“Dicen que una de las secuelas que puede
dejar la maldición de un demonio o un ángel es que pierdas los recuerdos sobre
lo que te ha sucedido antes de morir. En el caso de Asari, ella había sido
consciente de que algo le había ocurrido, tomando la creencia de que estaba
muerta. Y, al cabo de un tiempo, todo lo acontecido hasta el momento de su
“muerte” llegó a ella de repente, incluido el motivo por que el que había
vagado en soledad durante tantos días: el abandono de sus padres, quienes, al
no poder mantenerla la habían dejado a su suerte en un lugar apartado a fin de
que no pudiese volver hasta ellos.
-Así que para ellos era como un perro. En
cuanto vieron que no podían cuidarme me abandonaron... –fue lo que dijo poco
después de recuperar la memoria.
Por suerte para ella, Baal se había
convertido en el sustituto de sus padres, y no necesitaba a nadie más a su
lado. Los años que llevaba con él habían sido los mejores de su vida, sin falta
de comida, agua o cariño. Para nada le importaba el hecho de que, fuese un
demonio o de que estuviese buscado por los humanos.
-¿Para qué te buscan?
-Para matarme –contestó Baal una vez Asari
le preguntó.
-¿Es que has hecho algo malo?
-Supongo que, desde su punto de vista, sí.
Digamos que ser un demonio es algo que ellos consideran malo.
-¿Por qué?
-La verdad es que no sabría contestarte a
esa pregunta. En cualquier caso, es lo de menos, lo importante es que aquí
estamos seguros y no tenemos que preocuparnos de ellos.
Aun así, ella no podía evitar sentirse
preocupada cada vez que el demonio salía de casa, pensando que quizás le
descubriesen pese a que siempre iba cubierto y utilizaba su poder para pasar
desapercibido.
La joven nunca había llegado a saber que
había debajo de la vestimenta que apenas dejaba ver su cuerpo. No podía evitar
sentir cierta curiosidad pero había decidido no invadir su privacidad.
En cualquier caso, lo que probablemente más
la perturbaba, eran sus propios sentimientos hacia Baal. Entrada en la
adolescencia, había comenzado a verlo como algo más que un padre: como un
salvador. Habiendo conocido únicamente el amor por algunos libros que le había
traído el demonio, y que tocaban el tema de manera superficial, se sentía
confusa, además de verse agravadas sus preocupaciones por la seguridad de su
padre.
Un día, la joven se hallaba practicando con
su rifle sobre dianas que ella misma había fabricado. Aunque Baal había
intentado enseñarle teletransportación, aprovechando el poder adquirido al
estar maldita, sólo había conseguido utilizarlo sobre sí misma, pudiendo
desplazarse unos pocos metros. Esto habría deprimido a Asari de no ser porque
también había conseguido hacer aparecer un rifle francotirador, en cuyo manejo
había centrado su entrenamiento.
Ese día, su padre apareció por la puerta de
la casa en la que vivían, atravesando el jardín y dirigiéndose hacia el lugar
en el que entrenaba.
-He de irme a hacer unos recados.
-¿Cuándo vas a dejar que me encargue yo?
–preguntó Asari, deteniéndose en sus quehaceres.
-Ya te dije que cuando cumplas los
dieciocho. Falta poco para ello, así que se una buena chica y espera hasta
entonces. Además, primero empezarás acompañándome a mí antes de que empieces tú
sola.
-Pero... yo soy humana... hay menos
posibilidades de que vayan a por mí, ¿no?
-Al estar maldita, tienes Setten corriendo
por tu cuerpo. Si no sabes cómo ocultarlo, los humanos te encontrarán y te
matarán independientemente de que seas humana o no.
-He estado entrenando para ocultar mi
Setten. Estoy segura de que puedo pasar desapercibida.
-Hasta que yo no sea capaz de detectarte no
te dejaré vagar sola fuera del bosque.
-Te preocupas demasiado...
-Por supuesto que lo hago –el demonio se
acercó y la abrazó-. Eres mi hija, Izu.
Izu. Ni siquiera tenía recuerdos de sus
verdaderos padres llamándola de esa manera. Cada vez que lo hacía se sentía
reconfortada.
-No creas que te vas a salir con la tuya por
llamarme así –respondió ella.
-Siempre me salgo con la mía –comentó él,
separándose de Asari y disponiéndose a marcharse-. Volveré al mediodía.
-¡Más te vale! ¡O no habrá plato para ti en
la mesa! –exclamó, justo antes de verle desaparecer.
Exhalando un largo suspiro, decidió
continuar disparando a las dianas. Si bien era cierto que deseaba empezar a
salir del bosque, no pretendía desobedecer las órdenes que se le habían dado.
Al fin y al cabo, si durante los, aproximadamente, seis años que llevaba allí,
no había pasado nada, lo mejor era no hacer algo que pudiese alterar la paz de
la que disfrutaban.
