-¡Haaah! –gritó Sarah al golpear la puerta de salida.
-No. ¿Por qué no pruebas un poco más a la izquierda? Ahora en salto. No, así no.
-¡¿Quieres callarte?! –se quejó, cansada de los comentarios de Quattuor, quien la observaba desde su celda.
-Sólo intentaba ayudar –se defendió el hombre, poco antes de bostezar.
-¡Pues ahórratelo! –respondió ella. La estaba poniendo de los nervios-. ¡Además, no estoy intentando forzar la puerta! ¡Tan sólo analizo su estructura!
-¿Eh? –se extrañó Quattuor.
Tras ello, Sarah respiró hondo y se posicionó a pocos metros de su objetivo.
-¡Sword Target: Object! -dijo para si misma, momento en que dio un rápido paso al frente y golpeó el centro de la puerta con los dos dedos de su brazo derecho. A partir del punto de contacto surgió una grieta que fue extendiéndose arriba y abajo hasta dividir la puerta en dos mitades, permitiéndole el paso.
-¡Oh! –se sorprendió Quattuor- ¡Eres buena!
Ante las palabras de halago, la chica se mostró orgullosa, su pecho henchido y sus dos manos sobre la cintura. Por desgracia, su momento de gloria no duró mucho, pues una compuerta mecanizada y mucho más gruesa que la anterior fue activada, volviendo a cerrar su vía de escape.
-¡Ah! Mala suerte. Parece que se ha activado el sistema de emergencia. Ya imaginaba yo que Detz no sería tan estúpido –señaló Quattuor. Mientras tanto, la guerrera había caído de rodillas al suelo, cabizbaja por la decepción- Una pena, peliazul. Aunque esa técnica que has usado es de lo más interesante –continuó, apoyando su espalda sobre la pared y sus dos manos detrás de la nuca a fin de acomodarse.
-A todo esto, ¿qué es este sitio? –preguntó Sarah, decidiendo sentarse para descansar un poco tras su fallido intento de huida- Quiero decir, sé que son unos calabozos, ¿pero dónde están exactamente?
-Está dentro de lo que podría llamar cuartel general, centro de investigación, escondite secreto, centro de mando... No es como que se le haya dado un nombre específico –aclaró Quattuor.
-¿Y por qué te han encerrado?
-Eso mismo podría preguntarte yo.
-Pues si te soy sincera, no lo sé. Aunque puedo asegurarte que no ha sido por propio voluntad.
-Supongo. En mi caso, digamos que no han visto bien que piense de manera a ellos.
-Así que te rebelaste contra tus superiores.
-Por favor, preferiría que no los llamases así. En fin, sí, me he rebelado.
-¿Por qué?
-Veo que te gusta preguntar, ¿eh?
-Acabo de llegar de forma desconocida a un lugar desconocido y mi amigo también está en paradero desconocido. ¿No debería? –preguntó Sarah, con clara ironía.
-¡Ja ja ja! Sí, supongo que sí. Hagamos un trato. A mí también me gustaría salir de aquí. Tengo algunos asuntillos que resolver con ese “jefe” como le llamas tú, pero, como puedes ver, estoy atrapado en esta celda hecha especialmente para mí. Mi propuesta es simple. Tú me ayudas a salir de aquí y yo te cuento todo lo que sepa sobre este sitio, ¿trato hecho?
-¿Y como sé que puedo confiar en ti?
-No puedes, pero soy el único que puede ayudarte a salir de aquí. Aunque también puedes esperar a que alguien abra la compuerta desde fuera. Mientras tanto, a saber qué será de ese amigo tuyo.
-Eres bueno negociando, ¿eh?
-Me gusta salirme con la mía.
Sarah observó a Quattuor, quien le devolvió la miranda, esbozando una sonrisa traviesa.
-De acuerdo. Acepto. Pero más te vale no engañarme o me encargaré de hacértelo pagar.
-¡Ja ja ja! Eso me encantaría verlo –respondió, con arrogancia, provocando que la chica frunciese el ceño, extrañada.
-¿Y bien? ¿Qué tengo que hacer? ¿Destruir esos barrotes?
-No, no creo que puedas. Esta celda es mucho más dura que esa compuerta –explicó el hombre, señalando la salida-, pero al contrario que ésa, los controles que la abren están dentro de este mismo calabozo. Por lo que tu tarea consistirá en ir hasta esos controles y sacarme de aquí.
-No parece difícil.
-Bueno, si no cuentas la vigilancia, es pan comido. Aunque incluso con vigilancia, sería un paseo para mí, de no estar encerrado –presumió Quattuor.
-¿Vigilancia?
