Mientras tanto, en el edifico central de “Comhairle”, un
hombre con gafas de sol y chaqueta recorría uno de sus múltiples pasillos con
intención de llegar a su despacho.
Este edificio estaba alejado de las tres Yohei Gakko,
evitando así cualquier relación, y era donde los miembros de la organización
vivían y tomaban decisiones con respecto a todo lo relacionado con las escuelas
y la guerra.
Así pues, tras saludar a dos compañeros que pasaron por su
lado, entró en la habitación y cerró con pestillo para que nadie pudiese
molestarle. Entonces, se sentó junto a un enorme escritorio de madera y cogió
su aparato comunicador. Después de marcar, esperó a que la otra parte
descolgase mientras jugueteaba con algo que llevaba en su otra mano.
-¿Sí?
-¿Detz?
-Eres tú, Unum.
-¿Te alegras de oírme?
-Ahórrate tus tonterías. ¿Cómo llevas la investigación?
–preguntó Detz, con tono serio.
-He confirmado la presencia de un grupo que solía ser muy
cercano a Darker. Son pocos, unos cuatro miembros, pero tendré que ser discreto
al encargarme de ellos o me descubrirán. Tras la muerte de Darker, están
pendientes de todo lo que se hago, tanto dentro como fuera de la organización.
Son como un grano en el trasero.
-¿Crees que sospechan de ti?
-Dudo mucho que Darker les informase sobre mí. No me conoció
hasta que entré en “Comhairle” con el nombre de Rokudo, pero, dada su muerte y
mi cercanía a él, no me extrañaría. Incluso votaron en contra de que las Yohei
Gakko entrasen en guerra abierta.
-Entiendo. Entonces date prisa.
-Procuraré que nadie se entere, aunque no creo que pueda usar
lo mismo que con esa chica. Por cierto, ¿qué ha sido de él? ¿Sigue sin ceder?
-Tribus acaba de darle de comer.
-Hablas como si fuese un perro.
-Y a este paso lo será. No tendré más remedio que sacarle el
núcleo.
-¿Podrás hacerlo?
-Por supuesto, hace poco que he terminado con lo necesario,
pero me gustaría tenerle de mi lado, al igual que Kareth.
-Me fastidia que estén en contra de nosotros.
-No los culparé en caso de hacerlo, pero eso no cambiará nada
–durante unos segundos, se hizo el silencio entre ambos, hasta que finalmente
fue roto por Detz- En cualquier caso, céntrate en la misión que tienes por
delante y procura que no te descubran.
-Lo que tú mandes –respondió Unum, colgando el aparato.
De vuelta con Kai y Miruru, esta última se hallaba sentada
con las piernas cruzadas, su mente visualizando un punto negro sobre un gran
espacio blanco, poniendo toda su concentración en ese punto.
-Oye –dijo una voz, justo enfrente.
-¡Uah! –exclamó ella, llevándose una mano al pecho por el
susto, lo que le hizo abrir los ojos y darse de bruces con el rostro de Kai-
¡¿Q-qué pasa?! ¡Me has desconcentrado! –se quejó.
-Lo siento. Sólo quería decirte que se me ha ocurrido una
forma con la que podrías cubrirte las espaldas.
-¿Eh? ¿Y cuál es? –preguntó Miruru, levantándose del suelo y
espolsándose la ropa. Ambos se encontraban en la terraza, donde habían decidido
subir todas las noches a entrenar.
-Defensa persona. Así, podrás defenderte de un ataque por la
espalda.
-¿Defensa personal? ¿Te refieres a algún arte marcial?
-Exacto. Yo podría enseñarte.
-¿Sabes artes marciales?
-Bueno... seguramente perdería contra alguien con más
experiencia, pero, durante mi entrenamiento, aprendí algunos trucos bastante
útiles.
-¿Y crees que en una semana podré aprender algo? –la chica no
se mostró muy convencida de su idea.
-Lo suficiente, creo... –respondió Kai.
Pese a que ninguno de los dos parecía confiar en que saliese
bien, puesto que, por el momento, era la mejor idea que tenían, decidieron
ponerla en práctica.
-Comenzaremos simulando ataques sencillos. Luego, si vemos
que los resultados son buenos, intentaremos algo más complicado.
-De acuerdo –dijo Miruru, asintiendo.
-Tú atacarás y yo defenderé. Intenta golpearme por la espalda
–propuso el nigromante mientras se giraba.
