miércoles, 17 de junio de 2015

The three global powers: Capítulo 13

Ya había pasado bastante tiempo desde que Kai fuese a asegurar la zona y Miruru empezaba a preocuparse.

 

Pese a que una parte de ella le decía que, tratándose de él, lo más seguro es que no pasase nada, había otra que se sentía insegura ante un enfrentamiento contra los descendientes de Gaia.

 

Nara, a su lado, observó cómo apretaba fuertemente puños y dientes, creciendo la tensión en su cuerpo. Al ver esto, no pudo evitar sonreír.

-Quieres ir con él, ¿verdad? –preguntó la chica, sorprendiendo a su amiga, que le devolvió la mirada con la misma expresión que un niño pillado en mitad de una travesura.

-Cuando me salvasteis, me sentí muy feliz, pero, más que por ese hecho, fue porque él estuviese  ahí. Era como si, pese a todas nuestras discusiones, lo único que importase fuese los buenos momentos compartidos, los recuerdos que tenemos de ambos. Como si todo eso estuviese por encima de lo demás.

-Sabes como se llama eso, ¿no? –preguntó, de nuevo, Nara.

 

No hacía falta que se lo dijese. Hacía tiempo que su corazón lo gritaba, pero se sentía muy confusa, pues era la primera vez que se sentía así.

-Ve –dijo su amiga, con decisión-. Ya he terminado con el tratamiento, así que ve con él. Ahora es tu turno de ayudarle.

-De acuerdo –respondió la semidiosa-. Pero tú vienes conmigo.

-¿Eh?

-No pienso dejarte aquí sola –continuó la semidiosa, provocando la carcajada de ambas.

 

De repente, la ansiedad que Miruru había sentido hasta ese momento desapareció por completo.

 

Mientras tanto, en otra parte de esa misma sala, Kai se defendía como podía de los ataques de Quinque. No obstante, eran tan rápidos que apenas conseguía mantenerla a raya, incapaz de contraatacar. Incluso si invocaba a Sázam para aumentar su velocidad, la de ella conseguía adaptarse, impidiéndole otra cosa que no fuese evadir o protegerse.

 

Si la situación seguía así, aquello terminaría convirtiéndose en un combate para ver quien aguantaba más, y no estaba seguro de poder ganar. Tenía que distraerla de alguna forma que le permitiese distanciarse de ella lo suficiente para poder invocar a Hel o a End. De esa forma, quizás lograse cambiar las tornas.

 

El problema estaba en que la única idea que le venía a la cabeza era la de destruir los generadores, cosa que podía acabar en un ataque suicida que afectase también a Miruru y Nara.

 

En mitad de sus pensamientos, bajó la guardia, instante que fue aprovechado por Quinque para golpearle, empujándolo contra la pared e inmovilizándolo con su antebrazo sobre su cuello.

-¡Agh! –se quejó el chico, con expresión de dolor.

-Vaya, vaya. Dada tu actuación en el torneo y los problemas que me diste, esperaba algo mejor. Has resultado ser un debilucho.

-Je, si me dejases atacar te demostraría de lo que estoy hecho.

-¿Acaso crees que soy idiota?

-No, pero has cometido un grave error.

-¡¿Qué?!

-¡Quedarte quieta! ¡Segundo espíritu: Faith!

-¡Ugh!

 

De repente, Quinque quedó petrificada en esa posición, incapaz de moverse. En ese momento, Kai levantó la pierna hasta casi la altura del estómago y empujó a la joven con la planta del pie, distanciándola de él y consiguiendo suficiente tiempo para contraatacar.

 

Por desgracia para él, la petrificación de Quinque no tardó en pasarse, permitiéndole moverse de nuevo y levantarse del suelo para lanzarse rápidamente contra su adversario.

-¡Demasiado tarde! –exclamó Kai, haciendo aparecer una armadura metálica que se interpuso entre él y la chica, generando una corriente eléctrica que recorrió el cuerpo de ella y la obligó a apartarse debido al dolor.

-¡¿Qué es eso?! –preguntó, confusa, mientras la parte frontal de la armadura se abría, permitiéndole el paso a su invocador.

-Su nombre es End, uno de los cuatro Infernos. Capaz de manipular la electricidad y proteger a su usuario.

-Oh, así que es como uno de esos juguetitos que tiene Tribus. Esto se pone interesante.

 

Dos espadas, hechas de electricidad, y de aproximadamente metro y medio cada una, aparecieron en mitad del aire, destellando colores azul y blanco. Entonces, ambas giraron un par de veces antes de que su filo apuntase a la descendiente.

-¡Allá voy! –exclamó Kai.

 

Por otro lado, el líder de la facción continuó persiguiendo a Sarah y Kareth por el pasillo hacia el que habían huido, llegando a una bifurcación a derecha e izquierda. Les había perdido la pista.

