Un
disparo atravesó de parte a parte la cabeza del “Dying Walker”, formando un
limpio agujero en su frente. Pasando por encima de él, Asari cruzó la calle
peatonal, observando su alrededor en busca de alguien que pudiese identificar
como enemigo. Viendo la zona despejada, continuó hacia su objetivo.
Hacía
un rato desde que había notado un cambio en la realidad. Tras una pequeña
exploración en su propia casa, así como en algunas de las calles de la ciudad,
decidió tomar cartas en el asunto y coger su rifle para encaminarse al
domicilio de sus alumnos o, al menos, de aquéllos que tendrían más problemas
para sobrevivir en una situación así. Y esos no eran otros que Mizuki, Nanako y
Kazuma.
En
condiciones normales, ninguno de ellos debería encontrarse en esa realidad,
otra conclusión a la que había llegado al darse cuenta de la falta de personas;
sin embargo, como parte del entrenamiento que habían recibido los jóvenes a fin
de ayudar a Eri y los demás, la profesora les había hecho entrega de algunos
utensilios que podrían servirles a la hora de enfrentarse a seres como los
demonios o de poder equivalente a ellos. Y cabía la posibilidad de que alguno
de ellos hubiese dado lugar a la aparición de los jóvenes en aquella realidad.
De
repente sonó su móvil, el cual sacó del bolsillo y se llevó a la oreja,
escuchando la voz de Derain al otro lado.
-Hola.
Supongo que ya te habrás dado cuenta del cambio.
-¿Qué
ha pasado exactamente? –preguntó ella mientras giraba a la izquierda en una
bifurcación y se detenía durante unos instantes para vigilar el área.
-Es
cosa de uno de los pecados. Una modificación de la realidad para que sólo los
que tengan un poder por encima de lo normal puedan permanecer en ella.
-Me
lo he figurado cuando he salido a la calle y los únicos que me han recibido han
sido los “Dying Walkers”.
-En
cuanto puedas, dirígete a casa de Eri. Es el lugar más seguro ahora mismo.
-Entendido,
en cuanto recoja a mis estudiantes iré para allá.
-Vale.
Te dejo. Parece que tengo compañía.
El
imp colgó la llamada, dejando a Asari confusa, aunque, conociéndolo, no sería
algo de lo que preocuparse demasiado.
Así
pues, se situó frente a una casa que reconoció como la de Mizuki, a cuyo jardín
entró sin miramientos, observando atentamente la fachada para ver si descubría
algún destrozo que pudiese significar el ataque del enemigo. No obstante, todo
parecía bien, cosa que relajó un poco a la profesora pero que no significaba
que el peligro hubiese pasado, y el hecho de que no pudiese sentirla a esa
distancia no ayudaba.
Decidida
a tomar una postura más impulsiva, Asari abrió la puerta de una patada,
apuntando con su rifle al frente. En ese momento, un símbolo se dibujó en el
suelo, formándose una columna de fuego que atravesó el techo e hizo éste
escombros. La francotiradora, quien había saltado hacia fuera del edificio con
el fin de evadir aquella trampa, escuchó un ruido procedente de una de las
ventanas, surgiendo a partir de ésta dos objetos en su dirección, de los cuales
se defendió interponiendo el rifle en su trayectoria. Siendo desviados de esta
forma, ambos objetos detuvieron su movimiento a cada lado de ella, flotando en
el aire. Asari pudo observar que tenían forma circular, de tamaño equivalente a
un frisbee, y con un extraño símbolo en el centro de su estructura que se
parecía mucho al que se había dibujado en el suelo antes de aparecer la columna
de fuego.
-Estos
son... –murmuró para sí misma al mismo tiempo que los símbolos comenzaban a
brillar de manera intermitente y producían una especie de descarga eléctrica dirigida
hacia la profesora.
Realizando
una voltereta hacia atrás en el aire, Asari esquivó el ataque de aquellos
extraños objetos, a los cuales disparo instantes después de tocar tierra,
destruyéndolos en el acto.
-¿Asari-sensei?
¿Eres tú?
Volviendo
la vista al frente, la chica observó a una adolescente de unos dieciséis años
que portaba una vara de madera en cuyo extremo se encontraba un cristal de
color blanco con una serie de papeles adheridos a la base a la que estaba
sujeto. Dichos papeles tenían una serie de símbolos dibujados con tinta del
mismo color que el cristal.
