“El amor es bello y a la vez cruel”. Era una frase que había
escuchado muchas veces en boca de otras personas. En ese momento, no estaba
seguro de si ambas palabras describían lo que sentía. Quizás, incomprensible,
era lo que más se le acercaba.
Hacía tiempo que Roger estaba enamorado de Mary, una buena
amiga a la que conocía desde pequeño. Juntos habían pasado por muchas cosas, de
hecho, ya había confesado sus sentimientos por ella una vez, e incluso fueron
pareja durante un par de años, pero, a veces, las cosas no salen como a uno le
gustaría. Puede que sólo fuesen compatibles como amigos. Que la cruda realidad
no les permitiese estar juntos. Y pese a todo, él seguía queriéndola. No
importaba el que hubiese salido con otras personas. Al final, su mente siempre
volvía a ella. Sí, después de todo, puede que aquella situación se considerase
cruel...
-Ayer por la mañana se produjo una masacre en el aula de un
instituto. Al parecer, una alumna, armada con una motosierra, descuartizó a
todos sus compañeros para, posteriormente, suicidarse tirándose por la ventana.
Fue uno de sus profesores quien descubrió la atrocidad, aunque no sería hasta
más tarde cuando se informó de los hechos a las autoridades. La policía está
esperando para interrogar al profesor, quien actualmente se encuentra bajo
tratamiento psicológico.
En relación a esta misma noticia, también se han encontrado
los cadáveres de la madre de la joven y su pareja en el mismo estado que los
alumnos, por lo que se deduce que su asesinato ha sido perpetrado por la misma
persona.
-¿Creéis que ese profesor la convenció para que lo hiciese?
-¡¿Qué dices, Frank?! ¡No seas tan retorcido! –le replicó
Roger a su hermano mientras desayunaban.
-¿Quién sabe? Podría pasar.
Aquella mañana era un poco diferente a lo habitual. Roger
vivía sólo en un pequeño piso de alquiler. Un aseo, una cocina-salón, su
dormitorio y una amplia galería constituían su hogar. Nada del otro mundo pero
tampoco podía permitirse mucho con lo que cobraba por su trabajo, sobre todo,
teniendo en cuenta que debía compaginarlo con sus estudios en la universidad.
Ese día, su hermano, Frank, iba a pasar la mañana con él,
aunque también se había quedado a dormir la noche anterior. Al parecer, los de
su clase tenían que visitar una universidad a elección del alumno y con la
supervisión de un mayor de edad, así que qué mejor que su hermano mayor para
guiarle por los entresijos de la facultad de Bellas Artes a la que asistía.
-Como te pases de la raya pienso decirles a tus profesores
que has estado todo el día haciendo lo que te ha dado la gana. Y sabes que
puedo.
-¡Oh, vamos, Roger! ¡Enróllate un poco! ¡Será divertido! ¡Tú,
Mary y yo; juntos como cuando éramos pequeños!
-Más bien éramos Mary y yo. Tú te pegabas a nosotros, y en
cuanto intentábamos echarte, nuestros padres nos obligaban a jugar contigo.
Menos mal que Mary es hija única. Otro más como tú y lo habríamos tenido claro
–suspiró el hermano mayor.
-Oh... ¿Tan pequeñitos y ya queríais privacidad? –sonrió
Roger.
-Mejor, cállate.
-En serio, no entiendo por qué no estáis juntos. Es veros y
darme diabetes.
-Ya hemos hablado sobre esto. Lo intentamos y no funcionó.
-Pero tú sigues coladito por ella, ¿verdad?
-¿Y qué si es así?
-Nada, sólo que, si os quedáis así de estancados, al final se
irá con otro.
-¡Anda, cállate y termina de desayunar! ¡Que llegamos tarde!
Con esto dicho, Roger recogió su plato y su taza y se dispuso
a fregarlos mientras su hermano terminaba. Ese tipo de conversaciones era
normal entre ellos. Tenían una buena relación pese a las típicas riñas entre
hermanos. Lástima que no pudiese decir lo mismo de su padre. Precisamente, él
era el motivo por el que había decidido vivir por su cuenta. Y todo porque
quería que estudiase otra carrera.
Su madre ya había intentado reconciliarlos en varias
ocasiones pero, desde el punto de vista de Roger, hasta que no fuese capaz de
aceptar sus planes de futuro, no habría posibilidad de ello.
Así pues, allí estaba, saliendo de su piso de alquiler hacia
la universidad, con su hermano pequeño al lado, corriendo para pillarle. Éste
era tres años menor que él, más atlético y algo más bajito. Llevaba el pelo
color castaño y de punta, uno de esos peinados modernos que llamaban bastante
la atención. A estas características, solía acompañarles una personalidad abierta
y bromista.
-Qué suerte tienes, ¿eh? Tienes la universidad cerca de casa
–dijo Frank.
-¿Suerte? Te recuerdo que tuve que irme de casa.
