-¡Esto
es un ultraje! –gritó el sagrado emperador Berengar, recorriendo de un lado a
otro la extensa sala elegida para la reunión, al enterarse del ataque de los
demonios durante el viaje de vuelta- ¡Si llega a oídos de la gente, perderán la
confianza en nosotros!
-Cálmese,
su majestad –dijo un hombre de aspecto tranquilo y maduro, sentado sobre una de
las sillas de madera blanca, decorada con bordes dorados, que se encontraba
junto a una gran mesa ovalada del mismo color.
Cerca
de ambos, había una demonio y un ángel
femenino. También sentadas, una de ellas observaba divertida al emperador
mientras la segunda se disponía a continuar con la conversación.
-Los
atacantes ya han sido detenidos y enjaulados a la espera de juicio y sentencia.
Se ha evitado la filtración de información y ésta ha quedado oculta al pueblo.
Podemos estar tranquilos.
-Me
alegra escucharlo –contestó el más tranquilo de los hombres, tratándose éste
del papa John X-. Sin embargo, deberíamos tener más cuidado de ahora en
adelante. Dudo mucho que sea la última vez que se intente algo así.
-Bueno,
en parte, para ello se ha formado una guardia humana –declaró la demonio, quien
comenzó a reírse.
-¿Qué
ocurre, Hana? –preguntó el ángel femenino.
-Nada,
acabo de acordarme de alguien interesante.
-¡Creo
que no le estáis dando al asunto la seriedad que merece! –las interrumpió el
emperador- ¡Ya tenía mis dudas sobre todo esto! ¡Pero, con el ataque, no han
hecho más que aumentar!
-Su
majestad. La situación entra dentro de lo previsto. Nada más hacer pública la
idea de relaciones amistosas entre humanos y demonios, así como la integración
de unos en la sociedad de los otros, grupos de ambos bandos se lanzaron en
protesta a las calles. Algo que los soldados tuvieron que controlar, pues faltó
poco para que se enfrentasen allí mismo. No es de extrañar que, pese a que
conseguimos convencer a una gran mayoría de las ventajas que supondría dicha
relación, se hayan formado grupos terroristas y rebeldes que quieran ponerla en
peligro.
No
obstante, no debemos echarnos atrás. Dicha paz supondrá un gran avance para
todas las especies: ángeles, demonios y humanos. Los primeros por la separación
que esto ha desencadenado en su sociedad, dividiéndola entre aquellos que están
de lado de los humanos, los que están de lado de los demonios y los que se
mantienen neutrales. Además, la paz también ayudaría a incrementar su
población, la cual es menor incluso que la de los demonios, ¿no es así, Thyra?
–preguntó el papa, dirigiéndose al ángel.
-Sí.
Los ángeles no sufrimos la discriminación que sufren los demonios, pero las
consecuencias de la antigua guerra y la división social no sólo han conseguido
que el número de individuos de nuestra especie se haya visto reducido sino,
también, que la reproducción se encuentre estancada, de manera que hace décadas
que no nace un ángel en este mundo.
-En
lo que respecta a los demonios –continuó el papa-, la paz daría lugar al fin de
la discriminación, lo que les permitiría mayor libertad y, al igual que los
ángeles, un incremento en la población.
-Incluso
si la caza de demonios ha disminuido en las últimas décadas, existen lugares
donde mi gente sigue sufriendo esclavitud. En otros en los que no ocurre,
simplemente son aislados, insultados y/o humillados –aclaró Hana.
-En
cuanto a los humanos, incluso si son la especie dominante en estos momentos,
los conflictos con las otras especies han causado muchas muertes innecesarias,
la mayoría civiles o gente inocente. Además, el nulo o escaso intercambio de
información entre las tres especies ha lentificado sus respectivos desarrollos,
algo que ha afectado sobre todo a los humanos, quienes manejan peor su poder.
La
guardia humana, así como la presencia de demonios en la Inquisición, es un gran
paso adelante en todo esto. Si funciona, la confianza de la población en
nosotros aumentará, lo que facilitará mucho las cosas. Por el contrario, si
cancelamos el proceso de paz en este momento, es posible que cause el efecto
contrario y los conflictos empeoren.
-¡Tsk!
–el emperador hizo una mueca de disgusto al escuchar las palabras del papa,
pero decidió desistir en sus quejas.