Así pues, esperó la acometida de la joven y, cuando ésta
llegó, se dio la vuelta rápidamente, agarrando su brazo y arrastrándola hacia
delante, lo justo para que tropezase con su pie y cayese de cabeza al suelo.
-¡Uah! –exclamó Miruru utilizando las manos para protegerse
de la caída.
-Esto, por ejemplo, podría servirte –declaró Kai.
Instantes después, Miruru se puso en pie y volvió a la
posición inicial.
- Bien, ahora inténtalo tú.
-No creo que lo haga igual –mientras contestaba, Kai se dio
cuenta de que estaba algo molesta por haber sido lanzada al suelo.
“Supongo que esperaba poder pillarme”, pensó el chico,
sonriendo.
-¡Vamos! ¡Inténtalo! –la animó el joven, situándose detrás de
ella.
-¡Allá voy!
Considerando que era el momento, Kai se lanzó contra ella,
quien consiguió esquivarle sin problemas, pero que, en lugar de continuar la
técnica tal y como le habían enseñado, elevó la pierna hasta tomar contacto con
sus genitales.
-¡Agh! –exclamó el nigromante, encogiéndose de dolor en el
suelo.
-¡Ah, lo siento! ¡No quería hacer eso! –se preocupó Miruru,
agachándose para ayudarle.
-N-no te preocupes –respondió Kai, con un hilo de voz- Has
aprobado con nota.
-¡¿En serio?! ¡Genial! ¡¿Qué va después?!
-Pues espera un poco a que me recupere y ahora te lo digo...
-Oh, Rokudo.
De nuevo en el edificio central de “Comhairle”, Unum se
dirigía hacia su despacho cuando escuchó el nombre de su identidad falsa.
-Ékader, ¿qué tal estás? –le respondió a un hombre mayor, con
canas en su pelo y algún que otro signo de calvicie en el área de la frente.
-A mi edad no se puede estar demasiado bien –bromeó Ékander.
-Para tu edad te mantienes bastante bien –le halagó Unum.
-Jeje, me alegra ver que conservas el sentido del humor.
-¿Y bien? ¿Querías algo?
-Sólo felicitarte por tu puesto como dirigente del proyecto
de “guerra abierta”.
-Es un honor –contestó Unum con sonrisa fingida.
-Sin embargo, ya debes de saber que mis compañeros y yo no
estamos de acuerdo. Supongo que lo entiendes.
-En mi opinión, pasar a la acción es algo que deberíamos
haber hecho antes.
-Si lo hacemos, sólo conseguiremos más caos. Añadir otro
bando más a esta locura. Además, unirnos al Imperio...
-Es una tapadera. Apoyamos al bando que lleva la delantera
para vencer a los otros dos y luego traicionarles y eliminar por completo a las
tres potencias.
-¡Así, lo único que conseguiremos será la muerte de miles e
incluso millones de personas! –se escandalizó Ékander.
-Me parece ridículo que, tras quinientos años de guerra,
digas algo así. Cuando las muertes son el pan nuestro de cada día. Si con esto
conseguimos poner fin a la guerra de una vez por todas, esas muertes habrán
merecido la pena.
-¡Sandeces!
-En cualquier caso, no importa lo que opines. Estoy al mando
de la situación, ¿o acaso no fue eso lo decidió la mayoría?
Furioso, Ékader abandonó se marchó sin decir nada más.
-No te preocupes, viejo –susurró Unum, una vez fuera de su
rango de visión-. No estarás ahí para verlo.
-Buff... –descansando sobre el suelo de la terraza, Miruru resopló.
Su cola, flácida y con apenas movimiento, expresó una vez más sus sentimientos,
cansada como se encontraba.
-No está mal. Aprendes rápido –dijo Kai, sentado a su lado.
-G-gracias... –respondió ella, casi sin aliento.
-Será mejor que lo dejemos por hoy. Forzarnos demasiado
podría significar tener que retirarnos.
-Está bien –aceptó la semidiosa, haciendo un gran esfuerzo
para levantarse del suelo- Dime, ¿cómo llevas lo de tu invocación?
-¿Hel? No muy bien. Por más que lo intento no consigo ser más
rápido. Es como si no consiguiese calmarme lo suficiente.
-Mm... –tras un rato pensativa, la joven se acercó a él y le
golpeó suavemente la frente.
-¿Eh? –se extrañó el chico, acariciándose la zona que acababa
de ser tocada.
-Intenta dejar la mente en blanco.
