miércoles, 18 de julio de 2012

The demigoddess and the necromancer: Capítulo 12

-¡Ooooh! ¡Cuánta gente! –exclamó Miruru, sorprendida al ver a todos los que se habían reunido para el evento.
-Si que eres fácil de impresionar –comentó Kai, situado a su lado.

Como era de esperar, se encontraban en un subterráneo, escondidos de las autoridades a fin de que todo se desarrollase sin problemas.

La iluminación le recordaba un poco al Stargazer, discreta, aunque les permitía distinguir a participantes y contratantes. Una gran diversidad de rostros que a saber si llegarían a conocer.
-Mires donde mires, sólo ves asesinos y mercenarios dispuestos a matar a quien sea con tal de cobrar –dijo Kai.
-¿Es ahí donde pelearemos? –preguntó Miruru, señalando una extensa área circular alrededor de la que se amontonaban los participantes.
-Supongo. Da la sensación de que, para ser algo tan importante, lo han preparado todo a última hora. Aunque tampoco me extraña. Pese a que hay unos principios y una jerarquía, cuando hablamos de reglas, es distinto.
-Estáis aquí –dijo la voz de Anna, apareciendo justo detrás de ellos- ¿Preparados?
-¡Por supuesto! –exclamó Miruru, chocando sus puños animadamente.
-¿Cómo decidirán el orden de los combates? –preguntó Kai.
-Normalmente, se selecciona a alguien como juez, y esa persona elige los contrincantes al azar para que se enfrenten.
-¿Un juez? Creía que no había reglas.
-Y no las hay, pero ya has visto a los participantes. Si ese juez no estuviese, esto se convertiría en un absoluto caos –dijo la mujer, encogiéndose de hombros.
-Me hago una idea –respondió el chico, suspirando.

Probablemente, ese juez fuese una persona bastante fuerte. Capaz de mantener la cordura en aquel coliseo de locos.
-En fin, me marcho. Sólo venía a desearos suerte.
-No la necesitamos. Ganaremos –dijo el nigromante, a lo que ella respondió con una sonrisa, desapareciendo poco después entre la muchedumbre.
-Sigo sin fiarme de ella –indicó Miruru.
-Sé cómo te sientes, pero es la única pista que tenemos por ahora –contestó Kai, quien, tras perder de vista a la informante, volvió la cabeza hacia el área de combate- Será mejor que estemos atentos, no creo que tarde mucho en empezar. Recuerdas el entrenamiento, ¿no? –preguntó.

Miruru asintió y levantó el pulgar, sintiendo de repente un fuerte dolor en su cola.
-¡Aaaay! –chilló, empujando al suelo a un hombre de mediana estatura que se encontraba a su espalda.

Entonces, agarró su propia cola, acariciándola con lágrimas en los ojos. Por lo que la situación dio a entender, el hombre la había pisado.

Tras levantarse, éste agarró el hombro de la joven y la obligó a girarse para encararla.
-¡¿Qué te crees que haces?! –exclamó, lleno de rabia.
-¡Eso debería decirlo yo! ¿¡No ves que me has pisado, pedazo de imbécil!? –respondió ella, apartándole la mano.
-¡¿De qué hablas?! ¡Si ni siquiera te he tocado!
-¡¿Cómo que no?! –replicó Miruru enseñándole su cola– ¡Deberías pedirme disculpas!
-¡¿Qué?! –habiendo colmado el límite de su paciencia, el hombre sacó un cuchillo y lo blandió amenazante- ¡Yo sólo conozco una forma de disculparme, niñata! ¡Y te aseguro que no te va a gustar!
-¡Inténtalo! ¡Te partiré el cráneo!

Viendo que la situación se estaba descontrolando, Kai decidió intervenir.
-¡Tranquilo! ¡Calma! Ha sido un accidente. Ella no pretendía empujarte, y seguro que tú tampoco pisar su cola. Así que, por esta vez, dejémoslo estar.
-¡Apártate de mi vista! –exclamó el hombre, disponiéndose a golpearle cuando, apareciendo desde arriba, algo le interrumpió, levantando polvareda y cegándolos.