-Cambiando
de tema –dijo Thyra-. Será mejor hablar cuanto antes con los mercenarios y
soldados humanos. La mayoría estarán confusos al no saber nada sobre los
demonios y los ángeles, por no hablar de la magnitud de su misión.
-Tienes
razón. Si su majestad no tiene nada más que añadir.
-No.
Es suficiente, podéis retiraros...
Asintiendo,
los otros tres se levantaron y salieron de la sala.
-Ah,
qué pesado es ese tío... –se quejó Hana.
-¡No
deberías decir algo así delante del papa, Hana! –la regañó Thyra.
-No
te preocupes, Thyra. Incluso a mí me resulta molesto a veces –declaró John.
-Uh...
–el ángel no supo qué contestar.
-Me
preocupa que su especismo llegue demasiado lejos. ¿No supondrá un problema?
–preguntó Hana.
-Ese
hombre confía en mí. Así que, por el momento, dejará que todo siga su curso
siempre y cuando yo esté de acuerdo –aclaró el pontífice.
-Me
alegra oír eso.
-Menos
mal que no se ha enterado de que el líder del grupo de demonios es un conocido
tuyo –comentó Thyra.
-¡Ah,
no me lo recuerdes! ¡Ese imbécil! –se enfadó Hana.
-¡Oh!
Entonces sabes quién es... –curioseó el papa.
-Se
llama Behemoth. Trabajó para mí durante un tiempo. Es serio y eficaz, pero
tremendamente devoto hasta el punto de agobiarme. Incluso después de dejar el
trabajo sigue autoproclamándose mi guardián.
-Debe
de ser duro –dijo John, con una sonrisa irónica.
Mientras
tanto, en otra sala algo más alejada de allí, se encontraba un grupo de
personas de distintos orígenes y etnias, todos convocados para el mismo
propósito: convertirse en los guardaespaldas de Hana y Thyra, una demonio y un
ángel femenino que pretendían conseguir la paz entre demonios y humanos. Al
menos, eso era lo que Reima había llegado a escuchar en palabras de otras
personas a su paso por la enfermería.
-¿Qué
tal tu hombro? –le preguntó Cain, sentado a su lado y señalando con la cabeza
el entablillado que llevaba.
-Mejor.
Me han dicho que en unos días podré volver a moverlo con normalidad.
-Espero
que no sea una pega para que entres en la guardia. Sería una pena perder a
alguien con tu habilidad.
El
joven japonés miró a su alrededor, debían de haber como unas veinte personas.
Orientales, caucásicos, africanos e incluso algunos cuya procedencia no podía
determinar. Todos ellos tenían aspecto de ser buenos luchadores.
-¿Por
qué nos habrán elegido a nosotros? –preguntó el chico.
-¿No
ha sido por nuestra fuerza? –dijo Cain.
-Deberían
de haber soldados en este lugar igual o más fuertes que nosotros. Aun así, se
han tomado la molestia de traer a gente de otras partes del mundo.
-No
sé qué decir. Quizás haya problemas dentro del imperio.
Justo
entonces, entraron Hana, Thyra y John en la sala, silenciándola. Reima dirigió
la mirada hacia la demonio quien le saludó alegremente con la mano.
Poco
antes de que el papa comenzase a hablar, éste le hizo una señal a Thyra, quien
asintió y cerró los ojos, situando su vara frente a ella. Entonces, una luz
blanca surgió en su extremo, estallando en una onda expansiva que atravesó, sin
producir ningún impacto, los cuerpos de todos los presentes.
Los
guerreros observaron sus propios cuerpos, buscando algún cambio o efecto que
pudiese haberse producido. Sin embargo, éste no se hizo presente hasta que el
líder de la Inquisición habló.
-Hola
a todos. Como habéis podido comprobar, ahora todos entendéis mi lengua. Es un
proceso parecido al que utilizamos cuando os ofrecimos venir aquí. Dicho esto,
soy John X, algunos ya me conoceréis como el líder de la Inquisición y Sumo
Sacerdote del cristianismo y la Iglesia. Otros, será vuestro primero contacto
conmigo, sea porque no sois adeptos o procedéis de otras culturas y/o tierras.
En cualquier caso, os doy la bienvenida.
