sábado, 9 de agosto de 2025

Capítulo 58: La forja de una leyenda (Parte III)

 -¿Seguro que deberíamos estar aquí? –preguntó Julius, quien escuchaba con preocupación las voces que gritaban fuera del castillo.

-Alguien debe proteger este lugar. Y teniendo en cuenta el número de enemigos y su fuerza, dudo que la guardia imperial se baste por sí sola. Sin ofender... –explicó Alex, dirigiéndose a dos miembros de dicha guardia que, situados a cada lado de la puerta de entrada, se limitaron a no contestar.

-Lo entiendo, pero no puedo evitar sentirme inútil.

-Las órdenes son órdenes –intervino Tathya.

-Estoy de acuerdo –afirmó Reima, a quien todos observaron mientras éste bajaba las escaleras que llevaban al recibidor-. Además, somos la última línea de defensa, y eso también es importante. De hecho, siendo Thyra y Hana su objetivo, puede que el más importante.

-¿Cómo sabes que van a por ellas?

-Porque son los mismos que instigaron lo ocurrido en Nápoles. También quienes pactaron con Remiel. En ambos casos, se buscaba asesinar a una de ellas, es lógico pensar que esta vez quieran lo mismo.

-¿Pero por qué ahora? Es decir, ha pasado tiempo desde lo de Remiel...

-A eso no te sé responder con certeza. Puede que no pudiesen y éste haya sido su último recurso.

-A todo esto, ¿cómo está Hana? Vienes de hablar con ella, ¿no? –se interesó Alex.

-Se ha quedado con John y los pequeños.

-Sigo sin creerme que John pueda pelear –bromeó Tathya.

-A mí también me cuesta imaginármelo, pero... –contestó Reima, encogiéndose de hombros.

 

Hubo unos minutos de silencio incómodo. Pese a aquella charla distendida y su intento por ser optimistas, lo cierto era que la situación era un caos.

-Sé que no estaréis de acuerdo, pero no puedo evitar pensar que esta será nuestra última batalla –indicó Julius.

-Estoy de acuerdo –dijo Tathya.

-¿En lo de la última batalla?

-En que es mejor que te ahorres esa absurdez y te centres en salir vivo de ésta –replicó, dándole una palmadita en la espalda.

-Ya decía yo –sonrió el chico- Es que, aunque no sea la persona más indicada para decirlo, por los problemas que os di en el pasado y eso; quería agradeceros haber podido luchar a vuestro lado. Para mí ha sido un honor teneros como compañeros.

 

Tras terminar su confesión, todos lo miraron como si no hubiese nadie más en toda la sala, hasta que finalmente estallaron en carcajadas.

-¡Eh! ¡Hablo en serio! –se defendió Julius, avergonzado.

-¡Es que no nos lo esperábamos! –se explicó Tathya, secándose las lágrimas.

-¡Vale, vale! ¡Pues lo siento! –se quejó, ligeramente ofendido.

-No. Creo que lo necesitábamos –indicó Alex-. Todo esto... ha sido muy repentino. Lo cierto es que no sabemos cómo acabará, pero, gracias a ti, me siento con más fuerzas para enfrentarme a ello.

-Coincido –añadió Reima-. Y no eres el único. Para mí también ha sido un honor. Aunque, no hagamos que termine aquí.

-Sí. Aún queda mucho por hacer –afirmó Tathya, acariciando el hombro de Julius.

 

En ese momento, se escuchó a alguien llamando a la puerta, con un sonido tan fuerte que hasta llegó a sobreponerse al ruido de la batalla.

 

Ninguno se sorprendió, ni siquiera los guardias, quienes agarraron sus armas mientras se alejaban poco a poco del portón.

 

Entonces, con un golpe seco, las dos mitades que constituían la entrada saltaron por los aires, obligando a los pacificadores a hacerse a un lado para evitar ser aplastados.

 

Al principio, no distinguieron nada al otro lado, pero, segundos después, la figura de un hombre de cabello plateado, ataviado con una túnica, hizo acto de presencia.

 

Caminaba lentamente, mirando a su alrededor con una extravagante curiosidad. Ni siquiera reparó en el resto de personas que había en el recibidor. Tampoco cuando los guardias se abalanzaron sobre él. Aunque no hizo falta, pues, en un instante, los redujo a charcos de sangre, aplastados por una misteriosa fuerza.

-Qué groseros. Sí, son unos groseros. Unos groseros, sin duda –musitó, generando gran incomodidad en el resto-. Oh, así que sois vosotros los que nos habéis estado retrasando. Sois vosotros, sí. Sí, seguro que sois vosotros. No parecéis gran cosa. No sois gran cosa. Sois poca cosa.

-¿Está bien? –preguntó Tathya, quien sintió un ligero escalofrío.

-Será mejor que corráis –dijo Alex, desplazándose hacia un lado justo antes de que el suelo que habían estado pisando quedase hecho añicos.

 

Por suerte, los demás reaccionaron a su aviso, salvándose por los pelos de acabar como los guardias.

-¡¿Que ha sido eso?! –exclamó Julius, asustado ante aquel extraño poder.

-¡No lo sé, pero será mejor que estéis atentos a cualquiera de sus movimientos!

-¡Oh! ¡Sois más hábiles de lo que pensaba! ¡Más hábiles, sí! ¡Tenéis habilidad! ¡La tenéis! –alzando las manos, hizo que parte de la estructura de la escalera fuese arrancada de cuajo, siendo lanzada contra Tathya y Julius, quienes, pese a esquivarla, quedaron aislados de los demás.

-¡Mierda! ¡Tathya! ¡Julius! –gritó Reima, intentando alcanzarles pero siendo agarrado por Alex, que lo salvó de acabar bajo más escombros.

 

Al otro lado, la pareja de pacificadores se había quedado a solas con aquel individuo, sin saber bien si atacarle o esperar a que él tomase la iniciativa.

-¡¿Quién eres?! –le inquirió Julius.

-Por favor, permitid que me presente. Soy Mathew, un hombre de riqueza y buen gusto –rió su enemigo, girando sobre sí mismo antes de levantar levemente los costados de su túnica, a modo de reverencia.

-Está como una cabra –declaró Tathya.

-Como una cabra... ¿Quién sabe? Sí, ¿quien sabe? Puede que alguien lo sepa. Lo que sí sé es como acabaréis vosotros. Sí, lo sé. Amigos de los demonios. Vuestra muerte se acerca. Sí, se acerca. Pero, si me decís donde están aquellas que busco, vuestra muerte será rápida y sin dolor.

-¡¿Por qué quieres matarlas?!

-¡Qué pregunta más obvia! ¡Qué obvio, sí! ¡Todo aquel que intente ir en contra de los deseos de nuestro señor merece la muerte! ¡La muerte, sí!

-¿Vuestro señor?

-¡¿Es que hay que explicároslo todo?! ¡¿Acaso no sabéis quién es Chronos?! ¡Por supuesto que no, ¿por qué habríais de saberlo?! –dijo mientras aquella fuerza misteriosa se precipitaba de nuevo sobre sus cabezas, teniendo cada vez menos espacio para esquivarla.

-Tenemos que buscar la forma de acercarnos a él –propuso Julius-. Encárgate de distraerle, intentaré sorprenderle desde otro ángulo.

-¿Estás seguro?

-¿Te preocupas por mí? –sonrió él.

-¿Te burlas de mí? Sabes que ese es mi trabajo –se la devolvió Tathya. Sin embargo, se pudo notar un cambio en su tono, ligeramente quebrado-. Sí, no quiero que te pase nada.

-Lo sé. Por eso pienso volver.

-Más te vale.

 

Tras esto, la chica se corrió hasta situarse en el lado derecho de Mathew, desde donde, haciendo uso de la increíble fuerza de sus piernas, pateó uno de los escombros, dirigiéndolo como una bala hacia él.

Esto obligó al hombre a defenderse, desviando su atención de su otro contrincante, el cual se acercó por detrás, arma en alto, dispuesto a propinarle un potente tajo vertical con intención de matarlo.

-¡Sí! –se alegró ella, al ver que su estrategia había surtido efecto.

 

O eso creyeron, pues el pacificador sintió cómo un gran peso caía sobre él, impidiéndole cualquier movimiento.

-¡¿Qué?! –se extrañó, pues estaba seguro de haber atacado desde su punto ciego.

-¿De verdad pensabais que no lo vería venir? Tan sólo estaba jugando con vosotros. Un juego, sí. Un gran juego. Un suculento juego –indicó mientras se giraba hacia él- ¡Siempre es más divertido matar cuando tus presas se confían, ¿eh? ¿eh? ¿eeeeeh?! –una sonrisa sádica se dibujó en su rostro.

-¡No! –Tathya se lanzó contra Matthew, espada en mano, pero no tardó en acabar igual que su compañero.

-¡Oh! ¡Pero que bonito! ¡Es muy bonito! ¡Qué pareja tan encantadora! ¡Sí, de lo más encantadora! ¡¿Sabéis qué?! ¡Os daré una oportunidad! ¡Enfrentaos entre vosotros, y al que gane, le perdonaré la vida!

