martes, 11 de mayo de 2021

Capítulo 48: Zagan

 Tras varios minutos observando a los guardas, Thyra comenzó a desesperarse. Sabía que lo mejor era ir con calma y encontrar el mejor momento para colarse sin armar revuelo, pero también, que Hana seguía secuestrada sin conocerse qué sería de ella.

 

Había seis vigilantes en total. Uno a cada lado de la entrada, y otros cuatro, más avanzados, observando los alrededores.

 

Si abandonaban su escondite, sería fácil que los que estaban al frente les viesen. E incluso si conseguían evitarlos, todavía les quedaría lidiar con los otros dos sin que se enterasen sus compañeros. Si alguno de ellos daba la voz de alarma, estaban perdidos.

 

Siendo esas las circunstancias, a Reima sólo se le ocurrían dos ideas. La primera consistía en crear una distracción para la avanzadilla, dejando solos a los de detrás. De esa forma, podrían deshacerse de ellos sin que sus compañeros se diesen cuenta. Sin embargo, la distracción debía hacerse sin revelar su posición, y también corrían el riesgo de que, una vez volviese la avanzadilla, echasen en falta a los otros dos, dando la voz de alarma. Lo mismo podía suceder si se deshacían de la avanzadilla primero, ya que si tardaban demasiado en volver, alteraría a los dos junto a la entrada.

 

En ese aspecto, la segunda opción era mejor, pues consistía en deshacerse de los seis a la vez, pero, en este caso, el riesgo estaba en si no conseguían hacerlo lo suficientemente rápido como para que ninguno de ellos avisase a los de dentro. Y aunque imaginaba que Thyra era capaz de utilizar su poder para derribarlos, un ataque de área podía ser lo suficientemente destructivo como para llamar la atención, motivo por el que había tenido que detenerla antes.

 

Por otro lado, no habían detectado ninguna técnica que les permitiese dar la alarma instantáneamente, lo que suponía una ventaja para ellos. Lo único que necesitaban era encontrar la forma de noquear rápidamente a los que estaban junto a la entrada. Así se desharían de los que estaban más cerca de dar el aviso y ganarían tiempo para eliminar a la avanzadilla.

-Creo que ya lo tengo –dijo Reima, observando el terreno cercano a la cueva- Tendremos que emboscarles.

-¿Emboscarles? ¿Cómo? –preguntó Thyra.

 

Hasta la altura a la que se encontraban, la pendiente de aquella montaña no había sido muy escarpada, lo que facilitaba el crecimiento de árboles y arbustos donde esconderse. Sin embargo, eso cambiaba si querían emboscarlos, ya que no tendrían más remedio que atravesar un desnivel mucho más inclinado y asaltarlos desde arriba, cayendo sobre ellos.

 

-Quiero que me catapultes hasta allí –pidió Reima, señalando el área situada encima de la cueva- Entonces me abalanzaré sobre los dos junto a la entrada mientras tú te encargas de los otros cuatro.

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿No sería más fácil que yo volase hasta allí?! –preguntó la arcángel, incrédula.

-Si comparamos tu fuerza con la mía, las probabilidades de que esto salga bien son mayores si lo hacemos así. Confío en ti para deshacerte de esos cuatro antes de que pidan refuerzos.

-¡Pero si no apunto bien, podrías salir herido! ¡Además, nos van a descubrir! –replicó ella.

-Si lo hacemos en el momento justo, no. Ya me ocupo yo del aterrizaje. Tan sólo no te pases de fuerza.

-¡Ahí es donde está el problema, imbécil! –se quejó Thyra, echándose una mano a la cabeza- En fin, no se me ocurre ahora mismo un plan mejor, así que lo haremos a tu manera. Pero esto no me gusta nada.

 

Asintiendo, ambos se acercaron todo lo que pudieron a la pendiente, siempre procurando mantenerse escondidos. Tendrían que buscar un momento en que ninguno de los guardias mirase para que ella lo lanzase, por lo que se prepararon de antemano para que todo fuese más rápido.

 

Reima pudo sentir la mano de Thyra agarrando su ropa. Pese a que su presencia le había impuesto desde que la conociese, en ese instante pudo notar en ella el mismo nerviosismo que tenía él. Aquella sensación le hizo sentir una mayor conexión entre ellos.