Una vez recuperaron la vista, vislumbraron una figura humana con una de sus rodillas apoyada sobre el suelo.
-Preferiría que no peleaseis todavía. No me gustaría que esto terminase antes de empezar.

Levantándose del suelo, la figura se encaró al hombre del cuchillo.
-Guarda tu arma. Ya tendrás tiempo de ajustar cuentas. No querrás cabrear al juez, ¿verdad?

Sin saber qué decir, el hombre chasqueó la lengua con desagrado y guardó el cuchillo, marchándose de allí.
-Gracias –dijo Kai, todavía algo sorprendido.
-Lo que he dicho también va por vosotros. La próxima vez controla a tu amiguita.
-¡Eh! ¡No ha sido cul...! –intentó decir Miruru, antes de que su boca quedase tapada por la mano de Kai.
-No te preocupes. No volverá a pasar.
-Eso espero.

Tras esto, se fijó más detenidamente en quien tenía delante. Se trataba de una chica atlética, vestida con ropa ligera para mayor movilidad. Su cabello era color plateado y le llegaba hasta la nuca.
-Por un casual, ¿tú no serás...? –se dispuso a preguntar Kai.
-¿Mmm? -ella le miró fijamente a los ojos, haciéndole retroceder ligeramente por el repentino movimiento. Además, al chico le llamó la atención el que sus ojos fuesen de distinto color.
-Quiero decir... –vaciló al sentirse algo presionado- No creo ninguno de los participantes sea del tipo que interviene en peleas.

En respuesta a aquella afirmación, ella sonrió.
-Me llamo Marie. Soy la juez del torneo.

-De acuerdo, no lo volveré a hacer. Lo prometo –dijo Miruru, de brazos cruzados y con la cabeza agachada, demostrando que, pese a admitir parte de la culpa, seguía pensando que tenía toda la razón.
-Eso espero, nos podías haber metido en un lío –contestó Kai. En ese momento, se encontraban en una zona algo más alejada de la muchedumbre, a fin de evitar un suceso como el anterior.
-Sois una extraña pareja. ¿Es la primera vez que venís? –preguntó Marie.
Los dos asintieron.
-Por vuestro aspecto, diría que no sois novatos en esto de pelear, pero deberíais tener cuidado.
-¿Has sido juez en otros torneos? –preguntó Kai.
- No, en eso es la primera vez, pero luché en un par de ellos. Créeme, sé de lo que hablo.
-Ya veo, entonces debes de conocer a más gente que, como tú, haya participado antes.
-Por supuesto. ¿Ves a ése de ahí?

Siguiendo con la mirada donde le señalaba la juez, divisó a un hombre musculoso y grande que iba acompañado de otras dos personas. Presentaba una cicatriz que cubría ambos ojos.
-¿Es ciego?
-Sí, pero no pienses que es una desventaja. Llegó a ser finalista en uno de los torneos en los que participé.
-Interesante –comentó el nigromante, pensando lo conveniente que sería verle combatir antes de que les tocase contra él.
-¿Ves a esa chica? –continuó Marie, señalando el lado contrario de donde se estaba el hombre ciego. Allí, había una chica que debía de tener la misma edad que Miruru, charlando alegremente con otro joven-. Que no te engañe esa sonrisa. Fue de los participantes que más asesinatos cometió durante el último torneo.

Mientras escuchaba a Marie, el interés de Kai por el torneo fue aumentando, pero sabía bien que no debía dejarse llevar. Ser precavido era vital si quería hacerse con la victoria.
-En fin, tengo que irme. Debo seguir vigilando a los participantes para que no se peleen antes de que empiece el torneo.
-El trabajo es el trabajo. Ha sido corto pero, un placer conocerte, Marie.
-Lo mismo digo. Os deseo suerte -tras esto, desapareció entre la multitud.

-Bueno, ya sólo queda esperar, ¿no? –dijo Kai, volviendo la cabeza a su izquierda para darse cuenta de que su compañera había desaparecido- ¿¡Miruru?! ¡¿Dónde se ha metido?!