-¡Muérete! –respondió Tathya.

-¡Respuesta incorrecta! –replicó, aumentando el peso sobre Julius hasta dejarlo boca abajo sobre el suelo. Sus gritos de dolor se hicieron eco por todo el recibidor al sentir cómo sus huesos iban siendo aplastados poco a poco.

-¡No! ¡Por favor! ¡Déjalo en paz! ¡Si tienes que matar a alguien, mátame a mí!

-No me apetece –se negó, haciendo más presión sobre él.

-Ta... thya... –consiguió articular, mientras ella lo miraba entre lágrimas, poco antes de quedar reducido a un amasijo de sangre y vísceras.

-¡No! –chilló, desesperada e impotente.

-¡Oh! ¡Cállate! –se quejó Mathew, aplicando la misma fuerza sobre la pacificadora y fulminándola al instante, entre salpicaduras de un rojo intenso.

 

Y así, se hizo el silencio, adornando una imagen siniestra en la que del apóstol era el único protagonista.

-Ahora, me pregunto dónde estarán esas dos –murmuró, elevándose en el aire para alcanzar el piso de arriba, donde, justo al aterrizar, detuvo, sin esfuerzo, el vuelo de una daga dirigida a su cabeza-. Parece que las malas hierbas crecen allá donde piso. Qué impertinentes son. Sí, muy impertinentes.

 

El artífice de ese ataque, Alex, apareció entre él y la entrada, en forma de arco, que llevaba al pasillo principal. A su lado estaba Reima, que agarraba con fuerza su arma, sin quitarle ojo a Mathew.

-¿Dónde están Julius y Tathya? –preguntó el líder del segundo grupo, intentando divisar los cuerpos de sus compañeros.

-Los he hecho puré. ¿O debería decir caldo? –contestó, señalando la sangre que manchaba su túnica.

 

Aquella respuesta provocó una mueca de desagrado en el rostro de ambos, sin embargo, tuvieron la suficiente frialdad para no dejarse llevar por ella.

 

Por otro lado, se sentían culpables por haber llegado tarde a ayudar a sus compañeros.

-Reima. Escúchame bien. Ve al cuarto donde están John y Hana y sácalos del castillo.

-¡¿Pero qué dices?! –el joven espadachín no dio crédito a sus palabras- ¡¿Y qué pasa contigo?!

-Los dos sabemos que nos enfrentamos a alguien que nos supera. Si uno de nosotros consigue ganar algo de tiempo para que el otro los ponga a salvo, entonces habremos cumplido con nuestra misión.

-¡Pero si le atacamos a la vez, quizás venzamos!

-¡Reima! –le interrumpió el hombre, alzando la voz como nunca lo había hecho hasta ese momento- ¡No podemos ganar! ¡No tal y como somos ahora mismo! ¡Quizás Thyra tenga el poder suficiente para enfrentarse a él, pero si nos quedamos aquí, entonces no habrá nadie que le informe de la situación, ¿lo entiendes?!

 

Sin saber qué más argumentar, Reima dudó unos segundos durante los cuales el apóstol se limitó a mirar hacia abajo y mover los labios en una especie de trance, sin prestar atención a la conversación.

 

-De acuerdo –concluyó, a regañadientes-. Pero más te vale sobrevivir.

-Haré lo que pueda –sentenció su compañero, con sinceridad.

-¡Todavía tenemos un combate pendiente, ¿recuerdas?! –se escuchó al joven japonés poco antes de desaparecer al fondo del pasillo.

-Sí, lo sé –rió Alex.

-¿Habéis terminado ya con vuestra cháchara? Eso espero. Sí, eso espero. Me estaba cansando de esperar. Esperar es muy pesado.

-¿En serio? Yo te he visto la mar de entretenido con tus rezos o lo que quiera que fuese eso.

-¿Te burlas de mí?

-No, por favor, continúa. Cualquier pérdida de tiempo me vendrá bien.

 

En ese instante, parte de los muchos escombros dispersos por la sala, comenzó a flotar cuales globos, concentrándose en un mismo punto hasta formar una masa de piedra fragmentada.

-Así que ese es tu poder. Controlar la gravedad. Dime, ¿todos tenéis la misma habilidad o depende del apóstol?

-¿Quieres saberlo? ¿De verdad quieres saberlo? ¿O estás buscando otra vez distraerme?

-Un poco de todo. Aunque, eso no es lo que más me intriga. Habéis tardado mucho en llevar a cabo vuestro plan. ¿Acaso teníais miedo de algo?

-¡¿Miedo?! ¡Si esos estúpidos ángeles no hubiesen creado barreras alrededor de los “Dying Walkers” tras terminar la guerra, nada de esto habría pasado! ¡Nada de esto, sí! ¡Nada!

-Barreras. Así que era eso. ¿Pero cómo es posible? Con vuestro poder hubiese sido sencillo deshacerlas, ¿verdad?

-Esas barreras se hicieron específicamente contra nosotros. Varios ángeles se reunieron. Lo hicieron. Rodearon a los “Dying Walkers”. A la mayoría de ellos. E hicieron que perdiésemos nuestro ejército ¡Lo perdimos! Si no llega a ser por eso, los hubiésemos extinguido. Lo hubiésemos conseguido. ¡Malditos y asquerosos pecados!

-Pero, igualmente, las habéis destruido. Ya no hay forma de que las rehagan.

-Para ello tendrían que reactivar los sellos de las afueras. A las afueras, sí. Pero no hay manera que los ángeles lo sepan. No la hay.

-A las afueras...

Alex recordó la historia que Uriel había contado sobre la muerte de Claude. Si no recordaba mal, se encontraba en una zona de las afueras de Roma cuando Remiel lo asesinó. ¿Y si eso era lo que el arcángel no quería que encontrase?

 

Sin querer, una sonrisa se dibujó en sus labios.

-Estamos perdidos –ironizó, en parte, jactándose de la estupidez del apóstol, que todavía no se había dado cuenta de su error. Tan sólo le quedaba encontrar una manera de decírselo a los ángeles.

-Se te acabó el tiempo, traidor humano –le espetó Mathew-. No me vas a hacer perder más tiempo. Nada más. Llegó tu hora de morir. Sí, tu hora.

-Eso ya lo veremos –replicó el hombre, adoptando una posición de combate.

“Lo siento, Reima. Pero me temo que lo nuestro se quedará pendiente”, lamentó, poco antes de lanzarse al ataque.

 

Por otro lado, el espadachín japonés llegó a la sala donde se encontraban Hana y el papa, además de Serah y Ahren. Estos dos últimos, ajenos a todo lo que sucedía fuera.

 

Se trataba de una habitación con forma hexagonal, en cuyo centro había una mesa redonda de madera con un cáliz encima, el cual debía de ocupar un cuarto de la misma. En una de las paredes se podía observar una hilera de cristaleras desde las que se veía parte de la ciudad, así como de las llanuras y bosques circundantes. Aunque, en ese momento, habiendo caído la noche, lo único que se vislumbraba era el fuego cruzado entre aliados y enemigos.

-¡Julius y Tathya han muerto, y Alex está intentando ganar tiempo! –explicó Reima, sin rodeos, pese a los otros dos ya habían supuesto que su llegada no venía con buenas noticias- ¡Tenéis que iros de aquí cuanto antes!

-¡Hana! –continuó el papa, tras girarse hacia ella- ¡Coge a los pequeños y sal por esa puerta! –ordenó, señalando una situada en la parte opuesta a la entrada que acababa de usar el pacificador- ¡Si sigues recto por el pasillo encontrarás dos caminos! ¡Continúa por el de la derecha hasta llegar a una pared de piedra! ¡Al empujar el primer ladrillo del centro, empezando por abajo, se abrirá una trampilla que lleva a las afueras! ¡Es el mismo camino que ha tomado el emperador para ir al refugio!

-¡Pero, ¿y qué pasa contigo John?!

-¡Yo me quedaré aquí junto Reima y ayudaré a retenerlo!

-¡¿Qué?! ¡No pienso ser la única que escape!

-¡Siento decirte esto siendo mi vida la que está en juego... –discutió John- ...pero, si yo muero, siempre se podrá encontrar a otro sucesor! ¡Pero si pasa lo mismo con una de vosotras, todo lo que hemos conseguido se perderá! ¡Y eso es algo que no podemos permitir! –declaró, dejando atónita a una demonio que, ante la presión de aquella situación, no tuvo más remedio que obedecer y marcharse con los pequeños.

-¿Estás seguro de esto? –preguntó Reima.

-Parte de esto también es culpa mía. Si hubiese aumentado la seguridad frente a la cámara de los “Dying Walkers”, puede que no hubiesen entrado.

-Siendo honesto, dudo que hubiese servido de algo –indicó el espadachín, mirándole fijamente-. Esa gente no es normal.