-¡Pero eso también es una suerte!
-¡Ja! Me gustaría verte a ti cocinando y limpiando por tu
cuenta.
-¡Eh, que yo ayudo en casa!
-Sí, una vez cada cuatro años, como las Olimpiadas.
De repente, Roger sintió un par de manos tapándole los ojos y
la sensación de algo tocando su espalda.
-¡¿Quién soy?! –preguntó una voz femenina. Sólo se le ocurría
una opción posible.
-¡Mary! ¡No hagas eso! ¡Vas a conseguir que tropiece! –se
quejó el chico.
-¡Vaya, qué susceptible estás! –dijo ella, bromeando mientras
le abrazaba- ¿Quieres que te haga un masaje para relajarte?
-Pues no estaría mal. Tener que aguantar a éste tensa todos
los músculos del cuerpo –respondió Roger, mirando a Frank.
-¡Eh! ¡Si soy un cielo!
-¡Pues claro que sí! ¡¿Qué hay, Frank?! –dijo Mary, chocando
manos con el chico para, segundos después, situarse al lado de Roger.
-Ya me ves. Vigilando que mi hermano no haga novillos.
-Eso debería decirlo yo –replicó Roger.
-¡Jajaja! –rió la joven.
Mary, por lo general, solía actuar como la mediadora entre
ambos. Era una chica alegre y simpática, también bastante sociable. Tenía el
pelo rizado y largo hasta el cuello, siendo éste de color rojo cobre. Sus ojos
eran pequeños y azul celeste y sus mejillas presentaban algunas pecas, algo que
Roger consideraba encantador.
-Espero que disfrutes tu estancia en la facultad, Frank.
Aunque pensaba que irías a por algo relacionado con el turismo –dijo Mary
-Bueno, digamos que quiero recoger información de varias
facultades antes de tomar una decisión.
-Sabia elección.
Al llegar a la universidad, se encontraron con varias
construcciones separadas por un camino que rodeaba a todas y cada una de ellas,
incluyendo los edificios que no correspondían a facultades sino a aulas
auxiliares de las mismas. Así pues, siguieron dicho camino en dirección derecha
y continuaron recto, atravesando una zona de naranjos, plantados en línea a
cada lado, y un polideportivo.
-Este sitio es bastante grande –se sorprendió Frank mientras
giraban a la izquierda, dejando atrás un campo de fútbol.
-No te creas. Las hay más grandes –objetó su hermano-. Ya
hemos llegado.
Frente a ellos se encontraba un edificio en cuya fachada se
podía observar un letrero dónde ponía “Facultad de Bellas Artes”. Justo debajo,
había un mural pintado con vivos colores en el que se retrataba a pintores e
ilustradores que habían realizado aportes significativos al mundo del arte.
Una escalera y una rampa llevaban hacia una puerta de cristal
que constituía la entrada, extendiéndose poco después el hall, donde había
varios alumnos reunidos, charlando.
-Como puedes ver, a la izquierda se encuentra el salón de
actos y, a la derecha, el decanato. Si seguimos hacia delante se encuentran la
sala de grados, la cantina y algunas de las aulas teóricas, además de las
escaleras que llevan a la siguiente planta, donde se pueden observar varios
departamentos y aulas de prácticas.
-Ooooh... –se impresionó Frank, aunque Roger no sabía decir
si iba en serio o no.
-Ahora mismo tenemos clase de teoría, así que si quieres
venir con nosotros... –propuso Mary, antes de ser interrumpido por el hermano
mayor.
-Tendrá que hacerlo, no le puedo dejar solo aquí.
-Con lo que molaría explorar por mi cuenta.
-Ni lo sueñes. A saber el jaleo que armarías.
De esa manera, subieron las escaleras hacia una de las aulas
teóricas situadas en la planta de arriba. Ya allí, se sentaron por la parte de
enmedio y esperaron a que llegase el profesor de la asignatura, con el que
Roger habló, con el fin de explicarle las circunstancias de su hermano, las
cuales, no supusieron ningún problema.
Así pues, las clases se sucedieron hasta que se hizo la hora
del almuerzo, para lo que se dirigieron a la cantina.
-¿Qué te ha parecido por el momento? –preguntó Roger,
mientras esperaban su turno para pedir.
-Mm... A grandes rasgos no estoy seguro de qué decir pero las
prácticas han sido bastante entretenidas.
-Jaja, entonces opinas como la mayoría de los alumnos –dijo
Mary.
En ese momento, un chico se acercó a los tres. Roger lo había
visto alguna vez por la facultad. Debía de medir más de metro ochenta, delgado,
pelo bastante parecido al de su hermano pero moreno, gafas de montura gruesa y
ojos verdes. Su expresión era bastante afable pero, por alguna razón, hubo algo
de él que no le hizo sentir cómodo. Ese sentimiento se agudizó cuando comenzó a
hablar con Mary.
-Hola, Mary.