-¿Qué? Pero si no me concentro no conseguiré...
-Sólo hazlo.
Sin nada que perder por hacer la prueba, Kai cerró los ojos y
despejó su mente.
-Intenta pensar en algo que te relaje.
-¿Te refieres al fluir del agua, al viento meciendo las hojas
o algo así? –bromeó Kai.
-Puede ser una buena experiencia. Un momento que te haga
sentir nostalgia. Debe ser algo que te haga sentir confortable. Entonces, una
vez lo tengas bien grabado en tu cabeza, concéntrate en invocar a Hel.
Ambos se quedaron en silencio mientras Kai trataba de poner
en práctica lo que le acababan de enseñar. De repente, a su lado, surgieron de
nuevo dos fosos negros, de donde, a su vez, aparecieron los brazos de Hel.
Cuando volvió en sí, una sensación de logro recorrió su
cuerpo.
-¡Lo he conseguido! ¡He reducido el tiempo de invocación!
-¿Lo ves? –dijo Miruru, orgullosa, a lo que su amigo
respondió sonriendo.
-Por un momento, me has recordado a cuando First me enseñó
cómo invocarlo. No digo que seas como él, pero... esto es importante para mí. Gracias.
-No hay de qué.
Durante lo que sintieron como horas, ambos se miraron, como
si hubiesen visto una faceta inesperada el uno del otro. Entonces, salieron de
su ensimismamiento, sintiéndose algo avergonzados e incómodos.
-¡Ah! B-bueno, será mejor que volvamos –propuso Kai, algo
nervioso.
-¡S-sí! –respondió, tensando su cuerpo- P-por cierto, Kai,
¿en qué has pensado?
-¿Eh?
-Para concentrarte. ¿En qué has pensado? –repitió Miruru.
-En nada. No he pensado en nada –contestó él, desviando la
mirada.
-¡¿Eh?! ¡Ahora tengo más curiosidad! ¡Vamos, dímelo!
-¡No!
-¡Vamoooooos!
-¡Que no!
-¡Un incendio! ¡Hay un incendio! –el grito de uno de los
miembros de “Comhairle” retumbó en los pasillos del edificio central.
-¡¿Qué ocurre?! –preguntó Unum al llegar hasta él.
-¡Señor Rokudo! ¡El señor Ékader y otros miembros estaban
reunidos en una de las salas auxiliares cuando, de repente, estalló en llamas!
–explicó, asustado, el interrogado.
-¡Vamos! ¡Hay que ayudar a apagar el fuego! –exclamó Unum.
Situados frente a las llamas, vieron cómo éstas devoraban una
de las cuatro salas auxiliares, adyacentes al edificio principal, y que se
unían a él por medio de puentes.
Allí solían reunirse a veces miembros de “Comhairle”, para
deliberar sobre decisiones importantes.
Pese a los intentos por salvar las vidas de los cuatro
miembros que se habían visto implicados, el fuego consumió sus cuerpos,
impidiendo cualquier posibilidad de reanimación.
-Pero, ¿cómo ha ocurrido? –preguntó uno de los recién
llegados al lugar de los hechos.
-Se cree que fue debido a un candil que utilizaron para
iluminar la sala.
-¿No utilizaron luz eléctrica?
-Hubo un apagón en ese momento –intervino Unum-. ¿Quién iba a
pensar que un descuido iba a acabar en esto?
-¡Qué desgracia! –dijo otro, llevándose las manos a la
cabeza.
-Sí –dijo Unum mientras observaba la sala calcinada y
guardaba algo en su bolsillo-. Una terrible desgracia...
-Dime, Kai
-¿Qué pasa ahora? –respondió el chico, irritado al ver
interrumpido su sueño.
-¿Qué haremos si nos toca pelear entre nosotros?
-Ah, cierto. También tenemos que pensar en un plan para eso
–dijo Kai-. Aunque, ¿sabes qué? Puede que lo mejor sea dejarnos llevar y pelear
para ganar.
-¡¿Eh?! ¡¿Qué dices?! –se escandalizó Miruru, levantándose de
la cama.
-Es decir, al final no importa quién de los dos gane, siempre
y cuando no nos matemos, claro. Al fin y al cabo, somos un equipo, ¿no?
Al escuchar el resto de la respuesta, en el rostro de la
joven se dibujó una amplia sonrisa.
-¡Sí! –dijo mientras volvía a acostarse- ¡Un equipo!