 

Nada más terminar la frase, se escucharon pasos más allá de la puerta principal, poco antes de que, con un golpe seco, ésta volase por los aires, aterrizando cerca de la mesa central.

Y allí, delante de ellos, Mathew hizo acto de presencia, aunque esta vez parecía bastante molesto.

-¡Me estoy cansando de todo este jueguecito! ¡Estoy cansado! ¡Cansado, sí!

-¡Pues entonces lárgate! ¡Nosotros también estamos cansados de ti! –le respondió el joven japonés.

-¡Oh! ¡Así que estabas aquí! ¡El único que queda de los cuatros guardianes idiotas! ¡El último que queda! –contestó, alzando los brazos, ante lo que el chico mostró una mueca de desagrado, cerrando los ojos como muestra de pesar por la muerte de Alex- ¿¡Y quién más!? ¡Ah, si es el actual papa! ¡La eminencia de la Inquisición en persona! ¡Y el peor de la historia! ¡Sí, de toda la historia!

-Si ser un buen pontífice consiste en convertirme en alguien como tú, entonces prefiero quedarme como estoy.

-Palabras de un necio. Y como necio, ¡morirás!

 

Saltando sobre John, Reima logró evitar que acabasen aplastados por la fuerza de la gravedad, destruyendo parte del suelo en su lugar.

-¡Decidme donde está la demonio! –gritó el apóstol mientras encadenaba ataque tras ataque, apenas dejándoles espacio por el que moverse.

 

En esas que John apoyó un pie sobre la pared contra la que habían sido acorralados.

-¡¿Qué piensas hacer?! –se preocupó Reima.

-¡Ya te lo dije! ¡Un papa no llega a ser nombrado así como así! –afirmó, impulsándose como una bala hasta acabar haciendo contacto con el estómago de Mathew, quien salió despedido por el pasillo de donde había venido- ¡Así aprenderás a no subestimarme!

-Estoy impresionado –admitió el espadachín, acercándose a él.

-Gracias, pero me temo que esto aún no ha terminado.

-¡Estúpidos! –se escuchó al fondo del corredor- ¡¿Queríais cabrearme?! ¡Pues lo habéis conseguido! ¡Sí, me habéis enfadado!

 

Acto seguido, el apóstol apareció de nuevo frente a ellos, embistiéndoles de manera similar a como lo había hecho John antes. Con la diferencia de que, una vez hubieron acabado de rodar por el suelo, lo atrajo hacia sí con el poder de la gravedad, golpeándoles una y otra vez para evitar que contraatacasen. Sin embargo, finalmente Reima consiguió interponer su espada, haciendo que tuviese que esquivarle y que el papa aprovechase esto para retomar el equilibrio en el combate.

 

Los siguientes minutos consistieron en continuos intercambios de ataques, sin descanso, entre los tres. El objetivo de Reima y John era impedir que Mathew usase sus poderes, ya que era la única manera de luchar en las mismas condiciones.

 

Por desgracia para ellos, no era la primera vez que su adversario se enfrentaba a esa clase de dificultades, por lo que, con un rápido movimiento, se elevó en el aire.

 

Entonces, desde ahí, hizo que la superficie bajo los pies del papa se rompiese, dando lugar a una pequeña plataforma que voló hasta estamparlo contra el techo.

-¡John! –gritó Reima, apoyándose en la mesa del centro para tratar de llegar hasta él, pero encontrándose con el poder del apóstol, que lo mandó de vuelta al suelo.

-¡Se acabó, papa de pacotilla! ¡Sí, se acabó para ti! –sentenció, levantando otra parte del concreto, esta vez más grande, y enviándolo contra el pontífice que, incapaz de hacer nada, fue aplastado por éste.

-¡No!

 

Impotente, el espadachín no pudo más que quedarse mirando mientras otro de sus amigos moría a manos de ese loco, quien, lentamente y tras aterrizar, caminó hasta situarse junto a él.

-Nos hemos quedado solos. Que silencio. Sí. Y solitario.

-¡Agh! –se quejó el chico cuando su mano fue pisada para que soltase la espada a la que seguía aferrándose.

-Y ahora que nos hemos quedado solos. Dime donde está la demonio. Sí, dímelo

-¡Nunca te lo diré! ¡Ugh! –al mismo tiempo, sintió una fuerte presión sobre el resto de sus extremidades.

-Muy bien. Haremos lo siguiente entonces. Sí, lo haremos. Iré quebrando uno a uno todos los huesos de tus pies, luego haré lo mismo con tus manos, luego tus piernas, y así hasta que me digas donde está. Sí, hasta que me lo digas.

-Je je je...

-¿De qué te ríes? –se sorprendió Mathew.

-¡Eres tan sumamente cruel y egocéntrico que jamás comprenderás que una persona sea capaz de proteger a otra aun a costa de su vida! ¡A ver si lo entiendes, imbécil! ¡Nunca te lo diré!

 

Ante aquellas palabras, se dibujó una mueca de desagrado en el rostro del apóstol

-Como quieras.

 

Cuando todo parecía perdido, Reima observó a Matthew saltar hacia atrás para esquivar un rayo de luz dirigido a su cabeza. Al girarse, descubrió a Hana y Thyra justo frente a la salida que la primera había usado antes.

-¡¿Qué haces aquí?! ¡Te dijimos que te fueras!

-¡Lo siento, pero huir no va conmigo! ¡Y quizás yo no sea rival para ellos, pero conozco a alguien que sí! –dijo, sonriente, mientra miraba a Thyra.

-¡¿Estás bien, Reima?! –preguntó la arcángel, preocupada.

-Yo sí, pero John... –indicó, desviando la vista.

-¡Qué suerte! ¡Una gran suerte, sí! –les interrumpió el apóstol, con expresión alegre y alzando los brazos en una alabanza- ¡Sí, mi señor siempre me acaba recompensando, y esta vez me ha traído a esa demonio! ¡Y no sólo eso, también a la arcángel!

-¿Llamas a eso suerte? –ironizó Thyra, disponiéndose a disparar de nuevo.

-¡Eh! ¡No tan rápido! –exclamó Mathew, levantando una mano y haciendo que el cuerpo de Reima se desplazase hasta quedarse justo enfrente de él- No querrás darle al chico. Diría que es alguien muy importante para vosotras, ¿verdad? Muy importante, sí.

-¡Cobarde! –se quejó Thyra.

-¡Oh, vamos! Hasta yo sé que tendría problemas contra un arcángel. Graves problemas. Pero, así, se giran las tonas. De momento, ¿qué os parece si hacemos un trato? Sí, un buen trato.

-¿Qué clase de trato?

-La vida del chico por la de la demonio.

-¡Ni lo sueñes! –contestaron Thyra y Reima al unísono.

-¡Oh! ¡Qué loable! ¡Qué amor tan profundo el vuestro! ¿O puede que no lo suficiente? –contestó mientras partía uno de los dedos del espadachín, quien chillo de dolor- ¡Primer aviso!

 

Ninguna de las dos sabía qué hacer. De hecho, tomasen la decisión que tomasen, estaban seguras de que el apóstol no cumpliría su palabra y mataría a Reima de todas formas. Por tanto, eso sólo les dejaba una opción.

-¡Hazlo! –le ordenó Reima a Thyra- ¡Mátame! ¡Vamos, hazlo!

-¡Tú, cállate! –replicó Mathew, partiendo otro de sus dedos.

-¡Por favor...! –continuó pese al intenso dolor que sentía en su mano.

-¡No! ¡No eres tú quien va a morir, Reima! –intervino una voz, situada detrás de ellos.

 

En ese momento, el joven, quien hasta entonces había estado flotando en el aire, cayó al suelo de repente. Al mirar atrás, observó la figura de John agarrando a Mathew de todas sus extremidades, para impedir que este se moviese.

-¡Thyra! ¡La Lanza de Kodesh!

-¡¿Qué dices?! ¡Si la utilizó, destruiré toda la sala!

-¡Yo me encargo de darte la señal!

-¡Pero...!

-¡Es lo único que lo hará desaparecer!

-¡Maldito papa de pacotilla! –gritó Mathew, intentando deshacerse de él al impulsarse contra una pared cercana. No obstante, debido a la inmovilización a la que estaba sujeto, sus movimientos resultaron demasiado erráticos, impidiéndole conseguir su objetivo.

 

Mientras tanto, Hana se acercó a Reima para así alejar al chico de allí, puesto que éste, fruto del dolor y el cansancio, apenas podía ya moverse.

 

Fue entonces cuando, haciéndose valer de su fuerza y del poder de gravedad del apóstol, John consiguió que ambos saliesen despedidos contra una de las cristaleras de la sala, rompiéndola en pedazos y precipitándose al vacío.

-¡Ahora! –ordenó John, haciendo que la arcángel invocase la lanza, que arrojó inmediatamente.

 

Lo que sucedió después, fue como una escena a cámara lenta ante los ojos de Reima. Al poco de salir por la ventana, Mathew consiguió liberar uno de sus brazos para, posteriormente, usar su habilidad para atraer hacia sí tanto a la demonio como al propio pacificador. Sin embargo, Hana lo empujó en el último segundo, sacándolo fuera de su campo de acción y evitando que corriese su mismo destino.