Muchos
os preguntaréis qué es lo que ocurre y qué significa la existencia de demonios
y ángeles. Hoy he venido con dos jóvenes: Hana, diplomática por parte de los
demonios y una de sus gobernantes en esta zona; y Thyra, una de los tres
arcángeles, los ángeles más poderosos del mundo, además de la mediadora entre
demonios y humanos, esta última, representada por mí. Entre los tres,
procuraremos explicaros la situación y resolveros todas las dudas que os
surjan.
Dicho
esto, hizo una pausa para ver si alguien tenía algo que añadir. Entonces,
prosiguió.
-Bien.
Empecemos por el principio. Los demonios y los ángeles son dos especies que
fueron creadas al mismo tiempo que los humanos. Los primeros surgieron gracias
al poder de Satán, quien odiaba a los humanos e inició una guerra contra ellos.
Ésta finalizó con la derrota de los demonios, gracias en parte al poder de los
“Dying Walkers”, armas biotecnológicas con un poder equivalente al de los
demonios y que todavía guarda la Inquisición; y a los doce apóstoles, héroes a
los que Dios brindó parte de su poder para poder enfrentarse a los siete
pecados capitales.
Muchos
demonios fueron asesinados y sometidos, reduciéndose considerablemente su
número así como el de ángeles, quienes habían tomado parte en la batalla,
algunos de ellos uniéndose al bando de los humanos y otros al de los demonios.
-¿No
habría sido más conveniente para los ángeles dejar que las otras dos especies
se mataran entre ellas? –preguntó Cain.
-Los
ángeles somos criaturas de naturaleza solidaria –respondió Thyra-. Con ello no
quiero decir que todos sean así, pero es normal en nosotros sentir la necesidad
de ayudar a otros según los ideales que tengamos.
-Yo
tengo otra pregunta –dijo Reima, levantando el brazo- Se ha hablado sobre el
origen de los demonios pero ¿cuál es el de los ángeles?
-Lo
cierto es que no se sabe con claridad. Por lo que está escrito en la Biblia, el
libro en el que se recoge la historia de los humanos, demonios y ángeles; hay
varias teorías, pero las más extendidas son: una que dice que fueron creados
por Dios y que aquellos que se pasaron al bando de los demonios se consideraron
“Ángeles caídos”, y otra que dice que fueron creados por Satán pero que la
mayoría cambió de bando.
-Entiendo
–asintió el espadachín a la explicación del ángel. Aunque había algo de lo que
había dicho que no le terminaba de convencer.
-A
partir de entonces –continuó John-, algunos de los demonios fueron exiliados de
sus tierras y otros pasaron a ser esclavos de los humanos. En cualquiera de los
dos casos, sufrieron una fuerte discriminación que a día de hoy todavía continúa
pese a que ha conseguido reducirse. Al mismo tiempo, los ángeles se declararon
neutrales, negándose a intervenir, salvo excepciones, en los actos de los
humanos para con los demonios.
En
este trasfondo, hace seis años, poco después de que fuese nombrado papa, Hana y
Thyra vinieron a mí y me propusieron un plan para conseguir la paz entre
humanos y demonios, contándome sus ventajas y el proceso para llevarlo a cabo.
Al principio me sorprendí. Observar a una demonio y un ángel llevarse tan bien
y ser capaces de coordinarse así es increíble, mucho más si te proponen algo de
tal envergadura, pero lograron convencerme y, desde entonces, hemos realizado
bastantes progresos.
-Tanto
aquí como en otras partes del mundo, existen miembros de las tres especies que
nos apoyan, incluso, unos pocos de ellos, han empezado a establecer relaciones
comerciales y laborales –dijo Hana-. No obstante, aún queda mucho por hacer y,
por eso, hemos decidido dar el siguiente paso: la inserción de demonios entre
los mandatarios de la Inquisición y una guardia, formada únicamente por
humanos, encargada de mi seguridad y la de Thyra.
-Todavía
existen aquéllos que consideran que la paz no debería establecerse o que
desconfían de que tenga lugar. Algunos son bastante radicales al respecto
–comentó Thyra-. De ahí la necesidad de una guardia. A su vez, la presencia de
demonios entre los dirigentes de la Inquisición pretende cambiar la opinión de
los más adeptos a Dios e incluso lograr mejorar su estructuración.
-¿Por
qué nosotros? –preguntó otro hombre de pelo plateado y parche en su ojo
derecho.