Fue en ese momento cuando escuchó un sonido
entre los árboles que la alteró, provocando que apuntase hacia el foco del
sonido con el cañón de su rifle. A primera vista no divisó nada, pese a ello,
recordó lo que le habían explicado en caso de que un desconocido llegase hasta
la casa: correr a refugiarse y apuntar desde allí con su arma. Así pues,
dirigiéndose hacia el estrecho camino del jardín, llegó hasta la puerta y la
abrió, apostándose en la entrada de cuclillas mientras mantenía su punto de
mira sobre los árboles.
Debió de pasar como un minuto entero, con la
respiración agitada, hasta que observó otro movimiento detrás de uno de los
troncos. Mostrándose el cuerpo de una niña que avanzó dos pasos hacia el claro
antes de caer al suelo como un peso muerto, sin mostrar signos de volver a
levantarse.
Sorprendida, Asari, apartó la vista de la
mirilla de su rifle, expandiendo su campo de visión e intentando vislumbrar a
algún otro ser vivo que pudiese estar acompañándola, no obstante, nada más hizo
acto de presencia.
De esa forma, decidió levantarse y comenzar
a andar muy despacio hacia la pequeña, siempre vigilando sus alrededores.
Cuando llegó hasta allí, se dio cuenta de que debía de tener más o menos la
misma edad que ella cuando la encontró Baal, puede que incluso menos. Su
vestimenta, no obstante, estaba en mejor estado, consistiendo ésta en una
camiseta de color rojo y una falda blanca machada por la tierra. Tenía el pelo
de color negro, llegándole hasta los hombros y no alcanzaba a verle la cara ya
que la mayor parte de ella se encontraba hundida en la hierba.
Con cuidado, se agachó para mirar si tenía
pulso, comprobando que tan sólo estaba inconsciente. También pudo notar una
delgadez considerable en sus brazos y piernas, así como en la parte visible de
la cara.
La pregunta era: ¿cómo había conseguido
llegar hasta allí? Toda la zona estaba llena de trampas y alarmas conectadas al
Setten de Baal de forma que, si cualquier humano se acercaba demasiado a la
casa, el demonio sabría de su existencia, teletransportándose enseguida, de ser
necesario. Sin embargo, no se había dado el caso, ya que habían pasado varios
minutos y seguía sin aparecer.
En ese instante, Asari, quien cacheaba a la
niña para comprobar la existencia de cualquier anormalidad u objeto extraño,
palpó un pequeño saliente en el centro de su cabeza. Al apartar el cabello, se
dio cuenta de que se trataba de un cuerno. Aquella niña era una demonio.
-Por eso las trampas no la han detectado,
¿eh? Sólo se pusieron para humanos ya que ni siquiera pensó en la idea de que
un demonio significase una amenaza. ¿Qué debería hacer? Parece deshidratada y
mal nutrida... –se preguntó a sí misma levantando la mirada hacia el bosque y
desplazándola de nuevo hacia la pequeña. Aunque no tenía claro si sería buena
idea llevarla al interior de la casa sin el permiso de su padre, Asari no podía
dejarla allí. Además, teniendo en cuenta que se trataba de una demonio, dudaba
que existiese algún peligro, por no decir que era una niña.
-¡Agh! –profiriendo un grito de rabia por su
propia indecisión, zanjó la situación cogiéndola con uno de sus brazos y
encaminándose hacia su hogar.
Una vez hubo vuelto Baal, sujetando una caja
de cartón de mediano tamaño, con tapadera de color rosa y cuerpo cian, adornado
con líneas del mismo color que ésta; abrió la puerta y se encontró a Asari en
el pasillo, quien iba en dirección al dormitorio llevando un plato con comida.
-¿Huh? ¿Tienes planeado comer hoy en el
dormitorio? –preguntó el demonio, extrañado.
Mirando el plato con cara de circunstancias,
la chica bajó la cabeza.
-¿Me prometes que no te vas a enfadar?
–preguntó tímidamente.
Así pues, lo llevó hasta la habitación,
donde, sobre la cama, descansaba la niña. Cerca había dos recipientes de
cerámica, uno más pequeño, utilizado para beber, y otro más grande, que servía
para llenar el primero. La demonio tenía los ojos cerrados pese a que ya había
recuperado la consciencia, no obstante, los abrió una vez se acercaron los
otros dos inquilinos de la casa.
Su primera reacción al ver a Baal fue la de
echarse hacia atrás asustada, pese a que la cabecera de la cama no se lo
permitía.
-Tranquila –dijo Asari, con voz amable y
mientras le presentaba el plato de comida-. Él es un demonio al igual que tú.
No te hará daño.
Por su parte, Baal le echó un vistazo
rápido, como queriendo confirmar las palabras de su hija.