 

Mientras la veía alejarse, alargó su mano en un vano intento por evitarlo, pero ya era demasiado tarde. Pese a todo, su expresión permaneció con la misma sonrisa que cuando la conoció, buscando transmitir esperanza incluso antes de su final. En sus labios leyó una frase, y aunque el ruido no le permitió escucharla, entendió qué dijo: te quiero.

 

Y así, la lanza impactó sobre ellos tres, produciendo tal explosión de luz, que el resto de cristaleras también se rompieron, arrastrando con su onda expansiva la mesa, el cáliz central y al propio Reima, que rodó hasta golpearse contra la pared opuesta.

 

Una vez se hubo desvanecido aquel brillo, tan sólo dos figuras quedaron en pie. Una de ellas, haciendo lo posible por mantenerse levantada y llegar hasta la otra: una arcángel que, de rodillas sobre el suelo, se encontraba en estado de shock por lo que acababa de ocurrir. Las manos le temblaban, los oídos le pitaban y era incapaz de sentir nada a su alrededor, como si de repente hubiese perdido el tacto.

 

Pasaron varios minutos hasta que ambos consiguiesen reunirse, y para entonces, lo único que se pudo escuchar salir de la boca de ella fue “¿Qué es lo que he hecho?”.

-Thyra... –intentó decir, pero ni siquiera le escuchaba.

 

Fue al sacudir suavemente su hombro, cuando pareció volver a la normalidad, pero la situación no mejoró, ya que, tras un rápido contacto de ojos, se echó a llorar, desconsolada, a lo que él respondió abrazándola.

-¡Lo siento! –se disculpó.

-No es culpa tuya. No es culpa tuya –repitió él entre lágrimas.

 

Si alguien debía sentirse culpable, era él. Su debilidad había necesitado de su ayuda, y su incapacidad no había evitado que se fuese. Era él quien había incumplido su promesa de protegerla. Una vez más, había vuelto a fallar. Aun así, debía continuar. Todavía había cosas por hacer.

-¿Dónde están los niños? –preguntó el joven japonés.

-Están en una habitación, al final del pasillo –logró murmurar la arcángel- Puse una barrera sobre ellos para que estuviesen seguros.

-Bien. Vayamos a por ellos. Luego pensaremos qué hacer.

Ella asintió. Incapaz de decir nada más.

 

Pero, como si el destino no quisiese que las desgracias terminasen, un filo atravesó el pecho de Thyra. Se trataba de la espada de Reima. Un arma con la que también se podía matar demonios y, por supuesto, ángeles.

 

En otras circunstancias, alguien como Thyra jamás habría sufrido una herida letal como esa. No obstante, el haber perdido a Hana había nublado sus sentidos y eliminado sus defensas, dejándola a merced de...

-¡Lo he conseguido! ¡Parece que esa demonio y ese papa de pacotilla al final hicieron un buen trabajo como escudo! ¡Ahora todos están muertos! ¡Los he matado, señor! ¡Sí, los he matado! ¡Ja ja ja!

 

Ahí estaba Mathew. Vivo. Con un brazo y una pierna rotas. Heridas que lo habían dejado para el arrastre, pero su poder y su obsesión todavía intactos.

 

Como un fuego ardiendo dentro de él, la ira se apoderó de todo su ser. Ya no le importaba nada. Tan sólo destrozar a ese malnacido que le había arrebatado todo lo que le importaba.

 

Así pues, y aprovechando que el apóstol estaba inmerso en su victoria, cogió el arma, que había caído al suelo tras separarse del cuerpo de Thyra, y la blandió hacia él, logrando un corte horizontal justo en mitad de sus ojos.

 

El grito del hombre fue como miel para sus oídos, pero no le bastaba. Necesitaba más. Quería que sufriese todavía más.

Por desgracia, otra persona apareció.

-Nos vamos, Mathew. Los ángeles han llegado –dijo Judas, cogiendo a su compañero y despareciendo de allí antes de que Reima realizase un segundo corte, que impactó contra el suelo.

 

Pasaron unos segundos hasta que volviese en sí. En parte, gracias a una mano que lo agarró del tobillo. Era la arcángel.

 

Agitado. Se agachó rápidamente y la cogió entre sus brazos.

-¡No, no, no, no, no, no! –repitió múltiples veces mientras trataba de parar la hemorragia. A lo que ella respondió poniendo una mano sobre su mejilla y negando con la cabeza.

-Déjalo. Ya no hay nada que hacer.

-¡No digas eso! ¡Tiene que haber algo! ¡Eres una arcángel, seguro que existe algún poder con el que te puedas curar!

-No si es un órgano vital, Reima.

-Pero...

-Escúchame bien. Queda poco tiempo. ¿Recuerdas lo que hizo Hana cuando estuviste a punto de morir la última vez?

-¿Te refieres a la maldición?

-Eso es.

-¿Qué pasa con eso?

-No es común que los ángeles lo hagan, pero quisiera que tú también fueses maldecido por mí. Aunque dicho así, suene mal... –rió, aunque esto le provocase una tos con sangre. Probablemente el filo también hubiese alcanzado sus pulmones.

-Pero, ¿por qué?

-Ahora que ni Hana ni yo vamos a estar. Esos demonios necesitarán a alguien que los proteja. Alguien que cuide de ellos y haga que algún día nuestro sueño... el sueño de todos... se cumpla.

-Pero, yo... no valgo para esto. No he sido capaz de protegeros. Mucho menos al resto de demonios.

-Te equivocas, Reima. Vales mucho más de lo que crees. Y algún día, estoy segura de que también podrás demostrártelo a ti mismo. Ese día salvarás a miles de demonios. Y lograrás cambiar el mundo.

-No puedo...

-Claro que puedes. Tú mismo nos lo dijiste. Sabrás sobreponerte a lo que sea.

 

Dicho esto, acercó sus labios a los de él y lo besó. Fue un beso largo, salado por las lágrimas entremezcladas, pero, sobre todo, amargo. Muy amargo.

-Siento que nuestro último beso haya sido así –declaró ella, al separarse-. Prométeme que les ayudarás. Prométeme que defenderás a los demonios.

-Lo haré. Te lo prometo.

 

Y, como si todo el cansancio que había estado soportando le afectase de golpe, los ojos de Reima se fueron cerrando. Poco a poco. Hasta que el último suspiro de Thyra hubo llegado. Sólo entonces, se permitió caer inconsciente.

martes, 8 de abril de 2025

Review: Lycoris Recoil (Anime)

 



Hacía ya un tiempo desde que quería ver esta serie. Bueno, realmente así suena como que hace muchos años, pero la serie es de 2022.

El caso es que había leído algunas cosillas en internet. Lo típico de gente comentando qué le estaban pareciendo los capítulos, etc. Y parecía que, a rasgos generales, la ponían bastante bien.

Recuerdo que me hacía gracia llamarlo "el anime que emocionó a Kojima" (y, de hecho, lo sigo haciendo) porque dicho creativo escribió un tweet recomendándola. Y cómo me llamó la atención que en los primeros tráilers la vendían como un slice of life sobre unas chicas llevando una cafetería, para luego enseñarte que detrás de todo eso había algo más.

Con esta introducción, y como venía siendo evidente, he visto Lycoris Recoil. Y he de decir que me ha gustado lo suficiente como para que, después de mucho tiempo, me hayan entrado ganas de volver a hacer una review. Algo por lo que le doy las gracias.

Para quien no sepa de qué va. trata sobre una Japón con un porcentaje de criminalidad prácticamente inexistente debido al trabajo, entre las sombras, de las Lycoris: chicas huérfanas que no superan los 18 años de edad y que, camuflándose entre la sociedad con sus uniformes escolares, eliminan a cualquiera que pretenda poner la seguridad del país patas arriba. Todo ello gestionado por la DA, una organización secreta al servicio del estado.

Dentro de este trasfondo se encuentra Inoue Takina, una Lycoris a la que echan de la DA a raíz de desobedecer órdenes, trasladándola a una cafetería donde conocerá a Nishikigi Chisato, otra Lycoris, y aparentemente muy reconocida, que además de trabajar en el establecimiento realiza otros encargos privados con el fin de ayudar a quien requiera de sus servicios.

Aquí ya se podría apreciar uno de los buenos puntos de la serie, y éste es precisamente la relación entre las dos protagonistas. Mientras Takina permanece con los ideales de la DA y desea por encima de todo poder volver a la misma ya que, para las Lycoris, la organización podría considerarse como su objetivo vital; Chisato, quien decidió separarse ésta, pese a seguir en contacto (muy a su pesar xD), mantiene una postura contraria al asesinato, considerando que ninguna vida está por encima de las demás. Este contraste de ideales, con los que Takina choca al prinicipio, será el punto de partida para la evolución del personaje y uno de los frentes de la trama.