-Todos
los presentes habéis alcanzado cierto grado de renombre por vuestras hazañas en
batalla, sin embargo, no sólo estáis aquí por ello. También buscábamos personas
cuyo conocimiento sobre los demonios fuese escaso o nulo. De esa forma, no sólo
se evitarán disputas, sino que, además, podremos enseñaros desde cero una buena
relación entre las tres especies.
-En
el caso de los demonios también se ha sido específico. Nos hemos asegurado de
que sólo aquellos dispuestos a contribuir con la paz y que tengan buenos
conocimientos sobre la cultura humana, pasen a formar parte de la Inquisición
–añadió Hana.
Hubo
otra pausa durante la explicación. La mayoría de los luchadores se mostraron
sorprendidos.
-Bueno,
a mí realmente me da igual las circunstancias siempre y cuando se me pague
–dijo Cain, descaradamente.
-Por
supuesto, recibiréis un pago a cambio de vuestros servicios. No obstante, no
toleraré actitudes perezosas y/o arrogantes. Quien no cumpla con las normas,
será castigado. Y yo, personalmente, me encargaré de ello –indicó el ángel
mientras golpeaba el suelo con su vara.
Reima
recordó la suerte que había tenido al caer en el lago tras el golpe de Thyra.
-Bien,
ahora procederemos a separaros en grupos. Cada grupo requerirá de un líder.
Para ello, se realizará un pequeño combate entre sus miembros, con armas de
madera. Las reglas son sencillas: lucharéis todos contra todos. Un miembro
quedará eliminado al recibir un único golpe en el cuerpo con el arma. No se
permitirán golpes ni estrategias que no impliquen un ataque directo con vuestra
arma. Sólo se podrá golpear torso y extremidades. ¿Estáis de acuerdo?
Ninguno
se opuso, por lo que comenzaron a dividirlos en cuatro grupos de cinco.
-Bien,
seguidnos. Os llevaremos al campo de entrenamiento donde os darán las armas e
iréis luchando un grupo tras otro. Tengo entendido que uno de vosotros tiene un
brazo entablillado –el papa buscó con la mirada a la persona aludida, llegando
hasta Reima-. Retrasaremos el combate de tu grupo hasta que estés recuperado
por completo.
-No
será necesario –replicó el joven-. Puedo luchar con un sólo brazo.
-Siento
discrepar, pero insisto en que se lleve a cabo cuando estés recuperado por
completo. No sólo por tu seguridad sino también porque a todos nos gustaría ver
tus capacidades en su totalidad.
-Entiendo
lo que me quiere decir. Sin embargo, sé como luchar de manera que mis
habilidades no se vean disminuidas.
John
miró a las dos chicas. Hana parecía mostrar curiosidad. Por otro lado, el ángel
no parecía tan conforme.
-Bien,
hagamos una cosa. Te dejaremos luchar, pero en el momento en que te veamos
forzarte demasiado, no sólo te detendremos, sino que perderás tu derecho a
obtener el liderazgo. Además, has de tener en cuenta que quizás tus compañeros
no tengan reparos en ignorar tu estado
-Mejor
así.
-Como
desees.
Así
pues, caminaron hasta llegar a una espaciosa área circular con la superficie de
arena, rodeada por un alto muro de unos siete metros de altura. Junto a la
entrada a dicho lugar, había un par de soldados apostados, los cuales llevaban
una caja en cuyo interior se podían observar distintos tipos de armas: lanzas,
espadas, hachas... todas ellas de madera bastante bien tallada.
-Que
cada miembro del primer grupo coja el arma que más le guste y entre –dijo John.
Tras
hacer caso a las indicaciones del pontífice, cinco de ellos se situaron en el
centro del campo de entrenamiento.
-¿Estás
loco, Reima? Vamos a comerte vivo ahí fuera –dijo Cain, quien, junto con su
hermano, Abel, estaba en el mismo grupo que el espadachín.
-En
una batalla, uno no debe depender únicamente de su fuerza. A veces, saber
cuándo escapar y cuándo atacar te puede convertir en el ganador.
-Lo
que tú digas... –Cain se encogió de hombros- ¿Y bien?
-¿Y
bien qué?
-¿Hay
alguien por quien apuestes como ganador de ese grupo? Yo me decanto por el
rubio de ahí.
Entonces
señaló a un joven apuesto, de pelo claro y corto, y ojos azules. Era muy alto,
de hecho el más alto de todos los presentes. Pese a ello, su complexión no
distaba mucho de la de Reima. Hasta antes de entrar en el campo de
entrenamiento, había estado vistiendo una armadura grisácea con tela azul en
los costados. Suponía que se lo habría quitado para ir más ligero durante la
competición. Su arma era una espada larga a dos manos.