-¿Estás listo? –preguntó Thyra.

-Cuando tú lo estés –respondió el espadachín, situando una mano sobre la empuñadura de su arma.

 

Thyra observó a los encapuchados, esperando el momento justo en que no vigilasen. Fueron sólo unos segundos, pero el suficiente tiempo como para lanzarlo por encima de la pendiente.

 

Tal y como había predicho Reima, la fuerza con la que había sido arrojado había sido mayor de la necesaria para alcanzar su objetivo. Sin embargo, no tanta como para poner su vida en peligro, por lo que logró controlar el aterrizar al clavar su espada en una pared de tierra.

 

Una vez hubo tocado suelo, le hizo una señal a Thyra para que tomara posición y se dirigió al área situada justo encima de los guardias.

 

Al acercarse, sabía que debía ir con cuidado, pues cualquier ruido podía revelar su presencia, por no hablar de la posibilidad de caerse. Así pues, y lentamente, llegó hasta el borde de la pendiente y, tras asegurarse de que su compañera estaba preparada, se abalanzó sobre los dos guardias.

 

Sus movimientos fueron rápidos, noqueando al primero de ellos nada más caer, e inmovilizando al segundo mediante dos golpes con el revés de su espada.

-¡¿Pero qué...?! –exclamó uno de los cuatro restantes mientras concentraba una bola de fuego en su mano, que se apagó tras recibir un golpe seco en la cabeza por parte de una vara dorada.

 

Instantes después, dicha vara se desplazó flotando como por arte de magia, y a velocidad casi imperceptible, de un encapuchado a otro, emitiendo una luz tan brillante que todos ellos tuvieron que protegerse los ojos. Incluso el propio Reima apartó la mirada para evitar quedarse ciego.

 

Cuando quiso darse cuenta, delante de él sólo quedaba Thyra, ahora con la vara en sus manos y porte solemne, mientras se quitaba de encima la tierra que había quedado pegada a su ropa.

-Parece que ha ido bastante bien –dijo ella, caminando hacia el joven.

-Sí –contestó él con una media sonrisa, girándose hacia la entrada de la cueva- Vamos –declaró antes de introducirse dentro.

 

Por otro lado, Alex, Tathya y quienes les acompañaban, se encontraban ideando un plan para detener a Zagan. Teniendo en cuenta que el demonio estaba allí en contra de su voluntad, su mejor plan era eliminar a su jinete. De esa forma, quizás fuese más fácil hacerlo entrar en razón.

 

Así pues, su estrategia consistía en que un grupo distrajese al demonio, mientras los demás aprovechaban para subirse encima de él, desde un sitio lo suficientemente alto, y noquear a su jinete.

-¿Un sitio alto? ¿Cómo cual? –preguntó Julius.

-Recuerdo que Reima, Lori, mi hermano y yo fuimos a comer a un sitio cerca de una iglesia. Su campanario era muy alto –sugirió Cain.

-Bien –contestó Alex-. Nos servirá. Sólo espero que no lo hayan destruido –continuó, tras lo que se dirigió al demonio que habían secuestrado- Me gustaría que me contases una cosa más, ¿sabes si Zagan puede volar con esas alas?

-Creo que sí –respondió el joven, sin entender muy bien la pregunta.

-Eso complica las cosas. Si se eleva fuera de nuestro alcance, no podremos llegar hasta su jinete –comentó el líder del segundo grupo-. Tenemos que evitar a toda costa que lo haga.

-¿Sugieres que inutilicemos sus alas? –preguntó Tathya.

-Preferiría no herirle, pero si llega el caso, mejor eso a que nos mate a todos. Sólo queda decidir quienes le distraerán y quiénes subirán al campanario.

-Creo que lo mejor será que Sarhin y yo le distraigamos. Somos más ágiles y podemos movernos mejor entre los escombros –sugirió Tathya.

-En ese caso, yo también iré con vosotros –declaró Julius.

-No. Tú irás con ellos –ordenó la chica.

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! –se sorprendió el joven.

-Tu fuerza será más útil con ellos.

-¡Pero...!

-Si vienes con nosotros, sólo nos retrasarás. Cada persona debe saber qué se le da mejor y usarlo por el bien del equipo –interrumpió Tathya, con expresión seria.