-Protegiendo la entrada a la sala hay dos amiguitos huesudos que quizás te resulten un poquito molestos.
-¿Amiguitos huesudos? Suenan como los que invocaba Tribus -dijo Sarah.
-¿Tribus? –se sorprendió Quattuor, poniendo una expresión más seria.
-Sí, eso he dicho.
-Ya veo. Así que la has conocido.
-De hecho, lo último que recuerdo, antes de despertarme aquí, fue a ella drogándonos a mi amigo y a mí. Por lo poco que entendí antes de dormirme, dijo algo de que no era la indicada para contarnos la verdad.
-¡No puede ser! ¡Entonces vosotros sois...! ¡¿Era él?! –exclamó el hombre, levantándose del suelo y yendo hacia las barras.
-¡¿Eh?! ¡¿De qué hablas?! –respondió la chica, alarmada por su repentina reacción.
-¡Yo que tú me daría prisa en sacarme! ¡No estoy seguro al 100% de si sois quien yo creo, pero si es así más vale que corramos! ¡Sigue por este pasillo! ¡Al fondo encontrarás una bifurcación! ¡Gira a la derecha y más adelante encontrarás la sala de la que te he hablado! ¡Ten cuidado con los esqueletos e intenta que no te vean, de lo contrario tendrás serios problemas! –soltó Quattuor, cuya cantidad de información, en tan poco tiempo, desconcertó a Sarah, haciéndola dudar por unos instantes.
-¡Vamos, deprisa!
-¡S-sí! –respondió ella, corriendo en la dirección que le habían señalado.
-¿Mi lugar de nacimiento? –preguntó Kareth, frente al hombre que se hacía llamar Detz.
-Así es.
-N-no entiendo nada.
-Bueno, es lógico. Por culpa de ciertos sucesos, tus recuerdos han quedado alterados. Pero para eso estoy yo. Para ayudarte a conocer la verdad de este mundo y de ti mismo.
Tratando de asimilar lo que estaba pasando, el joven no supo qué decir ni pensar. Lo último que recordaba era estar en casa de Tribus cuando, de repente, ella confesó que habían sido drogados. Nada más despertar, se encontraba en un lugar totalmente distinto, con Sarah en paradero desconocido y un hombre al que no había visto jamás diciéndole algo que escapaba a su comprensión.
-¿C-cómo es que me conoces? ¿Por qué me habéis traído aquí? –preguntó.
-Paso a paso. Antes de nada, ¿te apetece tomar algo?
-¡No te rías de mí! –se enfadó Kareth.
-Tranquilo. No pretendía burlarme, tan sólo quería que te sintieses más cómodo. Eres una pieza importante en este rompecabezas y no me gustaría empezar con mal pie.
-Pues me parece que no has hecho un buen trabajo.
-¿Lo dices por Tribus? Vamos, ella lo hizo con la mejor de sus intenciones, ¿no es así? –dijo el científico, o al menos por cómo vestía, eso parecía; quien se giró hacia su izquierda, donde, apareciendo desde detrás de la maquinaria conectada a la estructura tubular, saludó la chica de pelo rubio. Ésta tenía la misma sonrisa despreocupada de siempre.
-Lo siento, Kareth. Sé que no ha sido la mejor forma de traeros, pero no tenía más remedio –se disculpó, sin sonar muy convincente dada su expresión.
El joven la observó durante unos instantes, tratando de contener su ira. Acto seguido, desvió la mirada de nuevo hacia Detz.
-Dime una cosa, Kareth. ¿Nunca te has preguntado sobre ti mismo? –prosiguió el hombre.
-¿De qué hablas?
-Hablo de tu inmortalidad, por ejemplo. ¿Nunca te has preguntado por qué la tienes?
-¿Eh? ¿Mi inmortalidad? Es sólo una reacción excepcional al inyectárseme el Radiar, ¿no? Una regeneración mucho más rápida que la de otros usuarios.
-Así que ésa ha sido tu conclusión. Bastante razonable, pero no del todo cierta.
-¿No del todo?
-Permíteme que te lo demuestre. Tribus, si eres tan amable.
-¿Eh? ¿Yo? Pero... –intentó replicar ella, algo sorprendida.
-Sé que es doloroso pero tranquila. Haré que sea rápido. –respondió Detz, mostrándose serio mientras la chica, sonrojándose ligeramente, asintió.
Entonces, se desvistió la zona del torso, incluyendo ropa interior, y cubriéndose la zona del pecho.
-No me gustaría mancharme –indicó Tribus.
“¡¿Qué están haciendo?!”, pensó Kareth, sin entender aquella situación.
-Bien. Estoy lista –dijo, respirando hondo y cerrando los ojos.
