Tras escuchar el sonido de una explosión, Quinque se dirigió a la ventana.
La habitación en la que estaba, ligeramente iluminada, dejaba ver a una Miruru llena de quemaduras en vientre y brazos y a su torturador, quien había cambiado sus métodos y había optado esta vez por tapar la cabeza de la joven con una toalla y echar grandes cantidades de agua sobre, dejándola al borde de la asfixia.
-Será mejor que me marche –dijo la descendiente mientras observaba el rostro de la semidiosa, quien, mareada y tosiendo, se mantenía firme pese a su expresión de agotamiento-. Parece que es más resistente de lo que pensaba. Si sigue así, ya sabes lo que hacer.
Después de salir de la habitación, Quinque avanzó por el pasillo adyacente hasta toparse con una figura conocida.
-¡Oh! ¿Qué haces tú aquí, Yorus? –preguntó ella, recibiendo una mirada serena por parte del hombre.
-El gobernador me ha pedido que te buscase. Supongo que has escuchado las explosiones.
-Por supuesto, ahora iba hacia allí.
-¿Crees que son los Rebeldes?
-Estoy segura. Será mejor que asegurar la entrada por si acaso.
-Bien, encárgate tú. Yo me uniré después de terminar otra tarea.
-¿Otra tarea?
-Nada del otro mundo. Asegurarme de que no consigan algunas cosas importantes.
-Ya veo. Que vaya bien entonces. –respondió ella, continuando su camino.
-Por cierto, Marie, supongo que no te habrás pasado con el interrogatorio, ¿verdad?
Al escucharle, se detuvo, esbozando una maliciosa sonrisa mientras le daba la espalda.
-Tranquilo, está todo controlado –dijo.
-¿Mi ayuda? –preguntó Nara, confusa- ¿Para qué?
-Verás, antes he utilizado el poder de uno de los espíritus para observar por las ventanas donde había luces encendidas, y en una de ellas he visto algo muy extraño. Creo que Miruru podría estar allí.
-Pero eso no explica por qué tengo que ir contigo.
-Lo que he visto ha sido a alguien vestido como una especie de verdugo. Es una hipótesis, pero es posible que Miruru esté en problemas y requiera de tus habilidades.
La chica miró a Kareth, quien, junto a los demás, se había detenido al percatarse de que ellos dos se habían quedado atrás. Habiendo escuchado la conversación, primero la observó a ella y después a Kai, y aunque se mostró preocupado, asintió.
-Iré contigo –decidió Nara
El principal problema residía en cómo entrar al edificio, pues, aunque las explosiones continuaban, no tardarían en detenerse. Además, incluso si los cañonazos eran lo suficientemente eficaces para distraer a los soldados, el daño que iban a causar era mínimo. “Mucho ruido y pocas nueces” hubiese sido la expresión ideal para describirlos.
Esto se traducía en que todavía hubiese soldado apostados cerca del edificio. E incluso puede que no tardasen en aparecer más con el tiempo.
-No os preocupéis, yo me encargo –dijo Razer.
-¿Estás seguro? –preguntó Kareth.
-Ni siquiera les dará tiempo de saber contra qué están luchando. Tan sólo necesitaré una cosa. –añadió mientras observaba la ropa que llevaba puesta algunos miembros del equipo.
Por otro lado, los vigilantes de la entrada al edificio central intentaban refugiarse de los cañonazos. En ese momento, vislumbraron una silueta moviéndose cerca de ellos.
-¡¿Qué?! –exclamaron algunos, quienes avanzaron para inspeccionar. Pese a que parte del pelotón se quedó junto a la puerta para no romper así la formación, al dividirlos se consiguió facilitar mucho la infiltración del resto del equipo.
Así pues, una vez la avanzadilla hubo llegado al punto donde habían visto algo moverse, lo único que encontraron fue una capa tirada en el suelo.
Al cogerla, no encontraron nada en especial, tan sólo se trataba de un trozo de tela, pero aquello bastó para generar desconfianza, poniéndolos tensos.
Entonces, de nuevo, vieron moverse algo, de forma que uno de ellos disparó, acertando sobre otro trozo de tela parecido al anterior.
