sábado, 27 de abril de 2013

Gaia Project: Capítulo 7

Durante el camino de vuelta, Ivel tarareó alegremente. Todos los trueques habían salido bien, aunque el que más le había elevado los ánimos había sido el que se había hecho por las medicinas.

-Menos mal que iba a ser difícil –comentó Kareth, con ironía.

-Pues es la primera vez que conseguimos tanto –dijo Tribus-. Demos las gracias a que decidisteis conservar ese comillo.

-¿Ya tenía pensado usarlo para ese intercambio? –preguntó Sarah.

-No exactamente –contestó Ivel-. Es cierto que me lo llevé cuando derroté a esa bestia. Pensé que nos podría ser útil en un futuro, pero no para un intercambio. O, al menos, no para ése. La idea de hacerlo fue de Tribus.

 

Al escuchar su nombre, tanto Kareth como Sarah se giraron hacia ella.

-¡¿Qué?! ¡Ha sido buena idea! Además, ese tipo de mercaderes merecen que se les asuste de vez en cuando –se defendió la chica.

-En fin, ahora ya da igual. Lo importante es que hemos conseguido lo que queríamos. Ahora sólo queda volver al campamento y esperar al otro grupo –dijo Ivel

-Me pregunto que tal les habrá ido -comentó Sarah.

 

Estaba oscureciendo cuando Argo, Jaryl y Will, junto con otros nómadas, volvieron al campamento.

-¿Cómo ha ido? –preguntó Kareth, al ver a Jaryl dejándose caer a su lado, visiblemente cansado.

-Como siempre, nada fuera de lo normal. No hemos conseguido mucho, pero tampoco nos hemos ido con las manos vacías.

-Entonces bien.

-¿Y a vosotros?

-Será mejor que se lo preguntes a Ivel. Estoy seguro de que estará encantada de contártelo.

 

En ese momento, los gritos de alegría de Argo les interrumpieron.

-¡Eso es genial! ¡Con esto, tendremos medicinas para una buena temporada! ¡Estoy orgulloso de ti, Ivel! –exclamó el hombre mientras abrazaba a su hija. Ella, por su parte, le devolvió el gesto con una sonrisa en su cara.

-Gracias a ti también, Tribus. Me ha contado que la idea fue tuya –continuó Argo.

-No hay de qué. Haría lo que fuera por un amigo –contestó ella.

-Gracias –repitió el hombre.

 

Pese a lo intrigante que le resultaba Tribus, Kareth debía reconocer que era una buena persona y se preocupaba mucho por los nómadas.

 

Fue mientras meditaba sobre ello, cuando observó un comportamiento extraño en Ivel. Parecía feliz, pero al mismo tiempo notó un atisbo de incomodidad. Por otro lado, puede que fuesen imaginaciones suyas.

 

Aquella noche, por alguna razón, el guerrero no pudo conciliar el sueño. Puede que debido a todo el ajetreo de los trueques, o quizás por la ansiedad que le producía no saber qué les depararía el futuro ni a él y ni a Sarah.

 

De momento, habían concluido que, a lo largo del día siguiente, ayudaría con el puesto e intentarían conseguir algo más. A fin de cuentas, su parte del trabajo ya se había dado por terminada. Según Argo, era la primera vez que la búsqueda de medicinas y otros productos había terminado tan rápido.

 

Entonces, sintió cómo alguien le tocaba ligeramente el hombro.

-Kar... –le dijo una voz, al mismo tiempo que él levantaba la cabeza y se chocaba contra la su compañera.

-¡Ay! –se quejó Sarah, llevándose una mano a la frente- ¡¿A qué ha venido eso?!

-¡Ha sido un accidente! –declaró el chico, haciendo lo mismo.

-¡Chst! –le calló ella, de repente, al poner una mano en su boca mientras con la otra hacía una señal con el dedo para que guardase silencio.

-¿Qué ocurre? –preguntó él, desconcertado.

-He escuchado un ruido antes. No estoy segura, pero creo que nos están espiando. Por eso he venido a avisarte –explicó la chica.

-¿Qué raro? Estoy seguro de que me habría dado cuenta.

-Sean quienes sean, son buenos.

-¿Hay más de uno? –preguntó él, a lo que su compañera respondió asintiendo, aunque no muy convencida.

-No importa. Intentemos no despertar a los demás –sugirió Kareth.

 

Acto seguido, ambos caminaron sigilosamente, alejándose del campamento mientras se mantenían alerta por cualquier cosa que pudiese delatar la posición de los espías.