En ese instante, Detz asintió y sacó una pistola con la que disparó a Tribus en la cabeza. Ella cayó al suelo fulminada, salpicándolo de sangre.
-¡¿Qué?! –exclamó Kareth, en shock por presenciar la muerte de la chica a manos de su supuesto aliado. El disparo había atravesado de parte a parte su cráneo, sin dejar opción a tratamiento o reanimación. Pero lo más sorprendente no fue aquello, sino el hecho de que, segundos después, Tribus se levantó del suelo como si no hubiese pasado nada, mientras el agujero en su cabeza se regeneraba.
-Así es, Kareth. No eres el único –dijo Detz antes de que el chico pudiese articular palabra.
Mientras tanto, Tribus volvió a vestirse.
-¿Qué significa esto? –preguntó Kareth, logrando recuperar un poco la compostura.
-Empezaré desde el principio –explicó Detz, empezando a caminar hacia la maquinaria- Hace tiempo recibí una llamada, una llamada de alguien muy especial. Aunque puede que llamarla “alguien especial” no sea del todo correcta. Su nombre era Gaia.
-¿Gaia?
-Exacto. Así se llama el núcleo de nuestro planeta. Una deidad, por clasificarla de alguna forma, que creó este mundo y los seres que habitan en él, encargándose del destino y la evolución de los mismos.
-¿Entonces, nuestro planeta está controlado por una diosa?
-No exactamente. Al fin y al cabo, ella es un ser vivo como tú y yo, pero con un poder inimaginable, capaz de generar todo lo que hay a nuestro alrededor –dijo mientras extendía los brazos- Sin embargo, a lo largo de su trabajo, hubo algo que no pudo predecir. Sin su intervención, se produjo la evolución de una de sus creaciones hasta que esto llevó al nacimiento del ser humano. Al principio, dudó. Que algo escapase a su poder la incomodaba, pero ella amaba la vida, así que decidió vigilar a esa nueva especie y ver hasta donde era capaz de llegar.
Pronto, quedó maravillada. El ser humano continuó desarrollándose a una velocidad que superó sus expectativas, utilizando sabiamente los recursos que le ofrecía el planeta y manteniendo un equilibrio entre ellos y el resto del mundo. Eran inteligentes y hábiles, lo que hizo que, en su interior, ardiese en deseos de ver lo que su desarrollo podía ofrecer.
Fue entonces cuando cometió su mayor error. Un día, Gaia decidió entregar a los humanos una parte de sí misma. Quería que consiguiesen el poder para romper sus límites y evolucionar más allá de lo imaginable. Pero ser humano cambió, traicionando su confianza.
Llevado por la codicia, quiso aprovechar ese poder para imponerse sobre los demás, incluidos ellos mismos, comenzándose así la guerra –continuó mientras en sus ojos se podía ver el brillo del odio-. Cuando los humanos se adueñaron de lo que Gaia les había dado, perdió gran parte de su poder, quedando confinada en lo más profundo del planeta, su forma original; incapaz de hacer otra cosa excepto ver cómo todo se sumía en el caos y la desesperación. Contaminándose las plantas, secándose las tierras, muriendo los animales. El mundo se redujo a cenizas... –al terminar, levantó la mirada hacia Kareth- Supongo que te imaginarás qué fue lo que Gaia les entregó.
-El Radiar.
-Correcto. Tras lo ocurrido, se dijo una y otra vez que no podía permitir todo acabase así, pero era incapaz de hacer nada en su estado. Tomó una decisión. Sí el ser humano había provocado esto, lo mejor era que no existiese desde un principio. Así pues, crearía el mundo desde cero, rehaciéndolo desde el principio, pero evitando a toda costa el nacimiento y evolución del ser humano.
Entonces, con una pequeña parte del poco poder que pudo reunir, contactó conmigo y me pidió ayuda. Me explicó su objetivo, pero, para lograrlo, necesitaba volver a la superficie. En ese momento, se dio lugar al proyecto Gaia.
Cuando Kareth escucho el nombre de “proyecto Gaia”, recordó haberlo oído en boca de Unum. Así que él también tomaba parte en todo.
-Reuní a un equipo de personas que apoyaban la causa y comenzamos a preparar lo necesario para que Gaia pudiese volver a la superficie –explicó Detz.
-¿Lo necesario?
-Sí. Según Gaia, había tres factores importantes para conseguirlo. El primero era el choque de fuerzas entre un gran número de usuarios de Radiar. Se necesitaba una gran fuente de energía residual generada por ella, y puesto que el Radiar forma parte de su cuerpo y esta energía se exterioriza al usar las habilidades que proporciona, la mejor manera de conseguirla era mediante una batalla a gran escala.