-De acuerdo –cedió Julius pese a no estar muy convencido.

-Bien, entonces, Cain, Julius y yo subiremos al campanario y saltaremos sobre Zagan una vez Sarhin y Tathya le hayan llevado hasta allí. Tened mucho cuidado –dijo Alex, dirigiéndose a los dos que iban a hacer de cebo.

-¿Eh? ¿Y qué pasa conmigo? –preguntó el demonio.

-Lo siento –sentenció el líder del segundo grupo, golpeándole en el cuello con el canto de su mano y dejándolo inconsciente de nuevo- ¡Vamos! –ordenó a los demás.

 

Así pues, mientras Cain, Alex y Julius corrían hacia el campanario (dirigidos por el primero), Sarhin y Tathya siguieron a Zagan hasta situarse a una distancia prudente de él.

 

Desde ahí, Sarhin arrojó su lanza, acertando en una de sus patas, y provocando que el demonio mugiese de dolor y se alzase sobre sus patas traseras, dando media vuelta para encarar a sus atacantes.

 

Entonces, ambos echaron a correr, escuchando detrás de ellos las pisadas del demonio, que hacían retumbar el suelo. Su intención era la de coger la ruta con menos casas para evitar causar el caos. Para ello, se les había ocurrido llevarlo al área más alejada del centro de la ciudad y, desde allí, coger el carril que llevaba directamente al castillo y que pasaba a escasa distancia del campanario.

 

Gracias a su agilidad y velocidad, ambos lograron mantener la distancia que les separaba del demonio pese a que un paso de él equivalía a varios suyos. Por otro lado, el choque constante de su gran cuerpo contra las paredes de las casas, enlentecía su paso, ventaja que supieron aprovechar.

 

Al llegar a hasta el carril que buscaban, la situación se complicó. Quizás por tener mejor visibilidad o por haberse cansado de perseguirlos sin éxito, el demonio comenzó a concentrar Setten en su boca.

-¡No puede ser! –exclamó Tathya, viéndose venir un proyectil igual al lanzado por algunos de sus congéneres, temiéndose que, procediendo de un demonio de ese tamaño, el alcance fuese mayor.

-¡Si eso nos da, se acabó! –añadió Sarhin- ¡¿Alguna idea?!

-¡Una! ¡Pero sólo podré usarla una vez y no sé si funcionará! –respondió la chica.

-¡Es mejor que nada!

 

Mientras seguían corriendo, la joven desenvainó su espada y mantuvo la vista puesta en Zagan. Si quería que su estrategia funcionase, debía esperar hasta el último segundo, justo cuando fuese a lanzar el proyectil. Algo tremendamente difícil mientras se movían. Por suerte, allí estaba Sarhin, ayudándola a mantener la dirección mientras se concentraba en el demonio.

 

A la señal del jinete, Zagan se dispuso a disparar. Fue en ese instante cuando Tathya lanzó su espada, apuntando a su paladar. Si bien era cierto que no parecía que fuese a afectarle mucho, había tenido en cuenta que las armas de los Pacificadores estaban hechas para enfrentarse también a demonios. Por ello, aunque quizás sólo infligiese una herida leve, estaba casi segura de que sentiría dolor.

 

Y así fue. Cuando el demonio sintió el filo de la espada clavándose en su paladar, sacudió la cabeza y, sin poder detener el proyectil, éste impactó sobre la parte del carril que tenía justo delante, haciendo que se levantase una gran cantidad de polvo y deteniendo así su movimiento.

 

Al ver el resultado, Sarhin y Tathya se detuvieron. No estaban seguros de si seguir adelante o comprobar cómo estaba el demonio, sobre todo teniendo en cuenta que si se alejaban demasiado, no podría seguirles.

-Buen disparo, por cierto –comentó Sarhin.

-Ha salido mejor de lo que esperaba –se sinceró la chica, agudizando la vista para tratar de discernir algo.

 

De repente, Zagan apareció de entre la polvareda y corrió hacia ellos, obligándoles a continuar su camino.

 

Por otro lado, Cain, Alex y Julius acababan de llegar a la iglesia, encontrándose con que la puerta estaba cerrada.

-¡Mierda! –se quejó Cain, apartándose para intentar buscar otra entrada.