-Mizuki
–dijo la francotiradora al reconocer a su alumna.
-Lo
siento, pensé que eras un enemigo.
-Ah...
–Asari suspiró- Deberías identificar a tu contrincante antes de atacarle.
Imagínate el desastre que supondría que atacases a tus aliados en mitad de una
batalla. Por culpa de eso me he cargado dos “Seikus”. Y no son baratos, ¿sabes?
-Lo
siento –se disculpó la joven, cabizbaja.
-Ahora
ya da igual. ¿Cómo es que has aparecido en esta realidad? ¿Llevas algún
artefacto de los que te di contigo?
-El
único que llevo siempre conmigo es el “Ikioku”.
-¿Lo
tenías activado cuando se produjo el cambio?
La
chica negó con la cabeza.
-Antes
de que mi casa se transformase no lo estaba pero ahora mismo sí que está
activado.
-¿Quieres
decir que se activó por su cuenta? –preguntó Asari.
-Eso
creo...
-Enséñamelo.
La
chica se levantó la ropa que llevaba puesta, dejando ver una tela de color
negro que se ajustaba a su cuerpo, proporcionando ligereza, y en el que
destacaban otros dos símbolos dibujados con tinta blanca, uno en el pecho y el
otro en la espalda, uniéndose mediante líneas del mismo color y recorriendo el
resto de la tela siguiendo un patrón fijo sin una forma concreta. El “Ikioku”,
al estar activado, incrementaba la energía del portador, en este caso el Retten
al tratarse de seres humanos, proporcionándole una mayor defensa física y
permitiéndole el uso de habilidades hasta entonces imposibles.
-Sí,
sin duda está activado. De lo contrario estas líneas no existirían. Puede que
al sentir algo anómalo en la zona haya reaccionado así, imagino que también
contribuye a que no haya podido sentirte. En cualquier caso, deberías tener
cuidado. El “Ikioku” tiene un límite de duración y una vez superado no puede
ser reparado, tiene que recargarse mientras todavía tenga uso.
La
chica asintió.
-Si
a Nanako y a Kazuma les ha ocurrido lo mismo debemos ir a por ellos antes de
que el enemigo note su presencia. Vamos.
-“Seiku”,
“Ikioku”, “Sukuouku”... –dijo Nanako mientras hacía cuenta de todos los
utensilios que llevaba.
-¡Vamos,
Nanako! ¡No te quedes atrás! –exclamó Kazuma quien se encontraba un poco más
avanzado que ella.
Puesto
que ambos vivían cerca, no les había costado mucho tiempo el reunirse y
emprender camino por las calles de la ciudad buscando algún indicio que les
revelara qué estaba pasando, aunque suponían que tenía que ver con todo lo
relacionado con los apóstoles, Eri y los demás.
Al
parecer, los dos habían tenido la idea de llevar puesto el “Ikioku”.
-¿Por
qué crees que se ha activado esto? ¿No dijo Asari-sensei que se hacía
manualmente? –preguntó la chica monótonamente, levantándose la camiseta.
-¡No
te levantes la camiseta aquí delante! –exclamó el joven, avergonzado, ya que la
tela marcaba su figura- ¡Y a mí no me preguntes! ¡Tengo la misma información
que tú!
-¿Te
has asegurado de llevar todo lo que nos dio Asari-sensei?
-¡Por
supuesto! ¡¿Quién te crees que soy?! –dijo Kazuma señalándose con el pulgar
mientras de reojo revisaba que no se hubiese olvidado de nada.
-Aunque,
me pregunto si podremos apañárnoslas con esto en caso de que aparezca algún
enemigo poderoso.
-Ella
nos dijo que si estábamos los tres juntos seríamos capaces de causar un daño
importante a cualquier enemigo que nos atacase. Por lo demás, es un equipo de
apoyo a otros con un poder mayor que el nuestro. Dadas nuestras capacidades,
supongo que no podemos pedir mucho más. De todas formas, lo que buscábamos era
poder para ayudar a nuestros amigos así que por el momento es suficiente.
-¿Y
Mizuki?
-Ahora
que lo dices, deberíamos ir a su casa. Estando los tres juntos será más seguro.
-Creo
que uno de los objetos que llevamos con nosotros era capaz de buscar a otros
con una energía elevada. Aunque si ella tiene puesto el “Ikioku” no sé si funcionará.
-¿Recuerdas
cual era?