Chisato, para mí, se define como el mejor personaje de la serie, sin discusión. Y no por menospreciar a los demás, y mucho menos a Takina, quien también es merecedora de mención. Pero su positivismo e ideales son contagiosos, aportando un ambiente de comedia cuando se necesita y seriedad cuando se requiere. Fuerte y hábil, da lugar a algunas de las escenas de acción más épicas de la obra, pero al mismo tiempo no está endiosada, y tiene momentos de vulnerabilidad que la hacen humana y cercana (igual que su factor cómico ya mencionado).

Y este mismo humanismo del que hablo, se traslada a Takina cuando ésta ha de enfrentarse a sí misma en lo referente a si hasta ahora ha estado haciendo lo que realmente deseaba.

Evidentemente, también hay más personajes dentro del elenco, destacando, sin meterme en detalles, a Mika, dueño del establecimiento en el que trabajan Chisato y Takina, y que actúa de tutor de la primera; y a Nakahara Mizuki, otra trabajadora de la cafetería, que anteriormente trabajaba para el departamento de inteligencia de la DA y que apoya a las protagonistas en sus encargos.


A nivel de trama, ésta intercala episodios slice of life y de acción, generando una mezcla que, desde mi punto de vista, no desentona y permite que el espectador tampoco se canse de ninguno de los dos géneros. De hecho, pese a que he leído opiniones negativas sobre la inclusión del slice of life, creo que ello permite desvincularte un poco de la continua alerta y adrenalina que produce la acción, para así relajarte y conocer datos relevantes sobre los personajes. Además, las interacciones entre las dos protagonistas son graciosísimas y están hechas con mucha naturalidad, resultando de lo más expresivas.

Otro punto a favor, y que creo que le da mucho juego al lore de la serie, tanto si se decide expandir más su universo como si no (aunque ya existen mangas y novelas ligeras que han llegado a España de la mano de Panini), es la intervención del Instituto Alan: una organización considerablemente influyente cuyo objetivo es apoyar a personas con un talento propio que por x motivo no han tenido la oportunidad de desarrollar o explotar. La creación de esta organización me parece muy interesante, pues la presencia de una entidad neutral a cualquier estado, pero que al mismo tiempo tiene voz y voto en lo que ocurre en éstos, puede derivar en muchas ramas argumentales y agrandar el transfondo.

Por último, pero no menos importante, a nivel técnico no se queda atrás (salvo quizás algún detalle en alguna escena de acción en la que me parecía que el movimiento de los personajes perdía un poco las formas). La dinámica de los frames es muy buena y las escenas se suceden de manera coherente. También destaco el apartado muscial, concretamente, el ending "Hana no Tou" de la, por desgracia, fallecida Sayuri; y el cual estuve escuchando repetidas veces hasta la saciedad. Sin embargo, también me ha gustado la banda sonora en la escenas de combate y el opening ALIVE del dúo ClariS.

Con todo esto, espero con ganas que hagan una segunda temporada, ya que creo que puede dar para más. De hecho, a día de estar escribiendo esto, se ha anunciado una serie de capítulos cortos, pero por lo que tengo entendido, están más dedicados al día a día de los personajes que a la trama per se, algo que veré aunque no sea exactamente lo que busco xD.

En cualquier caso, un anime muy recomendado y que espero que también le guste a quien lea esta review, no lo conozca y decida echarle un tiento.

Capítulo 57: La forja de una leyenda (Parte II)

 -¿Estás bien? –le preguntó Julius a Tathya.

Desde una de las habitaciones del castillo, la joven observaba la ciudad por la única ventana que había. Acostado sobre la cama que ambos acababan de compartir, él se levantó y se le acercó.

-Tengo un mal presentimiento –dijo la pacificadora, de repente.

-¿A qué te refieres?

-No estoy segura, pero creo que Roma está en peligro.

 

-No entiendo nada, Lori –replicó Abel, confuso- ¿Desde cuándo?

-¿Te acuerdas de Nápoles? Después de que todo acabase y poco antes de que me encontrases,  deambulaba por la ciudad, sintiéndome vacía y destruida por dentro. Lo que ocurrió con aquella esclava me hizo dudar de los humanos e incluso de mí misma. Fue entonces cuando Judas apareció ante mí y me propuso unirme a su causa. Al principio, no supe qué decir, pero, de repente, ese vacío empezó a convertirse en rabia. Sentí que de nuevo tenía un objetivo.

-¿Un objetivo?

-Dime, Abel, ¿acaso estás conforme con esta situación? Hay miles de demonios muriendo día tras día.

-Lo sé. Por eso hacemos lo que hacemos.

-¿Y cuánto crees que tardaremos en conseguirlo, Abel?

 

No supo que responder. Si bien era cierto que habían progresado durante el último año, aún quedaba trabajo por hacer tanto en éste como en otros países. Quizás necesitasen otros diez años hasta alcanzar logros más notables. ¿Cuántas vidas se perderían por el camino? Era algo en lo que prefería no pensar.

 

-¿Lo ves? Tú mismo te has dado cuenta –continuó Lori, situándose delante de él y cogiéndole de las manos-. La única forma de solucionar esto de una vez por todas, es mediante una guerra.

-¡¿Una guerra?! –exclamó sorprendido, dando un paso atrás y zafándose de la chica.

-¡Claro! ¡Una guerra entre humanos y demonios, supondrá una oportunidad rápida y única para que cambien las tornas!

-¡¿Te das cuenta de lo que dices?! ¡Las consecuencias serán terribles!

-¿Terribles para quién? El poder de los demonios es superior al de los humanos. Si se unen, serán capaces de destruirlos.

-¡¿Y crees que eso es lo mejor?! ¡No todos los humanos son malos, Lori! ¡Y de no ser por gente como ellos... –señaló a Matthew y a Judas- ...habríamos conseguido mucho más!

-Estás tan equivocado. Lo único que han hecho ellos ha sido dar un pequeño empujoncito a aquellos ya consumidos por el odio. Y no importa cuánto lo intentemos, Abel, ese odio nunca podrá ser eliminado.

-¡Te equivocas! ¡En Nápoles conseguimos cambiar la opinión del duque! ¡Incluso Julius, que antes tampoco confiaba en los demonios, ahora se esfuerza todo lo posible por ayudarles! ¡La gente puede cambiar a mejor!

-¿Y cuánto crees que durará eso? Yo también creía que todos podríamos cambiar para bien, pero me equivoqué. Al final, quien es de una manera siempre lo será. ¿Acaso piensas que todos los habitantes de Nápoles están contentos con el nuevo trato hacia los demonios? ¿O que los mercaderes de esclavos en territorio anglosajón no tenían esa intención desde el principio? Tarde o temprano todo lleva a lo mismo.

-¡Es posible, pero aun así una guerra es...!

-¡Si tienen que perderse vidas de todos modos, prefiero que los humanos también sufran!

 

Estaba claro que no iba a conseguir que cambiase de opinión. Si tan sólo se hubiese dado cuenta antes, quizás hubiese evitado que la manipulasen de esa forma. Pero puede que fuese demasiado tarde. Siendo así, ¿qué debía hacer?

-Dijiste que me ayudarías, ¿verdad, Abel? Que estarías a mi lado pasase lo que pasase.

 

Sí, así es. Eso había dicho. Pero eso había sido antes de conocer la profundidad de su locura. Y sin embargo, en su interior, todavía dudaba. Una parte de él quería ayudarla. Por que esa parte aún la amaba.

-De acuerdo. Os ayudaré –dijo, sin poder evitar bajar la mirada ante la sonrisa sincera de la joven, quien lo abrazó.

-Gracias, Abel. Significa mucho para mí.

-Si ya habéis terminado con vuestra charla. Me gustaría que no pusiésemos en marcha. Mi tiempo es muy valioso y estoy deseando provocar el caos –dijo Judas.

-Sí, esta noche va a ser magnífica. Magnífica, sin duda –sentenció Matthew.

 

Mientras tanto, Hana y Reima seguían en la habitación, esperando a que Thyra volviese. Habían conseguido dormir a Serah, manteniéndose Ahren a su lado, como vigilase que nadie la despertara.

-Espero que no se convierta en un hermano sobreprotector –declaró la demonio, quien los observaba sentada en una silla y con la barbilla apoyada sobre una mano.

-Seguro que lo hará bien. No te preocupes.

-Es que sólo de pensar la cantidad de tiempo que tendrán que pasar solos... hace que me sienta una mala madre.

-No deberías. Para empezar, tanto Thyra como yo compartimos esa responsabilidad y los tres sabemos de sobra que habrá veces en las estaremos largas temporadas sin verles. Pero, si hacemos esto es porque no queremos que pasen por lo que muchos otros. Un mundo sin discriminación racial donde puedan sentirse libres. Eso es lo que se merecen.

-Aun así, ¿crees que nos odiarán?

-No lo sé. Pero sí sé que, para la edad que tienen, son más maduros que yo –bromeó el espadachín, haciendo que Hana riera. Tras esto, se acercó a ella por detrás y rodeó su cuello con sus brazos-. Todo saldrá bien.