-¡Déjame a mí! –exclamó Julius, embistiendo la puerta con su hombro, sin éxito.

-¡Te ayudaré! –dijo Alex, golpeándola al mismo tiempo y de la misma forma que el chico, sin lograr tampoco que cediese.

 

En ese instante, escucharon voces desde el interior.

-¡Hay gente! –exclamó Julius- ¡Eh! ¡Necesitamos llegar hasta el campanario! ¡Dejadnos pasar!

-¡Largaos de aquí, demonios! –les respondió una voz masculina- ¡Nunca os dejaremos pasar!

-¡No somos demonios! ¡Somos humanos! –replicó el joven.

-¡No vais a engañarnos con vuestros trucos!

-¡¿Es que sois idiotas?! ¡Si no nos dejáis pasar, acabaréis hechos cenizas! –replicó Cain, visiblemente irritado.

-¡Nunca! ¡Jamás! ¡Dios nos protegerá! –gritaron un coro de voces.

-¡La madre que me par...! –se quejó Cain, llevándose una mano a la frente.

 

Mientras discutían, Alex echó un vistazo a la parte superior de la fachada de aquel edificio. Allí, encontró un ventanal formado por cristales de colores que creaban un bello mosaico.

-¡Julius! –exclamó el líder del segundo grupo, deteniendo al joven antes de lanzarse de nuevo contra la puerta- ¡¿Crees que podrías impulsarme hasta ahí?!

 

Cogido por sorpresa, Julius tardó un poco en comprender la situación, pero, segundos después, ya estaba haciendo una estimación de la distancia que había entre el suelo y el ventanal.

-Sí, eso creo –respondió el joven

-¡Bien! ¡Una vez dentro, os abriré la puerta! ¡Seguramente se arme jaleo, pero apenas tenemos tiempo! ¡Estad preparados!

-¡Sí! –respondieron sus compañeros al unísono.

 

Entonces, Julius se situó al lado de Alex y esperó a su señal mientras Cain vigilaba los alrededores por si aparecían enemigos.

 

A la orden del líder del segundo grupo, el joven de pelo rubio giró sobre sí mismo, enarbolando su espada. Al mismo tiempo, Alex saltó y apoyó sus pies en la zona central de la hoja, impulsándose hasta llegar al ventanal, que rompió de una patada ante los gritos de quienes estaban dentro, asustados por la repentina lluvia de cristales.

 

Tras aterrizar en un soporte de madera, a escasos metros por debajo del ventanal, utilizó otros adornos para bajar de forma segura hasta tocar suelo.

 

Allí, miró a su alrededor. Le preocupaba que hubiese heridos, pero, por suerte, todos parecían estar bien. Eso sí, no pudo evitar las expresiones de miedo y sorpresa en sus caras, que pronto se transformaron en odio, algunos acabando por gritarle.

-¡Lárgate de aquí!

-¡Dios te castigará!

-¡¿Es que estás loco?!

 

Ignorándolos, pues no vio que ninguno de ellos se atreviese a acercase, abrió la puerta y dejó entrar a sus compañeros, quienes al poner un pie en la iglesia, no pudieron evitar suspirar por las reacciones de los creyentes.

-Mientras no intenten atacarnos, todo irá bien. Por ahora, busquemos la entrada al campanario –les dijo Alex, apresurando el paso.

 

Mientras tanto, Tathya y Sarhin estaban cada vez más cerca de la iglesia.

 

Desde que Zagan intentase lanzarles ese proyectil de fuego, no habían tenido más problemas con él. No sabían si por miedo a que contraatacasen o por algún otro motivo, no lo había intentado una segunda vez. En cualquier caso, eso les convenía.

 

Otra cosa que habían podido observar, era que el jinete se había limitado única y exclusivamente a conducir al demonio. En ningún momento les había atacado por su cuenta.

 

Por tanto, habían logrado ganar distancia, saliendo del carril en el que se encontraban y entrando de nuevo a las calles de la ciudad. Y era gracias a esa pequeña ventaja que también habían podido avisar del peligro a las pocas personas que todavía no habían encontrado refugio.

 

Finalmente, avistaron el campanario, pese a que no vieron a nadie allí.

