Al día siguiente, Kai despertó en su cama. Apenas había
conseguido conciliar el suelo la noche anterior, por lo que el cansancio le
había hecho mella por la mañana.
Al levantarse, miró a su alrededor, descubriendo que Miruru
ya se había marchado, probablemente, a trabajar en la tienda.
-Será mejor que yo también me ponga en marcha –se dijo a si
mismo.
Justo entonces, alguien tocó a la puerta, abriéndola
instantes después.
-¡Ah! –exclamó el joven, quien no esperaba tan poco espacio
de tiempo entre la llamada y la entrada, resbalándose y cayendo al suelo.
-¡Ya es hora de...! Oh, si estás levantado –dijo Miruru, sin
inmutarse por la escena de su compañero en el suelo, habiendo adoptado éste una
posición bastante cómica al caer.
-¡Sería imposible no estarlo de todos modos! –se quejó él.
-Oh, lo siento.
Tras un largo suspiro, y algo de esfuerzo, volvió a
levantarse, estirando ligeramente las caderas para relajar el dolor.
-Oye, Kai.
-Dime.
-Quizás sí sea mejor que aceptes –dijo Miruru, algo
cabizbaja.
-¿A qué viene ese cambio de opinión? ¿Es por lo de anoche?
Su silencio se lo confirmó, por lo que decidió acercarse a
ella y acariciar su cabeza para tranquilizarla.
-Me alegra que te preocupes por mí, pero ya no soy como era
antes –aquello pareció dar reacción en la joven, quien destensó su cuerpo y se
mostró algo más animada- De todas formas, me acompañarás, ¿verdad? Que quiera
ir, no significa que me fíe de esa mujer, así que necesitaré a alguien que me
cubra las espaldas –sentenció, sonriente.
De esa forma, la mañana continuó sin percances hasta que
hubieron terminado de trabajar.
-Buen trabajo –les felicitó Roland.
-Gracias –contestaron ambos.
-Desde que estáis aquí, el negocio va viento en popa.
-Tú también estás trabajando muy duro –dijo Miruru.
-Si sólo estuviese yo, estaría cerrado. Ya lo visteis por
vosotros mismos.
-Aunque nosotros no estemos, seguro que sabrás manejarlo bien
–le animó Kai.
-Eso espero.
Entonces, el hombre se fijó en que se estaban preparando para
marcharse.
-¿Vais a algún lado?
-Sí. Hoy continuaremos donde lo dejamos ayer –explicó Kai.
-Ah, claro. Espero que tengáis suerte.
Así pues, la pareja emprendió la búsqueda de Anna.
-¿Tienes alguna idea de dónde puede estar? –preguntó Miruru.
-Imagino que en la tarjeta lo pondrá –comentó el chico,
sacándola de entre las pertenencias que se había llevado y observándola
detenidamente.
-¡¿Qué?! –exclamó de repente.
-¿Pasa algo? –preguntó la semidiosa, levantado una ceja.
-Viene el nombre de un local. Pone: “Stargazer”
-¿Star-qué?
-Stargazer. También viene la dirección en la que está.
-Ah. Entonces sólo hay que ir allí. Parece fácil.
-¿Por qué será que tengo un mal presentimiento? –dijo Kai,
sintiendo un pequeño escalofrío.
Con la mente puesta en su objetivo, caminaron por calles bajo
el dominio de la Unión Imber, una de las tres potencias mundiales, y aquella
con menor poder militar, basando su estrategia en el espionaje y la defensa de
asedios. Desde el exterior, parecían estar en buen estado, pero Kai sabía que,
detrás de las apariencias, siempre podían esconderse oscuros secretos.
Tras un buen rato buscando la dirección indicada en la
tarjeta, llegaron hasta unas escaleras que bajaban hasta perderse en la
oscuridad.
-No sé por qué, me esperaba algo así –indicó Kai.
-No juzgues por lo de fuera. Quizás por dentro te sorprenda
–replicó Miruru, quien tomó la iniciativa de bajar.
-A ver si voy a ser yo quien te tenga que cubrir las espaldas
–bromeó el nigromante.
Al final de las escaleras, encontraron una puerta de aspecto
tétrico, sobre la que había un cartel en el que había escrito con letras
grandes: “ENTRADA”.
Sin preocuparse mucho por ello, Miruru la abrió
cuidadosamente, permitiéndoles entrar en lo que parecía un bar.
Pese a la oscuridad del ambiente, Kai tuvo que reconocer que
no era tan malo como había pensado.
Estaba iluminado con luces tenues de distintos colores que
generaban una sensación de intimidad.