-¡Oh, Josh! ¿Qué tal estás? ¿También has venido a almorzar?
-No, yo ya he almorzado. Quería devolverte esto –dijo
mientras sacaba de su mochila un libro de arte contemporáneo y se lo
entregaba-. Muchísimas gracias, de verdad. En la biblioteca estaban todos
prestados y ya no me quedaba tiempo.
-No hay de qué –respondió ella, sonriente- ¡Ah, por cierto!
Roger, Frank, os presento a Josh, un compañero de arte contemporáneo. Josh,
ellos son Frank y Roger, mis amigos de la infancia.
-Encantado –dijo Josh, extendiendo la mano.
-Lo mismo digo –contestó Frank animadamente, estrechándosela.
Roger hizo lo mismo, sin embargo, su expresión era más seria que la de su
hermano.
-Esta tarde quedamos a la misma hora, ¿no? –dijo Josh,
dirigiéndose de nuevo a la chica.
-Sí, claro, en el parque que hay al lado del centro
comercial.
-Vale. Un placer, chicos. Que disfrutéis del almuerzo.
-¡Gracias! –exclamó Frank.
-¡Qué callado te lo tenías! –una vez se hubo ido, el pequeño
de los dos hermanos le dio un codazo en el costado a la joven, sonriendo
maliciosamente- Podrías habernos dicho que estabas saliendo con alguien.
-Si no os he dicho nada es porque, por el momento, no es nada
serio. Sólo nos estamos conociendo.
-Ya, ya. Jejeje... En cualquier caso, parece un buen tío.
-Y muy inteligente. Es el que tiene las mejores notas de toda
la clase.
-Ah, uno de esos alienígenas con un súper cerebro –dijo
Frank, sabiendo que él mismo no destacaba por sus buenas notas.
-Frank... –dijo ella con una sonrisa irónica, para luego
dirigirse a su otro amigo- ¿Tú que opinas, Roger?
-¿Eh? ¿Sobre qué?
-Sobre Josh.
-¿Por qué me preguntas a mí?
-Bueno, porque eres un preciado amigo mío, hemos salido
juntos y confío en tu criterio.
El chico se quedó en silencio durante unos instantes,
tratando de disimular su malestar a fin de contestar de la mejor manera
posible.
-Se le ve buena persona. Por supuesto, conviene conocerle
mejor. Nunca se sabe lo que esconde alguien en su cabeza...
-¡Puff! –Frank amagó una risa, interrumpiéndole. Sabía que lo
decía por él mismo
-...pero estoy seguro de que no hay nada de lo que
preocuparse –continuó mientras, a espaldas de la chica, pellizcaba a su
hermano.
-Mm... te veo raro –dijo Mary, frunciendo el ceño mientras
acercaba su cara a la de Roger- ¿Ha pasado algo?
-¿Eh? N-no nada.
-¿Seguro? Te conozco desde hace tiempo, Roger. Y me da la
sensación de que ocultas algo. Desde hace tiempo, además.
-No es nada, de verdad –el chico movió las manos de un lado a
otro en señal de negación.
-Bueno, en cualquier caso, hoy invito yo a almorzar, así que
pedid lo que queráis. ¡Sin pasarse! –sentenció, desplazando la vista hacia
Frank, a quien se le había iluminado la mirada.
El tiempo pasó y llegó la tarde. Los hermanos se despidieron
de la chica tras escuchar ésta la opinión final de Frank sobre la facultad.
-La verdad es que me ha gustado. Sobre todo la cantina. La tendré
en cuenta para cuando entre en la universidad.
-¿Sólo por la cantina? –preguntó la chica.
-Es el mayor motivo... –bromeó el chico- Ahora en serio. El
arte es uno de mis intereses desde que Roger me introdujo en el tema y, después
de esto, ese interés ha aumentado. Veremos cual será la respuesta final...
Ya solos, caminaron de vuelta al piso de Roger.
-¿Quieres que te acompañe a casa?
-No creo que sea buena idea. Si te encuentras con papá puede
que todo acabe en guerra.
-¡Oh, vamos! ¡Creo que en casos así los dos sabremos mantener
la compostura!
-No me fío. Además, tienes que trabajar, ¿verdad? Es mejor
que no llegues tarde.
-Como quieras –respondió Roger, encogiéndose de hombros y
abriendo la puerta con su llave-. Coge tus cosas, anda.
-¡Sí, señor!
-¡Vale ya con el pitorreo!
-¡Jajaja! –riendo, el chico se adentró en el dormitorio de su
hermano.
Mientras tanto, éste puso un rato la televisión. En la
pantalla, aparecieron más datos sobre el asesinato del que habían hablado por
la mañana. Entre ellos, una foto de la asesina.
-¿Eh? Su cara me suena de algo –dijo Roger, agudizando la
vista como si aquello le ayudase a recordar.
-¡Ya estoy! –exclamó Frank, reuniéndose con él.