 

Esto les llevó hasta una zona apartada, sin casa alrededor, donde sus perseguidores decidieron dar la cara.

-Así que os habéis dado cuenta. Nada mal –dijo una voz, mientras la luz lunar iluminó sus figuras, delatándoles como dos “Geads”.

-Imaginábamos que era a nosotros a quienes buscabais –obvió Kareth.

-Imaginas bien –dijo uno de los “Geads”.

-¿Y cómo es que sabéis sobre nosotros? –preguntó Sarah.

-Alguien nos ha hablado de vosotros.

-¿Quién? –continuó la chica.

-No tenemos costumbre de revelar la identidad de quien nos da información –respondió el otro, encogiéndose de hombros- Se acabaron las preguntas. Si no os importa, nos gustaría que nos acompañaseis.

-Pues vais a tener que trabajároslo un poco más, porque no pensamos hacerlo –sentenció Kareth.

-Ya nos lo veíamos venir.

 

Al instante de acabar la frase, uno de los “Geads” desenfundó una pistola y disparó a Kareth, quien recibió el balazo en su estómago.

-¡Kar! –exclamó Sarah, dirigiéndose a ayudar a su compañero.

-¡Yo que tú no me distraería! –dijo el segundo “Gead” mientras la atacaba con un mazo que doblaba su tamaño.

 

Esquivando el golpe de milagro, la chica pudo observar el arma golpeando el suelo y rompiendo la roca que lo formaba, creándose, al mismo tiempo, un gran cráter.

-¿Qué clase de arma sigilosa es ésa? –se preguntó mientras lograba, finalmente, llegar hasta Kareth- ¿Estás bien?

-Sí. Ya sabes que me recupero rápido –indicó el joven, levantándose.

-¿Qué sugieres? –preguntó ella.

-Esta vez quédate atrás. Yo me ocupo.

-¿Vas a...?

-Ahora mismo sólo estamos tú y yo. Nadie se dará cuenta. Además, preferiría terminar con esto antes de que despierten a los nómadas.

-De acuerdo.

 

Sin más que añadir, Kareth se levantó y sacó una de las espadas atadas a su cinto, pues con una le bastaba. Por su parte, Sarah se alejó, procurando no interponerse en su camino.

-¿Qué hace? –preguntó uno de los “Geads”, mirando, extrañado, a su compañero.

 

En ese momento, el que poseía una pistola reaccionó disparando su arma en la dirección en que se encontraba la chica, pero la bala nunca alcanzó su objetivo ya que el cuerpo de otra persona se interpuso en su trayectoria. Entonces, como si se tratase de un simple arañazo, dicha persona corrió hacia el tirador, sin importarle nada la integridad de su propio cuerpo.

 

Sorprendido, el “Gead” disparó de nuevo, impactando el tiro en el pecho de aquel individuo, que siguió avanzando de frente hacia su objetivo, como si no tuviese el más mínimo miedo a la muerte.

-¡Mierda! –exclamó el hombre, tratando de alejarse de él. Por desgracia, su acción llegó demasiado tarde, siendo atravesado por la hoja de su espada- ¡Agh! –gruñó, escupiendo sangre, poco antes de caer muerto.

 

Fue entonces cuando el “Gead” restante se situó al lado de la endiablada figura, enarbolando su mazo, con el que golpeó su cráneo, destrozándolo, así como el resto de su cuerpo, como si fuese una sandía.

 

Tras levantar el arma, no quedó rastro humano con el que identificarle.

-No sé qué ha sido eso, pero se acabó –dijo el “Gead” del mazo, dirigiendo su mirada hacia Sarah-. Me tendré que conformar sólo contigo.

 

De repente, se escuchó un ruido detrás de él que le hizo girarse. Allí, pudo ver el cuerpo que acababa de aplastar regenerándose y tomando forma de nuevo, hasta volver a su estado anterior.

-¿Qué es eso? –fueron las palabras que pronunció, antes de que su oponente le rebanase la cabeza, rodando ésta por el suelo segundos después.

 

Una vez hubo terminado todo, Sarah se acercó de nuevo a la figura de Kareth, cubierto de sangre, y recuperando la compostura a la vez que observaba los cadáveres.

-Me pregunto si ha sido lo mejor –dijo el chico.

-Ellos no habrían dudado en matarnos si lo hubiesen considerado necesario –replicó Sarah.

-Si alguien les ha hablado de nosotros, significa que sabe que somos fugitivos.