 

En ese momento, alguien tocó a la puerta, entrando poco después John.

-¿Interrumpo algo? –se disculpó el papa.

-No, tranquilo. Pasa –respondió la demonio.

-¿Cómo están? –preguntó, esta vez, Reima.

-La mayoría se han dormido. La fatiga acumulada y una sensación de seguridad parecen haberles hecho efecto.

-Me alegro. Lo necesitaban.

-Desde luego. No quiero ni pensar la de barbaridades que habrán visto y tenido que soportar –contestó el pontífice, sentándose frente a ellos.

-Hay algo que quería preguntarte, John –inquirió Hana-. Thyra nos ha contado que quienes están detrás de lo ocurrido con Nápoles y Remiel se hacen llamar apóstoles. ¿Qué opinas al respecto?

 

Al contrario de lo que había pensado, la cuestión no pilló por sorpresa a John, quien se limitó a cerrar los ojos, aparentemente meditando.

-La lógica me lleva a pensar que no puede tratarse de aquellos que lucharon contra los pecados durante la guerra. Pero bien es cierto que a veces la lógica pierde su propio sentido. En cualquier caso, su nombre ya nos indica su objetivo. Y es el de eliminar a los demonios.

-Teniendo en cuenta lo que han intentado hasta ahora, da la sensación de que buscan otra guerra –opinó Reima.

-Lo cual resulta confuso.

-¿A qué te refieres?

-Pues que si esos que se hacen llamar apóstoles están de parte de los humanos, los pondrían en desventaja al iniciar un conflicto contra los demonios, quienes son más poderosos. Además, ahora que los ángeles han sido reestructurados por Thyra, dudo que les presten ayuda. ¿Por qué entonces desearían una guerra? A no ser que... no, pero, eso significaría que...

-¿John? –se preocupó Hana, al ver la expresión de terror que se dibujó en su rostro.

-La única forma que tendrían de vencer a los demonios sería si utilizasen a los “Dying Walkers”.

-Pero, la Inquisición los tiene a buen recaudo, ¿no es así?

-De hecho, yo soy la única persona viva que tiene acceso al lugar donde se encuentran, pero... durante la guerra, Dios y los apóstoles también tenían poder sobre ellos –indicó mientras levantaba la cabeza para mirar fijamente a Reima y Hana-. Sin embargo, la lógica nos dice que ellos no siguen vivos, ¿verdad?

-A veces la lógica pierde su propio sentido –repitió Reima.

 

-Ya hemos llegado –dijo Judas, entrando en una gigantesca cámara situada en el subterráneo de la ciudad. En su interior, y tras iluminarla con una hilera de antorchas allí dispuestas, pudieron observar miles de figuras de aspecto humano, pelo blanco, trajeados y con sendos halos rodeando sus muñecas.

-¿Qué son? –preguntó Lori.

-Unos amigos que nos ayudarán en nuestro objetivo –contestó Judas, con una sonrisa maliciosa. Entonces se situó enfrente de la primera fila y, tras morderse el pulgar, dejó caer una gota de sangre que se desvaneció en el aire, haciendo surgir en mitad de la nada un sello de color rojizo que se volvió cada vez más brillante y grande hasta ocupar toda la sala.

 

Una vez desaparecido el sello, los humanoides comenzaron a moverse. Al principio, de forma aparatosa, como un animalillo recién nacido, pero poco a poco dichos movimientos se volvieron más firmes, como los de un soldado.

-Comienza la cacería.

 

Ya era tarde cuando Cain salió de la posada. La Luna llena iluminaba la ciudad, haciéndola fácilmente visible. Por ello, pese a estar ligeramente ebrio, no le costó divisar a lo lejos una multitud de individuos atravesando sus calles.

 

Lo primero que pensó fue que se trataba de una alucinación. Que quizás había bebido demasiado y eso le estaba jugando una mala pasada. Pero conforme los gritos fueron haciéndose más audibles, tuvo la certeza de que aquello era muy real. Y no sólo eso, también peligroso.

 

Así pues, decidió echar a correr hacia la muchedumbre, donde encontró a uno seres con forma humana asesinando a cualquier habitante que estuviera a su paso, forzando la entrada a sus casas si era necesario.

 

Sorprendido, se apresuró a ayudar a aquellos que intentaban huir, enarbolando el arma, que siempre llevaba consigo, contra aquellos seres. Sin embargo, aunque el primer golpe consiguió partir a uno de ellos por la mitad, el segundo fue detenido por otro, dando paso al ataque de un tercero que lo obligó a retroceder para no acabar fulminado.

 

Eran demasiados para enfrentarlos él solo. Además de más fuertes de lo que había previsto. Por tanto, decidió retirarse junto con los supervivientes para buscarles un refugio y pedir ayuda.

-¡¿Qué diablos está pasando?!

 

Posteriormente, noticias sobre el suceso llegaron al castillo del emperador, donde el grueso del ejército de soldados romanos, los inquisidores y todo aquel que pudiese empuñar un arma fueron reunidos en un punto a fin de recibir órdenes.

 

Por supuesto, los Pacificadores también estaban allí. Aunque, mientras los equipos de Tathya, Enam y el actualmente liderado por Einar estaban completos, Alex notó la falta de los hermanos y de Lori.

-¿Sabes dónde están? –le preguntó el hombre a Reima.

-Me dijeron que irían a una posada a celebrar que habían vuelto, pero no sé nada más.

-¡Mierda! Espero que no les hayan emboscado ahí dentro.

 

Mientras hablaban, vieron llegar a John, Hana y Thyra. Por lo que habían oído de la guardia del emperador, éste ya había sido llevado a un refugio para asegurar su integridad.

-¡De acuerdo! ¡Escuchadme todos! ¡Es posible que algunos os estéis preguntando por qué os hemos reunido aquí! –comenzó el general de los soldados romanos-. ¡Si bien es cierto que se desconoce la procedencia de los atacantes, estos ya han sido identificados como una multitud de humanos de pelo blanco y lo que se ha descrito como halos en las manos! ¡Tampoco conocemos hasta dónde llega su poder ni su número exacto, pero, por ahora, lo importante es centrarnos en defender a los supervivientes, así como este castillo, y contraatacar! ¡Por tanto, toda la infantería cargará directamente contra ellos mientras los inquisidores se encargan de asistir a los civiles y prestarles primeros auxilios! ¡Por otro lado, quiero que arqueros y artillería se preparen para disparar una vez se haya puesto a salvo a los ciudadanos!

-¡Sí, señor! –gritaron al unísono los militares.

-¡En cuanto a los Pacificadores...! –continuó Thyra, una vez el general le hubo cedido la palabra- ¡..., quiero que el grupo de Enam, así como Sarhin, Helder y Lianor; apoyen a la infantería, mientras el grupo de Einar ayuda a los inquisidores! ¡Alex, Reima, Tathya y Julius se quedarán en el área del castillo junto con la guardia imperial para proteger al emperador y a la artillería, a quienes yo misma me uniré! –declaró la arcángel- ¡También mandaré un mensaje a los ángeles para solicitar ayuda a aquellos que lo deseen, aunque para ello necesitaré más información sobre el enemigo!

-¡Creo que nosotros tenemos esa información, ¿no es así, John?! –intervino Hana, mirando al papa, quien, con clara preocupación en su rostro, asintió.

-¡Soldados, me temo que el mal al que nos enfrentamos es uno bastante temible! ¡Se llaman “Dying Walkers”, unas armas biomecánicas utilizadas durante la antigua guerra contra Satán y que la Inquisición lleva guardando desde hace milenios! ¡Estas armas sólo pueden activarse con la sangre de quien ha heredado el poder de Dios, quien en este caso sería yo! ¡Pero mucho me temo que alguien ha conseguido, de alguna forma, hacerlo sin necesidad de ella! –lamentó, ante los murmullos de los allí presentes- ¡Lo único que puedo deciros es que el poder de estos seres es equivalente al de los ángeles y demonios, por lo que tendréis que usar armas acordes contra ellos! ¡Sólo de esa manera lograréis provocar bajas en su ejército! ¡Llegado el momento, yo mismo me incorporaré a la batalla!

 

Tras aquel discurso, todos procedieron a cumplir sus tareas. Una vez a solas, Hana se acercó para hablar con John.

-¿Estás seguro de esto?

-¿Creías que un papa llega a ser quien es sin haber destacado en combate? –preguntó el hombre con una sonrisa- Si bien es cierto que estoy desentrenado, creo que podré ayudar a defender este sitio.

-Así que al final se ha cumplido lo que más temías –dijo Reima, reuniéndose con ellos.

-Por desgracia, así es.

-¿A qué os referís? –preguntó, esta vez, Thyra.

-¿Recuerdas que estuvimos meditando la posibilidad de que esos “apóstoles” fuesen los mismos que los de la guerra? Pues quizás sí lo sean.

-¿¡Pero cómo es posible?! –se extrañó la arcángel.