Mientras la buscaba, llegó hasta un área de descanso en la que había dispuestas mesas y sillas, la mayoría desocupadas. Un poco más adelante había unos escalones que, probablemente, llevaban a los palcos desde donde los contratistas observaban el espectáculo.

Fue en aquella área de descanso donde encontró a la semidiosa, quien estaba sentada, con expresión angustiada, y buscando ayuda a su alrededor, frente a otra persona.
-¡¿Se puede saber qué haces aquí?! –preguntó Kai, irrumpiendo en la situación sin ningún reparo-. ¡Me giro un segundo y...!
-¡Kai! ¡Menos mal que has venido! –exclamó ella de repente, escondiéndose detrás de él.

-¡¿Qué...?! –se sorprendió el chico.
-No seas tímida, pequeña rubita –dijo la otra persona.
-¿Pequeña rub...?

Un chico apuesto, de pelo corto y castaño, con aires narcisistas y extrañas esferas de distintos colores atadas a su cintura, se levantó de su silla y se acercó a ellos.

Sin decir nada más, cogió la mano de la joven y se arrodilló ante su atónita mirada y la de Kai.
-Desde que te vi, supe que estabas destinada a ser mía. Un ángel en mitad del infierno. La esperanza que alumbra este mundo corrompido. La luz que me ilumina, la...

Sin previo aviso, un objeto aterrizo sobre la cabeza del galán, cuyo cuerpo quedó tendido en el suelo, casi inconsciente.

Poco después, apareció una joven y lo levantó del cuello.
-¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no intentes ligar con toda chica que se te cruce?! ¡Estoy harta de siempre lo mismo! ¡La próxima vez te corto...!
-Miruru, ¿me puedes explicar qué está pasando? –preguntó Kai entre susurros.
-N-no tengo ni idea... estaba contigo cuando ese chico me cogió del brazo y me trajo hasta aquí. Entonces empezó a decirme cosas extrañas.
-Entiendo

Fue entonces cuando la recién llegada, quien hasta ese momento había seguido zarandeando al otro, se percató de su presencia.
-¡Ah! –con un grito de sorpresa, dejó caer al chico y se acercó a ellos, carraspeando ligeramente antes de hablar.
-Siento que hayáis tenido que toparos con este imbécil –se disculpó, con un tono totalmente diferente al de antes, mostrándose como una chica simpática y agradable- Tiende a hacer estas cosas cada vez que me despisto. Una no puede perderlo de vista.
-Yo sólo... –intentó explicarse el chico, recibiendo un pisotón como respuestas- ¡Ugh!
-En su nombre, te pido disculpas. Si puedo hacer algo para compensarte el mal rato.
-N-no, si no pasa nada –contestó Miruru, mirándolo con algo de pena.
-Insisto. Aunque sólo sea invitarte a tomar algo. Al fin y al cabo, ésta es un área de descanso.
-No hace falta. De hecho, ya nos íbamos –intentó explicar Kai, antes de ser interrumpido por su compañera, quien tenía un brillo en su mirada y movía la cola con excitación.
-¿Invitarme? Eso sí que me interesa –declaró, pese a los vanos intentos del nigromante por evitarlo.

-Mi nombre es Sephiria, aunque podéis llamarme Seph. Este engendro de la naturaleza es Drake –dijo la joven, señalando con desdén al otro chico.
-E-encantado –respondió él, cabizbajo.
-Aunque no lo parezca, somos pareja. Aunque no niego que quizás, algún día, lo abandone en mitad de los yermos –comentó alegremente.

Tanto Miruru como Kai imaginaron que se trataba de una broma. Aun así, ambos sintieron un pequeño escalofrío.
-Y-ya veo. ¿Va-vais a participar en el torneo? –preguntó Kai.
-Claro, para eso hemos venido. Estamos de viaje y necesitamos provisiones, pero la condición que nos han puesto para conseguirlas es participar. Ha venido con nosotros otro chico, pero acaba de recuperarse de una operación, así que ha decidido reunirse con nosotros cuando acabemos –explicó Seph.
-¿Vosotros también participáis? –preguntó Drake, tras comprobar que Seph se había calmado un poco.
-Sí, sólo que nosotros lo hacemos por información.
-No pretendo ser cotilla, así que no preguntaré sobre el tema –aseguró Seph.
-Te lo agradezco.