-¿Estás pensando...?

-Sí, podría ser alguno de los nómadas.

-¡No! ¡No puede ser! ¡Ninguno de ellos nos delataría! –le contrarió Sarah.

-Pero entonces, ¿quien más podría haberlo hecho?

-La única que se me ocurre además de los nómadas es...

-¿Tribus? –sugirió Kareth, mirando a su compañera a los ojos. Parecía ser que ambos habían llegado a la misma conclusión.

-De momento no tenemos pruebas así que no podemos estar seguros, pero será mejor que estemos alerta.

-¿Qué hacemos con ellos? –preguntó la chica señalando los cadáveres.

-Enterrémoslos –propuso el chico.

 

Así pues, entre los dos cargaron con los cuerpos hasta un lugar donde se aseguraron que no pudiesen ser vistos. Allí, cavaron un hoyo y los introdujeron en su interior, volviendo a taparlos, de manera que el olor no los delatase.

-Será mejor que te laves –le recomendó Sarah a su compañero-. Sería raro que te encontrasen con restos de sangre nada más levantarse.

-Tienes razón. Será mejor que vuelvas al campamento. Yo intentaré no tardar mucho en seguirte.

 

Al día siguiente, Argo reunió al mismo equipo de trabajo que el día anterior.

-Bien, como ayer conseguimos la mayor parte de lo que necesitamos, tan sólo nos queda darle salida a la mercancía de nuestro puesto. Así que lo que haremos esta vez será poner otro puesto. De esa forma, dividiremos la mercancía y ocuparemos más terreno.

-¿No romperemos las normas si lo hacemos? –preguntó Kareth.

-No te preocupes. Ya les hablé a los gobernantes la posibilidad de hacerlo, y no se opusieron siempre y cuando no se hiciese en un punto ya reservado por otro comerciante.

-Entiendo –respondió el chic, asintiendo.

-Jaryl y Will, esta vez iréis con Tribus. Yo iré con Ivel, Kareth y Sarah –dijo Argo.

 

Tras la formación de los grupos, el de Argo se dirigió a otra zona para montar el otro puesto.

-¿Has visto algo sospechoso en Tribus? –preguntó el joven inmortal a su compañera, procurando que no le escuchasen los demás.

-Nada fuera de lo normal. O es muy buena actriz, o los “Geads” no la mantienen bien informada. Aunque también es posible que nos estemos equivocando con ella.

-Lo sé, pero de momento es la más sospechosa. Más tarde, intentaré escabullirme e iré a vigilarla.

-De acuerdo.

-¿Estáis bien, chicos? –preguntó Argo, acercándose a ellos- Os veo un poco raros hoy.

-¡¿Eh?! –se sorprendió Sarah, pues no había escuchado sus pasos- ¡No, nada! Es sólo que no sabemos si nos apañaremos bien con esto.

-Je. No es tarea fácil, pero lo haréis bien, seguro –respondió el hombre, sonriente.

 

El día continuó sin percances hasta que Kareth encontró la escusa perfecta para escabullirse.

-Argo –dijo el chico.

-¿Sí?

-He pensado que, ya que éstas son mercancías que hemos obtenido de los intercambios –explicó mientras mostraba una caja cubierta con una tela-, debería llevarlas al campamento. Así podríamos ordenar un poco el puesto y evitar confundirlas.

-Mm... Sí, no creo que esté de más quitarnos un poco de peso, pero ten cuidado, son importantes –respondió el nómada.

-Claro.

 

De esa forma, tras depositar la carga en el campamento, Kareth fue en dirección al otro puesto, buscando un lugar cercano desde donde pudiese observar los movimientos de Tribus sin ser visto.

 

Así pues, decidió subir de un salto al tejado de una de las casas que había alrededor, pues eso le permitiría ampliar su campo de visión sobre el terreno.

 

Junto al puesto, encontró a Tribus, Jaryl y Will, a quienes se habían unido más nómadas. Sin embargo, no hubo nada que llamase su atención. La chica rubia no hacía ni un solo movimiento sospechoso. Únicamente se dedicaba a ayudar a los demás en tratar con clientes o explicarles a éstos las especificaciones de la mercancía a intercambiar.

 

“Puede que sea verdad que no tiene nada que ver”, pensó Kareth, “No, debo ser paciente. Observaré durante un poco más.”

 

En ese momento, se dio cuenta de que Tribus acababa de desviar la mirada hacia un punto en concreto. Un lugar en el que había reunidos varios “Geads”.

