Sin añadir nada más, Valer se introdujo por el boquete que acababa de abrir.
-¿Recordáis lo que dije antes sobre este tipo? Olvidadlo –dijo Drake.
Siguiendo al luchador ciego, llegaron hasta otra habitación completamente diferente a la que acababan de dejar. Era mucho más pequeña y poseía una ventana en una de sus paredes, junto a un escritorio y un par de sillas de madera al lado. En otro rincón, había una estantería del mismo material, vacía.
-¿Un despacho? –supuso Seph, por su aspecto.
-Por aquí se puede salir –indicó Kai abriendo una puerta situada en la pared opuesta a la ventana.
Al salir, frente a ellos apareció un alto y extenso pasadizo que giraba más adelante.
-¿Qué es este lugar? –preguntó Drake.
-Diría que no estamos muy lejos de donde nos secuestraron –señaló Runya.
-¿Y no habría sido más fácil matarnos?
-Probablemente tenían planeado hacerlo aquí para llamar menos la atención. Puede que incluso tras haber sido descalificados de la siguiente fase, ya que en caso de hacerlo antes, si el resto de líderes consiguen descubrirles, tendrás menos argumentos con los que defenderse –contestó Kai-. En cualquier caso, para ellos es más importante nuestra salida del torneo que nuestra muerte.
Así pues, continuaron avanzando por el único camino que había, dominado por el silencio, hasta que, de repente, Valer se detuvo.
-¡Cuidado! –exclamó.
Una placa de hierro apareció desde el suelo, justo debajo de ellos, obligándoles a saltar.
Una vez esquivado el obstáculo, fueron capaces de observar mejor la situación, descubriendo un gran muro ante ellos, ocupando el alto del pasillo.
-¡¿Qué ha sido eso?! –exclamó Drake.
-¡Miruru y la otra chica están al otro lado! –exclamó Kai.
-¡Eh, detrás! –exclamó Seph, haciendo que los otros tres se girasen.
En el punto señalado por ella, se encontraba un grupo de personas de aspecto poco amistoso.
-¡Son los que nos atacaron! –declaró Drake.
-¡Kai! ¡Kai! –gritó Miruru desde el otro lado, golpeando el muro que les separaba.
-Yo que tú estaría más atenta a otra cosa –dijo Runya quien, al igual que Seph, acababa de encontrarse con el enemigo- Supongo que no nos queda otra que luchar –añadió, poniéndose en guardia.
En ese momento, uno de los atacantes tomó la iniciativa, abalanzándose sobre ella. Entonces, mediante un gesto horizontal con el brazo, la joven provocó una fuerte ráfaga de viento que lo impulsó hacia arriba, haciendo que se golpease fuertemente la cabeza contra el techo.
-¡¿Control del viento?! –preguntó Miruru al ver la habilidad de Runya.
Aprovechando su distracción, dos más la atacaron. Por suerte, la semidiosa logró recuperar la concentración a tiempo y consiguió esquivarles, elevando ambos brazos acto seguido, de manera que parte del suelo fue levantado como una alfombra, enrollándose hacia ellos, atrapándolos e inmovilizándolos. Entonces, mediante otro gesto con la mano, hizo que el centro del muro que dividía el pasillo se aboyara, golpeando a varios de sus adversarios.
Una vez volvió la vista de nuevo hacia Runya, la descubrió alineando a varios de enemigos contra la pared. Ellos intentaban liberarse sin éxito de la fuerza invisible que los mantenía retenidos.
En ese instante, Runya se dispuso a darles fin.
-¡No! ¡Espera! –gritó Miruru, tratando de detenerla.
Sin embargo, con un simple movimiento, los cuerpos de aquellas personas fueron descuartizados, salpicando sangre sobre su asesina, en cuyo rostro se dibujó una maliciosa sonrisa.
Miruru no pudo más que quedarse petrificada ante aquella escena, creciendo en ella un profundo sentimiento de rabia.
Sin pensárselo dos veces, se lanzó contra ella, embistiéndola contra el suelo, agarrándola de los hombros y zarandeándola con fuerza.
-¡¿Por qué?! ¡¿Por qué tenías que matarlos?! ¡¿Acaso era necesario?! ¡Contesta! –exclamó la semidiosa, casi histérica.
Por otro lado, Runya había vuelto una expresión de indiferencia.
-Para mí todos son iguales –dijo con frialdad.
-¿Qué?