-¡Ah, bien! ¡Vámonos, entonces! –dicho esto, apagó el aparato
y ambos se marcharon- Por cierto, ¿cómo es que papá no te ha dicho nada sobre
visitar la facultad de Bellas Artes? Ya sabes lo poco que le gusta la rama
artística.
-No se lo he dicho.
-¡¿En serio?! ¡¿Y si la terminas eligiendo?!
-Ya me las apañaré. No le des tantas vueltas.
-Ahora estoy preocupado...
Tras separarse, Roger se dirigió a su lugar de trabajo, un
supermercado situado cerca de la biblioteca de la ciudad y que comenzaba a
expandirse como franquicia.
Durante el trayecto, una parte de su mente divagaba sobre la
decisión de Frank, pero el mayor porcentaje se hallaba ocupado por lo ocurrido
con Mary. No dejaba de preguntarse si estaría con ese chico ahora.
Antes de irse, Frank le había preguntado si estaba bien,
teniendo en cuenta sus circunstancias. Él había contestado que no podía hacer
nada al respecto, su relación no iba a avanzar. No mientras ella no le viese
como algo más que un amigo y él no obtuviese algo más que besos y sexo. Durante
su relación, siempre había tenido la sensación de que había un vacío entre
ellos. Lo mismo que ser amigos pero con derecho a roce. No existía ese “algo”
que le hiciese sentirse querido.
A su paso frente a la biblioteca, el chico suspiró, todavía
pensativo, sin embargo, la imagen del edificio le hizo volver en sí mismo
durante un instante. El suficiente como para recordar la imagen fotográfica de
la asesina.
Fue entonces cuando recordó haberla visto, justo el día
anterior a la masacre, al salir del trabajo. Ella caminaba por la acera de
enfrente y le llamó la atención el hecho de que no parecía encontrarse bien. En
ese momento, un coche pasó por delante, perdiéndola de vista un momento. Cuando
quiso darse cuenta, había desaparecido. La conclusión más lógica a la que llegó
fue que habría entrado en algún establecimiento.
Se preguntaba si, por entonces, ya estaría planeando el
asesinato de sus compañeros.
Un escalofrío recorrió su cuerpo. Tenía la sensación de haber
presenciado algo que no debiera. Por tanto, decidió olvidar el tema y centrarse
en sus labores.
Al día siguiente, mientras se dirigía de nuevo a clase, se
encontró con Mary. La joven estaba absorta en sus pensamientos, sin prestar
demasiada atención a su alrededor. Esto supuso una oportunidad para él, quien
se situó silenciosamente detrás de ella y la asustó, cogiéndola por los hombros.
-¡Ah! –gritó ella, encogiendo el cuerpo- ¡¿A qué ha venido
eso?!
Su reacción le extrañó. Se esperaba un grito sorpresa pero
aquello fue más parecido a la ira.
-¿Te encuentras bien? –preguntó Roger, en un tono más serio.
-S-sí, es sólo que... me has asustado...
-Ya veo...
Justo como ella le había dicho el día anterior, se conocían
desde hacía mucho tiempo, y al igual que ella sabía cuándo le preocupaba algo,
lo mismo se podía decir en su caso. No obstante, no había indicios de que
quisiese hablar sobre ello, así que decidió no indagar más.
Después de eso, no volvieron a dirigirse la palabra durante
lo que quedaba de camino. Eso cambió cuando apareció Josh, poco antes de que
entrasen en clase. De repente, se encontraba más animada e incluso fue a abrazarlo.
Los dos estuvieron hablando durante un buen rato, casi olvidando el hecho de
que estaba presente. Si no hubiese llegado el profesor, aquella situación
podría haber durado horas. ¿En serio su relación había evolucionado tanto en
tan poco tiempo?
Cuando salieron de clase, Mary le dijo que tenía que hablar
con un profesor, marchándose tan deprisa que ni siquiera le dio tiempo a
responder. La primera vez que hablaba con él desde lo sucedido por la mañana y
había sido para despedirse.
Poco después, volvió a ver a Josh, por lo que decidió
preguntarle si sabía lo que le ocurría a Mary. Así pues, se acercó a él, quien
le saludó alegremente.
-Hola. Roger, ¿verdad?
-Sí. Oye... ¿puedo hablar un momento contigo? Es sobre Mary.
-Por supuesto, dime.
-Ayer quedaste con ella, ¿verdad?
-Así es.
-¿Notaste algo extraño? ¿Algún comportamiento inusual?
-¿Eh?
-Sí, no sé. ¿La notaste más irascible?
-Pues... no, la verdad. Yo la vi igual que siempre.
-¿Estás seguro?
-Sí... –contestó Josh, mirándolo con preocupación, hecho del
que Roger se dio cuenta.
-V-vale...
Puede que estuviese exagerando las cosas. Al fin y al cabo,
no había hecho nada para enfadarla, ¿verdad?