-¡Espero que lo consigan a tiempo! –exclamó Tathya, deteniéndose minutos después, junto con Sarhin, frente a la iglesia, desde donde plantaron cara a Zagan. Alex, Cain y Julius acababan de subir las escaleras y ya veían la salida, asomando las cabezas por ella.

 

Una vez fuera, observaron a sus otros dos compañeros a escasos metros del demonio. Por desgracia, ellos todavía estaban demasiado lejos para saltar sobre él.

-¡Tathya! ¡Sarhin! –exclamó Alex, atrayendo su atención y haciéndoles señas para que lo acercasen más.

-Eso no será difícil –dijo la líder del primer grupo mientras el demonio corría hacia ella para embestirla, obligándola a correr hacia la iglesia; momento que dos de sus tres compañeros aprovecharon para saltar sobre él, pues Cain, no encontró el momento y acabó quedándose en el tejado.

 

Justo cuando Alex y Julius lograron poner un pie sobre el lomo del toro, éste se revolvió, forzándoles a agarrarse a su pelaje para evitar caerse, tras lo que el jinete forzó a Zagan a emprender el vuelo.

-¡Maldita sea! –exclamó Cain, quien, esta vez, si logró saltar y agarrarse a una de las alas justo cuando despegaba- ¡Oh, no! –se quejó, sujetándose a duras penas con sus dos manos- ¡Aaaah!

 

Así pues, el demonio ascendió junto a su jinete y los tres Pacificadores, cayendo la lanza de Sarhin, que, hasta entonces, había permanecido clavada en su pata.

 

Haciendo acopio de toda la fuerza que le permitieron sus brazos, Alex, logró mantener el equilibrio sobre sus dos pies y se acercó lo más rápido que pudo al encapuchado.

 

Por desgracia, éste no se lo iba a poner tan fácil, haciendo que Zagan maniobrara hacia un lado, de manera que no tuviese más remedio que volver a agarrarse al pelo.

-¡Tenemos que hacer que baje! –exclamó Alex.

-¡¿Alguna sugerencia?! –preguntó Cain, quien peor lo estaba pasando debido al batir de las alas.

-¡Habrá que inutilizarle las alas!

-¡Es más fácil decirlo que hacerlo!

 

Ya era una hazaña para el hombre no caerse, como para encima tratar de golpear con su hacha el ala en la que se encontraba. Mientras tanto, Julius también estaba teniendo problemas, pues con el último movimiento, había acabado sobre una de las patas delanteras y, si bien estaba más seguro que los otros dos, no veía forma humana de volver.

 

Por otro lado, desde abajo, Sarhin y Tathya observaban la escena con preocupación, siguiendo los movimientos del demonio.

-¡Tenemos que ayudarles! –dijo Sarhin.

-¡¿Puedes llegar con tu lanza a una de sus alas?! –preguntó la chica.

-¡Está demasiado alto!

-¡Si es así se me ocurre una forma de impulsarte! –respondió ella, intercambiando una mirada de complicidad con su compañero.

 

En esto, se subió al tejado de una casa, seguido de Sarhin y, a su señal, el hombre fue impulsado en el aire por la fuerza de una de sus piernas. Desde ahí arrojó su lanza hacia el ala contraria a la que estaba Caín, atravesándola de parte a parte y produciendo un mugido por parte del demonio, que tuvo que estabilizar el vuelo para no caerse, de forma que Alex, libre para ponerse en pie, se acercó al encapuchado y lo noqueó. Por desgracia, al hacerlo, las cadenas con las que guiaba a Zagan quedaron colgando por debajo de su cuello y, por tanto, fuera de su alcance. Además, al haberse quedado sin jinete, el demonio sufrió un repentino descontrol, aumentando más la distancia entre él y el suelo y preparándose para lanzar otra bola de fuego, esta vez dirigida a la ciudad.

-¡Julius, ¿puedes saltar hacia las cadenas?! ¡Si conseguimos poner suficiente peso en el cuello, puede que consigamos conducirlo hasta el suelo! –exclamó Alex.

-¡Lo intentaré! –contestó Julius, quien, tras encontrar el momento oportuno, saltó hasta engancharse a una de las cadenas, clavando su espada entre los agujeros de éstas para asegurar su agarre.

 

Aunque esto logró desviar ligeramente la trayectoria de vuelo, no fue suficiente para hacerlo caer a tierra, por lo que Alex decidió hacer lo mismo que su compañero, bajando por la parte de la cadena sujeta al cuello.