-Todos ellos son el enemigo. Irán a por mí con intención de matarme, así que lo único que hago es defenderme.
-¡Pero...! –intentó replicar Miruru, siendo interrumpida por Runya.
-Matar antes de que te maten es algo natural. Matar a quien ha asesinado a un ser querido, también. Supervivencia, venganza... ojo por ojo, diente por diente... si no vives de esa forma, no sobrevivirás en un mundo como éste. Seguro que a ti también te ha pasado algo parecido.
En ese momento, a Miruru le vinieron imágenes de cuando su mente se nubló por la ira hacia quienes mataron a su amigo lobo. Entonces, la soltó.
-Lo imaginaba –comentó Runya mientras se incorporaba.
-Hah... hah...
-¿Ya no hay más? –preguntó Seph, girando sobre sí misma con nerviosismo.
-Creo que no –respondió Kai.
-Y nosotros sin nuestras armas –señaló Drake.
-Parece que han sido lo suficientemente inteligentes de quitároslas mientras estabais inconscientes –añadió Kai.
-Bueno, quizás las encontremos en alguna habitación de este sitio –dijo Seph, esperanzada.
En ese momento, Valer se acercó a uno de los atacantes derrotados, aunque todavía consciente, y lo levantó en el aire.
-Necesitamos información –dijo el luchador ciego, con voz autoritaria.
-No pienso decirte nada –replicó el enemigo.
-Me lo esperaba –dijo mientras volvía a dejarle en el suelo y se crujía los huesos de las manos.
Al cabo de un rato, se reunió con Seph, Drake y Kai.
-¿Y bien? –preguntó el nigromante.
-He conseguido que me hable sobre este lugar y dónde están vuestras armas. También me ha dicho que nos encontramos en uno de los edificios adyacentes al subterráneo donde se desarrolla el torneo. Según parece, pertenece a uno de los líderes clandestinos, un tipo llamado Arks. Junto a él hay otros dos líderes involucrados.
-¿Dos más? –preguntó Drake.
-Seguramente, hayan llegado a un acuerdo para compartir el poder una vez ganen el torneo –explicó Kai.
-En cuanto dónde están vuestras armas. Ha dicho que más adelante el pasillo disminuye en altura y luego se bifurca. Si giramos a la izquierda, veremos una habitación vigilada donde las guardan –dijo Valer.
-Al final eras un buen tipo –dijo Drake con lágrimas en los ojos.
-Drake, me estás dando vergüenza ajena –se quejo Seph.
-¿Cómo lo has convencido para que te diese esa información? –preguntó Kai.
-Tengo mis métodos –contestó el ciego, secamente, por lo que Kai prefirió no indagar más.
-En cualquier caso, gracias.
-No hay de qué.
Así pues, continuaron por donde les había dicho el enemigo hasta llegar a la bifurcación.
Allí, apoyado sobre la pared, de manera que no fuese visto, Kai inspeccionó el terreno para evaluar la vigilancia de la habitación. Junto a la puerta, sólo llegó a divisar a dos personas, una a cada lado de ésta.
Tras hacer a sus compañeros una señal para que lo esperasen, camino sigilosamente, pegado a la pared sobre la que apoyaban sus espaldas los guardias.
Cuando se hubo situado lo más cerca posible de ellos, les atacó, noqueándolos en segundos. Tras esto, hizo otra señal para llamar a los demás.
Una vez atravesada la puerta, la cual tuvieron que romper, se encontraron con un pequeño almacén.
Pese a que no era muy grande, había un gran número de estanterías con armas de todo tipo guardadas sobre sus estantes.
-Genial –se quejó Drake- ¿Cómo vamos a encontrar las nuestras?
-Lo que yo me pregunto es cómo pueden haber tantas. –preguntó Seph mientras comenzaba la búsqueda.
-Diría que todas son para vender –dijo Kai.
-¡¿Planeaban vender nuestras armas?! –se escandalizó Drake.
-Algo así.
-¡No! ¡No! ¡Eso sí que no! ¡Mis explosivos no los toca nadie!
-Entonces sólo tenemos que encontrarlos y salir de aquí. Y cuanta más prisa nos demos, mejor –apremió Valer.
Por otro lado, Runya y Miruru avanzaron por otro de los múltiples pasillos de ese edificio, llegando al punto de considerarlo un laberinto.
Miruru caminaba unos pasos detrás de la otra chica, envuelta en sus pensamientos.
“-No me importa.
Pensase lo que pensase en el pasado, sigo sin estar de acuerdo contigo.”