La
joven rebuscó en una pequeña mochila que llevaba, de donde sacó un papel blanco
de gran tamaño con los bordes laterales negros y dorados, el cual situó en el
suelo.
-Si
no me equivocó ahora había que usar esto –dijo Nanako mientras sacaba la misma
vara que tenía Mizuki y tocaba con el extremo del cristal el folio, dibujándose
a partir del color negro de los bordes el mapa de la ciudad- Creo que si
encuentra a alguien en el mapa tiene que aparecer como un punto dorado.
Kazuma
se acercó a ella y se dispuso a mirar también.
-No
se ve ningún punto dorado... –comentó el chico.
-¿Tú
crees, chico? ¿Por qué no vuelves a probar? –dijo una voz detrás de Kazuma.
De
repente ambos sintieron una gran presión sobre su cuerpo. Ninguno de los dos
podía moverse y, lo que es más, sentían un miedo indescriptible circulando por
todos sus nervios.
Cuando
intentaron fijar la vista en el foco de aquella voz, no vieron a nadie.
-Tenéis
unos objetos muy interesantes. Sí, son muy interesantes. ¿Sabéis que
antiguamente los usaron los humanos para enfrentarse a los demonios? Aunque lo
cierto es que algunos humanos los siguen usando hoy en día. Para matar demonios
y luego venderlos. Sí, venderlos. –volviendo la vista de nuevo, esta vez hacia
Nanako, Kazuma distinguió a un individuo de pelo corto y plateado que llevaba
una venda cubriendo sus dos ojos y vestía una camiseta y pantalones de color
blanco. Una de sus manos estaba metida en uno de los bolsillos del pantalón
mientras la otra sujetaba la bolsa de Nanako, a quien era la primera vez que le
veía una expresión como aquélla. Su amiga estaba sudando a mares, un sudor frío
que coincidía con el terror reflejado en sus ojos desde los que descendían
lágrimas que iban a parar a sus temblorosos labios.
Ninguno
de los dos podía hacer nada. Sólo mover la cabeza y los ojos, pues sentían que
si intentaban algo más, morirían.
-¿Qué
os pasa? ¿No tenéis nada que decir? Seguro que tenéis algo que decir –preguntó
el hombre con tono tranquilo y algo burlón-. Podéis relajaros, no estoy
interesado en vosotros. Al menos no de momento. Estoy buscando a tres personas
en concreto. Dos de ellas siguen en el mismo sitio, no se han movido de allí en
todo este tiempo. Pero la tercera persona ha escapado de mi rango de visión. Sólo
él podría hacer algo así. Sí, sólo él podría hacer algo así. Es terrible...
–dejando caer la bolsa al suelo, se acercó a Nanako y comenzó a acariciarle el
pelo, provocando que la joven respirase aceleradamente- Tú me comprendes,
¿verdad? Ser incapaz de encontrar a quien buscas. Me siento como si estuviese
jugando conmigo.
-D-déjala...en...paz...
–haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, Kazuma logró articular aquellas
palabras.
-¿Que
la deje? No estoy haciendo nada. Sólo la estaba tranquilizando. Es algo que se
les hace a los perros cuando tienen miedo a sus amos. Ah, es cierto, ella no es
un perro. Qué grosero por mi parte. Lo siento.
Apartando
la mano de ella, el hombre caminó lentamente hacia Kazuma.
-En
fin, supongo que no podréis ayudarme, ¿verdad? No, no creo que podáis. Él ha
escapado de mi rango de visión. Es imposible que lo encontréis vosotros si yo
no puedo encontrarlo. Sí, es imposible. Ni siquiera con ese mapa vuestro. Es
imposible.
Kazuma
no entendía nada de lo que hablaba, ni siquiera por qué estaba allí en ese
momento si no requería nada de ellos.
-Te
preguntarás por qué estoy aquí entonces. Debes de estar preguntándotelo ya que
no te lo he dicho, ya que no estoy interesado en vosotros. La respuesta es
simple. Si os mantengo conmigo, eventualmente, él vendrá hacia aquí. Vendrá a
rescataros. Sí, al final vendrá. Oh, ahora que lo pienso, después de todo sí
que podría estar interesado en vosotros. Sois interesantes como cebo. Sí, como
cebo.
El
joven apretó los dientes. Aquella forma de hablar le irritaba enormemente, por
no decir del hecho de que no pudiesen hacer nada contra él.