Pese a la veteranía del pelotón, la escasez de luz dificultaba su precisión, alterándolos todavía más al no saber contra qué se estaban enfrentando.
Esto dio lugar a que su formación terminara por verse afectada, permitiéndole a Razer, quien vestía otra tela igual que las dos anteriores, se acercase a ellos sin ser detectado, atravesando con un estoque a uno de ellos por el costado, para después noquear a otros dos golpeando sus cuellos con ambas manos.
Al instante, otro de los soldados intentó dispararle, sin embargo sus balas no dieron en el blanco, atravesando en su lugar la vestimenta que había llevado Razer hasta ese momento y que ahora llevaba puesta uno de sus compañeros, que cayó al suelo cubierto de agujeros.
Asustado, el soldado intentó darse la vuelta para correr a informar al resto, quedando inconsciente instantes después por un repentino golpe en la cabeza.
Una vez acabada la faena, Razer guardó su estoque y observó los cuerpos de los soldados.
-Será mejor que arregle esto antes de reunirme con los demás.
-No hubiese sido mejor que hubieses usado a ese espíritu de las ilusiones para hacernos pasar por soldados –preguntó Quattuor mientras se disponía a abrir la puerta.
-Hubiese sido muy raro si hubiesen aparecido seis soldados desconocidos, ¿no crees? – replicó Kai, abriendo la puerta mientras vigilaba el interior para comprobar que no había nadie- Qué raro, parece despejado.
-Ve con cuidado.
Poco a poco fueron pasando uno detrás de otro, dejando atrás los cuerpos inconscientes de los guardias.
El recibidor era bastante amplio, a cada lado había dos pasadizos cuyas entradas tenían forma de arco mientras que, frente a ellos, encontraron una gran escalera que se bifurcaba en mitad de subida a derecha e izquierda, llevando al segundo piso y, más adelante, al resto de pisos superiores.
Una cosa en la que se fijó Kareth fue la presencia de altavoces en las esquinas del techo, haciéndole preguntarse si se trataba de algún tipo de sistema de comunicación.
-¡Kai y Nara os dirigiréis a la habitación en la que está Miruru! ¡Nosotros buscaremos a los gobernadores! ¡Moveos deprisa! ¡No sé cuánto tardarán en descubrirnos! –dijo el joven.
-Yo diría que ya ha ocurrido –declaró Quinque mientras bajaba tranquilamente por las escaleras.
-¿Marie? ¿Qué haces a...? –preguntó Kai, siendo interrumpido por Quattuor.
-Quinque.
Al escuchar sus palabras, el nigromante se sorprendió, dándose cuenta de lo que significaban.
-Cuánto tiempo sin vernos, Quattuor –respondió la chica, encogiéndose de hombros.
-Hubiese preferido que fuese más. Hay pocas caras de las vuestras que esté interesado en ver.
-No te hagas el duro. ¿Ya no te acuerdas de aquella época en los que luchábamos codo con codo por el bien del proyecto Gaia? ¿Qué te ha pasado?
-Me pagabais poco, así que cambié de trabajo –ironizó el hombre.
-Qué pena. Con lo bien que me caías. –contestó ella, igual de irónica.
-Lástima que no pueda decir lo mismo.
-¡¿Qué le has hecho a Miruru?! –exclamó Kai, interrumpiendo la conversación, y consiguiendo que Quinque una mirada de asco hacia él, como si estuviese hablando con un insecto.
-Nada. Hemos sido muy hospitalarios con ella. Yo que tú me preocuparía más por vuestra situación. ¿De verdad pensabais que un truco tan barato como ése funcionaría conmigo? ¡Ilusos!
-Pues diría que tus aliados han caído de lleno. Y eso nos ha bastado para llegar hasta aquí –replicó Quattuor.
-Me alegro por vosotros, pero se acabó la suerte.
Entonces, se llevó los dedos a la boca y emitió un fuerte silbido, apareciendo poco después soldados tanto de la unión como de la facción, quienes rodearon al grupo.
-La acústica en este sitio es de lo más eficiente –sonrió la joven de pelo plateado.
-¡No creas que nos detendrás con esto! –declaró Quattuor.
-Je, ése no es el único truquito que tengo.