 

Pensando que podría ser un indicio de lo que estaba buscando, el chico fijó toda su atención en ello, sin darse cuenta de que un objeto venía hacia él, golpeándolo y haciéndolo caer desde el tejado, impactando sobre su espalda contra el suelo de un callejón.

-¡¿Qué ha sido eso?! –se quejó mientra se incorporaba, acariciándose la zona dolorida.

 

Rodeándole, había varios hombres vestidos con ropajes oscuros.

-Vosotros sois... –dijo el joven inmortal.

-¡Cállate! –le interrumpió uno de aquellos hombres, dándole una patada en el pecho que le hizo volver a quedarse tumbado.

-¡Ayer, dos de mis compañeros no consiguieron volver! ¡¿Me pregunto por qué?! -continuó el hombre, con lo que estaba claro que era una pregunta retórica- ¡Os hemos subestimado, pero no volverá a pasar! –añadió, disponiéndose a golpearle por tercera vez.

 

Entonces, haciendo acopio de todas sus fuerzas, Kareth consiguió hacerle la zancadilla, ganando el suficiente tiempo para levantarse y huir de allí.

 

No tardó en ser perseguido por los “Geads”, quienes le pisaban los talones. Para colmo de males, le dolía la cabeza y se sentía mareado, ya que, pese a su inmortalidad, un golpe contundente como el que había recibido al caerse del tejado, iba a tardar más en pasársele.

 

De vez en cuando miraba hacia atrás para comprobar si seguían ahí y, al darse cuenta de que faltaban algunos de ellos, supuso que intentarían acorralarlo adelantándole por los tejados.

 

El callejón se le estaba haciendo muy largo. Podía aprovecharse de su inmortalidad y lanzarse en un ataque descontrolado contra ellos, pero tenía miedo de que, siendo de día, alguien se viese involucrado.

 

Con esto en mente, finalmente llegó a un punto muerto, pues el grupo del tejado había conseguido su objetivo, cortándole la retirada.

-¡Se acabó! –exclamó el hombre al que le había hecho la zancadilla, acercándose a él con lo que parecía ser un martillo de combate. Probablemente, aquello que le había golpeado la primera vez y había dado lugar a su dolor de cabeza.

-¡Yo seré quien decida eso! –gritó una voz que sorprendió tanto a Kareth como a los “Geads”, quienes miraron a su alrededor en busca del origen.

 

Como por arte de magia, una chica rubia y bajita, de aspecto alegre y despreocupado, hizo acto de presencia cayendo desde arriba.

-No pienso permitir que os lo llevéis –continuó Tribus.

 

-Ya está todo –dijo Sarah mientras entregaba la mercancía a uno de los clientes.

-Qué extraño, ¿no está tardando mucho Kareth? –preguntó Argo.

-Puede que se haya perdido. No sería la primera vez que le pasa, jejeje –mintió Sarah, poniendo una sonrisa falsa.

-Bueno, en cualquier caso, necesito que lleves esto al campamento. Ya que estás, echa un ojo a ver si le encuentras.

-Claro –contestó ella, cargando con lo que le acababa de dar el hombre.

-¡Ah, espera! –exclamó Ivel, antes de que la joven se marchase.

-¿Qué?

-¿Seguro que no os pasa nada a Kareth y a ti? –preguntó la nómada. Por su expresión, parecía preocupada.

-Claro que no, ¿qué te hace pensar lo contrario?

-Es que... No sé. No parecéis los de siempre –respondió ella acariciándose el brazo.

-Todo va bien, tranquila –dijo Sarah-. Si no te importa, tengo un poco de prisa por llevar esto. Pesa lo suyo.

-Si quieres, puedo echarte una mano –propuso Ivel.

-No hace falta. Además, seguro que tu padre necesita más ayuda que yo –rechazó Sarah, lo que no dejó muy convencida a la joven pelirroja- Volveré enseguida.

 

Mientras se dirigía al campamento, Sarah estuvo cavilando sobre cómo le estaría yendo a Kareth.

 

De repente, sintió un escalofrío. Un mal presentimiento. Entonces, algo la agarró por la espalda y la llevó fuera de la multitud, haciéndola tropezar y caer al suelo, al igual que lo que llevaba en sus manos.

 

Cuando quiso darse cuenta, estaba rodeada de varios “Geads”, uno de ellos tapando su boca y rodeando sus brazos para impedir que se moviese.

-¡Ya te tenemos! –exclamó uno de ellos.

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