-Es
cierto, si no os hago nada no llamaré su atención. Tengo que llamar su
atención. No puedo mataros pero puedo haceros sufrir. Mientras os deje vivos él
vendrá a salvaros. Sí, mientras os deje vivos.
La
situación estaba empezando a ponerse cada vez peor. Tenía que moverse, aunque
únicamente sirviese como distracción para que escapase Nanako. Pero sólo el
hecho de hablar ya le suponía un esfuerzo gigantesco.
-Empezaré
por la chica. Parece que le tienes cariño. Puede que entonces grites pidiendo
ayuda. Sí, gritarás para que te ayuden. ¿Llegará él? ¿Crees que llegará? Seguro
que llega. Yo quiero que lo haga.
-No...por...favor...
–dijo Kazuma.
-Por
favor. Lo pides por favor. No estoy para hacer favores. Sí, no existo para
hacer favores. Sólo para cumplir las órdenes de mi señor. Sólo existo para
ello. Sólo para ello –el hombre se acercó por segunda vez a Nanako-. Con un
brazo menos será suficiente. Hay mucha gente que vive sin un brazo. Incluso sin
los dos. Podrá vivir sin problemas. Sí, no tendrás problemas.
“¡Muévete!
¡Muévete!”, se gritó Kazuma a sí mismo mentalmente, “¡Muévete! ¡Por lo que más
quieras! ¡Hazlo!”
En
ese momento, todo a su alrededor se quedó oscuro y en silencio.
-¿Quieres
poder? –preguntó la voz de una mujer, escuchándola como si procediese de todas
partes.
-¡¿Quién
eres?! ¡¿Dónde estás?! –exclamó el chico de repente, dándose cuenta de que ya
podía moverse y hablar con normalidad.
-Muy
pronto me conocerás pero lo más importante es que escapéis de aquí cuanto
antes. Si te enfrentas a él, morirás. Su poder es algo que está incluso por
encima de mí.
-Si
es así, entonces me basta con eso. No soy alguien a quien le guste huir pero si
es para proteger a mis seres queridos haré lo que sea.
-Buena
respuesta. Hay dos amigas tuyas que están viniendo hacia aquí. Todavía están a
bastante distancia pero con mi poder podrás teletransportarte hasta ellas sin
problemas. Justo entonces aparecerá uno de mis compañeros. Él os llevará hasta
un lugar seguro.
-¿Un
lugar seguro?
-Nos
veremos más tarde. Sobrevive hasta entonces.
Cuando
la oscuridad se disipó, los ojos de Kazuma se volvieron de un rojo intenso,
liberándose de la presión que limitaba sus movimientos y desplazándose a gran
velocidad hacia Nanako, cogiéndola en brazos y apartándola del hombre de la
venda en los ojos. Pese a que su mente le decía lo que tenía que hacer, sentía
como si su cuerpo se moviese por sí solo, como si ambos fuesen independientes
el uno del otro.
-Eso
es algo que no esperaba. Sí, algo inesperado. ¿De dónde has sacado ese poder?
Deben de haberte ayudado desde fuera. Sí, alguien te está ayudando. No es él,
¿verdad? Él no tiene ese tipo de poder. No lo tiene, así que es otra persona.
“¿Por
qué no te callas de una maldita vez?”, pensó el chico, cansado de su extraña
palabrería. Siguiendo las órdenes de aquella voz, el segundo paso era
teletransportarse hasta donde se encontraban las otras dos personas a las que
se había referido. Sin embargo, no tenía ni idea de dónde estaba ese lugar, ni
siquiera de qué tenía que hacer para teletransportarse.
En
ese momento, echó un ligero vistazo a la chica que tenía entre sus brazos,
quien se había desmayado del shock. Si no hacía algo rápido los dos morirían,
así que no podía entretenerse pensando demasiado las cosas. Simplemente tenía
que concentrarse en teletransportarse. Ya que su cuerpo actuaba por su cuenta,
de alguna manera lo conseguiría.
-Estás
pensando en escapar, ¿verdad? Piensas en escapar. ¿Cómo lo vas a hacer? No
podrás. Sí, no podrías escapar.
El
hombre realizó un simple movimiento de arriba abajo con su dedo índice,
provocando que el cuerpo de Kazuma se sintiese muy pesado, como si una fuerza
lo estuviese empujando hacia el suelo. El hormigón comenzó a ceder bajo sus
pies dando lugar a que su calzado se hundiese en éste, agrietándolo en el
proceso.
-No
escaparás. No puedes escapar.