Aquella noche, no pudo dormir. Lo ocurrido con Mary, así como
el estrés que ya llevaba encima por el trabajo y los estudios, le terminaron
pasando factura.
Sintiéndose incómodo acostado boca arriba y mirando al techo,
decidió levantarse e ir a por un vaso de agua. Sin embargo, cuando abrió la
puerta, lo que encontró frente a él no fue el corto pasillo que llevaba a la
cocina-salón. De repente, se hallaba en mitad de una sala ligeramente
rectangular, propia de un templo.
Había tres gruesos pilares de color rojo en cada uno de los
laterales. Éstos parecían viejos, ya que parte de la pintura se había degradado
y, sobre ellos, había una segunda planta, donde se podían observar barandillas
de madera en los bordes de los pasillos, permitiendo una buena vista de la
parte de abajo.
El suelo era de piedra, escalonado hacia el centro, donde se
situaba un altar de mármol blanco, desgastado y lleno de barro. Éste tenía un
dibujo tallado en el que aparecía un ser horrendo y abultado, de boca y dientes
grandes, éstos últimos, afilados como cuchillos; y unos largos y delgados
brazos que sobresalían de la parte de arriba de su cuerpo y descendían hasta
ponerse a la altura de los pies.
-¿Qué es esto? –preguntó el chico, asustándose y girando la
cabeza hacia atrás, dándose cuenta de que la puerta de su habitación había
desaparecido, siendo sustituida por una pared de madera roída- ¿Dónde estoy?
El joven no sabía qué hacer, si moverse o quedarse donde
estaba, con la esperanza de que aquella sala desapareciese y su lugar fuese
ocupado por las habitaciones de su piso. El silencio en aquella cámara, apenas
iluminada por un viejo candelabro colgado del techo, que disponía de varias
velas encendidas; era escalofriante. Daba la sensación de que cualquier sonido
que se presentase sería indicador de peligro.
Una ráfaga de viento, de origen desconocido, desplazó un gran
número de hojas otoñales dispersas por el suelo amontonándolas sobre el altar.
Como si de una señal se tratase, la parte de arriba de éste vibró, moviéndose
lentamente hasta dejar abierta una pequeña rendija que llevaba a una zona hueca
en su interior.
Roger quiso pensar que había sido cosa del viento, no
obstante, tal pensamiento se esfumó al ver una mano asomándose por la rendija,
separando todavía más la placa de mármol que cubría la parte hueca del altar.
-¡Joder! –exclamó, dando un par de pasos hacia atrás, hasta
que su espalda se dio contra la pared.
Detrás de aquella extremidad, apareció la contraria,
agarrándose a uno de los bordes. Ambas manos estaban despellejadas y
descompuestas, dándoles un aspecto asqueroso, y a ellas les siguió una cabeza
cubierta por una melena larga, negra y desordenada, pegada a un cuerpo ataviado
con un vestido negro.
Se movía tambaleantemente, doblando las articulaciones de
manera imposible hasta alcanzar una posición en la que la parte inferior del
cuerpo se encontraba 180º girada con respecto a la superior. De esa forma,
salió del altar a cuatro patas, con las manos por delante, giradas hacia la
cabeza y apoyando en el suelo la parte de atrás de las rodillas.
-¿Qué... coño... eres...? –preguntó Roger, temblando y con
los ojos desorbitados.
De repente, el ser corrió hacia él. La manera en la que se
desplazaba era inhumana, como si sus huesos y músculos tuviesen vida propia.
Eso por no hablar de la velocidad a la que lo hacía.
Reaccionando con rapidez, Roger echó a correr, rodeando el
altar y buscando un lugar por el que escapar. Sin embargo, lo único que vio que
pudiese darle cobijo fue el hueco del que había salido el monstruo.
Así pues, y pese a que no le hacía mucha gracia, alcanzó el
altar y se lanzó hacia su interior. Lo que no esperaba era que el fondo de éste
estuviese a varios metros de distancia, cayendo y cayendo hasta que su cuerpo
tomó contacto con una superficie dura y fría. De nuevo, todo quedó en silencio.
El lugar en el que estaba ahora se encontraba sumido en la
oscuridad. Da igual donde mirase, sus ojos no captaban ni un ápice de luz.
Tanteó el terreno en busca de algo que le pudiese servir de guía, puede que
incluso un objeto para defenderse. Al principio, sólo tocaba suelo, lo que le
hizo cuestionarse cómo era que no se había matado o fracturado algún hueso,
dada la altura desde la que había caído. No tardó en encontrar un instrumento
desconocido que palpó lentamente con sus manos. Su forma era alargada y
estrecha, y debía de medir unos pocos centímetros. Sus extremos eran curvados
y, al cogerlo, se dio cuenta de su rigidez.
Fue entonces cuando descubrió de qué se trataba, dejándolo
caer y arrastrándose hacia atrás para alejarse, pero sus manos dieron con más a
su espalda, provocando que se levantase asustado.