 

Observando cada uno de los corredores, al principio no distinguió nada que llamase su atención. Pero, pocos segundos después, vio a alguien salir de una de las habitaciones del pasillo izquierdo, tratándose de Kareth, quien le plantó cara pese a situarse a una distancia segura.

 

-¡¿Ya te has cansado de correr y vas a enfrentarte a mí como un hombre o es que ya no tienes adonde huir?! –se burló el gobernador.

-Digamos que un poco de todo –respondió el chico, quien seguía con las piernas transformadas.

-Me gusta tu actitud, pero llega un poco tarde. Has conseguido cabrearme y no soy de los que perdona ese tipo de ofensas –dijo mientras hacía que su arma volviese a tomar la forma de un hacha. Entonces se lanzó a por el joven mediante un ataque vertical, errando en el proceso y clavando uno de los filos en el suelo, a pocos centímetros de él.

-¡Muere! –gritó, repitiendo el mismo movimiento una segunda vez sólo que, en ésta, detuvo a Hydra poco antes de golpear la superficie, continuando el ataque con un movimiento hacia arriba que pilló desprevenido a Kareth, quien tuvo que hacerse a un lado para que no lo alcanzase.

 

Sin embargo, la acometida del gobernador no terminó ahí, continuando con una combinación de ataques que complicaron cada vez más la situación del joven, quien se vio sorprendido cuando el arma, en mitad de aquella serie de movimientos, descendió, transformada en espada, formando una línea diagonal hacia su lado izquierdo para después describir otra horizontal en un ángulo de 45 grados, que le obligó a apartar sus brazos para evitar el golpe.

 

Pese a todo, Kareth acabó inmovilizado contra la pared derecha, manteniéndose a duras penas en pie y con el filo de Hydra penetrando un tercio de su antebrazo.

-Nada mal –declaró el líder de la facción mientras sacaba su arma de la extremidad transformada del chico-. Parece que la dureza de tu piel ha evitado que te quedes sin brazo. Nunca había visto esa transformación. Será interesante investigar tu cuerpo una vez acabe contigo.

-No me interesa.

-No es decisión tuya.

 

Echando la espada hacia atrás, con ambas manos en la empuñadura, el gobernador se dispuso a zanjar el combate.

-¡Ahora! –gritó Kareth al ver como el arma se precipitaba hacia él, haciéndose a un lado de un salto y recibiendo únicamente un ligero corte en el hombro.

 

Confuso, el líder de la facción se giró a su derecha, desde donde pudo ver, al final del pasillo, una flecha surcando el aire hasta alcanzar la empuñadura de Hydra, expuesta al encontrarse el filo clavado en la pared.

-¡Sword Target: Distance! –exclamó Sarah.

 

Al chocar con la punta de la flecha, la espada se rompió. Tal fue la fuerza del impacto, que incluso se la arrebató de las manos, rebotando en el suelo con un molesto ruido metálico.

 

Absorto como había quedado, ya que su mente no era capaz de aceptar lo ocurrido, el gobernador no vio venir el golpe directo que le asestó Kareth en la zona de la mejilla, lanzándolo con fuerza contra el suelo y dejándolo inconsciente.

 

Por otro lado, Quinque y Kai continuaban combatiendo, con la primera recibiendo un nuevo ataque por parte de una de las espadas que manejaba End, desplegando corrientes eléctricas que provocaban severas quemaduras en su cuerpo, y que tardarían tiempo en recuperarse pese a su inmortalidad.

-¡Ugh! –se quejó la chica, chasqueando la lengua.

 

Aunque el movimiento de aquellas espadas no era rápido en comparación a los suyos, tenía un rango de ataque considerablemente grande, gracias en gran medida a la electricidad que despedían. Pero eso no era todo. Siempre que conseguía acortar distancias entre ella y su adversario, parte de la armadura aparecía desde el suelo, impidiéndole asestar un solo golpe.

 

“Esto no puede seguir así”, pensó mientras se alejaba, “No me queda más remedio que ponerme seria”.

 

Por su parte, Kai no bajó la guardia, si había decidido retirarse seguramente planeaba algo. No sabía de lo que era capaz, por lo que no iba a dejarla actuar a sus anchas.

 

Así pues, hizo que una de las espadas del Inferno recorriese rápidamente el área que les separaba, disponiéndose a clavarse en su pecho pero siendo esquivada por los pelos. Sin embargo, la segunda fue detrás, alcanzándola con uno de sus rayos, de manera que fue empujada contra el suelo.

 

Incorporándose, Quinque desplazó hacia atrás su pierna derecha, flexionándola ligeramente y apoyando la punta del pie en el suelo. Tras esto se impulsó hacia delante, desapareciendo ante los ojos del nigromante justo cuando éste se disponía a golpearla.