-La vi salir de entre los árboles. Estaba
deshidratada y tenía hambre, así que decidí ayudarla. Sé que es una desconocida
pero... pensé que, siendo una demonio, no habría nada de malo... –explicó
mientras intentaba analizar la reacción de Baal, guiándose por sus movimientos
más que por otra cosa.
Entonces, él levantó una de sus manos y la
posó sobre la cabeza de la chica.
-No... no pasa nada... aunque después me
gustaría hablar contigo, Izu –dijo antes de marcharse de la habitación, dejando
a Asari sin estar segura de si realmente se lo había tomado bien o mal.
Después de que la niña demonio terminase la
comida y se quedase dormida, la adolescente se encaminó hacia la cocina con el
plato vacío. Allí, la esperaba su padre.
-¿Qué querías decirme?
-Antes de nada, déjame decir que no estoy
molesto o enfadado porque la hayas traído aquí. Es más, creo que hiciste lo que
debías. Sin embargo, no creo que podamos mantenerla durante mucho tiempo.
-¿Por qué? Es sólo una niña.
-Lo sé, pero no sabemos de donde procede.
Quizás haya tenido contacto con humanos y la hayan seguido hasta aquí.
-Lo mismo podrías haber pensado de mí cuando
me recogiste, ¿verdad?
-Eso... es diferente...
-¿Por qué?
-...
-¿Es por qué tú no estabas ahí? ¿Porque no
pudiste asegurarte de que no hubiese enemigos que la siguiesen? Baal, por
favor, confía más en mí. Sé que todavía soy inexperta pero ya soy capaz de
luchar y de defender este lugar.
-Tienes razón, Izu, pero no sabes de lo que
son capaces los humanos.
-Incluso así... dejarla a su suerte... me
parece demasiado cruel...
Ambos se quedaron en silencio durante unos
segundos, sin tener claro hacia donde llevar la situación.
-De acuerdo –dijo Baal-. Hagamos una cosa.
Te encargarás de cuidar de ella y vigilarla. Si al cabo de una semana eres capaz
de asegurarme que no va a pasar nada, entonces podrá quedarse.
-¿Lo dices en serio?
-Por supuesto. Confío en ti, Izu.
-Gracias –contestó la joven, alegremente.
-Y recuerda lo que siempre te digo...
-“Conserva la vida que se te ha dado”. Lo
sé. Si has dicho que confías en mí, demuéstralo un poco más –replicó
-Lo siento...
Al día siguiente, Asari se encontraba junto
a la pequeña demonio, enseñándole el jardín. Puesto que estaba mejor, pensó que
sería bueno que le diese el aire y ejercitase las piernas a fin de no perder
movilidad. Algo tranquilo como un paseo por el claro funcionaría.
Baal había vuelto a salir ya que necesitaban
más alimentos antes de que llegase el invierno, más si iban a tener otra boca
que alimentar.
Por su parte, la niña no era muy habladora.
De hecho, no decía nada pese a los esfuerzos de la chica por intentar entablar
una conversación con ella.
-¿Te gustan las flores? –preguntó señalando
las que había en el jardín, a lo que ella contestó observándolas con cierta
indiferencia.
Asari pensó que quizás necesitase algo de
tiempo para adaptarse tanto al entorno como a ellos. De todos modos, no tenía
muy claro que hacer para facilitar el proceso.
De repente, se dio cuenta de que la pequeña
miraba al bosque con curiosidad. No parecía haber nada en él, aun así, no
apartaba la vista de los árboles.
-¿Te apetece que vayamos al bosque? Aunque
tienes que saber que tengo prohibido salir de él. ¿Te parece bien?
La demonio asintió, dándole algo de
tranquilidad al ver que, por lo menos, reaccionaba a lo que decía.
Así pues, las dos se adentraron en el
bosque, y llegaron hasta el río.
-Aquí la corriente no es muy fuerte. Mm...
¿te apetece bañarte? –preguntó de manera casual, a lo que recibió un segundo
asentimiento.
-¡Bien!
Acto seguido, la joven se desnudó, ayudando
a la pequeña a hacer lo mismo. Al quitarle la camiseta observó que tenía varias
cicatrices en el torso y una en el cuello.
-¿Cómo te hiciste esto? –preguntó,
acariciándolas suavemente con expresión de preocupación.
Al sentir el contacto, ella apartó,
rechazando a Asari y cubriéndose con ambos brazos.
-¡Ah! ¡Lo siento! Si es algo de lo que no
quieres hablar no te obligaré a hacerlo.
Tras un incómodo silencio, la demonio volvió
a permitir que continuase desvistiéndola. Una vez hecho, ambas se introdujeron
en el agua poco a poco.
-¡Está fría! –exclamó Asari, quien levantó
el pie por la sorpresa antes de volver a meterlo en el agua.