-No lo sé, mi querida Thyra. Pero sea como sea, y signifique lo que signifique, creo que es el peor resultado para todos nosotros.

 

-¡Por aquí! ¡Rápido! –ordenó Cain, gesticulando con los brazos para que los supervivientes se refugiasen tras las murallas interiores que rodeaban el castillo.

 

En ese instante, divisó al grupo de Einar, quienes transportaban a algunos heridos para que fuesen atendidos.

-¡Oye, Einar! –vociferó, sobresaltando a su compañero.

-¡¿Qué haces aquí?! ¡Alex y Reima te estaban buscando!

-¡¿Has visto a Abel?! –lo interrumpió.

-N-no. ¿No está contigo?

-¡Mierda! –replicó Cain, dando media vuelta y echando a correr por donde había venido.

-¡Eh, espera!

 

Haciendo caso omiso a los gritos del otro pacificador, se dirigió de frente hacia la marabunta de “Dying Walkers”, que ya estaban enfrentándose a los soldados. Allí, y tras lograr deshacerse de un par de ellos, se introdujo por un callejón que le permitiese rodearlos. Su objetivo ahora no era luchar, sino asegurarse de que su hermano siguiese vivo.

 

Fue tras unos minutos dando vueltas cuando llegó a una pequeña plaza, algo más descongestionada, donde vio a un par de soldados tratando de defender a varios civiles que huían de tres de aquellas armas biomecánicas. Sin mucho éxito, por desgracia, ya que fueron eliminados rápidamente.

 

Así pues, deduciendo que harían lo mismo con los supervivientes, interpuso su hacha entre el enemigo y ellos, ayudándoles a escapar.

-¡No tengo tiempo para esto! –se quejó, golpeando a uno en la cabeza para, acto seguido, agacharse y evitar el ataque de otro.

 

No sin dificultades, consiguió finalmente acabar con ellos, sin embargo una estocada por la espalda, que apunto estuvo de segarle la cabeza, le hizo alzar de nuevo la guardia.

-¿Lori? –se extrañó el hombre al darse de bruces con la chica, quien sostenía su característica alabarda- ¿Qué significa esto?

-Supongo que no me creerás si te digo que te había confundido con uno de ellos, ¿verdad? –respondió, encogiéndose de hombros, a lo que Cain se limitó a mirarla en silencio- Pues sí, he intentado matarte. Aunque quizás cambie de opinión si tú también decides unirte a nosotros.

-¿”También”?

A los pocos segundos apareció a Abel, quien había seguido a la chica hasta allí, quedándose atrás. Al percatarse de la situación, corrió hacia ella, visiblemente alterado.

-¡Baja el arma! ¡¿Por qué le has atacado?!

-Acaba de matar a tres de esas criaturas. Judas dijo que eran amigos, así que tengo que defenderlas.

-¡Abel, ¿me puedes decir de qué va todo esto?! –la paciencia de Cain había llegado al límite.

-¿Acaso no lo ves? Estamos ayudando a crear un mundo mejor para los demonios. Un mundo donde sean ellos quienes sometan a los humanos.

-¡Estás como una cabra!

-¡No! ¡Las locas son esas gobernantes que piensan que humanos y demonios llegarán a entenderse algún día!

-¡Claro! ¡Mucho mejor cargárselos a todos!

-¡Con esta ciudad bastará para que los demonios se den cuenta de que tienen que unirse para luchar!

-¡¿Así que lo que quieres es provocar una guerra?! ¡Genial! ¡¿Y por qué no los pones en fila frente a un acantilado?! ¡Así será más rápido!

-¡Los demonios son más poderosos que los humanos, ¿es que no te das cuenta?!

-¡¿Entonces por qué perdieron la última guerra?! –replicó el mayor de los hermanos, dejándola sin habla- ¡Oh! ¡Así que tu minúsculo cerebro no había pensado en eso, ¿eh?! ¡No habías caído en que nosotros mismos tenemos armas capaces de herirles y que pueden haberlas incluso más poderosas como... no sé, ¿tus amiguitos los trajeados?!

-¡A-aun así, ellos vencerán!

-¡¿”Ellos vencerán”?! ¡Me suena a excusa barata de una ignorante que intenta autoconvencerse de haber encontrado el camino fácil! ¡Pues déjame decirte una cosa: les has condenado!

-¡Cállate! –chilló Lori, atacándole de nuevo y chocando armas con él.

-¡Je, ¿ahora no puedes aceptar la verdad?! ¡Igual que no pudiste aceptar la muerte de esa demonio! ¡¿Qué esperabas?! ¡¿Que en el camino hacia la paz todo iba a ser rosas y arcoiris?!

-¡He dicho que te calles!

 

Los ataques de uno y otro se sucedieron sin que consiguiesen dar en el blanco. Si bien era cierto que Cain parecía llevar ventaja, no lograba encontrar ningún hueco en su defensa. Eso, o quizás había oto motivo. El hombre no pudo evitar mirar de reojo a su hermano pequeño, quien no sabía qué hacer. Para él, esa chica seguía siendo importante, por mucho que se hubiese unido al enemigo.

-¡Abel! ¡Recapacita! ¡Si la dejamos ir, quién sabe de lo que será capaz! ¡Ya es tarde para ella! –exclamó.

-¡No le hagas caso! ¡Sabes que esta es la única solución! ¡Si no lo hacemos, jamás podremos ser felices! –replicó Lori.

-¡Maldita sea! –se quejó Cain, empujándola de una patada para crear espacio entre los dos- ¡Abel, escúchame bien! ¡¿Te acuerdas de nuestros padres?! ¡Madre siempre creyó que padre cambiaría! ¡Que algún día dejaría la bebida, entraría en razón e iría por el camino correcto! ¡¿Y qué pasó?! –dijo mientras se defendía de un corte dirigido a su cabeza- ¡Que fue asesinada por ese bastardo! ¡Cuando la mente de alguien llega al límite, es imposible hacerle entrar en razón! ¡¿Es que no lo ves?!

 

Pese a sus palabras, pudo observar cómo su hermano seguía indeciso, presionado por la situación.

-Entiendo... –continuó Cain- No me odies por esto entonces –sentenció.

 

Así pues, con un rápido movimiento desvió la alabarda rival, continuando con un ataque vertical de su hacha que partió por la mitad cuchilla y asta de la misma, quitándosela de las manos debido a la fuerza del impacto.

 

De ese modo, Lori quedó tendida en el suelo, con expresión de terror, mientras se arrastraba hacia atrás para tratar de huir del pacificador, quien caminaba lentamente hacia ella, preparándose para el golpe de gracia.

 

Justo en ese momento, Abel se interpuso entre ambos, brazos extendidos y de cara a su hermano.

-¡Déjame pasar!

-¡No!

-¡No va a servir de nada!

-¡Me da igual!

-¡¿Es que eres tonto o qué?!

-¡Puede que sí! ¡Pero aun así quiero creer! –respondió- Puede que madre se equivocase. Pero si dejamos de tener fe en los demás, entonces nada cambiará. Nunca he sido muy listo, ni muy hábil, y sé que eso te enfadaba. Pero aun así cuidaste de mí. Me diste una oportunidad.

-Es diferente. Tú eres mi hermano.

-Y él era nuestro padre.

 

Cain bajó su arma. La expresión de su hermano era distinta a la que había visto tantas otras veces. Esta vez, era él quien había tomado las riendas.

-Eres igual que madre –dijo, suspirando.

-¿Tu crees?

-Sí, y me alegro de que...

 

A mitad de conversación, una espada se atravesó la espalda de Abel, perforando su corazón y alcanzando también el pecho de Cain.

 

Cuando el mayor levantó la vista, pudo observar a Lori detrás del chico. Entonces, se dio cuenta de su error.

 

Pensando que no había más armas que pudiese empuñar, no había caído en la cuenta de que todavía quedaban las utilizadas por los soldados caídos en el combate contra los “Dying Walkers”. Había bajado la guardia y eso le había costado muy caro.

-¡No me subestimes! –declaró Lori, cuya locura desencajó su rostro.

 

Furioso, Cain agarró la hoja de la espada con una mano y con la otra desplazó su hacha hacia el cuello de la joven, penetrando parte del mismo y asesinándola en el acto.

 

Un segundo después, tanto ella como su hermano cayeron a tierra, llevándose con ellos el filo del arma que, aunque no había profundizado mucho en su cuerpo, sí lo suficiente como para necesitar tratar la hemorragia.

 

Cansado, sus rodillas cedieron, acabando justo al lado de Abel, quien utilizó sus últimas fuerzas para mirarlo y sonreírle.

-Parece que tenías razón –murmuró, dejando salir lágrimas de sus ojos-. Sigo siendo un estúpido bobalicón.

-No, hermano. Es sólo que este mundo no está hecho para personas como tú.

-Si es así, espero que eso cambie algún día –dijo, apagándose su vida por completo.

-Sí. Yo también.