En ese instante, una tenue luz blanca iluminó la escena a
través de una pequeña rendija en la parte de arriba de una de las paredes,
permitiéndole ver una sala llena de huesos de cadáveres humanos amontonados a
su alrededor. Cráneos, húmeros, pelvis... todos tipo de huesos pertenecientes a
personas cuya edad le pareció indescifrable, dado el estado de su mente.
Un ruido le hizo estremecerse. Venía desde arriba y sonaba
como un insecto moviéndose. De esta manera, volvió a aparecer ante él el ser
que había visto en la sala anterior, sólo que esa vez pudo ver su rostro, una
cara con el mismo aspecto que sus manos, las cuencas de sus ojos vacías y su
boca cosida.
Esta vez se quedó paralizado, su cuerpo había dejado de
responderle, permitiendo que el monstruo se le acercase y se pusiese en pie,
demostrando ser más alto de lo que había imaginado.
-Tu deseo... –comenzó a decir con voz grave- Yo cumpliré tu
deseo...
-¿Qué... eres...? –susurró el chico, incapaz de elevar más su
tono.
-Yo... soy... tú...
Tras esto, el ser le cogió del pelo y situó los dedos sobre
su frente. Éstos atravesaron poco a poco su piel como afiladas garras,
provocándole un terrible dolor.
-¡AAAAAH! ¡AAAAAAAAH! –gritó Roger, intentando apartar su
mano pero siendo incapaz de superar la fuerza sobrehumana de aquel monstruo.
Su sufrimiento no hizo más que acentuarse cuando empezó a
despellejarlo vivo, haciendo tracción hacia abajo, sacando párpados, nariz,
labios... mientras los gritos de agonía retumbaban en la sala. La sangre
salpicaba al ser. No tardaría en morir por el dolor. Pero a su agresor no le
importaba, continuando con su cuello y pecho mientras su boca era descosida y
abierta, tomando dimensiones inimaginables, acercándose a él para devorar su
carne con sus dientes grandes y puntiagudos.
Entonces, despertó en su cama, la cual estaba llena de sudor,
los ojos muy abiertos y una extraña sensación en su trasero que no hizo más que
avergonzarle, debido a su mal olor. Y pese a ello, no quería levantarse. Tenía
miedo de que si cruzaba de nuevo esa puerta, volviese al mundo de los sueños en
el que creía haberse metido.
Así pues, esperó. Esperó horas y horas despierto hasta que,
con la luz del día, pareció sentirse más a salvo y con el valor suficiente como
para ir al aseo y pegarse una ducha de arriba abajo.
Su expresión en el espejo era horrible. Tenía ojeras y
enrojecimiento. Debía de haber estado llorando sin siquiera percatarse.
Se lavó también la cara y se vistió, mirando posteriormente
la hora.
-Hoy tengo clase... –se dijo a si mismo, situado en mitad del
pasillo y volviendo la mirada hacia la puerta de su habitación.
Un momento le bastó para decidirse a salir a la calle. No
quería estar en el piso. No después de lo ocurrido, de esa sensación de dolor
que casi lo había matado. En el baño, incluso había llegado a tocar varias
veces su cara, comprobando que seguía en el mismo sitio.
“¿Qué ha sido eso? ¿Qué ha sido eso? ¿Qué ha sido eso?”, se
preguntó una y otra vez mientras sus pies se desviaban del camino hacia la
universidad, adentrándose en un parque cercano. No sabía bien por qué había ido
a parar precisamente ahí, tan sólo necesitaba huir.
Mentalmente cansado, se apoyó en los barrotes de un columpio
e intentó respirar hondo.
“Cálmate. Sólo ha sido una pesadilla. Una terrible pesadilla.
Sólo eso...”. Por muy real que pareciese, no podía dejarse llevar por sus
emociones, debía tranquilizarse.
De esa manera, consiguió disminuir su ansiedad y su miedo,
sentándose en uno de los viejos columpios que apenas le levantaban del suelo.
-Me va a costar volver –dijo, sintiéndose estúpido.
-¿Huh? ¿Roger? -una voz casi le hace caerse al suelo,
descubriendo el rostro de Mary frente a él- Tienes mala cara. ¿Qué ha pasado?
–continuó, moviendo su flequillo para verle mejor.
-Nada, sólo ha sido una pesadilla.
-¿Una pesadilla?
-Una muy real.
-Si te hace sentir mejor, puedes contármela.
-Preferiría que no... quiero olvidarme de ella lo antes
posible...
-¿Estás seguro?
-Sí.
-De acuerdo. No te obligaré a hacerlo pero, al menos, déjame
sentarme a tu lado. Me quedo más tranquila si no te dejo solo –indicó, al
tiempo que se sentaba en el columpio de al lado.
-Qué raro... –comentó el joven.
-¿A qué te refieres?
-Ayer parecías... no sé... enfadada conmigo. Y ahora...