Al contrario que a ella, a su compañera no
parecía importunarle la temperatura del río. De hecho, se la veía muy relajada,
provocando que Asari se preguntase si ya estaba acostumbrada a ese tipo de
cosas.
-Si es así, es posible que esto le ayude a
ganar más confianza y decida hablar conmigo –murmuró, contenta.
Durante aproximadamente una hora,
disfrutaron del baño al aire libre. Sin embargo, en cierto momento hubo algo
que la desconcertó.
La niña se había detenido en un punto
concreto del río, mirando las piedras y sedimentos bajos sus pies. Entonces se
agachó y alargó la mano como si pretendiese coger algo, llegando a zambullirse
para poder tocar el suelo. Posteriormente, volvió a su posición original y
continuó nadando como si nada hubiese sucedido.
-¿Algún tipo de juego? –le preguntó Asari, a
lo que ella contestó afirmativamente mediante gestos, señalando con el dedo a
su espalda. Cuando se giró, la joven observó un movimiento entre los árboles
que la hizo levantarse e invocar su rifle, apuntando al frente. Sin embargo,
quien apareció no fue un enemigo, sino su padre.
-¡Ah! ¡Estabais aquí! ¡Os estaba buscando!
-¿Baal?
-Os estáis dando un baño, ¿eh?
En ese momento, se dio cuenta de que estaba
completamente desnuda, respondiendo mediante una lluvia de disparos hacia el
demonio mientras su cara se enrojecía por la vergüenza.
-¡Fuera de aquí!
-¡Pero, ¿qué pasa?!
-¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fueraaaaaa!
Tiempo más tarde, los tres se encontraban
junto a la mesa de la cocina. Baal, con una sonrisa irónica en su rostro;
Asari, molesta; y la niña, ausente, con la mente, aparentemente, puesta en otra
cosa.
-Vamos, vamos, no ha sido para tanto. Cuando
eras más pequeña no le dabas importancia a que te viese desnuda.
-¡Tú lo has dicho! ¡Cuando era pequeña!
¡Ahora es diferente!
-Ya veo. Debe de ser lo que llaman “la edad
del pavo”...
-¡Que no es eso! –gritó la joven, alzándose
de la silla y golpeando la mesa con las dos manos.
-¡Vale! ¡Vale! ¡Lo siento! ¡Culpa mía!
–respondió el otro, levantando las manos en señal de rendición.
Después de que su hija volviese a sentarse,
Baal exhaló un profundo suspiro, aliviado de que las cosas se hubiesen calmado
un poco.
-Dime... Baal... ¿Qué... piensas de mí?
–dijo Asari, desviando la mirada hacia un lado.
-¿Que qué pienso de ti? Bueno, pues que eres
una chica obediente, trabajadora, responsable...
-No me refiero a eso...
-¿Entonces?
-Verás... –conforme avanzaba la
conversación, se ponía más nerviosa- ¿Qué... opinas de mí... como... m-m...?
-¿M...?
-¡¿Qué opinas de mí como mujer?! –soltó de
golpe, cerrando los ojos cono si pretendiese esconderse de su mirada.
-Ah... –confuso por no entender el porqué de
la pregunta, aunque comprendiendo su significado, el demonio tamborileó con los
dedos en la mesa- Yo... nunca me había planteado algo así... quiero decir, sólo
te veo como a una hija así que...
-Ya veo... –dijo la joven, bajando los
hombros-. Verás... es que...
Quería decirle que ella sí que sentía algo,
pese a no estar segura de sus sentimientos, sabía que estos iban más allá del
amor familiar. Si era así, sólo se le ocurría una respuesta pero no se atrevía
a decírsela. Puede que porque sabía que no serviría para nada, o por no tener
claro ni lo que ella misma quería. En cualquier caso, no podía expresarlo.
-Me voy al dormitorio.
-¿Izu?
Sin decir nada más al respecto, se marchó
junto a la niña. Desde ese día, la relación entre ambos fue más distante de lo
que jamás había sido durante sus años juntos.
A lo largo de la semana, Asari continuó
dando pequeños paseos por el bosque con la pequeña demonio. Le daba la
sensación de que, poco a poco, no sólo estaba consiguiendo animarla sino
también que se abriese más a ella. Incluso si seguía sin mediar palabra,
mostraba interés en que le hablase más sobre el lugar en el que vivía. No
obstante, a veces creía ver en ella una tristeza que no alcanzaba a comprender.
Así pues, pasaron los días y llegó el
cumpleaños de Asari. Al igual que otras veces, los tres se encontraban comiendo
en la cocina, en silencio, sin siquiera hacer referencia a la importancia del
día.
-Oye, Izu... –dijo Baal, dando el primer
paso para cambiar aquella incómoda situación- ¿Estás enfadada conmigo?