Seguía dándole vueltas a la discusión que habían tenido, así como a lo último que le había respondido a Runya.
-Hay una puerta más adelante. Vamos –dijo Runya, sacándola de su ensimismamiento.
Tras cruzarla, llegaron a una habitación del mismo tamaño que la primera en la que habían estado. Frente a ellas, y ocupando el centro de la sala, había escaleras que llevaban a niveles superiores e inferiores. La principal diferencia entre unos y otros, es que los superiores podían ser vistos desde donde estaban, ya que el techo se encontraba a una altura superior.
Apiladas ordenadas en filas separadas, había numerosas cajas, ocupando casi todo el resto de la sala.
-Debe de ser algún tipo de mercancía –determinó Runya.
-¿Radiar? –sugirió Miruru.
-A saber.
-¡Espera! ¡Creo que he visto a alguien! –advirtió Miruru, lo que las llevó a buscar un sitio en el que esconderse.
Entre dos filas de cajas, había un grupo de hombres hablando. En concreto, uno de ellos, probablemente de rango superior, parecía estar dándoles una serie de órdenes. Éste tenía el pelo plateado, salvo por el flequillo, color negro; era de complexión delgada, aunque fuerte, y su expresión denotaba arrogancia.
-Je –dejó escapar Runya.
-¿Qué te hace tanta gracia? –preguntó Miruru.
-Le conozco –dijo señalando al hombre de pelo plateado- Es mercenario. Deben de haberlo contratado para secuestrarnos y evitar que escapemos. Los demás supongo que serán sus subordinados.
-¿Subordinados? Creía que los mercenarios trabajaban solos –se extrañó Miruru.
-A veces forman grupos. Como manadas. El más fuerte toma el papel de líder y así establecen un orden. Manteniendo ese orden y cooperando entre ellos, consiguen ciertas ventajas a la hora de trabajar. En cualquier caso, si él está aquí, puede que la salida esté bajando esas escaleras.
-¡¿Y qué hay de los demás?! ¡¿Los vas a dejar tirados?! –preguntó Miruru
-¿Insinúas que deberíamos volver a buscarlos? Creo que son lo bastante listos como para arreglárselas solos. Además, si volviésemos, nos estaríamos poniendo en peligro.
-Entonces iré yo.
Runya miró de reojo a Miruru, quien había dado la vuelta.
-¿Qué estás haciendo?
-Ellos también quieren salir de aquí. No puedo abandonarlos, y mucho menos a Kai. El me ha ayudado cuando lo necesitaba, ¿qué clase de compañera sería si no hiciese lo mismo por él?
Runya rió.
-Eres demasiado buena.
-¿Eh? –Miruru se sorprendió por aquel repentino cambio de actitud.
-No quieres matar pese a que intenten matarte, y quieres ayudar a los demás pese a las consecuencias. Además, tienes carácter y eres impulsiva. Pareces del tipo de persona que hará grandes cosas en el futuro, pero déjame decirte algo –Miruru permaneció en silencio- Nosotros, los semidioses, tenemos un poder increíble, pero este conlleva una gran carga. Asegúrate de no arrepentirte cuando lo uses.
-Parece que estáis teniendo una bonita charla, ¿os importa si me uno? –dijo una voz cerca de ellas.
Al girarse, se toparon con los mercenarios que habían visto antes, incluido el de pelo plateado, provocando que ambas levantasen las manos de forma amenazante.
-Vamos, vamos, señoritas. No hace falta ponerse así –dijo el hombre de pelo plateado, intentando calmarlas. Entonces, desvió la vista hacia Runya- Cuanto tiempo, Runya.
-¿Quién me iba a decir que nos encontraríamos aquí, Jake?
-El mundo es un pañuelo. Supongo que ya te habrás imaginado por qué estoy aquí.
-El trabajo es el trabajo, ¿no? –contestó la chica.
-Lo mismo para ti, ¿me equivoco? –añadió Jake, esbozando una sonrisa- Bien, siento aguaros las fiesta, pero me temo que no voy a poder dejaros escapar. Espero que lo entendáis.
Tras esto, aparecieron más mercenarios a espaldas de las dos semidiosas, cortándoles la retirada.
-Tenéis dos opciones: la primera es entregaros pacíficamente y volver a la habitación de la que escapasteis. La segunda es la de resistiros y tener que usar la fuerza para reduciros, pudiendo llegar a mataros en el intento.