-No.
Él no va a vencer –declaró firmemente el japonés.
-¿Ah,
sí? Tú me dirás entonces
-Yo
estoy entre uno de esos dos.
Cain
siguió la mirada de Reima hasta encontrarse con un hombre y una chica. El
primero era de piel oscura y ojos verdes. Rapado casi al cero a excepción de
una línea justo en el centro de la cabeza que se extendía formando una trenza,
la cual llegaba hasta la cintura. Sus brazos eran largos y delgados, al igual
que sus piernas. De hecho, mantenía una posición de combate en la que encorvaba
la espalda hasta tocar el suelo con una de sus manos mientras, con la otra,
sujetaba una lanza.
En
cuanto a la chica, era de pelo negro y tez pálida, ojos rojos y extremidades
fuertes, sobre todo sus piernas, que llevaba al desnudo, con los pies
descalzos, y cubierta la pelvis y el torso por una tela color beis sujeta con
un cinturón. Su arma era una espada corta a una mano.
-El
hombre se llama Sirhan, y la mujer, Tathya –dijo una voz detrás de ellos.
Cuando
se dieron la vuelta, se encontraron con Hana y Thyra, la primera de ellas
esbozando una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Cómo
estás, Reima? –preguntó la demonio.
-¿Os
conocéis? –añadió Thyra.
-Tuvimos
un interesante encuentro en el lago, ¿verdad?
El
chico se limitó a mirar el combate, intentando cambiar de tema.
-Entonces,
tú debes de ser a quien envié a volar durante la discusión con los demonios.
Mis más sinceras disculpas –dijo el ángel mientras agachaba la cabeza- Espero
que lo de tu hombro no fuese por mi culpa...
-No
te preocupes. Me lo hizo uno de los demonios.
-Menos
mal –continuó ella, llevándose una mano al pecho, aliviada-. De todas formas,
me gustaría que te retractaras combatir en este torneo. Con el hombro así no
estás preparado.
-Ya
he dicho que no será necesario. De verdad, no tengo problemas en luchar con un
sólo brazo. Me he visto en situaciones similares.
-Insisto.
-No
quisiera ser descortés, pero somos nosotros quienes debemos preocuparnos por
vuestra seguridad y no al revés.
Esas
palabras no le gustaron al ángel, que, pese a ello, no volvió a pronunciarse
sobre el tema.
-Vamos,
vamos. Seguro que no pasa nada, ¿verdad... esto, Abel? –dijo Hana, intentando
calmar el ambiente.
-Tengo
sueño... –se quejó Abel.
-¿Eh?
-Ni
te molestes en mantener una conversación decente con él en ese estado, señorita
–dijo Cain-. Ya es un idiota de por sí, pero ahora mismo con suerte sabe dónde
está.
-Ya...
ya veo. ¿Estará bien de cara al combate? –preguntó la demonio.
-¡Claro!
Se las apañará –sonrió el hombre.
En
ese momento, John dio comienzo al combate. El joven rubio realizó el primer
ataque, dirigido a otro chico de pelo negro y corto, estatura más bien baja y
vestido con una armadura de cuero, quien consiguió detener el golpe con su
espada. No obstante, el atacante giró sobre sí mismo, logrando realizar otro
ataque que esta vez sí encajo en el costado, eliminando casi instantáneamente a
su adversario.
-¡Ja!
¡Y tú decías que no iba a ganar! ¡Ahí va uno! –exclamó Cain, orgulloso.
-Sigue
observando... –dijo Reima.
Por
su parte, Tathya acababa de chocar armas con su adversaria, una chica de pelo
corto y negro, muy parecido al del otro joven; ataviada también con la misma
armadura. La guerrera de pies descalzos se movía muy rápido, apenas dando
tiempo de reacción. Su rival consiguió detener los primeros golpes, pero no
tardó en ser sentenciada por su espada.
Así
pues, sólo quedaron Sahir, Tathya y el joven rubio, siendo el hombre de piel
oscura el primero en iniciar su ataque, dirigido hacia el chico, quien logró
esquivarlo, no sin dificultades. Tras esto, intentó contraatacar con un golpe
horizontal hacia el muslo, sin embargo, Sahir se agachó, apoyando sus cuatro
extremidades en el suelo, con el pecho casi tocándolo. Entonces, apuntó con su
lanza hacia el abdomen de su contrincante, quien perdió el equilibro al
retroceder, recuperándolo justo a tiempo para detener con su espada un nuevo
ataque, esta vez dirigido al pecho.