-No...
Y era la verdad. No es que estuviese molesta
con el demonio, sino que tenía miedo de que sus sentimientos fuesen a más y
llegasen a ser descubiertos.
-Entonces, ¿por qué estás así?
-Eso es algo que no puedo decirte
–levantándose de la mesa, Asari se dispuso a marcharse de la habitación-. No
tengo más hambre –indicó dirigiéndose hacia el exterior de la casa, habiendo
dejado parte de su comida encima de la mesa.
-¡Izu! –exclamó Baal. Sin moverse de su
sitio, el demonio giró la vista hacia el lado. Descansando sobre el suelo,
estaba la caja rosa y cian.
Asari, pateó la hierba, irritada. ¿Realmente
era eso lo que quería hacer? Fue lo que se preguntó justo cuando varias figuras
se adentraron en el claro, sorprendiéndola.
Al momento, hizo aparecer su rifle y apuntó
a uno de ellos, no obstante, una especie de red se le echó encima, no sólo
haciendo desaparecer su arma sino ajustándose a su cuerpo de manera que impidió
cualquier movimiento por su parte, haciéndola caer a tierra.
Los individuos se acercaron entonces a ella.
Debían de ser unos cinco o seis pero llevaban consigo artilugios que no había
visto nunca. Por su aspecto, diría que se trataba de humanos.
-¡Comprobad la presa! –gritó uno de ellos,
mientras otros dos la forzaban a levantarse y la miraban de arriba abajo como
si fuese un monumento.
-Es la humana de la que nos habló.
-¡Mierda! Bueno, no hay mal que por bien no
venga, quizás la podamos usar como rehén para atraer al demonio –tras esto,
hizo una señal para que avanzasen hacia la casa, situándose enfrente, a una
distancia prudente. Asari intentó por todos los medios volver a invocar su
rifle, sin embargo no lo conseguía, como si hubiese perdido esa capacidad.
-Ni lo intentes, guapa. Esta red está hecha
para evitar que pueda utilizar Setten, así que tus poderes demoniacos no sirven
para nada –le explicó otro de ellos.
-¡Demonio! ¡Tenemos a la humana! ¡Sal de tu
guarida y te prometo que no le haremos daño!
Poco después, Baal abrió la puerta. Llevaba
en sus manos la caja y a su lado se situaba la pequeña demonio.
-Así me gusta. Que seas rápido.
-¿Cómo habéis conseguido entrar? –preguntó
Baal.
-Pregunta que como hemos conseguido entrar
–dijo el que estaba manteniendo la conversación con él, mientras se giraba
hacia sus compañeros, quienes rieron socarronamente-. ¡Esa niña que está a tu
lado sabrá contestarte, ¿verdad?!
Asari fijó su mirada en ella, quien, con
expresión triste, habló por primera vez desde que la conocía.
-Yo fui quien les reveló vuestra posición y
quien desactivó las trampas que impedían el paso a los humanos.
-¿Quien desactivó las trampas? –murmuró
Asari, mientras recordaba el momento en que la vio agacharse en el río- Así que
por eso querías ir al bosque...
-¿Por qué lo hiciste? –preguntó Baal.
-Ellos... tienen presa a mi familia...
amenazaron con vender sus órganos si no les conseguía algo mejor. Después de
vagar sin rumbo fijo conseguí llegar a este claro y os encontré. Les avisé
entonces de que estabais aquí pero no podían adentrarse en el bosque debido a
tus trampas...
-Así que las desactivaste para ellos. Sí, me
hago una idea. Ya que son trampas para humanos, sólo otro demonio sería capaz
de hacerlo. Aun así, tienes que ser muy hábil para conseguirlo.
-Lo siento.
-No te culpo. ¡De acuerdo! ¡Vosotros soltáis
a la chica y yo me voy con vosotros! ¡Si eso es lo que queréis, no tendré
problemas en cumplirlo!
-¡¿De qué estás hablando, Baal?! ¡¿Crees que
voy a dejarte hacer algo así?! –gritó Asari.
-¡No tenemos otra opción! ¡¿O acaso puedes
hacer algo al respecto, Izu?!
Tenía razón. En la posición en que se
encontraba, sólo conseguiría empeorar las cosas si intentaba hacer algo
sospechoso. Pero no podía dejar que se lo llevasen.
-Antes de nada, necesitamos saber en qué
consisten tus habilidades. Al fin y al cabo, el trato era que le devolveríamos
a su familia si resultabas ser de mayor utilidad que ellos. Esa cría, por
ejemplo, la dejamos vivir porque podía absorber el Setten de otros demonios.
Eso fue lo que le permitió desactivar tus trampas. ¿Qué puedes ofrecernos tú?