La
fuerza era cada vez mayor, haciéndole apoyar las rodillas en el suelo y
produciéndose el mismo efecto que antes con sus pies.
“¡Teletranspórtate!
¡Rápido! ¡Rápido!”
De
repente, su cuerpo se volvió increíblemente ligero, liberándose de todo el peso
de su cuerpo. Décimas de segundo después se encontraba frente a Asari y Mizuki,
quienes dieron un salto hacia atrás, alzando la guardia.
-¡¿Tsuchie-kun?!
¡¿Qué...?! –exclamó Mizuki antes de desplazar la vista hasta Nanako-. ¡Gakusa
–san! –dijo mientras se arrodillaba junto a ella.
-¡¿Qué
ha pasado?! –preguntó Asari.
Acto
seguido, una sombra con forma de alas los envolvió.
Lo
siguiente que vio el chico fue la habitación en la que se encontraban Eri y el
resto de aliados que se habían quedado en la casa.
-¿Cómo
hemos llegado hasta aquí? –preguntó Mizuki.
-¡¿Qué?!
¡¿Mizuki-chan?! –se sorprendió Eri al ver a su amiga- ¿Qué ha pasado?
-Así
que este era el lugar del que hablaba... –dijo Kazuma, esbozando una sonrisa
antes que su visión se emborronase y cayese al suelo inconsciente.
-¡Tsuchie-kun!
–exclamó Mizuki.
-Tranquila.
Se recuperará si descansa un poco. El poder de Bel y la tensión que ha sufrido
le han dejado agotado.
Junto
a los tres recién llegados se encontraba un hombre extraño. Portaba gafas de
sol, un traje de una pieza y de color negro, parecido al “Ikioku” pero con más
centímetros de tela y una serie de vértices que recorrían sus extremidades. En
la parte de arriba de su espalda exhibía alas de mosca y de la parte de abajo
sobresalía una cola larga y peluda con un gran aguijón al final. Él era quien
acababa de hablar.
-¿Quién
eres tú? –preguntó Mizuki.
-Mi
nombre es Beelzebub, pecado de la gula. Aunque podéis llamarme Zebub, si
queréis.
-Os
está costando lo vuestro llegar hasta aquí –se quejó Mammon.
-Hemos
tenido que ayudar a demonios de otras ciudades además de ésta. Bel se está
encargando de traerlos hasta aquí. Espero que tengas espacio porque son muchos.
-Ja,
¿acaso pretendes herir mi orgullo? Aquí hay espacio para los ciudadanos de
medio mundo.
-¡¿Alguien
ha hablado de orgullo?!
Algo
rompió una de las ventanas de la habitación y aterrizó junto a la cama en la
que se hallaba el pecado de la avaricia.
-¡Hace
su aparición Lucifer, pecado del orgullo! –gritó un individuo con armadura
apoyando una rodilla en el suelo y levantando uno de sus brazos como si se
tratase de algún tipo de héroe ficticio. Con el otro brazo sujetaba a Akira,
quien parecía estar pasándolo bastante mal.
-La
última vez que viajo con este tío... –murmuró el chico, mareado.
-¡La
próxima vez que vuelvas a romper algo de esta habitación utilizaré tus carnes
para repararlo! –exclamó Mammon.
-¡Un
héroe con honor siempre aparece por la ventana!
-¡Eso
te lo acabas de inventar! –la niña le lanzó la almohada a la cara- En fin, ya
estamos Zebub, Luci y yo. Ya sólo faltan Bel, Levi y As.
“¿Se
supone que estos son los pecados? Ahora entiendo por qué Lilith-chan dijo que
era como si estuviesen fuera de lugar...”, pensó Eri para sí misma.
-Así
que al final han escapado. Sí, parece ser que lo han hecho. Y eso que pensaba
que era imposible. Después de todo no era tan imposible.
El
hombre de la venda en los ojos caminaba tranquilamente por las calles de la
ciudad, hablando para sí mismo.
-No
importa. En cualquier, no tiene importancia. Porque puedo ir a por ellos cuando
quiera. Por el momento sólo quiero verle a él. Sí, sólo a ti, Hioni Reima. Sólo
a ti.
En
otra parte de la ciudad, Derain se encontraba en el suelo con numerosas
magulladuras y heridas. Justo a su lado, mirándolo con expresión seria, estaba
el apóstol.
-Tsk,
esto no puede ir peor... –indicó el imp.