En
ese momento, entró Tathya en escena, quien acometió contra Sahir, manejando su
espada de manera artística, enlazando varios movimientos mientras daba vueltas
sobre su propio eje, dejando poco espacio de maniobra al hombre, quien daba
pequeños saltos hacia atrás para evitar ser golpeado.
El
guerrero rubio aprovechó la apertura para avanzar hacia ellos, dando un gran
paso adelante con su pierna izquierda y ejecutando un mandoble horizontal a la
altura del vientre. No obstante, tanto el uno como la otra habían predicho sus
movimientos, saltando a la vez para evadirle. Como consecuencia, quedó
expuesto, siendo eliminado por la guerrera.
-¡Maldita
sea! –se quejó Cain al observar la caída de su predilecto.
Los
dos restantes se miraron fijamente mientras se desplazaban en círculos,
vigilando cada una de sus acciones. El ambiente estaba tan tenso que podría
haberse cortado con una de las armas de madera. Daba la sensación de que, en
cualquier momento, se decidiría el resultado.
Impulsándose
con su pie derecho, Sarhin atacó, desplegando una serie de golpes frontales con
su lanza que fueron detenidos por la espada de Tathya. En mitad de uno de
ellos, la chica se agachó, situándose de cuclillas y realizando un ataque
horizontal dirigido a la zona de la espinilla. El hombre saltó, apuntando con
su arma hacia la superficie de arena, dibujando una línea diagonal que falló su
objetivo, quien, mediante una voltereta hacia atrás, volvió a ponerse en pie,
impulsándose con sus manos. Acto seguido, se lanzó hacia delante, en un ataque
frontal por arriba que su adversario se dispuso a impedir. El combate estaba
sentenciado. El arma del hombre tenía mayor alcance, y la chica, poca movilidad
en el aire. Sin embargo, contrariando las expectativas de todos, desvió el
lanzazo mediante un ligero movimiento de su espada, lo justo para que pasase a
escasos centímetros de su pecho, y aterrizó en el suelo, tocando con el costado
izquierdo de su contrincante.
-He
de admitir que eso ha sido la hostia –declaró Cain-. Tenías razón, ha ganado la
chica.
-Por
supuesto –contestó Reima.
-¿Cómo
sabías que uno de los dos sería el ganador? –preguntó Hana.
-Por
su manera de coger el arma, su posición de combate y su mirada. Ambos
permanecían firmes y serios, como si estuviesen acostumbrados a enfrentarse a
peligros día sí día también. Era posible equivocarme, pero sabía que su
habilidad era más que sobresaliente.
-Que
pase el grupo siguiente –dijo John mientras daba la enhorabuena a la vencedora,
quien simplemente asintió respetuosamente y se sentó en un lugar algo apartado
del resto, con la espalda apoyada sobre la piedra que formaba el muro.
Reima
la observó brevemente a la vez que avanzaba para coger un arma, ya que era su
turno.
Se
decantó por una espada larga a una mano, de mayor longitud que la utilizada por
Tathya pero menos pesada que la elegida por el chico rubio. Su forma le
recordaba a su propia arma. Entonces, se encaminó al centro del campo de
entrenamiento junto con Abel y Cain. Poco después se unieron los dos miembros
restantes del que iba a ser su grupo: una chica, en apariencia mayor que él, de
pelo largo, cobrizo y rizado; que vestía una túnica negra cuyas mangas llegaban
hasta el antebrazo y blandía una alabarda. Cerca de ella, el hombre de pelo
plateado y parche en el ojo. Su constitución era similar a la de Cain, sólo que
ligeramente más alto y con algo de barba, del mismo color que su cabello. Pese
a que su arma era una pequeña daga, Reima tenía la sensación de que escondía
algo.
Así
pues, el papa dio la señal de comienzo. Momento en que Cain se lanzó contra
Reima.
-Así
que has decidido ir a por mí, ¿eh? –dijo el joven japonés.