 

Confuso, Kai examinó su alrededor, en busca de algún indicio que delatase su posición.

 

Demasiado tarde se dio cuenta, al escuchar un fuerte ruido justo detrás de él, de la presencia de una onda expansiva que volvería a repetirse sobre el techo de la sala.

 

Inconscientemente, puso los brazos en cruz a la vez que las espadas y armadura metálica de End, generaban una especie de campo eléctrico frente a él, donde la pared de la sala acababa de agrietarse debido a un impacto invisible.

 

Apenas le dio tiempo, y de poco sirvió, cuando algo, con la fuerza de un misil, atravesó cualquier barrera posible y le golpeó en el estómago, saliendo despedido hasta chocar contra el muro que había tras él.

 

No se lo podía creer. Aquella velocidad había sido tal que había llegado a romper la barrera del sonido, dejándolo de rodillas en el suelo y dificultándole el respirar.

 

Escupió sangre, apoyándose en sus manos. Si no hubiese sido por la rapidísima defensa que había logrado crear, su cuerpo habría quedado reducido a un montón de huesos y músculos rotos. Aunque, al menos, su contrincante también había recibido algo de daño, habiéndole quedado algunas quemaduras y alguna que otra fractura.

La diferencia estaba en que Kai tardaría mucho más tiempo en recuperarse que ella, lo que le dejaba en desventaja ante ella, quien ya empezaba a sentirse mejor.

-Por eso no me gusta usarlo. No logro controlar mi velocidad y acabo hiriéndome a mí misma –se quejó, acercándose lentamente a Kai, hasta que se hubo situado a su lado-. En fin, he conseguido lo que quería.

 

En ese momento, no podía moverse. Y aunque pudiese, no sería capaz de luchar contra ella. Ni siquiera de controlar a End.

 

Entonces, justo cuando la descendiente se disponía a darle el golpe de gracia, la pared de detrás del chico se abultó, produciendo una forma cónica cuyo extremo golpeó el costado de Quinque para que, posteriormente, una fuerza invisible la alejase violentamente de Kai.

 

Al levantar la cabeza, el joven descubrió a su lado a Miruru y Nara, quien, sin pensárselo dos veces, se agachó para atenderle.

-¿Qué hacéis aquí? –preguntó Kai, con un hilo de voz. Le costaba mucho articular palabra.

-¡¿No es obvio?! ¡Mírate!  –respondió Miruru-. ¡Somos un equipo, ¿no?!

-Supongo... que tienes razón... –continuó el chico, sonriendo ligeramente.

-Parezco un hospital andante. –comentó Nara, recibiendo la mirada acusadora de sus dos compañeros- L-lo siento. Sé que no es el momento.

-Ten cuidado, Miruru. Ese ataque...

-Ahórratelo. Ya me hago una idea. La entretendré hasta que te recuperes. Entonces, acabaremos con ella los dos juntos.

-¡Así que eras tú! –exclamó Quinque, levantándose del suelo y encarándose a ellos- ¡Te veo bien! ¡¿Ya te has recuperado?! –continuó con voz burlona.

-¡Pienso devolvértelo con intereses! –respondió Miruru, enfadada.

-¡Jajaja! ¡Me encantaría verlo! –dijo Quinque, desviando la mirada hacia Nara-. ¡Oh! ¡Tú eres... ¿la chica contenedor?! ¡Parece que hoy es mi día de suerte!

 

Nada más acabar la frase, el suelo delante de ella se abultó en dos puntos, formando tentáculos de cemento que se lanzaron contra ella sin lograr su objetivo.

 

Sin embargo, el ataque de Miruru no acabó ahí, pues, poco después, surgieron dos pequeñas columnas justo debajo de la descendiente, ascendiendo a gran velocidad para aplastar a la chica contra el techo.

-La capacidad de modificar lo que ves –comentó Quinque, ilesa tras aquel despliegue de poder- Un poder temible, pero debe de haber sido una gran carga para ti –pese a mostrarse ligeramente sorprendida por sus palabras, Miruru no bajó la guardia- Es el problema que tenéis los semidioses. Muy poderosos, pero difíciles de controlar. Por si fuera poco, vuestra habilidad os desgasta mucho más rápido que al resto de usuarios de Radiar. Fue una suerte que pudiésemos eliminar a tantos en Yohei Gakko.

 

De nuevo, el suelo y las paredes se agrietaron, en algunas zonas, las losas se abultaron y comprimieron mientras gravilla y polvo caían sobre ellos. Se notaron pequeños temblores que fueron aumentando de intensidad hasta cubrir toda la sala, dando la sensación de que ésta empezaba a replegarse sobre sí misma.

 

La mirada de la semidiosa era aterradora, un reflejo de su ira al escuchar hablar de aquella manera sobre la muerte de sus compañeros.