Mientras tanto, Miruru comía y bebía con avidez aquello a lo que había sido invitada.
-Si tenías tanta hambre deberías habérmelo dicho. No hacía falta que ellos nos invitasen.
-¡Ah! ¡No te preocupes! ¡Es su ración! –dijo Seph señalando a su pareja.
-¡¿Qué?! –se sorprendió Drake.
-Fuera bromas, ¿os habéis enterado de los rumores que hay sobre este torneo?
-¿Qué rumores? –pregunto el nigromante, con curiosidad.
-Se dice que algunos contratantes tienen a más de tres a su servicio, e incluso que el juez ha sido comprado.

En ese momento, la imagen de Marie se vino a la mente de Kai.
-Por supuesto, es un rumor, pero sería conveniente no bajar la guardia. Por si acaso.
-Gracias por el aviso. De todas formas, siempre suelo estar atento. No confíes en nadie, sólo en ti mismo. Es algo que aprendí hace mucho.
-¡Ah! Parece que va a empezar –informó Drake, señalando con la cabeza al área de combate.

Allí, se encontraba la figura del juez, quien llevaba consigo una especie de micrófono, enganchado a su oreja izquierda, con el fin de hacerse oír entre la multitud.
-¡Sed bienvenidos al torneo clandestino del bajo mundo! ¡En este evento, como muchos sabéis, se decidirá quien será el líder durante los próximos dos años! ¡Imagino que todos conocéis las reglas, pero las repetiré por si acaso! ¡Sólo tres participantes por contratante, quienes se enfrentarán uno contra uno hasta que quede un vencedor! ¡N hay más reglas! ¡Podéis tratar a vuestro adversario como queráis, siempre y cuando sea dentro del propio combate! ¡Así pues, que dé comienzo el torneo!

Tras terminar, se escucharon los gritos de los participantes.
-¡Ah, por cierto, casi lo olvido! –interrumpió Marie- ¡Me he enterado de que se ha superado el límite de participantes! ¡Es más, la persona que ha superado ese límite lo ha hecho sin estar bajo contrato por uno de los candidatos a líder, lo que hace que incumpla dos reglas! ¡No obstante, puesto que soy una buena juez, si esa persona se marcha de la sala, prometo que no habrá ninguna represalia!

Al bramido de antes, le siguió un silencio sepulcral.

“¿Un participante ilegal?”, pensó Kai, mirando a su alrededor.
-¡Vamos! ¡De verdad que no pasará nada! ¡Pero las reglas son las reglas, y no se permite superar el límite de participantes, mucho menos si no se ha sido contratado!

Pese a las insistencias de Marie, el silencio continuó, lo que provocó que la juez tomase una postura más serio.
-¡Si esa persona no obedece al juez, tendrá que atenerse a las consecuencias! ¡Y puedo asegurarle que sé quien es!

Después de aquella declaración, se escuchó el murmullo de los luchadores. Muchos, haciéndose preguntas entre ellos sobre quién podría ser. Sin embargo, nadie hizo señal de dirigirse a la salida.
-¡Como quieras! ¡Que no se diga que no lo advertí! –sentenció Marie.

Centésimas de segundo después, el brazo de la juez se encontraba atravesando el pecho de un hombre situado a unos cincuenta metros de donde había estado ella hacía unos instantes, provocando que varios luchadores cercanos se apartasen asustados al percatarse de lo que acababa de pasar.
-¿Có-cómo? ¿S-se ha teletransportado? –preguntó Seph, a quien le temblaba la voz.
-No, no ha sido eso...

Seph, Drake y Miruru, giraron su cabeza hacia Kai, quien acababa de hablar.
-Lo que acaba de hacer no ha sido teletransportarse, sino correr hasta allí.

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