Tras esto, Quinque pulsó el artilugio que había utilizado contra Miruru, haciendo que Kai cayese de rodillas al suelo, mareado y debilitado.
-¡Kai! –Nara se agachó para intentar sujetarle.
-¿Qu-qué es esto? –preguntó el chico, confuso, sintiendo cómo perdía el control de su propio cuerpo-. No puedo....
-El Radiar de vuestro cuerpo está reaccionando al Sonar. ¡Ahora estáis a nuestra merced! ¡Atacad! –ordenó, a lo que los soldados obedecieron.
-¡Maldita sea! –se quejó Kai, intentando ponerse en pie sin éxito, y esperando, impotente, a que acabasen con él.
Sin embargo, eso no llegó a ocurrir, pues varios de aquellos soldados fueron golpeados hasta salir volando contra las paredes del recibidor.
La embestida de Quattuor, aparentemente inmune los efectos del Sonar, sorprendió tanto a los guardias como a la propia Quinque, quien observó cómo Sarah y Kareth también se enfrentaban al enemigo sin dificultad.
-¡¿Q-qué pasa?! ¡¿Por qué no funciona?! –gritó Quinque, agitando el artilugio como si se hubiese estropeado.
-No entiendo bien lo que está pasando, pero... –comentó Quattuor mientras se deshacía de otro par de soldados que iban a por Kai-. Diría que tu estrategia acaba de hacer aguas.
-¡No es posible! –exclamó Quinque, llena de rabia, cuando, de repente, se dio cuenta de algo- ¡Detened el ataque! –continuó, haciendo que los soldados se retirasen momentáneamente pese a mantener la guardia, al igual que los tres del bando contrario que todavía podían luchar- ¡¿Quién os ha dado un colgante?! –preguntó.
-¡¿Eh?! ¡¿De qué hablas?! –se extrañó Quattuor, frunciendo el ceño.
-¿Colgante? –repitió Kareth, sacando de entre sus ropas el colgante con un anillo y una pluma incrustada en él- ¿Te refieres a esto?
-Debí haberlo imaginado. –se quejó Quinque.
-¿Qué quieres decir?
-No importa. Al menos a uno de ellos sí le ha afectado.
En ese instante, y aprovechando la distracción de la descendiente, una flecha alcanzó la mano de Quinque, justo donde sostenía el Sonar, destruyéndolo.
-¡Te equivocas! –contestó Sarah, arco en mano- ¡A partir de ahora no podrás hacérselo a nadie más!
-¡Maldita entrometida! –gritó Quinque, perdiendo la compostura y disponiéndose a atacar, siendo detenida por un estoque, que se interpuso en su camino clavándose en el suelo, a escasos centímetros delante de ella.
-¿Llego tarde a la función? –dijo Razer, situándose junto al resto.
-¡Justo a tiempo! –declaró Kareth-. ¡Por ahora, tenemos que darle espacio a Kai para que pueda ir a por Miruru! –continuó, encarándose a los soldados, quienes habían retomado el ataque.
-¡Kareth, cubre a Kai mientras se recupera! ¡Razer y yo nos encargaremos de entretener a Quinque! ¡¿Crees que Sarah y tú os podréis encargar de los soldados?! –preguntó Quattuor.
En respuesta, los brazos del joven adquirieron la forma de los de un Eraser color blanco.
-¡Ni lo dudes! –respondió, lanzándose contra el enemigo y agrietando parte del suelo al golpearlo.
Al mismo tiempo, Quinque saltó hacia Kai. Su velocidad era tal y como se pudo observar en el torneo, siendo imperceptible para la mayoría de los presentes. Pero, por suerte, Quattuor ya había predicho sus movimientos, interponiéndose entre los dos, y recibiendo el golpe en su lugar.
-¡Quítate de en medio! –gritó la chica.
-¡Oblígame! –respondió el hombre.
Tras aguantar su acometida, Quattuor la agarró de ambos brazos y la lanzó con fuerza hacia el lugar del que había venido, justo adonde se dirigía Razer para recuperar su estoque y hundirlo en el corazón de la descendiente mientras todavía estaba en el aire. Sin embargo, su objetivo no pudo cumplirse, ya que la velocidad de ella le permitió esquivar el ataque incluso en esas circunstancias.