-Mis habilidades se basan en la
teletransportación, tanto mía como de otros seres u objetos. Asimismo, y como
ya habéis podido ver, soy capaz de dejar mi Setten en un punto concreto y
utilizarlo para establecer una trampa cuya duración se corresponde con mi
propia vida.
-¡Oh! ¡Eso es interesante! Demuéstranos lo
del teletransporte ¡Ya sé! Teletransporta a esa cría hasta ahí -dijo señalando
un punto más alejado.
-¿Estás conforme con ello? –le preguntó Baal
a la demonio.
-Sí. Adelante.
Instantes después, Baal hizo que la pequeña
desapareciese, volviendo a aparecer en el lugar que había señalado el humano.
-¡Genial! ¡Esto sí que es interesante!
-Entonces, ¿liberaréis a mi familia?
–preguntó la demonio, esperanzada.
-No –conforme decía esto, la niña explotó,
convirtiéndose en una bola de fuego y humo que hizo que los presentes se
cubriesen instintivamente con los brazos.
-¿Q-qué... diablos ha pasado...? –consiguió
preguntar Asari. Donde había estado la demonio, ahora sólo quedaban partes de
su cuerpo quemadas y esparcidas por zonas cercanas..
-¡Uf! ¡No esperaba que tuviese tanta
potencia! Deberíamos haberle implantado más bombas, habría sido divertido verla
desintegrarse –soltó uno de ellos entre risotadas, acompañado por los demás.
-¿Le... implantasteis una bomba...? –la
joven recordó las cicatrices que tenía cuando la desnudó.
-No sólo eso. También le implantamos un
microchip para saber donde estaba a todas horas. Así supimos su posición una
vez nos avisó sobre vosotros.
-Es horrible... –dijo Asari con lágrimas en
sus ojos- ¡Maldita escoria! ¡Deberíais morir todos!
-Tranquila, gatita. Ya no nos servía. No
necesitaremos desactivar trampas si tenemos a tu amiguito para
teletransportarnos a un sitio donde no las haya, ¿no crees?
-Entiendo. Así que no planeabais dejar en
paz a Izu si me iba con vosotros, ¿verdad? –dijo Baal.
-La vamos a necesitar para mantenerte bajo
control. Además, teniendo en cuenta sus poderes, hasta podría sernos útil de
alguna forma. De todos modos, tampoco nos importa mucho si te niegas y la
acabamos matando. Aunque sea una pena, ya conseguiremos otro demonio que
podamos vender o utilizar.
-¿Ves de lo que hablaba, Izu? Cuando te dije
que no sabías de lo que eran capaces los humanos, me refería a esto. Lo único
bueno que puedo decir al respecto, es que ellos tampoco saben de lo que somos
capaces nosotros.
De repente, los dos que tenían cogido a
Asari desaparecieron, dejando desconcertados a los demás.
-¡Disparad! –ordenó el portavoz mientras
apuntaban a la adolescente con extrañas varas. No obstante, nada más salir una
especie de bola eléctrica de sus extremos, ésta desapareció, apareciendo
seguidamente a su espalda e impactando contra ésta, logrando lanzarlos contra
el suelo.
-Ese traje no os protegerá de todo... –dijo
Baal.
Entonces, se teletransportó detrás de uno de
ellos, cogiéndole de la cabeza y rompiéndole el cuello. Tras esto, apareció
frente a otro que se estaba levantando, golpeándole con la rodilla en la nariz
y dibujando con la mano un símbolo sobre su cabeza. Volviendo a
teletransportarse detrás de otro que ya había conseguido levantarse, lo empujó
contra el anterior, momento en el que el símbolo en su cabeza brilló con
intensidad y ambos se vieron envueltos en una columna de fuego que los
incineró.
Quedando sólo uno en pie, éste apuntó con su
vara al demonio, pero justo cuando estaba a punto de disparar, los dos que
habían desaparecido, cayeron desde el cielo justo encima de él, estampándose
contra el suelo con un sonoro crujido de huesos.
Finalmente, Baal se acercó a Asari y la
liberó de la red. Ella le abrazó, en una mezcla de alegría, miedo y tristeza.
-Gracias –dijo entre sollozos.
-¿Estás bien? –preguntó el demonio.
-No mucho pero me alegra ver que por lo
menos tú sí lo estás.
Ambos miraron el lugar en el que antes había
estado la niña.
-Será mejor que me deshaga de los cuerpos.
Tú entra en casa.
-¡No! Te ayudaré...
-¿Estás segura? –preguntó Baal sin estar
convencido del estado mental de ella.
-Sí, lo estoy.
Asintiendo, el demonio se encaminó hacia uno
de los cuerpos cuando vio en el suelo la caja que había llevado consigo.
Cogiéndola, la observó dubitativo. Fue entonces cuando, sin previo aviso, uno
de los humanos le disparó por la espalda, atravesándole el lado izquierdo del
pecho.