-¡Ya
te dije que no suelo ser honorable! –respondió el mercenario, realizando un
ataque diagonal con su hacha, que fue esquivado por su rival, quien, tras esto,
apoyó únicamente el metatarso de ambos pies y dibujó en el suelo un semicírculo
hacia atrás con el derecho, a la vez que se agachaba para evitar un segundo
golpe. Llevando el mismo pie hasta formar un ángulo de 270º, recogió el
izquierdo, desplazándolo de forma semejante y girando sobre sí, a la vez que se
movía lateralmente.
-¡¿Pero
qué...?! –exclamó Cain, quien vio cómo su adversario se situaba a su espalda
tras repetir la misma técnica un par de veces más para, acto seguido, atacar
con su espada desde su cintura hacia el costado del mercenario.
Habiendo
observado la derrota de su hermano, Abel acometió de frente contra él, alzando
un martillo con el que golpeó verticalmente. Sin embargo, sus movimientos eran
más predecibles y torpes, por lo que no le supuso ninguna dificultad esquivarle
y eliminarlo.
Posteriormente,
se dispuso a hacer frente a los otros dos luchadores, encontrándose con que tan
sólo quedaba el hombre del parche en el ojo.
-Esa
técnica con los pies... ahora entiendo por qué decías que podías valerte
incluso con un brazo lesionado -parecía relajado, ni siquiera apuntaba hacia él
con su daga- Dime, ¿dónde la aprendiste? –preguntó.
-En
Japón, me la enseñó mi maestro.
-Qué
interesante. He viajado por muchos sitios, y he tenido muchos maestros, pero
nunca había visto un movimiento como ése. Espero que tengas tiempo para poder
enseñarme.
-No
veo por qué no... –contestó Reima, sin bajar la guardia.
-Gracias...
Fue
visto y no visto. Apenas supo reaccionar. En un paso, puede que dos, aquel
hombre recorrió la distancia que les separaba, situándose en su lateral
derecho. Un segundo después, mientras el joven intentaba desplazar su espada,
golpeó su costado, derrotándolo.
Reima
se quedó sin habla. Jamás había visto una velocidad semejante. Si no hubiese
sido por su instinto, ni siquiera habría intentado moverse.
El
hombre le dio unos ligeros golpecitos en el hombro.
-Estaré
esperando tus enseñanzas –dijo mientras se disponía a salir del campo de
entrenamiento.
-¡Espera!
¡¿Puedo saber tu nombre?!
-Alexander
–respondió-, pero puedes llamarme Alex.
Posteriormente,
tuvieron lugar los siguientes dos combates, de los cuales salieron vencedores
un adolescente bajito y delgado, de pelo castaño y en forma de casco, ojos
azules y siempre sonriente; y un hombre de piel oscura, bastante grande y
musculoso, de cuyo rostro sólo se podían observar sus ojos negros, ya que el
resto estaba escondido por una tela de color violeta.
-Bien
–dijo Thyra- Con esto hemos terminado por hoy. A continuación, nuestros
soldados os llevarán a vuestros aposentos y os tomarán las medidas para hacer
vuestros uniformes. Cualquier modificación que queráis hacerles, decídselo.
Mañana os daremos información sobre vuestra primera misión, la cual se
producirá dentro de una semana. Si tenéis alguna pregunta no dudéis en hacerla.
-¿Tenemos
algún nombre? –preguntó el joven adolescente de sonrisa casi permanente.
-¿Un
nombre? ¿Te refieres al nombre de la guardia? La verdad es que no había pensado
en uno.
-¡Yo!
¡Yo! –exclamó Hana, levantando la mano- Tengo una idea sobre cómo podríais
llamaros. Puesto que vuestro objetivo es aseguraros de que exista la paz, ¿qué
os pareces si os llamáis “Los Pacificadores”?
-¿Los
Pacificadores? –se extrañó Cain.
-No
está mal –declaró Alex.
-Los
Pacificadores... –repitió Reima.
-Si
no hay nadie en contra, entonces que así sea –sentenció Hana, juntando las
palmas de sus manos.
-Parece
que Behemoth no lo ha conseguido. Tendremos que buscarnos a otro –en un lugar
alejado de allí, concretamente en el interior del dormitorio de una gran casa,
un demonio estaba hablando con alguien, aunque ese alguien no parecía
encontrarse en la habitación-. ¿Atacar a los tres diplomáticos? Me parece
demasiado arriesgado... Entiendo. De acuerdo, lo haremos a tu manera.
Seguiremos en contacto...