A lo largo del establecimiento, se podían observar varias
mesas redondas y pequeñas, y una gran barra, donde se servían copas, pegada a uno
de los laterales.
Muebles, paredes, suelo y techo estaban limpios y bien
cuidados, y los clientes hablaban entre ellos sin armar escándalo mientras
disfrutaban de sus pedidos.
-Pensaba que estaría más... –comenzó a decir Kai,
deteniéndose unos segundos para pensar la siguiente palabra- ...desordenado,
pero parece que no un simple tugurio.
-Así que habéis venido –dijo Anna, acercándose a ellos desde
la barra- Bienvenidos a Stargazer. ¿Queréis tomar algo? –preguntó con tono
irónico.
-No gracias, no hemos venido a beber –respondió Kai, tajante.
-¿Qué tenéis? –por el contrario, Miruru se mostró interesada
en la oferta.
-Miruru... –replicó Kai, bajando los hombros y suspirando.
-¡Ah! ¡Perdón! Me he dejado llevar –se disculpó la chica.
-Estamos aquí porque queremos información sobre la persona
que busco –declaró Kai.
-Lo suponía. Seguidme –respondió ella, llevándolo a una
habitación contigua al bar- Bien, aquí podremos hablar sin que nadie nos
moleste –señaló, tomando asiento en un lujoso sillón rojo aterciopelado, aunque
a saber de donde procedía.
-¿Eres tú la dueña de este local? –preguntó Kai, quien, junto
a su compañera, había decidido permanecer de pie pese a los asientos situados
frente a la mujer.
-Así es. Este sitio recibe más visitas de las que te imaginas.
Por eso, resulta fácil escuchar información de utilidad.
-Entiendo. Antes de nada, quiero que sepas que no podemos
pagarte con dinero, pero si algo más que podamos ofrecerte...
-La verdad es que no es dinero lo que busco esta vez
–interrumpió Anna-, así que estáis de suerte.
-¿Qué es lo que quieres entonces? –preguntó el nigromante,
frunciendo el ceño.
Cogiendo un folio de papel sobre una mesita situada a su
lado, la mujer se lo lanzó al chico, quien lo agarró en el aire con gran
destreza. Tras esto, la leyó junto a Miruru.
-¿Lucha clandestina? ¿Qué es esto? –preguntó Kai.
-No es la primera vez que se celebra. Cada dos años
aproximadamente, puesto que puede cambiar para engañar a las autoridades, suele
hacerse. Así es como se decide quien será el líder del bajo mundo en los
territorios de la Unión. Por no hablar de la influencia que tendrá para hablar
con el gobernador.
-¿Gobernador? –preguntó Miruru, con curiosidad.
-Se refiere al líder de la Unión Imber. No sabía que aceptara
a gente del bajo mundo.
-Bueno, quiera o no quiera, tenernos en su territorio es algo
que incluso al él mismo le conviene en esta guerra.
-Entiendo. Supongo que la legalidad quedó totalmente atrás
una vez empezó todo.
-Tú lo has dicho. Y deberías dar gracias de que la Unión no
sea dada a la experimentación como el Imperio.
“Experimentación de civiles”, sólo el pensarlo, hizo que al
joven se le revolviese el estómago.
-Bueno, continuando con lo que estaba diciendo, me gustaría
que participases en mi nombre. Si ganas, te daré lo que me has pedido.
-Así que tengo que ganar.
Anna asintió.
-¿No crees que me lo estás poniendo un poco difícil?
-Puedes negarte si quieres, pero he de decir que cuando el
tipo al que buscas vino aquí, se le vio muy interesado en hablar con el
gobernador. Puede que, teniendo más influencia sobre él, pueda darte incluso
más información de la que ya tengo.
En respuesta a su afirmación, Kai puso cara de pocos amigos.
-Entonces, ¿hay trato o no hay trato? –preguntó Anna, con una
sonrisa.
-De acuerdo. Lo haré. Pero ni se te ocurra engañarme, de lo
contrario, te mataré.
-Oh, qué miedo. No es así como deberías tratar a una dama. No
te preocupes, la gente como yo es más fiable que los que aparentan ser de buena
casta –dijo la mujer, con un tono que a Kai le hizo pensar que sabía a lo que
se refería- Ya que hemos cerrado el trato, te explicaré los detalles. Hay un
número límite de participantes, y todos luchan contra todos, sin distinciones,
incluso si se contrata a varios luchadores, pueden acabar enfrentándose entre ellos.