-¡Baal! –exclamó Asari, haciendo aparecer su
rifle y disparando a la cabeza del atacante, eliminándolo en el acto.
Posteriormente, se acercó a su padre, sujetando su cuerpo con las manos.
-Bill, ¿habéis terminado ya con el trabajo?
¡Os estamos esperando!
Exaltada por el repentino sonido, se giró
hacia otro de los humanos.
-¡No puede ser! ¡¿Un comunicador?! –dijo
ella.
-¡Bill! ¡Contesta!
Sin saber qué hacer, la joven cogió a Baal y
se lo echó a la espalda como mejor pudo.
-Vamos a salir de ésta. Ya lo verás –dijo,
echando a andar hacia el bosque.
-¡Bill! ¡Parece que le ha pasado algo!
¡Vamos a entrar! –fue lo último que se escuchó.
Pese a su intentó por moverse rápido, le
costaba mucho hacerlo con un peso extra. Incluso si conocía mejor el bosque que
ellos, no tardarían en ganarle terreno si continuaba a ese ritmo.
-¡Vamos! ¡Vamos! –se oyó a lo lejos.
-Si al menos supiese cómo teletransportarme
a mayor distancia, podríamos salir de aquí enseguida. ¡Uah! –tropezando, cayó
al suelo en una bajada, rodando tanto ella como Baal hasta chocarse contra el
tronco de un árbol.
Quejándose por el dolor, la chica se levantó
como mejor pudo, buscando a su padre con la mirada. Tras divisarlo a pocos
metros de distancia corrió hacia él, agachándose para levantarlo.
-Baal, dime que sigues conmigo, por favor
–dijo la chica, alterada.
-Izu...
-Menos mal. Venga, sólo tienes que aguantar
un poco más. Una vez salgamos de aquí, encontraré una manera de curarte.
-Izu...
-Necesito una manera de detener la
hemorragia. ¡Maldita sea! ¡¿Por qué no se me ha ocurrido antes?! ¡Ya sé!
¡Utilizaré mi camiseta! ¡Sé que no servirá de mucho pero, al menos, hasta
que...!
-Izu, por favor... déjalo...
Deteniéndose, observó la mano de Baal que se
posaba sobre su brazo.
-¿Qué... quieres decir...?
-No voy a salir de ésta...
-¿Qué estás diciendo? Va-vamos, seguro que si
lo intentamos...
-No... lo mejor es que me dejes aquí y te
salves tú...
-¡No puedes pedirme eso! ¡¿Cómo quieres que
me marche y te deje morir aquí?! –la desesperación empezaba a notársele en el
tono de voz. Le temblaban las manos.
-Entonces no te lo pediré... déjame aquí y
vete... es una orden.
-¡¿Qué te da derecho a darme órdenes?!
-Ser tu padre...
-¡Eso no es justo!
-Nada tiene por qué serlo... no estaríamos
así si la justicia existiese... pero no nos queda otro remedio que aceptarlo y
seguir adelante. ¿Puedes acercarme la caja? Creo que se me ha caído.
Cerca de allí se encontraba el objeto rosa y
cian, el cual cogió y situó cerca de su padre.
-¿Has cargado con esto durante todo el
camino? –preguntó ella.
-Ábrela...
Al hacerlo, observó una pequeña placa dorada
en la que había algo escrito: “Permiso para misiones de reconocimiento fuera
del bosque. Asari Izumi, mi pequeña Izu”.
No pudo evitar sonreír y llorar al mismo
tiempo.
-¿Qué... te parece...?
-Es muy cursi... –dijo intentando limpiarse
las lágrimas con la manga de la camiseta.
-Lo sabía... debería haber puesto otra
cosa...
-No. Es perfecta.
-Eso... me alegra... –el demonio acercó su
mano a la mejilla de la chica-. Feliz cumpleaños.
-No es muy feliz, por desgracia...
-Sí... y lo siento... ahora, márchate, por
favor. Cumple el último deseo de este viejo demonio.
-Yo... no puedo... Baal... no puedo...
-Izu... por favor...
La chica le miró. Todavía llevaba la capucha
puesta pero sabía de sobra que él también lo estaba haciendo.
Agarrando la placa fuertemente, se dispuso a
marcharse.
-Recuerda... Izu... Conserva la vida que se
te ha dado...
Apretando los dientes, le dio la espalda a
su padre.
-Te quiero, papá –dijo antes de empezar a
correr.
Finalmente, su cuerpo se esfumó entre los
troncos, y no mucho después un grupo de humanos rodearon a Baal.
-¡Vaya! ¡Pero mira lo que tenemos aquí! ¡Tú
debes de ser el demonio! ¡¿Qué has hecho con los demás?!
-Les he regalado un ticket al infierno...