 

Mientras veía cómo su cuerpo dejaba de respirar, se dio cuenta de que unos diez “Dying Walkers” habían hecho acto de presencia en la plaza, dispuestos a acabar con él, por lo que, haciendo acopio de las fuerzas que le quedaban, agarró de nuevo su hacha y se levantó, encarándose a ellos.

-¡No llegáis en buen momento! ¡Estoy bastante cabreado y me venís de fábula para desahogarme! ¡Espero que estéis preparados! –amenazó, poco antes de embestir contra ellos.

 

Una vez terminado el combate, los cadáveres de las biomáquinas decoraban el suelo, dejando una única figura en pie que caminó atropelladamente hasta otro de los cuerpos allí presentes. Por desgracia, su aspecto no era el de alguien victorioso.

 

Finalmente, se desplomó junto a dicho cuerpo y le cogió la mano, fría ya, después de los minutos que habían pasado.

-¿Recuerdas lo que me dijiste antes de venir a Roma? Que no te fiabas de este trabajo. Con esos círculos de teletransporte tan extraños. Que deberíamos haberlo rechazado y haber seguido con los de siempre. Pero no te hice caso. Me dejé llevar por el dinero. “Después de esto podremos retirarnos”, pensé, “Dejar esta vida. Quizás instalarnos en un pueblo tranquilo. Alejado de la batalla. Y allí, dedicarnos a otra cosa, como la agricultura o el comercio”. En el fondo creo que estaba algo cansado de todo esto. Aunque supongo que no era el único –conforme hablaba se iba notando cada vez más débil. Pese a ello, decidió continuar-. En ese pueblo, podríamos haber formado una familia de verdad. Con nuestras mujeres y nuestros críos. Haber sido unos buenos padres. No como él. Pero eso ya nunca se cumplirá.

 

>>Perdóname. No siempre fui el mejor hermano. Y si al final has acabado así, ha sido por mi culpa. No fui capaz de protegerte. Dices que te di una oportunidad, pero nunca correspondí la fe que depositaste en mí. Me seguiste a todas partes, haciendo caso de todas mis decisiones y mira a lo que nos ha llevado.

 

>>No sé si algún día oirás lo que voy a decirte pero, si es así, quiero que se te quede bien grabado: tú eres el bueno, y yo el malo. Yo fui quien te mató al traerte aquí. Así que no quiero que te culpes. Por favor, no lo hagas.

 

>>Y sólo una cosa más. Si nos encontrarnos en otra vida, espero que volvamos a ser una familia.

 

Al poco de acabar, cerró los ojos para no volver a abrirlos. Sin embargo, entre sus manos siguió fuertemente agarrada la de su hermano pequeño.

 

Por otro lado, Enam y Sarhin peleaban espalda con espalda contra los “Dying Walkers”.

 

Durante el fragor de la batalla, se habían separado del resto de pacificadores, aunque bien era cierto que no estaban solos, ya que parte de la infantería romana seguía luchando a su lado. En cualquier caso, la situación se había complicado. Si bien habían conseguido deshacerse de algunos de ellos, eran incapaces de atravesar el frente de sus fuerzas, lo que les impedía llegar hasta aquellos civiles que trataban de ponerse a salvo.

 

-¡¿Pero cuántos hay?! –se quejó un soldado raso, mientras se defendía de una de las biomáquinas.

-¡Retroceded! ¡Nos reagruparemos y atacaremos de nuevo! –ordenó Enam, tras ayudarle.

 

De repente, vio a una persona caminando entre los “Dying Walkers”. Al principio pensó que se trataba de un superviviente, pero la manera en que lo hacía era relajada, como si no les tuviese miedo. Es más, de hecho aparentaba estar disfrutando de todo aquello.

 

Una especie de malestar se apoderó de él conforme más se acercaba, despertándole recuerdos que preferiría no haber tenido. Entonces, se miraron, dibujándose una sonrisa en el rostro de esa persona y haciéndole entender el porqué de aquella sensación.

 

Era él. No había duda. Quizás no tuviese el mismo aspecto, pero reconocería aquella sonrisa hasta en el mismísimo infierno. La sonrisa de la persona que le destrozó la vida. La suya y la de su familia.

-¡Jareeeeed! –gritó, frenético, corriendo hacia él sin tener en cuenta al resto de enemigos que lo rodeaban.

-¡Enam, ¿qué haces?! –preguntó Sarhin, yendo tras él.

-¡Bastardo! –continuó el hombre, lanzándose encima de aquella persona, que se esfumó de entre sus brazos como si de una ilusión se tratase.

-¿Nos conocemos? –indagó una voz a su izquierda, haciéndole girarse para darse de bruces contra un “Dying Walker” que a punto estuvo de acabar con él. Por suerte, su compañero le atravesó la cabeza con su lanza, evitando el golpe fatal.

-¡¿Se puede saber qué te pasa?! –se quejó Sarhin cogiéndolo del brazo y sacándolo del campo enemigo.

-¡Era él!

-¡¿Quién?!

-¡Es quien mató a mi familia! ¡Es ese Jared! –respondió Enam, fuera de sí, buscándole por todos lados.

 

A algo de distancia, observó su figura introducirse por una calle que iba hacia el castillo del emperador, por lo que decidió seguirle.

-¡Espera! ¡Enam!

 

Volviendo a hacer caso omiso de las advertencias de Sarhin, continuó su camino hasta llegar a un callejón entre dos viviendas que acababa en un pequeño patio.

 

Extrañado, al no encontrar nada, decidió volver sobre sus pasos, pero la misma voz lo detuvo.

-No debería estar perdiendo el tiempo contigo. Tengo cosas más importantes que hacer. Pero lo cierto es que me encanta jugar al Pilla Pilla.

 

Mirase donde mirase, no había nadie, era como si le hablase a la cabeza, pero, al mismo tiempo, sabía que estaba ahí.

-¡Sal de tu escondite! ¡Cobarde!

-Qué borde. ¿No quieres disfrutar un poco más de la persecución?

-¡Lo que quiero es matarte por lo que me hiciste!

-¿Lo que te hice? Lo siento, pero creo que no me acuerdo. He hecho tantas cosas...

-¡Tú mataste a mi familia!

-Vaya. Qué mal. ¿Algún daño colateral?

-¡¿Colateral?! ¡Fuiste tú quien nos llevó con esos cazadores de demonios!

-¡Oh! Que tu familia eran demonios. Eso explica por qué hueles a maldito. Haber empezado por ahí. ¿Sabes? Pese a que soy un humano no me gustan mucho los de mi especie. Son todos tan idiotas que a veces me da ganas de vomitar. Es por eso que de vez en cuando me dedicaba a jugar con ellos. Engañarles. Traicionarles. Pero a mi jefe no le gustaba mucho esa idea. Por el contrario, con esos asquerosos demonios sí que me permitía hacer todo lo que quisiera.

-¿Sólo por diversión?

-¿Y qué es la vida sin eso? Para mí, todo era aburrido hasta que descubrí que, con un poco de allí y otro poco de allá, era capaz de manipular a los demás. Hacerles creer cualquier cosa. Y, francamente, nada más me importa. Ni los humanos, ni los ángeles, ni mucho menos los demonios.

-¡Estás enfermo!

-¿Tú crees? –justo a la vez que decía esto, apareció delante de él- Puede que lo esté –susurró.

-¡Aaaaaah! –exclamó Enam, golpeándole la cara con su puño derecho. No uno cualquiera, sino uno imbuido en el Setten que le había concedido su maldición. Capaz de partir un árbol por la mitad. Y no fue para menos, pues el crujido del cuello de su enemigo pudo escucharse alto y claro, dejándole fulminado en el suelo.

 

Con la respiración agitada, una sensación de nerviosismo y paz recorrió su ser. Cerró los ojos, dibujando en su mente a su mujer y a su hijo, quienes lo observaban desde lejos, inalcanzables, como siempre lo habían hecho es sus peores sueños.

-Ahora ya puedo ir con vosotros. Por fin os he vengado.

-Me temo que no –le interrumpió aquella voz, despertándole de su ensimismamiento y descubriéndole el horror de la cruda realidad. Pues, delante de él, yacido muerto, se hallaba Sarhin, quien le había seguido para ayudarle y había recibido el inesperado ataque de su compañero, del que no había podido defenderse.

 

Dejándose caer por el shock, Enam se miró las manos con las que lo había asesinado. Poco después, sintió la de su enemigo agarrarle de la cabeza mientras su cuello era rozado por el frío acero de una daga.

-Espero que te guste mi regalo en el más allá –declaró la figura-. Diles que te manda Judas.

 

Y así, con un corte en la aorta, la vida del hombre se apagó finalmente. Antes de morir, creyó ver de nuevo a su familia, de pie al inicio de aquel callejón, preguntándose si esta vez les alcanzaría.

 

-Ah. Qué bien me lo estoy pasando –indicó Judas mientras limpiaba el cuchillo-. Me pregunto si Matthew habrá llegado ya al castillo –fue lo último que dijo antes de marcharse.