 

Por desgracia, el demonio ya había concentrado el suficiente Setten en su boca y se disponía a descargarlo sobre la ciudad.

-¡No voy a llegar a tiempo! –gritó Alex.

 

Fue en ese momento cuando Cain consiguió asir con firmeza su hacha y, con toda la fuerza que le fue posible, clavó su hoja en el ala a la que se sujetaba, consiguiendo unos segundos de más para el lanzamiento del proyectil, que permitieron a Alex agarrarse a una de las cadenas colgantes y realizar un movimiento brusco con el que hizo que la bola de fuego fuese arrojada hacia la montaña.

 

Entonces, aplicando todo su peso, sumado al de Julius, logró que Zagan se dirigiese a las afueras de la ciudad.

-¡Cuando yo te diga, salta! –avisó Alex a Julius, viendo que el demonio iba de frente contra una colina situada a escasos kilómetros de Nápoles.

 

Así fue como, justo cuando quedaban unos metros para estrellarse, ambos se lanzaron a tierra, alejándose rodando de la zona contra la que chocó Zagan, emitiendo un fuerte ruido que hizo retumbar los alrededores.

 

Cuando pudieron levantarse y ver lo ocurrido, descubrieron a Cain cerca del boquete que había dejado el demonio al impactar contra el suelo. Estaba inconsciente, pero seguía vivo. Probablemente, también había saltado antes, pero no había tenido tanta suerte en el aterrizaje.

 

Por otro lado, en el lugar donde debería estar el toro alado, ahora yacía el cuerpo de un demonio con forma humana y cuernos con la misma forma que los de dicho animal. A simple vista, dedujeron que se trataba del propio Zagan, que incluso sin transformarse imponía, presentando un tamaño y musculatura superiores a la media humana.

-No veo al encapuchado –dijo Julius.

-Es posible que haya caído al noquearlo. Si es así, dudo que siga vivo –comentó Alex-. Coge a Cain. Yo inmovilizaré a Zagan y te seguiré.

-¿Podrás con él? Parece bastante pesado.

-No te preocupes. Me las arreglaré.

 

-¡Jajaja! –rió uno de los guardias frente a la celda en la que se encontraba Hana- ¡¿Lo dices en serio?!

-¡Tal y como lo oyes! ¡Desde ese día, cada vez que ve uno, le entran náuseas! –explicó ella, animadamente.

 

Ambos encapuchados escuchaban a la demonio mientras ella les contaba anécdotas de su vida. La distancia entre ellos parecía haberse evaporado, de no ser porque los barrotes de metal todavía les mantenía separados.

-¿Tú no tienes alguna anécdota interesante, Asher? –preguntó Hana a uno de sus oyentes, quien negó con la cabeza- ¿Y tú, Lainer?

-Pues recuerdo una vez, cuando...

-¡¿Qué estáis haciendo?! –preguntó una voz detrás de los guardias, interrumpiendo su conversación e instigándoles a levantarse apresuradamente.

 

Poco después, apareció Egil, con expresión de ira, que pronto dirigió hacia Hana, en lugar de a sus compañeros.

-¡Así que esto es lo que haces, ¿verdad?! ¡Convencer con tus artimañas a los demás para que cambien de bando! ¡Pues no pienso permitírtelo! –exclamó.

-Sólo hablaba con ellos. Aunque no pueda saber todo de cada uno de los demonios que existen. Es mi deber intentarlo, si quiero cambiar su situación –explicó la joven, quien, en contraste con él, parecía más calmada.

-¡Entonces te presentaré a alguien a quien también deberías conocer! –dijo Egil mientras se apartaba para dejar paso a un individuo vestido con una túnica blanca y una capucha que le cubría la cabeza.

 

Presos de un repentino pánico, Asher y Lainer también se apartaron, bajando la cabeza, humillados, al presentir que habían hecho algo que no debían.

 

Una vez frente a la demonio, aquel individuo levantó la cabeza de forma que ella sólo alcanzó distinguir una maliciosa sonrisa en su cara, lo que le hizo fruncir el ceño y ponerse a la defensiva.

-Mi nombre es Darío Ju Ascetis. Encantado de conocerla -se presentó.