Por supuesto, también hay un número límite que cada contratante puede enviar, y
ese número es tres. Eso es todo. Puedes golpear donde y como quieras, matar a
tu enemigo o abrirlo en canal mientras todavía suplica por su vida. Tampoco hay
límite de tiempo ni asaltos. Básicamente, todo acaba cuando el vencedor decida,
si es que lo hay. Aunque, al final, sólo uno será el ganador.
-¿Cómo habéis conseguido mantenerlo en secreto durante tanto
tiempo? –preguntó Kai, sorprendido.
-Ya te lo he dicho. En el fondo, esto también le conviene al
gobernador. El espionaje es una de las bases del poder de la Unión. Gente como
nosotros, o los “Spheres”, tenemos una posición privilegiada dentro de estos
territorios y, a cambio, le ayudamos a ganar la guerra. Por supuesto, de cara a
los ciudadanos no estamos bien vistos, y el gobierno siempre actúa como nuestro
enemigo pero, al mismo tiempo, esconde nuestros negocios y retrasa o desvía
cualquier intervención en nuestra contra.
-Entiendo.
-Me alegro. Creo que no me queda nada más por decir. Dentro
de una semana, si no pasa nada, comenzarán los combates. Espero que estés
preparado para entonces. Habrá más de uno sediento de sangre.
-Lo tendré en cuenta. Vámonos, Miruru.
Cuando se disponía a marcharse, se dio cuenta de que su amiga
se había quedado de pie plantada, observando el papel que anunciaba el evento.
-¿Miruru? –se extrañó el chico.
-Yo también quiero participar –respondió la joven, girándose
hacia él.
-¡¿Qu-qué?!
-Que yo también quiero participar –repitió, con expresión
decidida.
Por su parte, Anna apoyó el codo en el reposabrazos de su
sillón y la mano sobre su mejilla. En su rostro se pudo observar su interés por
ella.
-¿Eres buena luchadora? –preguntó.
-Sí –respondió Miruru, sin un atisbo de duda.
-¡Espera! ¡El que ha hecho el trato soy yo!
-Lo sé, pero ha sido ella quien se ha ofrecido –contestó Anna
a las quejas de Kai, dirigiéndose posteriormente a la semidiosa-. Me gusta su
actitud. Estaré encantada de tenerte de mi parte.
-¡¿Pero qué...?! –intentó replicar Kai.
-¡Bien! ¡Entonces, decidido! –le interrumpió Miruru antes de
marcharse por donde había entrado, ante la atónita mirada de su compañero.
-¡Me gustaría que me consultases antes de decidir sobre estas
cosas! –una vez fuera, Kai la regañó.
-No recuerdo tener que consultarte lo que haga o deje de
hacer –respondió ella mientras se distraía observando a los clientes del bar,
del que no tardaron mucho en salir, siendo cegados por la diferencia de luz en
el ambiente.
-B-bueno, e-eso es verdad. Pero aun así, es peligroso.
-No soy alguien débil a quien haya que proteger.
-No sabemos cómo es la gente a la que nos vamos a enfrentar.
-Confía en mí. Me las he arreglado por mí misma hasta antes
de conocerte y, aunque me halaga que te preocupes por mí, sé lo que hago. Además,
quiero ayudarte. No me gustaría quedarme mirando mientras te juegas la vida.
-¡Pero...!
-¡Kai! –deteniéndose frente a él, con expresión seria y aire
autoritario, logró que el chico diese un paso atrás. Su cola se movía de un
lado a otro, haciendo énfasis de su estado de ánimo.
-¿Q-qué pasa? –preguntó Kai, nervioso y con la guardia alzada
mientras ella se iba acercando a él- Vale, lo siento, no volveré a tocar el
tema.
-¡Eso me gusta más! –declaró Miruru, animadamente,
emprendiendo camino de nuevo.
-Ah... –suspiró el chico- He sido derrotado por completo.
-Tenemos que prepararnos bien. Quizás convendría planificar
algunas cosas, como qué haremos si nos toca el uno contra el otro. Además de
entrenarnos –dijo Kai una vez en salón de la casa de Roland. Para entonces, era
ya de noche, y la tienda estaba cerrada.
-¿Entrenar? Con el trabajo que hacemos en la tienda
entrenamos más que suficiente –contestó Miruru.
-M parece que vamos a necesitar algo más.
-¿Y qué sugieres?
-Mm... Podríamos empezar por analizar nuestros puntos débiles
e intentar corregirlos.
-¡Oh, ya entiendo! –exclamó la chica, quien de repente se
quedó mirando fijamente a Kai- Esa ropa no te pega.
-¡Me refería a nuestra habilidades!
-¡¿Eh?! ¡Ah! Ya lo sabía –intentó disimular Miruru, sin mucho
éxito.