-Ah... bueno... es que Josh me dijo algo... un poco
extraño... sobre ti... pero ahora sé que todo era mentira. No sé por qué confié
en él.
-¿De qué estás hablando?
-Así que estabas aquí, Mary.
Antes de que pudiese responderle, Josh apareció. Su expresión
era más seria de lo que Roger recordaba, tensando el ambiente.
-Ya te dije que no quería verte, Josh. No después de lo de
ayer.
-Fue un accidente, ¿vale? Ya te dije que no volverá a
ocurrir.
-Lo siento, pero no soy de ese tipo de chicas que se creen lo
que les dice alguien que les ha golpeado.
No pudo creer lo que estaba escuchando. ¿Quería decir que le
había pegado? Si hasta hoy le había parecido la persona más amable del mundo.
Si era así, estaba claro que le había juzgado mal...
-Vamos, ven conmigo. Te prometo que te compensaré.
-Déjala en paz, por favor –intervino Roger, levantándose del
columpio y enfrentándose a él-. Y lárgate de aquí antes de que llame a la
policía.
-Oye, esto no te incumbe.
-No, Josh. Sí que le incumbe. Y más después de que intentases
volverme en su contra. Haz lo que te dice o no volverás a ver a nadie, mucho
menos a mí –dijo mientras sacaba el móvil.
Entonces, Josh levantó las manos en señal de rendición y dio
un par de pasos hacia atrás.
-De acuerdo, no te molestaré más. Espero que lo paséis muy
bien juntos.
Tras esto, dio media vuelta y se marchó del parque.
-¿De verdad hizo lo que has dicho?
-Sí...
-Entiendo... lo siento...
-¿Lo sientes?
-Te dije que no te preocupases, que parecía buena persona. Si
hubiese sabido que era de esa forma...
-¿Eres tonto? ¿Cómo ibas a saberlo? Además, también me dijiste
que era conveniente conocerle mejor, así que eso he hecho. Y, cuando te
pregunté, sólo buscaba consejo, habría salido con él aunque me hubieses dicho
que no.
-Sí, supongo que sí...
Desde ese momento, ninguno de los dos volvió a tener contacto
con Josh. Ni siquiera le vieron por la universidad. Asimismo, la relación entre
Roger y Mary volvió a la normalidad e incluso, desde el punto de vista del
chico, se hizo más fuerte. Aunque, tenía la sensación de que era una manera que
tenía ella de disculparse por haber desconfiado de él. Por otro lado, pese a
que le preguntó, no le reveló lo que le había dicho Josh para que dudara de él
pero prefirió dejarlo estar y zanjar ese tema.
Pasó el tiempo y, así, se cumplió una semana desde lo
ocurrido ese día. Le había costado volver a dormir tranquilo por las noches,
teniendo incluso que esconder un cuchillo debajo de la almohada para sentirse
más seguro, sin tener la menor idea de si serviría de algo. Pese a todo, había
logrado estabilizarse, teniendo todavía algunas reminiscencias sobre ese sueño,
que le hacían mirar a un lado y a otro cuando caminaba de noche por el pasillo
que llevaba a su habitación, como un niño con miedo a la oscuridad.
Una tarde, Roger se encontraba en su piso, a punto de irse a
trabajar, cuando recibió una llamada de su hermano.
-¡Roger, tienes que ir a casa de Mary! ¡Rápido!
-¡¿Qué ocurre?! –preguntó el chico, alterado al oír la voz de
su hermano.
-¡No estoy seguro! ¡La he llamado porque quería preguntarle
algo de la facultad, y entonces, se ha escuchado un ruido muy fuerte y a ella
gritando! ¡Después, la llamada se ha cortado!
-¡Oye, Frank, si se trata de una broma, no tiene gracia!
-¡Que no es una broma, joder! ¡El ruido parecía de alguien
echando la puerta abajo! ¡He llamado a la policía pero no sé cuánto tardarán!
-¡Hostia puta! ¡Vale, ya voy!
Dicho esto, cogió el primer objeto que vio y le pareció útil,
un paraguas, y salió rápidamente por la puerta. Acto seguido, se dispuso a
recorrer la distancia que le separaba de la casa de Mary, la cual se encontraba
a tres calles de su piso, por lo que calculaba que llegaría en menos de cinco
minutos si iba a buen ritmo.
Cuando llegó, observó un bloque de apartamentos de dos pisos,
protegido por una valla. Ésta era difícil de saltar pero, por algún motivo, se
encontraba entreabierta, y el portero no parecía estar por la zona.
-¡Qué oportuno! –exclamó el chico. Aunque aquello le
convenía, pues le permitió entrar dentro y subir las escaleras que le llevarían
hasta el piso.
Lo primero que encontró fue la puerta de entrada con la
cerradura rota y abierta de par en par. El recibidor estaba ligeramente
iluminado pero no había nadie a la vista. Sin darle importancia, irrumpió en su
interior y recorrió el pasillo principal hasta encontrar a Josh delante de una
puerta, a la que pegaba patadas.