-¡Miruru! –gritó una voz detrás de ella, haciendo que volviese en sí misma al tiempo que su corazón sufría un pequeño vuelco- ¡No te dejes provocar por ella! ¡Si destruyes este sitio lo único que conseguirás será matarnos a nosotros!

 

La voz de Kai calmó los temblores hasta que finalmente desaparecieron y la sala volvió a la normalidad. Entonces, Miruru respiró hondo y sonrió.

-¡Entendido!

-¡Jo! ¡Con lo que me hubiese gustado verte asesinar a tus compañeras! ¡Qué se le va a hacer!

 

En pocos instantes, Quinque recorrió la distancia que las separaba y lanzó una patada a la cabeza de su adversaria, que consiguió detenerla en mitad del aire, utilizando su poder. Tras esto, Miruru agarró su pierna con una mano y su cuello con la otra, girando sobre sí misma y lanzándola hacia el lado contrario, volviendo crear distancia entre ellas. Acto seguido, alzó sus brazos, provocando que las deformaciones de la sala, que ella misma había creado, se desplazasen a la vez para golpearla.

 

Para su desgracia, Quinque las evadió y acometió de nuevo contra ella, logrando arrojarla contra el suelo justo antes de salir despedida hacia atrás por el contraataque de su adversaria.

 

Fue en ese momento, poco después de incorporarse, cuando la descendiente flexionó su pierna derecha, disponiéndose a hacer por segunda vez el mismo movimiento que había usado contra Kai, desapareciendo de la vista de Miruru antes de que ella se diese cuenta.

 

La misma onda expansiva e intenso ruido de antes dieron a entender el inminente ataque de la joven, pero esta vez, hubo alguien que lo había predicho, situándose detrás de la semidiosa e invocando tanto la armadura como las espadas de End.

 

Una gran polvareda hizo que Nara se protegiese los ojos al producirse el golpe, dejando  ver, una vez disipada, a Quinque en mitad del aire y con las piernas al frente, a escasos centímetros de la cabeza de Miruru, quien tenía las manos extendidas al frente.

 

Una vez se dieron cuenta del resultado, el más rápido en reaccionar fue Kai, quien propinó un fuerte golpe a la joven de pelo plateado, lanzándola contra el suelo con tal fuerza que rodó varios metros sobre él.

-Lo hemos conseguido... –dijo Miruru, respirando agitadamente.

-Sí. –contestó Kai, sonriéndole.

 

-¡Ugh! –se quejó Quinque, poniéndose en pie- ¡Idiotas! ¡¿No me fastidiasteis lo suficiente en el torneo!? ¡Dejad de entrometeros!

-¡Que te lo has creído! –replicó Miruru.

-¡No os saldréis con la vuestra! ¡Gaia os eliminará a todos y cambiará el mundo! –exclamó Quinque, en un arranque de ira.

-Así que era cierto –interrumpió una voz, sorprendiendo a todos los presentes, quienes permanecieron quietos, mirando a su alrededor en busca del origen.

-Esa voz... –dijo Miruru, a quien acababa de reconocerla.

-Para los que no me conozcáis, mi nombre es Alder, gobernador de la Unión Imber.

-¡¿Qu-qué?! –exclamó Quinque.

-Como lo oyes, Marie. ¿O debería llamarte por tu verdadero nombre? Lástima que todavía no me lo haya aprendido.

-¡¿Desde dónde habla?! –preguntó Kai, confuso.

-Hace un rato le pedí a Yorus que conectase el sistema de comunicación integrado en este sitio. Me lo mostraron el día en que llegué, y pensé en usarlo si la situación lo requería. Ya sabéis, para escuchar aquello que no siempre se dice a la cara. Como una conspiración, por ejemplo.

-¡No es posible! –exclamó Quinque.

-Si te estás preguntando el porqué de todo esto. Debo advertirte que ya desde un principio desconfiaba de ti. Después de lo ocurrido en el torneo, tu repentina elección, cuando supuestamente sólo eras la jueza, me pareció muy sospechosa, pero decidí aceptar tu candidatura por dos cosas: la primera porque, dada tu condición de imparcialidad así como tu fuerza en combate, recibiste apoyo del bajo mundo para alzarte como la líder; y la segunda, porque era preferible el tenerte cerca de mí si quería saber lo que estabas tramando. Cuando esa chica vino a mí, hablándome de una posible conspiración contra las tres potencias, decidí buscar evidencias de ello, y fue entonces cuando me aproveché de este sistema. Puede que tenga que pedirle disculpas a mi aliado, el gobernador de la facción, por usarlo sin su permiso, pero dudo que ponga pegas si está escuchando esta conversación –dijo Alder, ante la atónita mirada de la descendiente- Se acabó el juego.

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