Mientras tanto, Kai, quien acababa de recuperarse, en parte, con la ayuda de Nara, se puso en pie de nuevo.
-¡¿Estás bien?! –preguntó Quattuor.
-¡Sí! ¡Tú entretenla! –respondió el chico.
Dicho esto, puso una mano en la cintura de Nara y la otra sobre la nuca.
-¡¿Eh?! ¡¿Qué estás haciendo?! –preguntó ella, sorprendida.
-¡Agárrate fuerte! ¡Octavo espíritu: Sázam!
En ese instante, su velocidad aumentó y, sin dar tiempo a Nara siquiera para gritar, subieron las escaleras, pasando al lado de Quinque, quien fue placada por Quattuor y Razer antes de que pudiese intervenir.
-¡Ya es suficiente! –exclamó una voz, poco antes de que el espacio en el que estaban Quattuor, Quinque y Razer sufriese una distorsión.
Reaccionando con rapidez, Quattuor empujó al líder de los Rebeldes lo más lejos que pudo, poco antes de que la mitad del cuerpo de los ambos descendientes desapareciese entre un baño de sangre.
-¡Quattuor! –gritó Sarah a la vez que esquivaba el ataque de otro soldado.
Apareciendo desde uno de los pasillos situados en el piso superior, Sextus caminó hacia las mitades de los dos cuerpos, que comenzaron a regenerarse. Al observar el recibidor, se dio cuenta de que quedaban pocos soldados en pie. Éstos no habían sido rivales para Sarah y Kareth.
-Qué ineficiente eres, Quinque –comentó Sextus.
-¡Cállate! –respondió ella, quien ya había recuperado del todo la cabeza-. ¡Eso ha dolido!
-No podía hacer mucho más para arreglar tu ineptitud.
-¡Tú estás pidiendo que te mate, ¿verdad?!
-¡Callaos los dos! ¡Me estáis dando dolor de cabeza! –interrumpió Quattuor mientras él y Quinque se levantaban.
-Cuánto tiempo, Quattuor –respondió Sextus con indiferencia.
-¿Tú también? ¿Qué es? ¿Alguna clase de saludo nacional? “¿Cuánto tiempo, Quattuor?” Ya os lo podríais haber trabajado un poco más.
-Tan poco educado como siempre.
-Prefiero eso a ser un estirado, imberbe e imbécil como tú. Todavía no me he olvidado de la que te debo.
-¿Te refieres a lo de esa mujer? Tranquilo, tendremos tiempo de sobra para arreglar cuentas. Quinque, tú encárgate de los que se acaban de ir. Yo me ocuparé del resto.
-¿Crees que vamos a dejar que se vaya? –replicó Quattuor.
-No esperaba que fuese por las buenas.
Por otro lado, Kai continuó corriendo sin disminuir la velocidad hasta llegar al piso en el que suponía que estaba Miruru. A partir de ahí, comenzaron una búsqueda más o menos a ciegas para dar con la habitación.
-¿Te encuentras bien, Nara? –preguntó el chico tras soltarla.
-U-un poco mareada, pero estoy bien –respondió ella sujetándose la cabeza.
-Bien. Démonos prisa
-Vale.
Mientras tanto, poco a poco, Miruru estaba perdiendo el conocimiento. Llegados a ese punto, casi había perdido toda sensibilidad. Su vista, borrosa. Su piel, pálida a excepción de los moratones que su torturador le había infligido durante el interrogatorio.
Consiguió mover la cabeza ligeramente, haciendo esfuerzos por no desmayarse, ya que, una vez lo hiciese, puede que no despertase.
Por su parte, el torturador había decidido pausar su interrogatorio sólo para disponerse a emplear uno peor.
Así pues, acarició la piel de la chica, desplazando su mano desde el ombligo hasta situarla sobre su pecho, agarrándolo con fuerza.
“¿Qué está haciendo?”, pensó la joven, quien, debido a su estado, no podía ver las acciones de aquel individuo, aunque su cuerpo sentía levemente el tacto. Para su desgracia, su mente comprendió lo que pretendía. Iba a violarla.