-¡Sal de ahí! –le escuchó gritar. El chico tenía una herida
en la cabeza, la cual sangraba, y sujetaba un cuchillo de cocina con una de sus
manos.
Roger, no se lo pensó dos veces y se lanzó hacia Josh para
placarle, provocando que éste soltase su arma, terminando ambos en el suelo.
Entonces, aprovechando el efecto sorpresa, golpeó su mejilla con el mango el
paraguas y le rompió un par de dientes, intentando continuar con otro en el
mismo sitio pero siendo empujado por su pierna. De esa manera, se cambiaron las
tornas, situándose Josh encima de él y apretando su garganta con las dos manos.
El chico intentó librarse, pero las manos de su agresor eran
más largas que las suyas, lo que le dificultaba el hacer fuerza con sus brazos,
por no hablar de que estaba empezando a perder el conocimiento.
-¡Todo esto es por tu culpa! ¡Si tú no existieses, ella ahora
estaría conmigo! –gritó Josh, con una expresión de locura e ira en su rostro,
propia de un asesino de película.
Cuando pensaba que no lograría salvarse, Mary apareció con el
cuchillo que se había caído, clavándoselo a Josh en la espalda una, dos e
incluso tres veces; y una cuarta en el cuello.
Los gritos de dolor del chico resonaron en sus oídos hasta
que la última puñalada lo silenció, acabando como peso muerto sobre el cuerpo
de Roger, quien tosió una vez su garganta quedó liberada.
Una vez pudo quitarse de encima el cuerpo, se dirigió hacia
Mary, que yacía de rodillas con las manos sobre sus ojos, llorando y temblando.
Se le ocurrió preguntarle si estaba bien pero saltaba a la vista que era una
pregunta estúpida, así que decidió abrazarla con la esperanza de tranquilizarla
aunque, dado el temblor se sus propias manos, casi sería mejor que primero se
tranquilizase él.
-Ya ha pasado todo. No te preocupes. Ya ha pasado todo.
Así se mantuvieron durante
unos segundos hasta, finalmente, separarse.
-G-gracias... –dijo ella, todavía con voz temblorosa-.
Conseguí golpearle... y escapar hacia mi dormitorio... pero, si no hubieses
aparecido... no sé... no sé lo que habría pasado...
-En cuanto Frank me llamó, no me lo pensé. Simplemente vine.
Si te hubiese pasado algo... no me lo habría perdonado...
-Siempre e-estás... cuando t-te necesito, ¿eh?
-Al igual que tú. Eres la persona más importante para mí...
Los dos se miraron. De repente, delante de ellos no había un
amigo ni una amiga, sino algo más. Alguien por quien serían capaces de dar su
vida.
Con este pensamiento, acercaron sus labios y se besaron. No
era la primera vez pero se sentía como si lo fuese, como si estuviesen
haciéndolo con una persona diferente a como era antes. Los ojos cerrados,
dejando pasar el tiempo.
-Me alegra ver que disfrutas de haber cumplido tu deseo –dijo
una voz grave en la mente de Roger, obligándole a abrir los ojos y darse cuenta
de una realidad de la que preferiría haberse mantenido al margen.
A quien estaba besando no era Mary. Bueno, si lo era, pero no
con el aspecto que debiera tener en condiciones normales, pues su rostro, al
igual que casi toda la parte de delante de su cuerpo, estaba despellejado,
exponiéndose sus vísceras, músculos y hasta huesos. El chico no se movió,
manteniendo cogida la cabeza exenta de párpados, nariz, labios y otras
facciones, del cadáver que ahora era su amiga. El shock era tal, que su mente
no podía procesarlo.
Una extraña sensación recorrió su cuerpo, descendiendo gotas
de sangre por su frente y sintiendo un ligero peso extra. Y es que, pese a que
no se había dado cuenta de ello, y tampoco se encontraba en condiciones para
comprobarlo, llevaba encima la piel que le había sido arrancada a Mary, como si
de una especie de capa se tratase.
El cuerpo de Josh también estaba allí, pero en lugar de haber
recibido las puñaladas por parte del cuchillo de cocina de Mary, éstas procedían
del que Roger había mantenido bajo su almohada por las noches. Aunque él no lo
supo hasta que a su mente vinieron las imágenes de los atroces actos que había
cometido, asesinando a Josh y cortando la piel de Mary mientras estaba viva e
inmovilizada.
-Habrían hecho una buena pareja pero tú querías estar con
ella. Tu amor era mucho más fuerte. Al final lo has conseguido, siempre estará
pegada a ti...
-¡Policía! ¡Ponga ahora mismo las manos en alto y deje lo que
esté haciendo! –dijo un oficial, desde la esquina que conectaba un pasillo con
otro.
-Dios santo... –comentó otro al ver aquella escena.
“El amor es bello y a la vez
cruel”. Era una frase que había escuchado muchas veces en boca de otras
personas...
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