dado por finalizada la discusión-. El gobernador apenas sale del recinto, por lo que actualmente es ese tipo de pelo extravagante quien está dando las órdenes. Se quiere hacer de esto algún tipo de acto honorífico.
-Sí, de hecho apenas se permite que los civiles se acerquen, y cualquiera que se atreva a hacerlo será arrestado. Por lo menos, hasta que los dos soberanos se hayan reunido –prosiguió Len.
-¿Qué clase persona es el gobernador de aquí? –preguntó, de nuevo, Kareth.
-Claro, vosotros no lo habéis conocido, ¿verdad? –dijo Len.
-Y tal y como están las cosas no lo haréis hasta dentro de un par de días o así –añadió Sen.
-Es casi tan extraño como el tipo de pelo extravagante. Siempre lleva puesta una armadura. Como si fuese un robot. Nunca le hemos visto la cara, ¿verdad? –preguntó Len.
-Para nada.
-Aun así, se hace de respetar –intervino, esta vez, Zen mientras Kai y Kareth trataban de asimilar aquella información.
-Por cierto, ¿hace mucho que habéis llegado? –preguntó Sen.
-¿Qué tal está Razer? –le siguió Len.
-¿Ya habéis contactado con Sdren? –añadió Zen.
-T-todo está en orden. Y hemos llegado esta mañana. –consiguió responder Kai, algo agobiado por aquella repentina cadena de preguntas.
-Sería genial que pasarnos por allí –continuó uno de los tres hermanos.
-Nos dirigíamos hacia el escondite. Si queréis venir... –propuso otro.
-No podemos –contestó el primero.
-Exacto, todavía no podemos –aseguró el tercero- Tenemos que permanecer en nuestro puesto hasta próximo aviso –explicó Zen, probablemente el que menos parte tomaba en la conversación, comparado con los otros dos.
-Comprendo –dijo Kai.
-En cualquier caso, nos reuniremos con vosotros el día del evento. Me alegro de trabajar juntos.
-Y nosotros –contestó Kareth.
-¡Un placer! –exclamaron los otros dos hermanos al unísono.
Cuando regresaron al escondite, los demás ya habían llegado. Estaban discutiendo sobre el plan a seguir para ayudar a Garth a reunir el apoyo de los ciudadanos. Todo ello mientras comían alrededor de la mesa.
-Lo primero sería conseguir que más personas confiasen en nosotros –propuso Sarah.
-¿Y en que estás pensando exactamente, peliazul? ¿Dar una paliza a los soldados delante de todos y así demostrarles que vamos en serio? No es que me parezca mal, pero en ese caso todo nuestro plan se irá al garete.
-¡Pero si no hacemos que confíen en la seguridad del plan, no recibiremos apoyo, ¿no crees?!
-Puede que si nos mostramos activos ayudando a los más necesitados –propuso Razer.
-Pero eso puede que nos lleve demasiado tiempo –replicó Sarah.
Mientras discutían, Nara se acercó a Kai.
-Oye...
-¿Qué pasa? –preguntó el chico al ver su expresión de preocupación.
-Creo que es mejor que hables con Miruru.
-¿Por qué?
-La noto algo rara desde hace unas horas. De hecho, no ha querido participar en la discusión y ha ido a ver a la hija de Garth.
-Entiendo. De acuerdo. Gracias por avisarme.
En la habitación del fondo, Miruru estaba junto a Eirin, intentando acomodarla en el colchón.
-¿Eres hija única? –preguntó la semidiosa, recibiendo por respuesta el silencio de la otra chica- No tienes por qué contestarme si no quieres. Era por hablar de algo...
-No me importa. Lo cierto es que tenía una hermana... bueno, quiero pensar que la sigo teniendo. Hace mucho se marchó con mi madre, quien no pudo soportar la vida aquí y decidió irse llevándose a mi hermana.
-¡Qué egoísta! –maldijo Miruru- ¡No me puedo creer que abandonase a su familia así!
-En parte, puedo entender por qué lo hizo. Aquí las cosas siempre han sido así. Es difícil pedirles a los demás que te entienda y te den parte de lo que tienen. Al fin y al cabo, ellos están en una situación parecida. Mi madre no pudo soportarlo más.
-Aun así, ¿por qué no intentar cambiar la situación? Dejarlo estar o huir de los problemas no solucionará nada.
-Porque tenemos miedo a lo que no conocemos. Pensar en la posibilidad de fracasar si actúas, sólo consigue acobardarte más. Y al final, prefieres seguir igual aunque no seas feliz. Muchos piensan así.
-¿No le guardas rencor?
-¿A mi madre? No. Es cierto que la quería muchísimo. Y que ella y mi hermana se marchasen es algo que todavía me cuesta asimilar. Pero también sé que hubiese querido llevarme a mí también. Por desgracia, soy de salud frágil y un viaje tan largo habría acabado conmigo. Además, tampoco podía dejar solo a mi padre –respondió Eirin con expresión melancólica-. Recuerdo cuando jugábamos las dos juntas. No teníamos mucho, pero eso no nos importaba a mi hermana ni a mí. Incluso cuando tenía que guardar cama, ella venía e inventaba alguno de sus juegos para que me distrajese y no me preocupase. Hoy en día me pregunto qué habrá sido de ella. Si está bien, si sería capaz de reconocerla...
De repente, se escuchó a alguien tocando a la puerta.
-¿Se puede pasar? –preguntó la voz de Kai, sorprendiendo a Miruru.
Al ver su reacción, Eirin sonrió.
-Ve con él. Puede que sea importante.
-¿Seguro que puedes quedarte sola? –preguntó la joven de pelo rubio.
-Sí, no te preocupes. Además, ya puedo comer por mí misma.
-¡Enseguida salgo! –exclamó la semidiosa mientras se levantaba-. Descansa –dijo antes de abrir la puerta.
-¿Qué pasa? –preguntó Miruru.
-La verdad es que eso es lo que te quería preguntar yo. –respondió Kai- Nara me ha dicho que te ha visto un poco rara últimamente. Así que quería saber si te encontrabas mal.
-¿Rara? –se extrañó la chica, a quien le vino a la cabeza la conversación que habían tenido aquella mañana, poniéndose nerviosa de golpe- ¡No! ¡En absoluto! ¡Estoy perfectamente! ¡En forma! ¡¿Ves?! –dijo, dando unos pequeños saltitos a la vez que su cola se mantenía erguida, como si alguien la hubiese agarrado. Esto provocó cierta inseguridad en Kai, quien la miró no muy convencido.
-¿De verdad te encuentras bien? –preguntó el joven.
-¡Por supuesto, no tienes por qué preocuparte!
-Ya... –respondió él, dejando escapar un ligero suspiro- Me alegro entonces. La verdad es que me había preocupado. Somos amigos y me gustaría que me contases cualquier problema que tengas. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.
“Amigos”, por alguna razón, a Miruru aquella palabra no le sonó bien.
-C-claro, no te preocupes. Si ocurre cualquier algo, te avisaré –dijo la chica mientras maldecía internamente a Nara. “¡La próxima vez que la vea voy a agarrarla de las orejas!”, pensó.
-Volveré con los demás. Todavía están discutiendo sobre el plan de secuestro. No sé acabarán decidiendo –dijo con una sonrisa irónica-. Nos vemos más tarde.
-¡Espera, Kai! –exclamó Miruru justo cuando éste se disponía a darse la vuelta
-En realidad, sí que hay algo que me gustaría decirte. Es sobre el plan.
-¿De qué se trata?
-Creo que es mejor que no lo hagamos.