En ese momento, notó como las manos de aquel tipo desgarraban la parte de arriba de su ropa, dejando su torso desnudo. Acto seguido, destapó la parte de abajo de su cara, dejando ver una asquerosa boca medio quemada y casi consumida por una infección, sacando una larga y gruesa lengua que utilizó para lamer su cuello mientras, poco a poco, se volvía más violento.
“No... por favor...”.
Intentó gritar, pero su cuerpo no le respondía. No podía hacer nada. Estaba completamente a su merced.
A continuación, el hombre se encaminó a desnudar también la parte de abajo.
“No... Kai...”, fue el último pensamiento que tuvo antes de que la puerta de la habitación saliese despedida, sorprendiendo al torturador, quien se giró a tiempo para ver venir a alguien que le propinó un fuerte puñetazo en la mejilla, lanzándolo contra el suelo y dejándolo inconsciente.
-¡Miruru! ¡Miruru! ¡Maldita sea! –exclamó Kai, acercándose a ella y desatando las cuerdas que la apresaban.
Poco después, Nara también entró en la habitación.
-¡Dios santo! ¡¿Qué ha pasado aquí?! –preguntó al ver al torturador inconsciente y a los otros dos junto a la cama-. ¡Miruru! –exclamó, corriendo hacia su amiga
-¿Puedes ayudarla? –preguntó Kai, nervioso.
-Lo intentaré, pero probablemente me lleve un rato –respondió la joven, quien situó sus manos sobre el vientre de la semidiosa, haciendo desaparecer los cardenales y devolviéndole el color a su piel.
Minutos después, la visión de Miruru volvió a la normalidad, pese a no haberse recuperado por completo. Se sentía menos mareada y más estable tanto física como mentalmente. Asimismo, sintió que podía mover los brazos y la cabeza, encontrándose, de nuevo, capacitada para hablar.
Entonces, giró a un lado la cabeza, descubriendo a Nara junto a ella, quien seguía concentrada en acabar de curarla.
Sus ojos se abrieron por el asombro, tomando el impulso de lanzarse sobre ella y abrazarla, cayendo ambas al suelo.
-¡¿Miruru?! ¡¿Qué estás haciendo?! –exclamó Nara, sorprendida por la reacción.
-¡Nara! ¡Cuánto me alegro de verte! –exclamó Miruru, con los ojos llenos de lágrimas.
-¡Yo también me alegro, pero aún no te has recuperado por completo, así que sé paciente! –replicó su amiga.
Pese a sus palabras, la chica de pelo rubio continuó con el rostro hundido en su pecho, abrazándola fuertemente.
Finalmente, Nara desistió y, tras un profundo suspiro, se dejó llevar por la situación, devolviéndole el abrazo entre sollozos.
-¿Has venido tú sola? –preguntó Miruru mientras se apoyaba en la otra chica para volver a sentarse.
-No. He venido con alguien que estaba mucho más preocupado por ti que yo –respondió Nara con una sonrisa, de manera que Miruru levantó la mirada hasta fijarla en Kai, quien, tras esperar unos minutos a que terminasen de hablar, se acercó a ella y se sentó enfrente.
-K-Kai. –alcanzó a decir la semidiosa, recordando la discusión que tuvieron antes de separarse. Quería decirle muchas cosas, pero no le salían las palabras. Así que decidió estar en silencio, mirándole a los ojos, durante segundos que se hicieron eternos.
En ese momento, y haciendo un gran esfuerzo, por fin consiguió hablar.
-Lo sien... –intentó decir, siendo interrumpida por el abrazo del joven, quien la apretó fuertemente contra sí mismo hasta casi dejarla sin respiración.
Sorprendida, todo el valor que había reunido para decirle lo que sentía desapareció como polvo en el viento.
La fuerza de sus brazos hacía daño en la espalda, pero no le importaba, porque lo que dijo después hizo que toda la tensión entre ellos dejase de existir.
-Lo siento. Lo siento, Miruru.
Aquellas palabras volvieron a hacer que sus lágrimas fluyeran. Después de todo lo ocurrido, se sentía enormemente feliz de estar junto a él.
-No. Perdóname tú a mí.