-No estoy muy seguro de eso. En fin, lo mejor sería que cada
uno dijese una debilidad del otro, pero como nos conocemos desde hace poco,
tendremos que juzgarnos a nosotros mismos.
-Me parece lógico.
-Bien, entonces, ¿qué ves en tu habilidad que pueda ser una
desventaja?
-Mm... –Miruru meditó durante unos segundos su respuesta
hasta que pareció estar segura de ella- Creo que “autocontrol”. Para los
semidioses como yo es muy importante tenerlo para que no haya un desequilibrio
en nuestros poderes, por lo que conviene practicarlo a todas horas. Otro punto débil sería mi
retaguardia. Sólo puedo usar mi habilidad en aquello que puedo ver, por lo que
resulta difícil defenderme de alguien que ataca desde mi punto ciego.
-Muy bien. Autocontrol y retaguardia. En tu caso, nos
centraremos en ello.
-¿Qué hay de ti?
-¿De mí? En mi caso, el mayor inconveniente probablemente sea
mi innovación ofensiva.
-¿Invocación ofensiva? ¿Hay algo más aparte de los espíritus?
–se sorprendió Miruru.
-De hecho, originalmente, yo no tenía la habilidad de invocar
espíritus. La aprendí tras la muerte de May.
-¿Y qué problema hay con esa “invocación ofensiva”?
-Digamos que requiere cierto tiempo hacer que aparezca. Por
eso, normalmente, prefiero utilizar los espíritus. Aunque no siempre pueda...
-¿Y cómo es esa invocación? –preguntó la chica, con
curiosidad.
-No puedo enseñártela aquí, destruiría la casa –respondió
Kai, negando con la cabeza.
-¡Uah! –se impresionó Miruru-. ¡Ahora tengo más curiosidad!
-Mm... Bueno, hay un lugar donde creo que sí puedo
enseñártela.
Minutos después, Kai abrió las ventanas de su habitación,
asomando la cabeza y mirando hacia arriba.
-Ven –le dijo a la chica, haciéndole una señal con la mano.
-Parece que estemos huyendo –comentó Miruru, a quien aquella
escena le estaba divirtiendo.
-Si intentásemos huir dudo que lo mejor fuese subirse al
techo de una casa.
Tras esto, apoyó los pies en la cornisa y agarró con sus
manos dos de las tejas más cercanas. Por
lo que pudo observar poco después de que empezasen a vivir allí, aquella casa
tenía una estructura bastante tradicional, con un tejado rectangular,
ligeramente inclinado y compuesto por tejas de cerámica.
La inclinación era de unos 20º, y finalizaba en una terraza
con pared de cemento a media altura, bordeándola.
Así pues, el joven subió encima de la parte inclinada y,
desde allí, extendió su brazo para que Miruru pudiese agarrarse.
Alcanzando el borde de la terraza, ambos lo saltaron,
poniendo los pies, de nuevo, en suelo plano.
-Creo que aquí no habrá problema –dijo Kai, mirando a su
alrededor. Justo enfrente se encontraba Miruru, expectante.
-Será mejor que te alejes un poco. Cuanto más espacio, mejor
–sugirió Kai.
-Estás empezando a asustarme un poco –replicó la semidiosa.
-Allá voy.
Tras esto, cerró los ojos.
En un principio no se observó ningún cambio, ni en él ni en
el ambiente, sin embargo eso no tardó en cambiar cuando un fuerte viento le
rodeó.
Durante, al menos, medio minuto, se mantuvo en aquella
posición hasta que aparecieron, a ambos lados, sendos agujeros negros.
-¡¿Qu-qué es eso?! –preguntó Miruru, mezcla de sorpresa y
miedo.
En ese instante, por cada uno de los agujeros, apareció una
mano gigantesca, aproximadamente como dos o tres hombres de pie, puestos uno al
lado del otro. A ello había que sumarle su aspecto esquelético, en el sentido
más literal de la palabra, pues sólo se podían ver los huesos de éstas.
Siguiendo a dichas manos, surgieron unos largos y huesudos
antebrazos, finalizándose aquella invocación en el área de los codos.
Miruru se quedó sin palabras mientras la esquelética figura
apoyaba las palmas de sus manos sobre el suelo de la terraza.
-¡¿Qué es eso?! –repitió.
-Cuando estaba en Yohei Gakko intenté contactar con él, pero
supongo que no debía de caerle muy bien, porque cada vez que lo intentaba
terminaba o en desastre o sin que pasase nada. Sin embargo, después de entrenar
con First, aprendí a invocarlo. Y al final, hasta May le puso un nombre
–explicó Kai-. Así que permíteme que te lo presente. Él es Hel.
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