El segundo factor consistía en reunir los llamados Núcleos de Jade, que concentrarían la energía liberada. Como dije antes, una pequeña parte del poder de Gaia fue utilizada para contactar conmigo, mientras que otra pequeña parte fue dividida en siete materiales, correspondientes a estos núcleos, que despertarían en el interior de siete humanos cuya identidad, al fusionarse con el núcleo, sufriría un cambio por el que acudirían a la llamada de Gaia.
Los núcleos tienen tal cantidad de poder que pueden dar lugar a una regeneración exageradamente rápida, consiguiéndose algo parecido a la inmortalidad.
-No puede ser.
-A los portadores de los núcleos se les llama Descendientes de Gaia, a los que Tribus y tú pertenecéis. Y supongo que también habrás conocido a Unum.
Incapaz de asimilar toda aquella información, Kareth cayó de rodillas al suelo. ¿Eso quería decir que era parte de un plan para exterminar al ser humano?
-Sé que es difícil de aceptar, pero ya has visto el poder que tanto Tribus como tú tenéis –dijo Detz, al ver su reacción. Dados los acontecimientos, era poco probable que estuviese equivocado, pero aun así era demasiado repentino como para aceptarlo sin más.
-Dime una cosa, Kareth. ¿Crees que el ser humano merece la salvación? –preguntó el hombre, subiendo las escaleras que llevaban al segundo piso mientras que Tribus permanecía en el primero- ¿Que después de todo el daño que ha hecho debe continuar con su hegemonía?
El joven meditó la pregunta, pero no supo contestarla. Entre lo que había descubierto, y que parte de ello se entremezclaba con su propia opinión, decir sí o no había sido mentirse a sí mismo. Su mente estaba confusa.
-Tendrías que haberla escuchado, Kareth. Su dolor. Es imperdonable todo el daño que se ha hecho. No hay otra opción, y contigo, estaremos a un paso más de lograrlo. Únete al proyecto Gaia, Kareth. Por favor.
La pelota estaba en su tejado. Detz esperaba una respuesta y, al mirarle a los ojos, pudo saber que su petición era sincera, así que respiró hondo y se tranquilizó. Una vez en calma, sus ideas se aclararon y tuvo claro lo que quería, lo que consideraba lo más correcto.
-Dime una cosa, Detz, ¿de verdad es esa la única opción? Es posible que no conozca todo sobre este mundo, pero si hubo un día en que el ser humano estuvo en equilibrio con él, quizás aún haya esperanza.
Detz, sonrió al escucharle.
-Eres demasiado optimista. El ser humano es egoísta y ambicioso por naturaleza. Por mucho que quieras negarla, ésa es la verdad –respondió el hombre, de manera que Kareth se quedó en silencio- Viéndote ahora, me recuerdas a otras personas que también tuvieron esos mismos ideales. Me dieron muchos problemas.
-¿Qué? –preguntó Kareth, extrañado.
-Supongo que entonces tu respuesta es no.
Aunque lo consideró por segunda vez, y pese a su inexperiencia e inseguridad, obtuvo la misma respuesta que al principio.
-Lo siento, pero así es.
-Bueno, ya me lo imaginaba.
-¿Eh? –se sorprendió el chico. ¿Entonces por qué se había molestado en preguntarle?
-Aun así, cabía la posibilidad de que hubieses cambiado de opinión o que la voz de Gaia te hubiese alcanzado. No ha habido suerte.
-¿Qué cambiase de opinión? – preguntó Kareth. ¿Acaso no era la primera vez que le contaba la historia de Gaia?
Ignorándole, Detz acercó a la maquinaria que había en el segundo piso.
-Antes te estaba contado los tres factores que se necesitaban para cumplir con nuestro objetivo. Pues bien, el tercero era que Gaia necesitaba un cuerpo donde tomar forma en la superficie. Una carcasa que le sirviese, de manera provisional, para contener su poder. El cuerpo de una mujer –explicó el hombre mientras tocaba una serie de botones sobre un panel de control-. Esta tarea resultó ser, quizás, la más complicada, ya que debía ser capaz de sincronizarse con el Gaia. Pero, por suerte, pudimos encontrar a alguien compatible.
Al terminar de pulsar los botones, la pared de metal que cubría la estructura tubular comenzó a desplazarse, dejando ver otra pared de cristal a través de la cual se podía observar el cuerpo de una joven.
Al verla, Kareth apretó los dientes, dibujándose en su rostro una expresión ira.
-¡¿Qué le has hecho?! ¡¡Maldito bastardo!! –gritó con todo su ser mientras el cuerpo de Nara, conectado a una gran cantidad de cables, permanecía flotando en el líquido que contenía el tubo.
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