-¡Los tienes bien puestos, engendro! ¡No te
preocupes! ¡Incluso si mueres haremos buen uso de tus órganos! –mientras decía
esto se acercó a él y le quitó la capucha. Debajo de ella se pudo observar la
cara del demonio. Pelo castaño y corto, orejas puntiagudas, ojos verdes y un
rostro muy parecido al de un humano. En su frente un dibujo en el que se podía
observar a un demonio atravesándole el pecho a un hombre.
-Esa marca... eres un asesino de humanos...
–se sorprendió
-Los humanos sois crueles... estúpidos... y
matáis indiscriminadamente... Por venganza, uno es capaz de convertirse en un
monstruo...
-Ja, ya veo. No eres mejor que nosotros
entonces. Me pregunto a cuántos hombres, mujeres y niños inocentes habrás
asesinado. Cogedlo, chicos. Nos divertiremos diseccionando viva a esta escoria.
De repente, Baal chasqueó los dedos, de
manera que el dibujo empezó a brillar.
-Soy experto en trampas... ¿quién te dijo
que no las usaría en mí mismo?
-¡Maldita sea! ¡Al suelo!
-Esta marca... era lo único que no podía
permitirte ver... Izu... –tras esto, se produjo una gran explosión a partir de
su cuerpo, llevándose por delante al grupo de humanos.
Días después, Asari caminaba por las calles
de una ciudad. Con la mirada perdida y sin saber dónde dirigirse, había
sobrevivido durante ese tiempo con la única motivación de seguir viva.
Así pues, llegó hasta un callejón y se sentó
junto a un montón de basura, pretendiendo descansar. Sus manos todavía se
aferraban a la placa que le regaló Baal.
-Vaya, vaya. Mira qué tenemos aquí.
Un par de jóvenes, con más ego que edad, se
acercaron a la chica.
-¿Te gustaría venir con nosotros? -preguntó uno de ellos.
-¿Vas en serio, tío? ¡Huele fatal!
-No te preocupes. Que se duche en mi casa.
Estoy seguro que, después de eso, nos lo pasaremos muy bien, ¿eh? ¿Qué te
parece?
Asari ni siquiera se movió. No merecía la
pena perder el tiempo con los humanos. Todos eran iguales. Todos eran lo peor.
-Chicos, si no os importa, ¿podríais dejarla
en paz? –pidió una voz perteneciente a otro hombre.
-¿Eh? ¿De qué vas? ¡Nos lo estamos pasando
bien! ¡No nos cortes el rollo!
-Creo que los únicos que os lo estáis
pasando bien sois vosotros.
-¡Mira, si no te marchas de aquí, vas a
acabar mal, amigo! ¡Ugh! –uno de los jóvenes fue lanzado al suelo.
-No creo que sea buena idea amenazarme –se
escuchó el sonido de una espada siendo desenvainada.
-¡Tío, que tiene un arma! ¡Corre!
Levantándose del suelo, el joven corrió
detrás de su amigo, quien ya le llevaba la delantera.
-¿Estás bien?
Cuando Asari levantó la vista, vio a otro
chico joven, con un ojo de cada color y que presentaba una cicatriz que
recorría su mejilla izquierda hasta llegar a la frente. Éste le tendía la mano
amigablemente.
-¿Quién eres? –preguntó ella, con
desconfianza.
-Me llamo Hioni Reima. Eres una maldita,
¿verdad?
-¿Huh? ¿Cómo...?
-Yo también lo estoy –indicó, señalándose
con el pulgar y, aparentemente, orgulloso de hacerlo.
-Ah... bien por ti... -respondió ella, con
desinterés.
-No creo que éste sea un buen lugar para
acomodarse. ¿Por qué no vienes conmigo? Sé de un buen sitio donde podrás dormir
en caliente y comer algo.
-No confío en humanos.
-Comprendo.... Bueno, no voy a obligarte.
Aquí tienes una dirección, por si cambias de opinión. Una vez llegues sólo
tienes que decir las palabras adecuadas y alguien vendrá a por ti. Mi grupo y
yo nos encargamos de ayudar a los demonios pero otros en necesidad también son
bienvenidos –explicó dejando una tarjeta sobre la joven- Ahí también está
escrito lo que tienes que decir. ¡Ah! Una cosa más. No eches tu vida a perder.
No creo que quien te maldijese, quisiese algo así.
-¡¿Qué...?! –cuando se dispuso a
contestarle, el chico ya había desaparecido. Volviendo la vista hacia la
tarjeta, la cogió y observó lo que había escrito en ella-. Hioni Reima...”
La
lanza de Simon se clavó en el suelo, levantando una gran polvareda. Sin embargo,
cuando ésta se hubo disipado, el cuerpo de Asari no fue encontrado debajo del
arma. A su lado, un rifle le apuntó a la cabeza.
-No
pienso morir. Todavía no...
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