-Jajaja –rió Runya- No puedo dejar de reír de lo estúpido que suenas.
Al oír esto, Jake suspiró profundamente.
-Entiendo pues que habéis escogido la segunda opción –declaró, se encogió de hombros-. Ya os arrepentiréis luego.
Sin necesidad de una señal por parte de Jake, los mercenarios se lanzaron contra las dos, quienes lograron zafarse de ellos introduciéndose por los estrechos huecos que había entre los montones de cajas.
-Será mejor que busquemos un espacio más abierto –sugirió Runya.
-Me parece bien –respondió Miruru, mientras veía a más mercenarios rodeándolas.
Entonces, sin dejar de correr, cruzó sus brazos horizontalmente, haciendo que varias cajas se abalanzasen sobre ellos, derribando así a algunos.
Por su parte, Runya se defendió haciendo que saliesen volando por un fuerte vendaval o acabasen con cortes en todo el cuerpo.
Así, finalmente alcanzaron una zona en la que pudieron cubrirse las espaldas y hacer frente a sus perseguidores.
Por otro lado, los mercenarios continuaron atacando sin descanso pese su escaso éxito, pues por más que lo intentaban no lograban reducirlas.
La defensa de ambas parecía inexpugnable. Ya fuese por el viento de Runya, que impedía avanzar a todo aquel que se acercase, o por el poder de Miruru quien los levantaba en el aire y los noqueaba golpeándoles en la barbilla.
-No está mal –la halagó Runya sin desviar la vista del enemigo.
-Lo mismo digo.
La semidiosa que controlaba el viento, fue elevada con la ayuda Miruru, quien hizo que el suelo se modificase hasta formar un pilar debajo de sus pies. De esa forma, con un mayor radio de acción gracias a la altura, Runya logró que sus adversarios fuesen retenidos boca abajo contra el suelo, debido a la presión ejercida por su poder.
-¡Sois unos inútiles! –se burló la semidiosa
Fue en ese momento cuando escuchó el grito de Miruru, quien acababa de ser golpeada por unos guantes de acero, propiedad de Jake.
-¡Cough! ¡Cough! –habiendo sido alcanzada en el esternón, durante unos instantes se le cortó la respiración, provocando que arquease su espalda y comenzase a toser con fuerza.
Posteriormente, el hombre la golpeó en la mejilla haciéndole un pequeño corte en el labio y consiguiendo que se arrodillase.
-¡No importa lo poderosas seáis! ¡Si no os doy tiempo a reaccionar no os servirá de nada! –exclamó Jake, quien parecía estar disfrutando de ese momento.
Mientras tanto, Runya intentó lanzar una ráfaga de viento contra Jake, pero, de forma repentina, una de sus piernas le falló, perdiendo el equilibrio.
-¡No! –gritó, golpeándose la espalda contra el suelo- ¡Agh!
-¡Oh! ¡Así que has llegado a tu límite! ¡Qué pena! –se burló Jake.
Miruru levantó la vista, sin entender bien lo que acababa de pasar.
-Te estás preguntando por qué digo esto, ¿verdad? –dijo el mercenario, al darse cuenta de su expresión- El uso de una habilidad generada por el Radiar provoca que éste fluya con mayor rapidez sobre el sistema nervioso, degradando e incluso destruyendo neuronas. A veces, incluso puede ir más allá. Un arma de doble filo que causa un daño irreversible –explicó.
-¿Qué quieres decir? –preguntó Miruru.
-En el pasado, esa chica salvó la vida de alguien utilizando una gran parte de su poder. Cómo consecuencia, recibió un gran daño en el sistema nervioso.
“Asegúrate de no arrepentirte cuando lo uses”, recordó Miruru.
-Pero, en fin, son cosas que pasan. No creáis que disfruto con estas cosas –mintió descaradamente-, pero tampoco voy a desaprovechar la ocasión. El trabajo es el trabajo, ¿no es cierto, Runya?
Justo en ese instante, como surgida de la nada, apareció una gran mano esquelética.
-¡¿Qué es esto?! –exclamó Jake sin poder reaccionar ante el golpe que recibió de ésta, llevándole a chocarse contra varias cajas.
-Esa mano. ¡No puede ser! –dijo Miruru, alegremente.
Haciendo su entrada por otra de las puertas que llevaban a aquella sala, apareció Kai, seguido de Valer, Seph y Drake.
-¡Ni se te ocurra tocar a mi compañera! –gritó el chico.
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